Barack Hussein Obama gobierna ya casi dos años al país más poderoso del mundo y sus casi 300 millones de habitantes no acaban de entenderlo, incluídos los que lo eligieron y entre ellos muchos negros.
El grueso de la población que aún lo respalda es desde luego negra, pero no por sus méritos sino por el color de la piel. Es un racismo a la inversa, casi tan peligroso y detestable como el que ha existido contra los ex-esclavos traídos con grilletes desde el África.
Con el agravante de que Obama no es un negro auténtico ni tiene ancestro de esclavos. Su padre, que murió alcohólico, vino de Kenya como estudiante y su madre fue una blanca hippy de Kansas. Hay dudas acerca del lugar donde nació pues muchos creen, con documentos, que fue en Kenya y que vino de tierna edad a Hawaii, donde, como era tradición, recibió la ciudadanía de la madre.
Pero el color de la piel nada importa, sino sus actuaciones. Su elección desarma el criterio de que los Estados Unidos sigue siendo un país racista como lo fue antaño bajo la influencia del partido demócrata. Negros y blancos y de otros tintes votaron por él en mayoría y solo así llegó a la Casa Blanca.
La ventaja explica, eso si, que muchos se inclinaron por él como para dejar atrás el oprobio del país por su pasado esclavista. Y, claro, por su locuacidad populista tan similar a los líderes del tercer mundo, que cuajó aquí con facilidad frente a la débil oposición presentada por el candidato republicano John McCain.
La súbita caída en la popularidad de Obama, que linda el 40%, no puede pues atribuirse a un desdén por la coloración semi oscura del mandatario, sino exclusivamente a la manera como pretende llevar a este país al sendero nada luminoso del estatismo fascistoide o socialistoide “siglo XXI” patentado por los Castros/Chávez.
Tal como está la situación en los Estados Unidos, es muy improbable que Obama pretenda una reelección en el 2012. Sobre todo si la ola de repudio se refleja en las votaciones de noviembre y los republicanos logran recuperar el control de las dos cámaras del Congreso federal, así como la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estatales.
Si tal sucede, como anhela todo norteamericano sensato y leal a la historia de esta nación, Obama bien podría buscar refugio en Kenya o en América Latina para ejercer la cátedra de su especialidad, el Derecho Constitucional, pero no el de la Constitución de los Estados Unidos, que aborrece, sino de la Constitución Socialista del Siglo XXI. Rafael Correa, del Ecuador, podría ser su asesor.
Por sus políticas, Obama parece haberse cultivado con Fidel, Hugo Chávez y Rafael Correa. Como ellos, considera que los Estados Unidos (y el capitalismo democrático) son la causa de todos los males del mundo y desde que se posesionó en enero del 2009 no ha cesado de pedir perdón urbi et orbi por los pecados cometidos. Y ha hecho esfuerzos, de innegable eficacia, para abolir al sistema y el poderío del “imperio”.
La economía está en zoletas. El desempleo sigue subiendo, hoy llegó al 9.6 % y las inversiones igualmente van en picada. Los bancos, aunque tienen reservas, no aprueban préstamos por la incertidumbre y desconfianza que ha inundado a la nación. El gasto y los subsidios no tienen freno y hoy, poco antes de partir a otra de sus groseras vacaciones, Obama reiteró que para salir de la crisis habrá más gasto y más impuestos.
La economía se debilitó por esos dos factores y el presidente cree que para fortalecerla hay que reincidir en ellos. Dentro de su idiosincracia tan coincidente con la del team Chávez/Castros, confirmó que en enero próximo entrarán en vigor los mayores tributos de la historia, con los que espera superar el déficit y la deuda.
Se refería a los recortes de impuestos de su predecesor George W. Bush, aplicados a todos y que caducarán el 31 de diciembre próximo. Como para halagar a la galería, Obama dijo que la carga impositiva recaerá “solo” en los más ricos, pues la exención continuará para los de menores ingresos y para las pequeñas empresas.
Es un yerro fatal, pues los “ricos” son los creadores de empleos, no los que se evitarán seguir tributando 600 o 1.000 dólares al año. Lo que es falso es que las empresas pequeñas se exceptúen, pues los capitales que mueven se ubican en el nivel de “ricos” (y por tanto odiosos) de Obama. Y son éstas “pequeñas” empresas las que generan más empleo en su conjunto que las megaempresas.
A ello se suman las reformas al sistema bancario, otro de los “demonios” del capitalismo odiados por Obama y sus adláteres. Sobre esa banca lloverán los tributos y las restricciones, encareciendo los créditos que afectarán, como siempre en estos casos, a los prestamistas menores.
¿A dónde va a parar la inundación de dinero con tanto nuevo impuesto? No a los “pobres” que el millonario Obama y sus millonarios auspiciantes dicen defender, sino al fisco, al Estado. Para agrandarlo en burocracia, en gasto, en despilfarro y corrupción. Ya los servidores públicos superan en número y sueldos y privilegios a los empleados privados.
¿De dónde proviene el dinero del fisco? La pregunta parecería zoquete, pero en los Estados Unidos no hay un surtidero de dólares como en Arabia Saudita o Venezuela: viene del sector privado, al cual Obama tritura con sus políticas, vituperios y amenazas de más gasto y más impuestos.
En la esfera internacional, Obama no pudo estar más desatinado (o más feliz, según criterio de columnistas del tercer mundo). El martes confirmó que la guerra en Irak ha terminado, cuando no ha terminado y cuando aún quedan allí alrededor de 5.000 soldados no combatientes que tendrán que combatir en cualquier momento en que sus vidas se vean amenazadas, o sea a diario.
La insurgencia redoblada con el retiro de tropas, será pretexto para lo que Obama quiere: retirada total y en fuga de todas las tropas, tal como ocurrió en Vietnam y que igual podría ocurrir en Afganistán. En su discurso del martes fue transparente su desprecio por George W Bush, las tropas y las intervenciones militares en los dos países árabes.
“Hay que dar vuelta a la página” (de vergüenza, según él) y convencerse de que no existe tal excepcionalismo de los Estados Unidos como promotor de la libertad y la democracia, dijo. Todos somos iguales y por lo mismo debemos unirnos y ser gobernados por un solo presidente universal y socialista (que quisiera ser él, si descarta la cátedra).
Cuando los socialistas y socialistoides presionaron para huir de Vietnam cuando la guerra estaba a punto de ganarse en contra del absolutismo de Moscú y Pekín, estos prevalecieron y hubo las masacres de Vietnam del Sur, de Laos y Camboya. Sobrevinieron la oscuridad y la ceniza, que poco a poco están siendo superadas con regímenes más abiertos.
Obama ordena la retirada de Irak cuando aún no se estructura el gobierno en el sistema parlamentario y democrático que sustituyó a la tiranía de Hussein. Ante la multiplicación de la insurgencia repaldada por Irán y los terroristas de Al Qaida, Taliban y Hamas, nada difícil sería que se anule el sacrificio de 4.000 soldados norteamericanos y de otras naciones aliadas.
Joe Biden, ese arlequín que funge de Vicepresidente de los Estados Unidos, acaba de retar a los iraquíes: si no forman gobierno ya, peor para ustedes porque si se desata la violencia, ya no estaremos para ayudarles.
¿Fue esa la actitud de Truman, demócrata pero norteamericano, luego de terminada (con victoria total de los aliados) la II Guerra Mundial en los casos de Alemania o Japón, en la transición hacia la democracia y frente a la amenaza comunista? Aún están allí tropas de USA.
Si el Congreso Federal arrincona a los demócratas en noviembre, para bien de este país y de la humanidad, lo primero que tendrá que rehacerse es el enfoque de la política internacional, para recuperar la verdad de la Historia, la seguridad nacional y el liderazgo de este país en defensa de la libertad y la democracia. La prioridad obvia serán los casos de Irak y Afganistán y la guerra por desgracia no declarada formalmente contra el terrorismo musulmán.
Y tendrá que archivarse, no reformarse, la ley de salud que se aprobó sin un solo voto republicano y con el rechazo de casi el 70% de la población. Lo propio con las reformas bancarias, el gasto público desorbitado y el cúmulo exorbitante de nuevos impuestos.
También deberá regularse definitivamente la ley de inmigración para facilitar la legalización de los ilegales y permitir los nuevos accesos al país en forma ordenada y legal. Lo que ocurre en Arizona, que desean imitar otros 20 de los 50 Estados, es resultante de la complacencia, complicidad e impericia de la Casa Blanca para hacer respetar la ley federal sobre el tema.
Vientos de optimismo soplan en pro de un gran “Stop” a este fulano que se encaramó en la Casa Blanca por la confluencia infeliz de circunstancias. Pero hasta que las cifras confirmen la derrota demócrata en la noche del 2 de noviembre venidero, o al día subsiguiente, es prematuro cantar victoria.
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