Saturday, December 28, 2013

EL AÑO DE LA MENTIRA


El 2013 ha sido el año de la mentira. Una mentira que se ha esparcido por el orbe, incluídos los Estados Unidos que parecían no contaminables, dada la historia de sus orígenes y de su constante evolución en libertad por casi tres centurias. 
La gran mentira repite la utopía de que la injusticia propia de la relación humana en sociedad ha de desaparecer como por ensalmo mediante la aplicación de reglas autoritarias inapelables orientadas a la igualación de resultados.
La visión, que no es nueva, afirma que hay pobres porque hay ricos. Son éstos los que explotan a los desposeídos, para así incrementar sin límite sus alcancías. A fin de remediar la injusticia, dice la teoría, urge una mano fuerte que transfiera esa riqueza a los pobres y logre la igualdad.
Ese simplismo, que implica hurto de bienes y de libertad y que algunos califican de idealista, es el que orienta al jefe de Estado actual de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama y el que se advierte en un líder de infinita mayor trascendencia espiritual, el Papa Francisco.
Obama va por su quinto año de gobierno, con una reelección en el 2012 y su viaje se ha deslizado por un camino de mentiras. Mintió acerca del sitio de su nacimiento, de su documento de identidad (Social Security), de dónde cursó sus estudios y ha ocultado información clave sobre su vida en el extranjero y en este país.
En su doble campaña electoral jamás dijo con claridad las verdaderas intenciones de su promesa de “transformar” a esta nación. Si decía que lo que realmente se proponía era cambiar el modelo liberal capitalista por el estatista fascista/socialista, no ganaba en los comicios, inclusive frente a nulidades como John McCain y Mitt Romney.
Las mentiras han seguido multiplicándose en su administración. Juró Biblia en mano (la de Jefferson) defender la Constitución y las leyes, pero sus perjurios son incontables. Para eludir el escrutinio del Congreso nombró un enjambre de ministros “zares” que ejercen sus cargos con los mismos jugosos sueldos pero sin responsabilidad pública. 
Ofreció un gobierno de conciliación, pero ha sido el más displicente de los gobernantes de este país con la oposición. En cuatro años nunca logró un consenso para aprobar el Presupuesto y gobernó a dedo. Al quinto año al fin se logró un acuerdo, pero gracias a una audaz y eficiente maniobra de los republicanos.
Muchos norteamericanos votaron por él debido al color de su piel, en la esperanza de que seriviría de factor para consolidar la armonía entre  los negros y el resto de la comunidad. Ocurrió lo contrario pues Obama no perdió incidente racial alguno para ir a las cámaras y acusar sin fundamento a los blancos de “odio racial”, exacerbando a las partes.
Prometió reducir la inequidad de ingresos, pero no creando más empleo, sino con la transferencia de la riqueza de los creadores de empleo supuestamente hacia los pobres, pero en realidad hacia al fisco vía impuestos. Esa transferencia no se da, salvo con subsidios al desempleo que no lo solucionan, pero aumentan el gasto público y la burocracia.
Como candidato acusó a George W. Bush de inmoral por permitir que la deuda pública creciera a 11 trillones de dólares (con la guerra antiterrorista y la crisis hipotecaria) y prometió reducirla. Mintió, pues esa deuda ha subido a 17 trillones de dólares, con 6 millones “inyectados” por Obama y sin que haya ninguna previsión cierta para reducirla.
Como negro, más bien mulato (su padre de Kenya nunca fue víctima del esclavismo y su madre fue una blanca de Kansas), se pensaba que los de esa raza mejorarían en sus niveles de vida y empleo. Ha ocurrido lo contrario pues la tasa general de desempleo de anteaño de casi el 8% aumentó hasta el triple con su administración.
Como candidato e inicialmente como gobernante ocultó su pensamiento real sobre el matrimonio gay y el homosexualismo. Como senador por Illinois se opuso a que se salve la vida a los fetos que sobreviven un aborto y luego no ocultó su apoyo añ aborto, uno de los pocos temas en que siempre ha sido consistente. 
Ahora se ha convertido en el promotor en jefe de la opción gay en todas sus formas y en el derecho de la mujer a disponer de la vida de un ser humano que no le pertenece. Esta doctrina ha impactado especialmente en las Fuerzas Armadas, en las que se está imponiendo la feminización del personal.
La obesión del igualitarismo lo ha llevado a neutralizar el papel de los Estados Unidos como líder del mundo libre. Obama no le asigna a este país característica alguna que lo distinga del resto de las naciones por su defensa de la libertad y su participación en dos guerras mundiales y en otras para frenar la expansión de tiranías.
De otro lado, una de las ambiciones mayores en procura de la “transformación” de esta nación ha sido y sigue siendo el control estatal de los servicios de salud. La oposición a su proyecto de ley, llamado Obamacare, fue y continúa siendo mayoritario en la población (62%), pero logró que se aprobara en el Congreso sin un solo voto de los republicanos.
Cuando George W Bush quiso pasar una ley sensata de reformas a  la ley de inmigración, los demócratas y muchos republicanos se opusieron. Ante esta realidad, Bush retiró el proyecto. Igual ocurrió antes con Clinton y un proyecto socialista como el actual sobre la salud. Su cónyuge Hillary la promovió, pero fracasó y el proyecto se archivó.
Pero Obama no cree en el consenso, sustantivo del sistema. Cree en su agenda del igualitarismo como dogma y para imponerla no se para en remilgos legalistas o insitucionalistas. Se impuso con coimas, con mentiras y la aplicación inicial de la ley desde octubre, es un fracaso.
Si hubiese hecho campaña con los verdaderos alcances del proyecto, ni sus enceguecidos seguidores demócratas lo hubiesen respaldado. Por ejemplo, dijo que los costos de las pólizas bajarían y en promedio suben en el doble, el triple o más. Engañó afirmando que los que están contentos con sus pólizas actuales y sus médicos pueden conservarlos.
Todo resultó falso. El portal del Internet para optar por el Obamacare sigue defectuoso y los que logran ingresar, encuentran que las condiciones son mucho peores. Se esperaba una afiliación de 50 millones de personas y no más de 2 millones se han registrado. La mayoría es de adultos y viejos que se inclinan por el Medicaid, subsidiado por el fisco.
La idea de Obama era atraer a los jóvenes para que ayuden con sus aportes a subsidiar a los viejos, so pena de recibir multas de montos crecientes. Este concepto de obligatoriedad es contrario a la Constitución, pero la Corte Suprema, en fallo incomprensible, dijo que no lo era. Pero pese a la amenaza de multas, jóvenes sanos se niegan al Obamacare.
¿Qué pasa si fallan los cálculos de financiación por esa vía? Obama tiene la fórmula mágica: seguir elevando la deuda pública para llenar el vacío, imprimir más dinero sin respaldo, dar paso a la inflación y el descalabro. Al propio tiempo, conquistar el objetivo opuesto del proyecto: menos médicos, menos horas de atención, desaliento a la invención y la inversión en el sector.
Obama y el Papa Francisco parecen coincidir en sus críticas al sistema de libre mercado, cuando señalan que hay muchos errores que perjudican o dejan sin amparo a los más débiles. El Papa acaba de declarar en un documento oficial que esas debilidades del sistema son resultantes de un capitalismo desenfrenado, sin control.
Nadie podría alegar que el sistema capitalista liberal es perfecto. Adolece de errores como todo lo humano, pero para que funcione en condiciones óptimas precisa de leyes y reglas claras y fundamentalmente de un “fair play” o código moral y ético de conducta. Si hay carencia de estos valores, sobrevienen los abusos y los yerros. Mas la propuesta de arrasar con el sistema para sustituirlo con la utopía igualitaria es todavia un yerro mayor. 
Cuando los Estados Unidos se robustecían espectacularmente con el brote de las grandes corporaciones del acero, el petróleo, la electricidad y el automóvil a comienzos del siglo XX, el exceso de poder que adquirieron les condujo a abusos en el trato a los obreros y empleados y en maniobras no ética ni legales para aplastar la competencia.
Surgieron los monopolios y la necesidad de controlar los excesos. Nadie, como hoy, pensó en eliminar las fuentes de riqueza que tanta prosperidad habían traído a la nación, sino en regularlas. Lejos de sugerir redistribuir la riqueza acumulada con tanta inventiva y liderazgo, se decidió corregir lo que estaba mal y quebrar los monopolios. 
Quien lo hizo no fue un demócrata, fue el republicano Theodore Roosevelt quien prefirió enmendar y no alterar el sistema. Curiosamente, medio siglo más tarde, un pariente suyo, Franklin D Roosevelt, demócrata, inició la corriente estatista anti sistema, que se acentuó con su coideario Lyndon B. Johnson y que está alcanzando su clímax con Obama.  
Todo basado en mentiras. Mentiras para llegar al poder y llegar al objetivo manipulando el sistema, no para mejorarlo sino para transformarlo de raíz. No se necesitan revueltas militares, el nuevo estilo lo marcan los Chávez, Correas, Ortegas y Obamas. La historia no sirve para nada y las utopías vuelven a aflorar en sus diversas formas, derivadas de la de Platón.
Según esta tendencia, la homosexualidad no es aberración, es buena y honorable y hay que promoverla. Todos somos iguales, los valoes intrínsecos y complementarios entre lo femenino y  masculino hay que borrar. Competir es pernicioso, el Estado debe regularlo todo. El libre mercado debe quedar bajo control absoluto de una autoridad inapelable.
Nadie cede voluntariamente a sus libertades, salvo parcialmente cuando su ejercicio se encuadra dentro de regulaciones mutuamente aceptadas. La cesión forzada de libertades no siempre ocurre de manera violenta y abierta. Puede darse de manera ominosa, paulatina y artera, como en el caso de la administración actual. 
Al menos en los Estados Unidos no hay que aspirar a una rebelión armada para evitarlo. Todavía existe el recurso de la persuasión y el voto libre en las urnas. La esperanza se afinca una vez más en los comicios parciales del próximo noviembre para renovar el Congreso y las presidenciales del 2016. ¿Será posible frenar esta nueva fiebre utopista impulsada por una minoría ínfima de la humanidad?

Sunday, December 15, 2013

LA DEMOCRACIA PASÓ DE MODA


¿Está pasando de moda la democracia en el mundo? Cualquiera podría inclinarse a pensar que si, dado que se la está cercando en todas partes y que inclusive en la nación demócrata por excelencia, los Estados Unidos, su aplicación cada vez se está debilitando más.
Es un fenómeno extraño, puesto que la democracia como sistema de vida no puede ser sustituido sino con la ausencia de democracia, esto es, por una tiranía en cualquiera de sus formas, si de izquierda o de derecha  no importa: todas son iguales porque todas implican restricción o pérdida de las libertades individuales.
¿Es eso lo que quiere la mayoría de la gente, aquí y en otras partes del globo? Aparentemente si, pues tras las derrotas del nazifascismo en la II Guerra Mundial y del comunismo en 1989, la idea de que es preferible para la humanidad vivir en libertad parecería que enraizaría para siempre, pero por desgracia no es así.
En América Latina, donde ha cuajado desde la Colonia una cultura hispano árabe poco afecta a la práctica sana de una democracia, han vuelto a aflorar dictaduras ahora con el nuevo membrete de “socialismo del siglo XXI”. No son resultantes de golpes de estado militares, sino de la manipulación de precarios sistemas democráticos basados en el conteo de votos, no siempre transparente.
Las frágiles instituciones seudo democráticas han terminado por colapsar y en su lugar se han vuelto a imponer autócratas que absorben las tres funciones clásicas de división del poder. Tales son los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina, todos guiados por la Cuba de los Castros, dictadores absolutos desde hace casi 60 años.
Con la misma inspiración y enseñanza de que no es menester tomarse el poder por la fuerza para transformar una democracia, Estados Unidos ha sucumbido ante la égida de un caudillo que aunque improvisado, sigue a pie juntillas un plan preciso para desarticular la tradición institucional de este país.
En condiciones normales, hace tiempo que habría sido llamado por el Congreso para responder por sus violaciones de la Constitución, a fin de ser juzgado y destituido. Pero las condiciones no son normales. En la Casa Blanca está un individuo que desprecia a los Estados Unidos, porque lo  acusa de causar la miseria en el mundo, por cuyas razones hay que humillarlo y debilitarlo.
Lo está consiguiendo en tiempo récord. En cinco años de gobierno y tras su reelección en el 2012, Barack Hussein Obama ha asfixiado a la economía con más de 17 trillones de dólares de deuda, cifra que excede al total de la riqueza nacional. El endeudamiento y el gasto superfluo no paran y las prédicas en contrario y las amenazas de que los prestamistas corten el crédito, caen en el vacío.
La máquina de imprimir dinero no para con inequívocas síntomas de una  inflación ad portas que destruirá los ingresos y constreñirá más el ahorro, la inversión y la creación de empleo. La debilidad en economía significa debilidad no solo en lo interno sino en lo externo. Los Estados Unidos ha dejado de ser Líder del Mundo Libre gracias a Obama.
Uno de los ejemplos mayores del autoritarismo de Obama ha sido la manera cómo forzó la aprobación de la ley de reforma a los servicios de salud. Se valió de coimas y amenzas para conseguir los votos en el Congreso, cuyo Senado tiene mayoría demócrata. Ni un solo republicano lo apoyó. Fue vergonzoso ver a los demócratas renuentes rendirse ante la presión.
En su campaña anterior y posterior a la  aprobación de la ley, Obama mintió repetidamente acerca de su verdadero contenido. Cuando comenzó a aplicarse el pasado 1 de octubre, el sistema de solicitudes por Internet fue y sigue siendo un fracaso total. Las mentiras han continuado acerca de las razones del fracaso y de las promesas para restituirlo.
Pero aparte de los problemas técnicos de informática, lo impresionante es que las nuevas reglas para la provisión obligatoria de salud han dejado a por lo menos 5 millones de ciudadanos sin su póliza o sin sus médicos de preferencia, lo cual Obama juró que no sucedería. La opción para ellos  será optar por un seguro más caro y no acorde con sus preferencias. 
En iguales condiciones de desampara quedarían otras 100 millones de personas en el primer trimestre del nuevo año. A ello se agrega el despido colectivo de centenares de empleados. Las pequeñas y medianas empresas, con el nuevo estatuto, están obligadas a proveer de pólizas de salud a sus empleados cuando son 50 o más. Para evitar la quiebra, los empresarios se ven obligados a despidos definitivos o parciales para bajar de esa cifra.
También a partir del 2014 comenzará el éxodo de médicos porque las tablas de salarios y las condiciones con el nuevo sistema carecen de atractivo y estímulos. Las investigaciones en tecnología médica también se agostarán y al propio tiempo, cuando comience a cuajar la idea (si no se la detiene) de socializar la medicina en este país, la calidad de todos los servicios se deteriorará.
La meta es, como lo ha dicho la dirigencia demócrata, dejar trazado el sendero conducente a un solo proveedor de los servicios de salud: el Estado. Porque el Estado, con un Ejecutivo omnímodo que todo lo regula, autoriza y restringe, es para ellos la solución a todos los problemas e injusticias, es el tránsito hacia la utopía de las sociedades igualitarias. 
La igualación que predican (y a ellos se ha sumado el Papa Francisco), es incalcanzable sin sacrificar las libertades individuales. Si el sistema de provisión de salud hasta ahora basado en el libre mercado es sustituido por un solo proveedor, desaparecerá el libre albedrío, la inversión con fines de lucro, la inventiva para crear nuevos medicamentos, tecnologías y equipos. 
Si la democracia capitalista sigue fracturándose y se consolida un Ejecutivo controlador, los mecanismos de creación de riqueza se entraban. El Estado no genera riqueza per se, la absorbe vía impuestos y confiscaciones. Si la fuente de riqueza se agota, se agotan también los recursos fiscales y el ideal de la terminación de la pobreza no cesa: se incementa de manera exponencial.
¿La democracia está en retirada? Es posible, por la falta de conocimiento de la historia y del sentido crítico de la gente. Obama, para garantizar el respaldo a su gestión, ha elevado los subsidios por alimentos y pensiones por desempleo e incapacidad. Más de la mitad de la población no paga el impuesto a la renta y los impuestos a los “ricos” son cada vez más altos.
(Detroit y decenas de otras importantes ciudades de los Estados Unidos están en quiebra. Todas han sido gobenadas por décadas por demócratas que han aplicado la doctrina utópica de la redistribución de la riqueza, tal como la patrocinan Obama, los suyos y ahora el Papa). 
Los beneficiarios de la limosna estatal están contentos con Obama pero viven una ilusión. Con mayor endeudamiento, desempleo e inflación, ya no será posible que sobreviva ese Estado protector, porque caerán los ingresos que no dependen, como en los casos de Venezuela y Ecuador, de un petróleo que no es resultante del esfuerzo nacional.
Se ha dicho hasta la saciedad, tras la clarísima interpretación de Churchill, que la democracia puede no ser perfecta, pero es la menos imperfecta de todas las formas conocidas de convivencia humana. Sus imperfecciones, por añadidura, son perfectibles dentro del mismo sistema. Nunca los intentos por enmendar sus errores con destrucción de la democracia han dado otro resultado que tiranías en sus diversos grados y tonalidades.
El Obamacare, por antidemocrático e inconstitucional, debe ser revocado. Su autor quiere evitarlo aplicando o no la ley a su antojo, lo cual está vetado por la Constitución. Las mentiras sobre este tema, sobre los crímenes en Benghazi, la manipulación de la Agencia de Rentas Internas para dañar  a los opositores, los crímenes en la frontera con México, la guerra en Siria y tantos otros ejemplos son susceptibles todos de una  interpelación por el Congreso.
Si se llegara a dar tal paso, la destitución sería inevitable. Nada de ello se conseguirá si en las elecciones de noviembre próximo la oposición no consolida su mayoría en la Cámara de Representantes y la gana en el Senado. Hoy por hoy la lucha favorece 2 a 1 a los demócratas, que tienen bajo control a la Casa Blanca y al Senado. Con su gran aliado, claro, de la mayoría de la prensa hablada y escrita de la nación. 
Pero Obama puede deparar cualquuier sorpresa, como la dio con su reelección. Si la oposición vuelve a fracasar, el plan para transformar a este país continuará en firme. ¿Está la democracia en proceso de extinción? De ninguna manera. En la peor de las perspectivas, podría ser que demore en retoñar mas no cabe su desaparición, pues la búsqueda de la libertad es inherente a la condición humana.
Lamentablemente hay la tendencia a olvidar que el bien preciado de la libertad hay que cultivarlo a diario, con fe, convicción y sin dubitaciones. De otro modo, puede ir debilitándose paulatinamente y hasta despertar, la sola alternativa para recuperarla sea la violencia. 

Sunday, December 1, 2013

¿EL CAPITALISMO ES PERVERSO?


El Papa Francisco divulgó un documento oficial del Vaticano, con su firma, en el cual exhorta al mundo a mejorar las condiciones de vida de los pobres, minimizando el influjo del capitalismo y el libre mercado.
Como en anteriores ocasiones, de inmediato han surgido espontáneos de uno y otro espectro politico, clérigos y no clérigos, para tratar de dar una interpretación propia acerca de lo que creen es el verdadero alcance de las palabras del pontìfice.
¿Por qué? Porque nuevamente el pensamiento del jefe de la Iglesia ha sido ambiguo. Especialmente en su afirmación de que el capitalismo conduce al abuso y a un mayor perjuicio a los pobres, por lo cual urge controlarlo con más estrictez, inclusive a nivel internacional.
Muy estrechamente unido al capitalismo está el libre mercado, al cual el Papa también le acusa de contribuir a distorsionar la economía en contra de los pobres. Hace un llamado, por tanto, para combatir a lo que tilda de “tiranía del mercado” también en dimensiones globales.
Tales acusaciones generaron protestas por parte de quienes consideran que las economía son más dinámicas cuando precisamente rigen en las naciones sistemas de mercados abiertos, de libre competencia, porque ellos favorecen la acumulación y multiplicación del capital, para crear más empleos y reducir la pobreza.
Las críticas han provenido no solo de empresarios y políticos seculares, sino incluso de católicos muy apegados a la tradición de la Iglesia Católica y de respeto y fe en el papado vaticano, así como de cristianos no católicos y de comentaristas de las más variadas posiciones ideológicas.
En defensa del Papa hay quienes escriben que su referencia negativa a lo que en inglés se leía en el documento como “unfettered capitalism”, era en realidad una alusión al “unfettered consummerism”. En uno y otro caso, el vocablo “unfettered” ha de entenderse como “sin restricciones”.
Se intenta, así, sostener que el Papa ha condenado no al capitalismo sino al consumismo desbordado o ilimitado, como para de este modo paliar las críticas. Pero el intento es inútil ya que el capitalismo sin barreras, sin límites, sin leyes, deja de ser tal para convertirse en una corrupción del sistema. Y en cuanto al consumo desbocado, se trata de un exceso y de una distorsión del sistema que todos repudian.
El capitalismo está vinculado íntimamente con el mercado. Cuando operan en un ámbito de libertad, fomentan prosperidad y riqueza que se esparcen en la comunidad. Pero no siempre se ha dado esa simbiosis en un marco de libertad. Al contrario, es una innovación históricamente reciente ya que con anterioridad, cuando el  capital y el mercado estaban constreñidos por una autoridad absolutista, el crecimiento económico era restringido.
Sin embargo, el mercado en si no es una creación perversa del hombre. Ha existido desde siempre, pues es connatural a la condición humana. Es resultante de la necesidad de interrelación entre los seres humanos, las comunas, las naciones. Uno nace, crece y por instinto trata de relacionarse con el prójimo, dialogar, intercambiar ideas y luego bienes y servicios.
Ese mercado natural, consecuencia de la convivencia humana, por cierto que ha evolucionado desde esquemas muy primitivos hasta los más complejos de la era moderna. Desde el trueque hasta la creación de la  moneda, más tarde la banca y luego las complejas imbricaciones de las redes de intercambio comercial de bienes y servicios de hoy.
El moderno capitalismo emerge de los sistemas feudales, cuando toda actividad social se sujetaba al control incontestable del monarca y sus cortesanos. Paulatinamente la propiedad, antes exclusiva de grupos hegemónicos, comenzó a fraccionarse y con el comercio brotó una nueva clase, la empresarial, de mano del comercio, la banca y las industrias.
La economía, antes aherrojada por el absolutismo monárquico en sus distintas versiones, se libera. Y alcanza su máxima expresión de libertad en el Nuevo Mundo, con los Estados Unidos, donde por primera vez se consolida un sistema de capitalismo abierto con un mercado competitivo que sustituye al absolutismo con las tres ramas clásicas del poder compartido.
El capitalismo y el mercado libres, por cierto, no pueden subsistir sin reglas claras para evitar abusos y distorsiones. La proclividad al abuso también es propia de la condición humana y aunque lo prevalente en el sistema es la “bona fide”, no por ello desaparecen las transgresiones de buena o mala fe y para contrarrestarlas existen las leyes de prevención y sanción.
El capitalismo, el mercado, el medio de transacción que es la moneda, han adolecido y adolecerán de defectos en su aplicación, por lo mismo que de por medio están seres humanos. Pero el problema de la imprecisión del Papa es que da lugar a interpretarlo como que debido a las falencias del sistema, hay que sustituirlo en una suerte de cruzada internacional.
Ese pensamiento se asocia con las corrientes ideológicas que han cobrado fuerza en los úlimos años, en cierta medida en Europa, desde luego en América Latina y en otras regiones subdesarrolladas y que, de manera increíble, pretenden afincarse en los Estados Unidos donde la experiencia capitalista ha convertido a esta nación en la más poderosa de la historia.
Si la aplicación de la libertad en el sistema capitalista y de mercado genera problemas como persistencia de la pobreza o desigual distribución de la riqueza, la solución no es destruír el sistema para reemplazarlo por otro, que no se menciona. La solución es perfeccionar el sistema que ha probado ser la opción más eficiente.
El capitalismo no genera pobreza, sino todo lo contrario. El mercado competitivo estimula la inventiva, el ahorro, diversifica la inversión. Así se forman nuevas fuentes de riqueza y empleo y la multiplicidad de las oportunidades para que la gente acrezca sus ingresos, ahorre y eventualmente se sume al ciclo evolutivo de creación de la riqueza.
La redistribución de la riqueza para anidar en una sociedad igualitaria es una utopía que cada vez que se la ha tratado de imponer, ha fracasado. ¿Cuál la razón? La pérdida de libertad. La redistribución no cabe sino por la fuerza. Quienes la imponen tienen el poder, que debe ser absoluto para perdurar. Platón quería asignar ese papel a los más sabios.
En realidad, todas las experiencias de igualación utópica han caído en manos no de sabios, sino de déspotas. A la postre las rebeliones populares han terminado con ellos en el cadalso, la horca o el arrastre. Y la igualación de los ingresos, con sacrificio de las libertades individuales en pos de la felicidad colectiva, se ha esfumado en quimera inalcanzable.
Al mercado hay que regularlo, pero no estrangularlo. Cada vez, en tiempos pasados y recientes, que los dictócratas bloquean el libre flujo de la competencia en el mercado, sobreviene el estancamiento de la evolución natural de la economía y en ocasiones la catástrofe. Cuando los demócratas obligaron a los bancos de los Estados Unidos a que otorguen préstamos hipotecarios sin respaldo, sobrevino la debacle cuyas consecuencias aún se sienten en la economía mundial. No cabe que un banco preste a quien no demuestre tener capacidad de pago. La argucia de contar con el respaldo financiero del gobierno fue una falacia.
¿Qué movió a los demócratas a intervenir en el mercado contraviniendo las reglas y la lógica de las transacciones? El deseo de que “todos” tengan acceso a una casa propia. ¿Cuáles los resultados? Mucha gente que tenía su casa la perdió debido al descalabro del mercado hipotecario y la que buscó engañada con un préstamo fácil, se quedó sin su dinero y sin casa.
Es lo que ocurre cuando las buenas intenciones no concuerdan con los procedimientos. No se necesita tener un alma blanca para desear que los desamparados dejen de serlo, que los enfermos se curen, que los que carecen de abrigo y refugio lo tengan, que los pobres sean menos pobres. El desafío está en cómo lograrlo.  La caridad impuesta por la fuerza, deja de ser caridad.  Es lo que ocurre al redistribuir la riqueza mediante confiscaciones, impuestos y otros arbitrios de los regímenes autocráticos. La generación de la riqueza se congela y la “intención” de disminuír la pobreza concluye con el resultado exactamente opuesto.
Obama y los demócratas, así como el Papa y los obispos de este país están preocupados porque los seguros de salud no protejan a todos o porque en algunos casos son discriminatorios o muy caros. Quieren que los servicios de salud cubran a todos. Muy loable pero ¿cómo? Obama busca abolir el sistema vigente de libre mercado y sustituirlo con un solo proveedor universal, el gobierno.
Su ley, aprobada con engaños, se ha descarrillado por razones no solo técnicas sino de fondo. Los primeros resultados son millones de personas ya aseguradas que  han perdido sus seguros y muchos millones más que lo perderán en el futuro. Igual que en el caso de las casas de vivienda, en el de los servicios de salud las “intenciones” se estrellaron con la realidad.
En los países de capitalismo precario como Venezuela o Ecuador, los ejemplos se multiplican. El intervencionismo estatal ha empobrecido al  país bolivariano, la inversión privada es nula, la inflación del 50%. En el caso ecuatoriano, Correa (PhD en Economía) dijo no a la regla elemental de la economía de mercado de pagar las deudas y la que tenía el país la declaró ilícita y no pagable.
El crédito internacional para el Ecuador se cerró. Salvo el que abrió China, con la mirada puesta en la pequeña producción petrolera de menos de medio millón de barriles diarios. Ahora toda esa producción la adquiere China a cambio de préstamos que nadie sabe en qué condiciones las aceptó el autócrata, pero que con seguridad son más onerosas que las que pudo conseguir en fuentes tradicionales del mercado mundial.
(En contraste, cuando empresas y corporaciones privadas vulneran el principio de libre competencia y forman bloques monopólicos o carteles, la propia ley manda fraccionarlos. Tal el caso a comienzos del siglo XX con los monopolios del petróleo y los ferrocarriles y la intervención del presidente republicano Theodore Roosevelt para destruirlos. Pero el cartel OPEC sigue intocado)
Ha sido penosa la coincidencia del aparecimiento del documento papal sobre asuntos económicos, sobre todo para los Estados Unidos en momentos en que desde la Casa Blanca se están dando pasos firmes para desprestigiar al sistema y así debilitar la posición preponderante que esta nación ha tenido a la vanguardia del Mundo Libre.
El daño está hecho y poco podrán lograr las tareas de salvataje de mucha gente notable que ha salido en favor de una intepretación más feliz de lo que el Papa dijo en su documento oficial “Evangelii Guadium” (La Alegría del Evangelio).