Friday, June 15, 2007

UNA LUCECILLA EN LAS TINIEBLAS

Ha brotado una tenue lucecilla en medio de la ya “larga noche” del correismo y ha surgido en el lugar más inesperado, el Congreso Nacional.
El Congreso ecuatoriano, como todas las demás principales instituciones del país, había sido pisoteado por el presidente Rafael Correa y lejos estaba toda suposición de que pudiera contradecirlo en lo más mínimo.
Pero el fenómeno se dio. El proyecto de ley de Correa para refrendar el total control de la banca privado por parte del Ejecutivo fue negado en lo sustancial y se lo aprobó con algunas enmiendas aceptables.
Lo destacable de la decisión de los congresistas, que se suponía eran sumisos en todo al gobernante, es que contradice al mandatario en sus ataques contra el mercado. En efecto, lo que quería Correa es que la banca particular, a través de la Junta Bancaria ad-hoc. que él impuso, actúe y haga negocios según sus directas regulaciones.
El Congreso le dijo no y ratificó que la fijación de tasas y otros mecanismos que permiten a la banca legalmente usufructuar para subsistir, dependerá de las fluctuaciones del mercado, no de la voluntad omnímoda y centrista de una sola persona.
La práctica de cobro de comisiones más tasas se eliminó, como lo quería Correa. Lo cual está muy bien, puesto que la aceptación de la realidad de las fuerzas del mercado como motor esencial para el progreso, no está reñido en modo alguno con el concepto de la ley y la ética.
Lo que repele es la idea de que las inequidades del mercado puedan ser superadas, no con enmiendas sino con la supresión del mercado, como lo quieren Correa y Patiño. Ello equivaldría a curar al enfermo matándolo. El mercado es vital y por tanto está en constante evolución. Cuando surgen distorsiones, lo cuerdo es aplicar regulaciones para restablecer el equilibrio y salud de las sutiles o invisibles fuerzas del mercado.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX se registró una distorsión en la industria petrolera de los Estados Unidos. La Standard Oil controlada por Rockefeller se había acumulado excesivo poder concentrador de producción y oferta e imponía los precios más allá de la realidad del mercado.
El monopolio fue quebrado, así como otros monopolios de comienzos de la centuria pasada en ese país, como los ferrocarriles. ¿Qué ocurrió? El mercado se redefinió y la economía en general no solo no se estancó sino que se vigorizó e impulsó a los Estados Unidos a convertirse en los años subsiguientes en la primera potencia económica del planeta.
(Otro ejemplo de manejo arbitrario del mercado es la OPEP. Este organismo, al que Correa promete reintegrar al Ecuador, agrupa a jeques y chiflados como Chávez y Ahmadinejad, dueños todos de empresas petroleras del Estado. Cuando el precio del petróleo en el mercado mundial baja reducen la producción. Y viceversa. Es un monopolio abominable, o cartel, que debería ser denunciado ante la OMC para romperlo. No se lo hace por razones de geopolítica internacional)
En este mismo país, las distorsiones y los abusos en los manejos bancarios han sido frecuentes. Pero eran resultado del incumplimiento de las regulaciones en vigencia. Lejos de ocultar los fraudes y delitos bancarios, la autoridad actuó, los bancos y banqueros delincuentes fueron sancionados y el sistema prevaleció y se fortaleció.
En el Ecuador no se hizo lo mismo cuando el Filanbanco quebró las leyes. En lugar de sancionar a los autores de los fraudes y cerrar al banco, el Estado lo ayudó por temor a un supuesto “dominó” que habría afectado negativamente al sistema de la banca privada. Las consecuencias de esa acción fueron las negativas y aún las están pagando los contribuyentes, pues el rescate costó alrededor de 8 mil millones de dólares. Los dirigentes del banco en quiebra siguen prósperos en Miami y Guayaquil.
El problema que tienen el presidente Correa y su carnal Patiño es mirar al mercado como causa de todos los males del Ecuador. En lugar de tratar de perfeccionarlo, que no hizo con lo que llaman la “larga noche del neoliberalismo”, quieren suplantar al mercado con más intervención estatal.
Son sueños de utopistas. En todos los lugares en los que el Estado ha intentado suplantar al mercado con la planeación central, el resultado ha sido la extensión de la miseria, como en Cuba, Corea del Norte y antes la URSS.
(La supresión del libre mercado solo se consigue con la fuerza. Al cumplirse otro aniversario del discurso de Reagan pidiendo la caída del muro de Berlín, un organismo internacional reveló las cifras de muertes por opresión comunista: 65 millones (y aumentan) en China; 20 millones en la URSS; 2 millones (y aumentan) en Corea del Norte; 1.7 millones en África; 1.5 millones en Afganistán; 1 millón en Vietnam; 1 millón en Europa Oriental; 150.000 en América Latina. Recuerda que la URSS tenía campos de exterminio como Kolyma y Magadan, comparables a los de Auschwitz y Buchenwald de la Alemania nazi)
El recientemente fallecido economista Milton Friedman, Premio Nobel, solía dar el ejemplo de fácil comprensión de un lápiz como demostrativo de cómo el mercado prevalece sobre el dirigismo centralizado. Describía las partes del lápiz y comentaba, por ejemplo, que para fabricarlo había una demanda. Y que para satisfacerla, alguien diseñó el lápiz. Éste necesitó de madera, por tanto de bosques, de leñadores, de procesadores, de mercadeo. Más tarde de pintura, grafito, minas, caucho, plástico, imprentas, industrias.
El ejemplo le inducía a describir la complejidad de factores físicos y humanos involucrados en la producción de ese solo simple objeto. Para que la confluencia se concrete, las fuerzas del mercado actuaron libres, como el agua que fluye para llenar oquedades. Pretender sustituir esa miríada de factores y elementos con un directriz central, estaría destinado al fracaso.
Friedman señalaba que en la actividad privada el riesgo de una mala inversión se sanciona por si misma, con pérdidas para los inversionistas o la bancarrota. Cuando los proyectos son regulados, controlados y financiados por el Estado, los fracasos no se resuelven en castigo para los responsables. La víctima es la sociedad, es el contribuyente.
Si Petroecuador hubiese estado en manos privadas, el descuido en contra del medio ambiente una vez que reemplazó a las firmas extranjeras habría tenido como responsables a los del grupo gerencial. Los accionistas los habrían sustituido sin vacilaciones.
Es probable que se hubieran esperado mejores resultados con otros gerentes, pero si tal no ocurría, la compañía o se vendía o se suprimía. No se habría atacado a terceros por los fracasos en el medio ambiente. Igual reflexión cabe con respecto a la desastrosa situación del oleoducto, la refinería, el aspecto laboral.
Correa no quiere mejorar al mercado, quiere sustituirlo. Por eso dice pestes de los medios comunicación y anuncia que invertirá unos 20 millones de dólares para instalar en el país una estación de TV. Buscará el asesoramiento y acaso el financiamiento de Venezuela. El asesor venezolano en la materia acaba de decir en Quito que Telesur (y su filial en el Ecuador) seguirá el modelo de de la cadena de TV Al Jazhira del extremismo musulmán, porque “hay que reportar la verdad desde el lado donde caen las bombas”.
Si a la postre se construye la TV nacional, sin duda que terminará como Radio Nacional del Estado, los ferrocarriles, Petroecuador o como otra cualquiera de las empresas estatales quebradas o por quebrar que carecen de responsables. A la postre, la TV nacional terminaría siendo otra presa más de “ratas, rateros y ratones”.
En tanto se proyecta esta TV, Correa ha tomado ya posesión del diario El Telégrafo. Dice que no será un medio adscrito al Ejecutivo. No lo necesita. Le bastó nombrar Presidente del diario a Alfredo Castillo tan camarada como sus otros colaboradores Lenín y Marx. El nuevo jefe de El Telégrafo fue ministro del anterior presidente Palacio, como lo fue Correa. Castillo, como ministro de gobierno, no controlaba manifestaciones públicas contra el régimen: salía del despacho para encabezarlas…
Igual está haciéndolo Correa en cuanto a encabezar una manifestación pública en las calles quiteñas. Terminará en la sede de su partido Alianza País y en ella hará el anuncio de los candidatos oficialistas a la asamblea constituyente que se avecina. Entre los candidatos están sus ministros de Energía, Obras Públicas y su secretaría de prensa.
Un consejo no solicitado: ¿Porqué Correa no va en masa a la asamblea con todo su gabinete ministerial liderado por Patiño? Podría dejar “encargada la tienda” al vicepresidente Lenín, quien desde allí podría continuar con más fuerza en su “campaña de alegría, amabilidad y hospitalidad y risas”. Otro consejo: que comience esa campaña, pero de manera extra intensiva, con su jefe.
Correa puede ser todo, menos amable. Lo confirma con su orden para que se aprese a un ciudadano que le hirió con algún gesto, que él califica de obsceno. La víctima podría ir a la cárcel de 6 meses a 2 años. Ni dictadores con todos los poderes fueron tan lejos en la ridiculez. Ni siquiera “mi” general “bombita” a quien si bien se le acusaba de ingenuo, jamás dejó de ser amable.

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