Monday, February 24, 2020

LOS DEMÓCRATAS ENTRAMPADOS

La retórica izquierdista radical del partido demócrata de los Estados Unidos, que en las últimas décadas ha absorbido a ese partido al extremo de poner como su líder en las primarias para las próximas elecciones presidenciales a un marxista confeso (no afiliado al partido), al parecer podría culminar con una implosión espectacular.
Bernie Sanders es el senador por Vermont que acaba de arrasar con las primarias demócratas de Nevada el sábado pasado y que probablemente asegure distancias con sus inmediatos rivales este sábado en Carolina del Sur y el martes 3 de marzo, el "super Tuesday", cuando voten simultáneamente otros 14 Estados.
Sanders ya disputó a Hillary Clinton en el 2016 y la venció en las primarias, pero Hillary manipuló los datos e hizo uso de los "super delegados" para imponerse. Todos quienes la respaldaban, incluso los mayores medios de comunicación pro demócratas, estaban por completo seguros de su victoria frente a Donald J. Trump, pero éste la derrotó ampliamente. 
Esta vez una nueva manipulación será difícil. El electorado no da muestras de afinidad por las otras opciones. Mike Bloomberg fue un rotundo fracaso en su primer debate en Nevada; Joe Biden, el ex Vicepresidente de Obama sigue opaco, cuestionado por su malos negocios en Ucrania, tanto que ni su ex jefe le apoya y Pete the Mayor, el homosexual de Indiana, es rechazado por cristianos y negros.
A Bernie Sanders, en cambio, lo apoyan con entusiasmo todos los adoctrinados en escuelas, colegios y universidades controlados por los sindicatos de profesores demócrata progresistas, esto es, pro marxistas y de los cuales han egresado la mayoría de los periodistas de la "gran prensa", incluídos radio y TV. Son devotos de la tesis de la "justicia social" mediante la "redistribución del ingreso".
Creen que la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos y la Constitución de este país son documentos obsoletos porque no se amoldan a esas dos supuestas necesidades de cambio. Que las estarían encarnando Bernie Sanders y sus seguidores que proclaman que a esta nación hay que transformarla.
En la primaria de Nevada más de la mitad de los latinos votó por Sanders. Muchos de ellos emigraron seguramente de Cuba y otros países latinoamericanos con regímenes autoritarios donde las condiciones de vida eran deplorables por las restricciones del tipo socialista que invoca Sanders. Pero votaron por él.
Igual extaño fenómeno se observa "dentro de casa". De California la gente emigra a diario debido al deterioro de las condiciones de vida que imponen los regímenes demócratas con impuestos y otras restricciones. Se asientan en Texas, por ejemplo, un Estado que ha sido tradicionalmente republicano y votan...demócrata!   
En la entrevista del popular programa de TV "60 Minutes" divulgado anoche, Sanders le dijo al entrevistador Anderson Cooper que defendía a Fidel Castro y la Revolución Cubana, porque "no todo era malo". Citó como "logros" la alfabetización y la salud pública y cuando se le mencionó la represión, dijo que él la condenaba.
¿Cuántas decenas de miles de cubanos pasaron y pasan años en las mazmorras de Fidel? ¿Cuántas de esas víctimas fueron torturadas y asesinadas? Se justifican millones de "alfabetizados" (otros dicen adoctrinados) por una sola víctima asesinada por resistirse a la tiranía? Para alfabetizar y dar asistencia (precaria) de salud ¿es indispensable imponer una dictadura férrea que ya dura más de 60 años, con pérdida total de los derechos individuales y el éxodo de millones?
La incógnita política del momento es si Bernie Sanders continuará solidificando su liderazgo en las primarias, que concluirán a mediados de año. Pero cualquiera que fuere la respuesta y cualquiera que resultare nominado, la verdad es que el partido demócrata ha quedado desecho en esta contienda, no por efecto de fuerzas exteriores sino como resultado de sus propias contradicciones. Tiene que renovarse o morir.
Hay analistas que piensan que para el 3 de noviembre próximo se podría repetir la sorpresa del 2016 y que el candidato demócrata, que tendría poca credibilidad de victoria como Trump en aquella fecha, pudiera acabar con la fuerza titánica del actual mandatario y evitar su reelección. Pero tal reflexión parece ser una más de las tantas fantasías de los mitómanos demócratas.    

Wednesday, February 12, 2020

EL PARTIDO DEMÓCRATA SE DESPLOMA

Quién hubiera podido imaginar que al comenzar las primarias del partido demócrata para escoger al candidato que le dispute la reelección al Presidente republicano Donald Trump en noviembre próximo, figuren como punteros dos socialistas/comunistas, uno no afiliado al partido y el otro un gay.

El hecho denota una crisis que se analiza en un artículo publicado hoy por el diario The Wall Street Journal, transcrito al final de esta nota, que explica cómo el partido demócrata ha cedido al influjo de la izquierda radical en los último años, hasta lucir por completo dominado por esta ideología.

Bernie Sanders, de 77 años de edad, es un veterano legislador y ex gobernador de Vermont, hijo de exiliados polacos que no oculta sus preferencias por el socialismo, que pasó su luna de miel en Moscú y expresó sus simpatías por Fidel Castro y los tiranuelos que lo han imitado en Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Es independiente, no se ha afiliado nunca al partido demócrata.



En las elecciones primarias (concluirán en junio) de Iowa y New Hampshire Sanders ha resultado ganador, pero muy cerca le sigue Pete Buttigieg o Pete the Mayor, de 38 años de edad, ex alcalde de un pueblito de Indiana, homosexual, casado con homosexual. Muy locuaz y sofista, se escuda en la Biblia para justificar su sexualidad y oculta con habilidad sus ideas extremas de izquierda que heredó de su padre, comunista afiliado y catedrático universitario.



La lista de aspirantes a la nominación era larga pero se ha reducido a no más de cinco o seis. Ninguno de ellos respondió con entereza a la pregunta de si objetaban que el partido se haya encaminado hacia la izquiera radical marxista. Y todos convinieron en que uno de los requisitos de afiliación era no disputar el derecho de la mujer al aborto sin restricciones.



Previamente al inicio de la primarias, el ex Vicepresidente Joe Biden figuraba como favorito para la nominación y así lo predecían y proclamaban incansablemente los medios de comunicación adictos a la causa y proclamas del partido demócrata. Pero la realidad ha sido brutalmente otra. Los primeros resultados revelan que Biden ha pasado a últimos lugares.


Lo cual confirma la convicción de que el fallido "Impeachment" al Presidente Trump, en el que se le acusaba de "abusar del poder" para presionar al Presidente de Ucrania para que enjuicie y desprestigie a Biden "porque sería su principal rival en los comicios
electorales del 2020" era un patraña falsa y miserable.

El Impeachment se basó en una conversación telefónica de Trump con el Presidente Zelensky de Ucrania en julio del 2019 en la cual le pide información sobre hechos turbios de Biden y su hijo Hunter en el 2016, sin hacer referencia jamás a política para el 2020. No se menciona ninguna coerción, amenaza, ni corte de ayuda militar y ello fue corroborado por el propio Zelensky.

¿Por qué tanto interés, tanta mentira y fatiga de los demócratas por defender a Biden? Biden gestionó un cargo en la junta directiva de la petrolera Barisma de Ucrania para su hijo Hunter, con un sueldo de 83.000 dólares mensuales. Es una compañía de corrupción total y cuando se anunció que sería auditada, Joe amenazó con suspender la ayuda militar al régimen de entonces si no se cancelaba al Fiscal.

De ello hay pruebas en un clip de TV que circula profuso pero nadie ha iniciao juicio contra él por el delito de cohecho y ahí si de "abuso del poder". Tampoco se ha comentado que los senadores demócratas Menendez y Durbin amenazaron con represalias a ese mismo régimen si no apoyaban la tesis de la colisión rusa contra Trump dentro de la campaña para oponerse al candidato en el 2016.

Joe Biden se hallaba en gestiones en Ucrania por pedido y mandato de su jefe Obama. Cualquier fechoría de Biden debía tener el visto bueno de Obama, tanto en Ucrania como en China, donde obtuvo un crédito (?) de 1.500 millones de dólares. Rudy Giuliani, el abogado de Trump, dice tener todos los documentos probatorios y que está dispuesto a exhibirlos en el momento propicio.

Ese momento propicio aparentemente está por llegar, cuando el comisionado especial John H. Durham de a conocer el resultado de sus investigaciones sobre el origen, nexos y vinculaciones del caso de la colisión rusa y demás actos de corrupción del FBI, CIA que se confabularon en tiempos de Obama para destruir e incluso derrocar a Donald J. Trump, legítimamente electo Presidente en el 2016.

La consigna demócrata es destruir a Trump, con cualquiera que resultare ganador de la nominación. No lo van a lograr porque si lo lograran, la Constitución quedaría hecha trizas como trizas hizo la líder del Congreso Nancy Pelosi con el discurso de Trump. Quienes creen que el socialismo/progresista/marxista conviene al país, es porque ignoran la Historia y rechazan la Constitución Americana.


El Artículo de Joseph Epstein, WSJ:

George Orwell noted the nervousness of people on the left when confronted by those even further to the left. This nervousness stems from leftists’ fear that they will be taken for impure in their own leftism, that their thought and actions don’t go far enough, that they are, finally, not really on the bus. In America during the 1930s, Communists mocked liberals for their weakness, and liberals worried about not measuring up. Hence the phenomenon of the “fellow traveler,” someone who sympathized with the Communist Party but couldn’t bring himself to join it. 
Orwell’s observation remains in play. In the mid-1960s, Stokely Carmichael and other young black militants pushed the American civil-rights movement leftward, and away from its goal of integration. Liberals, unable to face down this left-wing pull toward Black Power, knuckled under. A gloriously successful campaign for equal rights based on conscience and dignity devolved into an angry, incoherent movement based on guilt and victimhood. The last thing allowed was the concession of progress of any sort in racial matters. Impressive civil-rights leaders such as Martin Luther King Jr., Whitney Young, Roy Wilkins, and A. Philip Randolph were replaced by such dubious figures as Jesse Jackson and Al Sharpton. The movement never recovered.
The same phenomenon appeared in American universities. In faculty meetings everywhere, small groups of the most radical professors were able to get their way through political pressure. Liberals, generally in the majority, were worried (if not terrified) of seeming to be on the wrong side. When they didn’t give in completely, they sought compromises that invariably favored the radicals. Standards and intellectual authority in universities have given way to political correctness and identity politics.
The same scenario is playing out in the Democratic Party. Since nominating George McGovern in 1972, the party has moved progressively leftward. If the Democrats may by now be said to have a center, it cannot hold, as William Butler Yeats has it in his poem “The Second Coming.” Among today’s Democrats, “The best lack all conviction, while the worst / Are full of passionate intensity.” 
By ceding moral authority to the far left, the Democrats have lost the power to counter bizarre proposals with simple common sense. When a freshman congresswoman proposes a wildly improbable Green New Deal, instead of responding as Democrats of an earlier day would have—“Whaddya, kiddin’ me?”—they now take it seriously and several adopt it. When two other freshman Democrats make anti-Semitic pronouncements, no one in a party overwhelmingly the choice of Jewish voters has the authority to tell them to knock it off. When Democratic presidential candidates propose to provide free health care for all, or eliminate college tuition and college debt, or enlarge and pack the Supreme Court, or eliminate the Electoral College, all this is taken in earnest. And the Democratic Party is being held hostage to identity politics, so that no national ticket can ever again be without a black or female candidate. 
Donald Trump’s aggressive personality has hastened the Democrats’ radicalization. Party members measure the intensity of their idealism by their hatred of Mr. Trump. The tone and temper of the contemporary Democratic Party encourages—indeed fully supports—this sad condition. 
Consider Speaker Nancy Pelosi. A serious and skillful politician, she was finally pushed by her party’s left wing into permitting a hopeless impeachment proceeding that violated her own sensible criteria: that the reasons for impeachment be compelling, the evidence for it overwhelming, and the support for it bipartisan. When the impeachment failed in the Senate, as she had predicted it would, it drove her to the distinctly un-Pelosian act of tearing up her copy of the State of the Union address on national television. 
What is to be done? No one has a good answer. Perhaps the only hope is that the Democrats put together a nightmare ticket— Elizabeth Warren and Cory Booker, say, or Bernie Sanders and Kamala Harris —and the party is so crushingly defeated in November that it returns to its long-lost political seriousness.

Mr. Epstein is the author, most recently, of “Charm: The Elusive Enchantment.”

Thursday, February 6, 2020

SE IMPUSO LA CONSTITUCIÓN DE 1778

El partido demócrata, absorbido por el radicalismo de izquierda, fracasó en su intento golpista por deponer al Presidente Donald J. Trump mediante una maniobra comparable a un típico "cuartelazo" del Tercer Mundo.
Todo comenzó con una conversación telefónica que tuvo Trump con el Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, a quien felicitó por su reciente elección. En el diálogo de julio pasado le prometió ayuda para combatir la corrupción rampante en ese país y de paso le dijo qué averigüe qué pasó allí con los Biden.
Se refería a Joe Biden, el Vicepresidente de Obama, que con su hijo Hunter estaban en negocios turbios con la petrolera Burisma en Ucrania. El hijo estaba empleado allí con un sueldo de 83.000 dólares mensuales; el padre se estaba postulando como candidato presidencial demócrata para las elecciones del 2020.
El informe Moeller acababa de concluir exculpando a Trump de toda vinculación con Putin para ganar los comicios del 2016, pero existían informes de que la acusación de la supuesta colisión rusa nació con Biden en Ucrania y que otros personajes tenían vínculos directos e indirectos con la petrolera Burisma, fuente de máxima corrupción.
Un soplón o "whistleblower" divulgó a congresistas demócratas la existencia del diálogo, pero distorsionando su contenido. Adam Schiff, representante demócrata lo hizo público ante la Cámara y al hacerlo alteró deliberadamente su contenido. Pese a que Trump se  había visto forzado a entregar la transcripción textual de la conversación, con la venia de Zelensky.
Según la transcripción, aceptada por el Presidente ucraniano y por los que estuvieron presentes en la conversación, no hubo ninguna presión de Trump para que hostigara a Joe Biden para anularlo como rival para su reelección en noviembre del 2020, ni retención condicionada de ayuda militar ni otro medio de presión parecida.
No obstante, los demócratas hicieron caso omiso de la transcripción y bajo el comando de Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes, decidieron iniciar el proceso de Impeachment para enjuiciar y destituir el Presidente. Inicialmente Pelosi se opuso y con razón, aduciendo que para emprender tan severa medida se precisa probar que el jefe de Estado ha cometido crímenes graves de alta traición o similares.
Y que, además, haya consenso bipartidista acerca de la conducta criminosa del Presidente para evitar la división e inestabilidad de la nación. Desoyó su propia reflexión y cediendo a la presión de la izquierda radical, ordenó que el Impeachment continúe sin un solo voto republicano de respaldo.
En cuanto a los "crímenes" para justificar el Impeachment, resumidos en dos capítulos, tienen bases falsas: Obstrucción del Congreso y Abuso del Poder. En el primer caso, Trump se negó a que algunos testigos se presenten por razones de seguridad nacional  en consideración al principio de separación de poderes y, en el segundo, no hubo abuso de poder al pedir que se investiguen actos ocurridos en el 2016 en Ucrania.
Los demócratas aducían que Trump quería anular a Biden con miras a los comicios del 2020, asunto que no se menciona jamás en la transcripción del diálogo. Trump ha dicho que nunca tuvo en mientes a Biden como rival de peligro y los resultados iniciales de la primarias demócratas en Iowa y New Hampshire le están dando la razón (Biden está tercero o cuarto).
La farsa del Impeachment ha llegado a su fin con la votación ayer en el Senado. Solo 47 estuvieron por la destitución, muy lejos de los dos tercios mínimos, 67, para lograrlo. Solo hubo un voto traidor en favor de "culpable" por uno de los dos capítulos, el voto de Mitt Romney, cuya defección ha sido repudiada incluso por los propios demócratas.
Los demócratas no han hecho honor a su calificativo. No aceptaron el claro triunfo de Trump y desde el mismo día 8 de noviembre del 2016 comenzaron la conspiración para anular su victoria sobre Hillary Clinton. Primero se intentó alterar los resultados en las urnas. Luego se fabricó la teoría de la interferencia de Putin para favorecer a Trump sobre Hillary y la investigación Moeller de tres años y 40 millones de dólares.
Por último este Impeachment, infame desde su nacimiento hasta la actitud patanesca de Nancy Pelosi que rompió la copia del discurso sobre el Estado de la Nación pronunciado por Trump ante el Pleno del Congreso. El partido demócrata, causante de la Guerra Civil por defender la esclavitud, que asesinó a Lincoln y se negó a la integración formal de la negritud, con el fracasado Impeachment ha dado un paso más hacia atrás en la Historia.
Porque si continúa ahondándose el radicalismo progresista de izquierda en el partido según se desprende de la posición de los pre candidatos ahora en las contiendas primarias, es porque repudian al sistema constitucional implantado en 1776/1778, basado en la libertad y  el equilibrio de poderes. Es el capitalismo que ha perdurado por más de dos centurias y que ha hecho de este país la primera potencia mundial.
Pero ¿qué es el capitalismo? Los demócratas y tanta otra gente mal informada o desinformada no conoce sus beneficios. Aquí un corto videoclip que ayuda a una mejor comprensión:
https://www.prageru.com/video/as-the-rich-get-richer-the-poor-get-richer/