Tuesday, April 8, 2014

¿UN ACTO DE AMOR?


Jeb Bush, ex gobernador de la Florida en dos períodos consecutivos, hijo del presidentre George H. Bush y hermano del presidente George W. Bush, dijo que si bien los inmigrantes indocumentados han violado la ley al llegar a este país “lo han hecho por un acto de amor”. 
En consecuencia, añadió en una entrevista por TV, deben ser juzgados no con la severidad aplicable a otros delincuentes sino con un trato especial, que no describió. Su afirmación ha generado polémica, no solo dentro de su partido, el republicano, sino fuera de él y en otros ambientes.
Jeb Bush, quien tuvo un loable desempeño como gobernador, aspira a ser nominado candidato presidencial para las elecciones del 2016, cuando toque reemplazar al demócrata Barack Hussein Obama. En opinión de muchos su posición política ha ido paulatinamente rotando hacia el centro y en coincidencia con muchos puntos demócratas.
Su mención de que los inmigrantes pasan por alto la ley “por amor” es un típico recurso emocional propio de los demócratas y en general de los utopistas. Se intuye que Jeb Bush se refiere al deseo de los ilegales de enviar remesas de dinero a los familiares empobrecidos y al deseo también de  que hijos, padres, parientes y amigos quieran reunirse con los ilegales adelantados.
Buscan hacerlo, pues, “por amor”. Por amor filial, paternal, fraternal  para compensar los magros ingresos de los que quedaron atrás o para reunirse con los pioneros. Es en todo caso un razonamiento impropio de un hombre pensante como  Jeb Bush. Pero aún si se acepta que ese deseo existe y es tan fuerte ¿se justifica que para satisfacerlo se viole la ley? Porque el pariente o amigo sabe muy bien que para ingresar a USA hay leyes y regulaciones.
Como las hay para cualquier país. Para México, por ejemplo, donde nació la cónyuge de Jeb Bush. En esa nación vecina las leyes son severísimas para quienes las infringen como inmigrantes ilegales, según Bush debe conocerlo por propia iniciativa o por anécdotas de su mujer. Son inclusive allí más severas que las leyes en USA.
Quienes quieren reunirse “por amor” con sus seres queridos emigrados a los Estados Unidos, tienen dos vías para hacerlo: la legal y la ilegal. Probablemente los seres queridos a los que añoran están aquí por la vía ilegal. Ellos optarán por la misma opción y pagarán una alta suma a un contrabandista (coyotero) para que los ayude a pasar subrepticiamente la frontera.
¿Y los seres queridos que ya están aquí ilegalmente, lo hicieron también por “un acto de amor”? ¿A qué o a quiénes? ¿Al dinero? Quién sabe si en su tránsito por cavernas, túneles o a la sombra de las noches no transportaban drogas, como muchos de los que siguen llegando a este país “por un acto de amor”, obligados por los coyoteros.
Ted Cruz, otro precandidato republicano a la presidencia por el GOP, le ha salido al paso a Jeb Bush y le he recordado que si bien puede citarse el factor “amor” en algunos casos, el factor constante y prevaleciente es y debe ser el respeto a la ley. No lo dijo pero dio a entender que por más amor al papi o la mami que se tenga, no hay excusa si con ese amor se viola la ley.
Jeb, evidentemente en su plan de conquista de la nominación, quiere congraciarse con la comunidad hispana que en las últimas elecciones no dio sus votos por Mitt Romney. Pero los hispanos que votan son hispanos con ciudadanía plena. Los ilegales o indocumentados no tienen derecho al voto.
Una amnistía para los 11 o más millones de indocumentados, en su mayoría hispanos, que algunos demócratas sugieren y sobre lo cual Jeb Bush aún no opina, tendría consecuencias de voto a futuro, hasta que se implemente esa acción. Consecuentemente, habría que preguntarse hasta qué punto los actuales hispanos votantes apoyarían una posible amnistía o la ambigüedad del acto de amor de JBush.
En América Latina, como bien debe saberlo JBush (que vivió en Venezuela y México donde aprendió a hablar muy bien el español), la excepción es que se respete la ley -peor en México, de donde es su mujer. Si se hiciera una encuesta se observaría que la mayoría de hispanos que inmigró a USA lo hizo cansada porque en sus países de origen ya no era posible tolerar más una vida de tan poco respeto a la ley.
¿Se espera que los que huyeron de la corrupción resultante del irrespeto a la ley, para radicarse en este país cumpliendo con todos los requisitos de ingreso legal, vayan a ver con ternura paternal o amorosa el que se conceda amnistía y perdón a quienes ingresaron a este país por la cloaca?
Si JBush busca dar un aporte de solución al problema de la inmigración, bien pudo invocar el proyecto de ley de su hermano, que se archivó antes de ir al Congreso debido a la oposición del GOP. En esencia buscaba normalizar la residencia de los indocumentados en un plazo perentorio y establecer un cauce claro y preciso para futuras corrientes migratorias permanentes o temporales (de trabajo).
Reagan quiso terminar con el conflicto de los ilegales cuando la cifra era menor, concediendo la amnistía, pero con la condición de que se aplicaran severas medidas de control de fronteras y de seguimiento de inimigrantes. Ello no ocurrió con gobiernos ni demócratas ni republicanos, hasta que la cifra ha llegado hoy a más de 11 millones de seres humanos. No caben más amnistías pero tampoco repatriamientos voluntarios como ingenuamente insinuó Romney y citó de paso también JBush.
La inmigración no es, en definitiva, un tema del corazón. Parte el alma, se le rompe a cualquiera el corazón, eso si, ver reportajes de seres humanos muertos o violados o asaltados en su tránsito por el desierto hacia la utopia conducidos por mafiosos. Pero la solución no es, no debe ser emocional.
Para comenzar, la raíz del mal está en los países de origen. Allí está la causa que impulsa la emigración. Allí impera la cultura de la corrupción, del abuso, del incumpimiento de la ley. Son sus gobernantes, responsables directos de esa situación, los que junto con los demócratas enrrostran a los republicanos como culpables de crueldad con los inmigrantes ilegales.
Los republicanos han errado en su estategia sobre el tema inmigración. Si se empecinan en no querer avanzar en la discusión “mientras no se aseguren las fronteras”, el diálogo seguirá estancado y los demócratas tendrán las de ganar. El objetivo de fronteras seguras está bien, pero en ningún caso es suficiente para terminar o amainar el problema.
Simultáneamente tiene que facilitarse (sin amnistía) un proceso de legalización de los indocumentados, realista, práctico, útil para las partes y una clarificación de los trámites de ingreso para los trabajadores que quieran venir en tiempos de cosecha o en cualquier caso de modo temporal. El flujo sería así constante, normal, sin tensiones, armónico y el rigor se concentraría más en narcotraficantes y terroristas.
Los demócratas, ahora en el poder, han inundado la legislación con leyes con buenas intenciones. Solo con buenas intenciones no se tienen buenos resultados, sobre todo en el campo de la economía. La problemática de la inmigración es, en definitiva, economía. La gente viene a este país porque los sistemas económicos en sus países de origen han fracasado, no por “un acto de amor”.

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