Sunday, January 21, 2007

REACCION ALENTADORA CONTRA CORREA

En medio de la desventura que significó la victoria de Rafael Correa en la lid presidencial del Ecuador, resulta tonificante leer en los diarios de hoy de ese país abiertas censuras a sus primeras horas de gobernante, tanto en asuntos de fondo como de forma.
Correa venció porque la mayoría de votantes estaba en desacuerdo con su opositor, el empresario Álvaro Noboa, heredero del mayor conglomerado empresarial del Ecuador. Evidentemente Noboa carecía del suficiente charm y carisma para persuadir a los electores, pero ello no invalida sus tesis frente a la economía y a política interna y externa del país.
En otras palabras, la mayoría de los votantes que tuvo que ir a votar porque le obliga la ley, si bien rechazó a Noboa por su identificación con la plutocracia y su poca simpatía, no necesariamente votó a favor de las tesis extremistas/fascistas que ahora se propone aplicar Correa en el Ecuador.
No se precisa ser mago de la política y la interpretación de las encuestas para comprender por qué Correa triunfó y por qué sigue gozando de respaldo tras su discurso demagógico y populista pronunciado en la posesión del mando y en otros foros dentro y fuera del país. La gente votó por él en la esperanza de que pueda ser factor de cambio para que mejore su situación mejore.
Es la misma esperanza fallida con tantos otros candidatos populistas del pasado que llegaron a gobernar con el mismo discurso y recursos con variaciones del demagogo mayor, José María Velasco Ibarra. Correa es una versión moderna de él, con el ingrediente de que su promesa de cambio se basa en el socialismo diseñado por el venezolano Chávez con la guía de Fidel Castro.
Ese “socialismo” es un mecanismo de acumulación de poderes y de aprehensión de medios de producción y servicios clave por parte del Estado. La innovación hoy es que ese cambio “revolucionario” pretende lograrse no con la intervención armada y la represión directa sino mediante un instrumento que simula ser legalista y democrático: la asamblea constituyente.
De ello se han percatado los columnistas de los principales diarios del país e incluso El Comercio lo dice así, aunque tímidamente, en su editorial que es el artículo de opinión oficial de la empresa. Todos los comentarios apuntan a señalar que la vía autoritaria que pretende seguir Correa con su proclama socialista realmente no tiene el respaldo mayoritario de los ecuatorianos.
¿Se corregirá Correa a tiempo? Es ilusorio pensarlo. Claro que ha aceptado ya una reforma marginal a la convocatoria a la Asamblea Constituyente, pero lo importante es que sigue empeñado en convocarla. En Río de Janeiro anunció que el Ecuador no se sumará como socio activo al MERCOSUR, tras descubrir que los camiones para el intercambio comercial no pueden navegar por los ríos y que se necesita previamente al menos una infraestructura de transporte entre los socios.
Lo más probable es que para que cambie el estilo Correa hay que cambiar a Correa. Resulta penoso decirlo a pocos días de la posesión del mandatario, pero su trayectoria izquierdista e intemperante es indicativa de que la tendencia es algo consustancial a su personalidad. Y a la de sus principales colaboradores.
Si su formación y temperamento fueran de corte democrático, hace ya tiempo habría desistido de la Constituyente, no solo porque vulnera los principios y regulaciones de la Constitución en vigencia, sino porque implicaría la extinción del Congreso y el nacimiento de una nueva carta constitucional que le otorgue poderes dictatoriales.
Tiene para ello el ejemplo de su mentor, Hugo Chávez. En el caso ecuatoriano, Rafael Correa prohibió a sus partidarios proponer candidatos al Congreso porque su intención era y es disolverlo. En Venezuela, fue la oposición la que decidió no presentar candidatos a la asamblea. El resultado allí fue contar con una asamblea totalmente al servicio de Chávez, como en la Cuba de los hermanos Castro.
La asamblea ecuatoriana contaría con plenos poderes. No se aclaran aún los delineamientos generales y de detalle de la nueva Carta que quiere Correa pero es obvio suponer que querrá algo similar a lo de Cuba y Venezuela: facultades para gobernar por decreto, sin oposición ni debate.
En la campaña Correa adoptó una propuesta más cauta. Insinuaba que quería reemplazar la “partidocracia” sin responsabilidad en futuros congresos con una representación de legisladores electos y responsables ante distritos. Eso ya lo propuso el anterior presidente Gustavo Noboa, pero la reforma no se concretó. Lo de los distritos es copia de lo que se llegó a concretar en el sistema que rige en los Estados Unidos.
Los 50 estados se dividen cada uno en distritos, diagramados según la población y otros parámetros y cada distrito elige a sus congresistas estatales y federales. Éstos son responsables directamente ante sus electores en cada uno de los respectivos distritos y se someten a constantes interrogatorios, diálogos y reclamos. Si fallan a las expectativas, no son reelectos.
Si Correa desea mejorar el sistema democrático en el Ecuador, no tiene por qué romper la Constitución. Puede hacerlo dentro del sistema para fortalecerlo. Y lo mejor que podría hacer para ello es estudiar cómo funciona en Congreso en los Estados Unidos, país en el que estudió y se graduó hasta alcanzar un doctorado en Economía.
El Congreso aquí es bicameral desde la fundación (una sola) de la república, como lo fue en el Ecuador desde 1948 hasta las rupturas de 1960 y 1970. Funcionó muy bien. Funciona igualmente bien en los demás países en que se aplica, con ciertas variantes. Del Congreso “yanqui” se podría asimilar detalles acerca de cómo se organiza la intervención de los congresistas, con tiempo y tema específicos y el papel de los líderes de mayorías y minorías para garantizar ese orden en discursos y más procedimientos.
El congreso unicameral del Ecuador, creado en la “refundación” de 1978/9, es a todas luces ineficiente. La solución no es suprimirlo y llamar a una impredecible asamblea con todos los poderes sino ingeniarse el modo de mejorarlo según las propias experiencias históricas y las de otros países que han madurado en el sistema.
Pero lo que quiere Correa es una “revolución a lo “macho” como Chávez y cree que la vía es la constituyente. En esta parte podría estar equivocado, aún si para convocarla tiene respaldo popular. Desde ya se avizora un peligro: ¿quiénes van a ser los elegidos? Si se impone la mayoría de seguidores de su opositor Noboa y la del ex presidente depuesto Lucio Gutiérrez, entonces la Asamblea no podría ser manipulada al estilo de su “hermano” mayor Chávez.
En cuyo caso, Correa tendría que sacar los tanques ya no para impedir que el nuevo Fiscal General se posesione, como lo ha amenazado, sino para disolver a la asamblea y de paso, por supuesto, al Congreso. Tan tenebrosas aunque nada nueva perspectiva solo podría evitarse con una temprana oposición popular, la cual se estimulará con una firme, indeclinable actitud de los medios de comunicación.
El primer signo alentador en ese sentido se ha observado en los comentarios de hoy. Algunos articulistas refutan a Correa y a articulistas anteriores diciendo que el socialismo de Correa no es el socialismo de Chile y Brasil, simplemente porque allí no hay socialismo sino economía social de mercado. Y que en ningún país la fórmula fascista/izquierdista/autocrática ha generado riqueza y bienestar, sino todo lo contrario.
Los reporteros y analistas no deberán desmayar. El ministro de Finanzas Ricardo Patiño sigue empecinado en aleccionar a los acreedores de la deuda externa y en advertirles que el Ecuador no pagará sino las “deudas legítimas” y que en todo caso los pagos nunca llegarán a más del 40% del total. Nadie explica todavía cuáles son deudas “legítimas” y cuáles “ilegítimas”, pero en el exterior se ha interpretado que el gobierno ecuatoriano se está inclinando por la moratoria.
(La moratoria la aplicó Alan García en el Perú y llevó a la economía peruana a la quiebra. Pero fue reelecto. Como Ortega en Honduras. Estos, con Chávez. Morales y Correa van camino de conformar el Eje del Bien con Irán y Al Qaida y Hezbolah para arrasar con Israel y los Estados Unidos)
¿Es legítima la deuda solo si su destino es positivo, esto es, si no va a aumentar el gasto corriente, si no se desvían sus fines o qué? Aún en el supuesto de que el destino de la deuda contraída no convino a los intereses del Ecuador ¿por qué va a castigarse al acreedor y no al deudor que contrajo libremente la deuda?
Cuando el orgasmo del inesperado incremento de los precios del crudo languideció y el ritmo de gasto público no pudo continuar a iguales niveles, lo que hizo el presidente Jaime Roldós no fue reducir el gasto, sino endeudarse. El primer préstamo contraído fue de 600 millones de dólares y lo empleó para pagar sueldos de los burócratas.
Patiño, quien con Alberto Acosta dan cátedra sobre “deuda externa” o “deuda externa”, acaba de anunciar que para afrontar el déficit fiscal heredado de Palacio no reducirá el gasto (ya duplicó el bono de pobreza, anuncia que bajará el IVA) sino que el “hermano mayor” Chávez le ha ofrecido ya un préstamo de 1.000 millones de dólares al “módico” interés fraternal del 7%. Buen comienzo para esta nueva “refundación” de la República…
Evidentemente, parte de ese préstamo servirá para alimentar la asignación de 10 millones de dólares pedido por el Vicepresidente Moreno para la Secretaría de Solidaridad que él dirigirá, siempre con una sonrisa en los labios como lo ha prometido. Dice que la terapia de la sonrisa, que le sirvió para superar su depresión parapléjica resultante de un asalto, debe regir en el Ecuador para mejorar las relaciones humanas.
Al parecer su jefe Rafael Correa no le ha escuchado pues su discurso y acciones están plagado de adjetivos como víboras, bailarinas, traidores y otros epítetos que todo generan menos una sonrisa de los opositores que ya le han salido al paso en menos de 8 días de su gestión.
Si el nuevo gobernante izquierdista de todos modos logra salir airoso en sus propósitos, al menos que no sea con la complicidad de la prensa. Para los medios independientes la actitud que ahora adopten será de supervivencia. La alternativa de claudicación puede concluir más tarde en clausura, igual que en Venezuela.

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