La crisis que afecta a los Estados Unidos puede interpetarse de manera muy simple: mientras que Obama quiere seguir endeudando al país, la mayoría de gente sensata cree que eso es una irresponsable locura que es preciso evitarla a todo trance.
Existe un límite o techo para el nivel máximo de endeudamiento fijado por la ley, que el actual mandatario demócrata quiere violar una vez más. Pero para ello, la ley dispone que debe recibir una autorización condicionada por parte del Congreso.
En el Senado, de mayoría demócrata, surgió un líder republicano, Ted Cruz, de Texas, que encabezó un movimiento orientado a cancelar fondos al Obamacare, no solo por inaplicable por obtruso e inconstitucional, sino porque elevaría en 1,7 trillones de dólares la deuda pública.
La deuda creció siete veces en cinco años de gobierno de Obama para llegar a la tenebrosa cifra de 17 trillones de dólares. Es un monto difícil de entender, pero se la puede asimilar si se recuerda que supera el total de la riqueza nacional, la más próspera del planeta.
La nueva deuda del Obamacare va unida al techo que vence el 17 de este mes. Obama, como cualquier dictador o autócrata del tercer mundo, hace caso omiso de Cruz y de quienes lo siguen en ambos partidos. Una y otra vez ha afirmado que no negociará con la oposición, a menos que ésta no toque al Obamacare y alce el techo de la deuda.
Con tal actitud, es el único responsable del cierre parcial del gobierno por falta de fondos para el presupuesto, que nunca ha sido aprobado desde que se posesionó en el 2009. Por fallas de cálculo y perspectivas, incluso los demócratas lo han vetado cinco veces.
Pero el gobierno no se ha paralizado, pues ha funcionado con órdenes ejecutivas y partidas presupuestarias parciales. La Cámara de Representantes, fuente única de creación de impuestos, tras el fracaso de la iniciativa de no asignar fondos al Obamacare, asignó fondos al Presupuesto por partidas, condicionado a que la aplicación del Obamacare se posponga hasta el 2014.
La Cámara está dominada por los republicanos y ninguna de sus alternativas ha sido aprobada por el Senado. El gobierno federal, por tanto, cerró sus operaciones, pero continuó abierto en las áreas que se le antojó a Obama. Cerró, por ejemplo, los parques nacionales, incluído el que tiene el monumento a los Héroes de la II Guerra Mundial.
Los pocos veteranos sobrevivientes, que habían planeado una visita al parque desde distintos sitios del país, tuvieron que forzar las bandas amarillas de seguridad para ingresar. Obama había dispuesto, además, que se congelen los fondos destinados a enterrar a las más recientes víctimas de la mal conducidad guerra del Irák.
Ambos gestos, sumados a su incapacidad de establecer un diálogo constructivo con el Congreso, han determinado un descenso vertiginoso en la popularidad de Obama al 36%. La credibilidad en el Congreso ha bajado también al nivles sin precedentes del 5%, aún cuando es difícil determinar qué porcentaje corresponde a demócratas y a republicanos y entre éstos, a las dos tendencias que los dividen.
El aplazamiento de la vigencia del Obamacare se inspira en las acciones del propio Obama, que excluyó de ella a grandes corporaciones, exención que no podía darla sin consentimiento del Congreso. La Cámara arguyó que la obligatoriedad de la ley se aplace igualmente por un año para los todos los ciudadanos individualmente considerados.
El Senado (Obama) se negó a tratar esta alternativa. E insistió en que “negociaría” siempre que el Obamacare se nutra con 1,7 trillones de deuda adicional y que no haya límites al endeudamiento. En otras palabras, exige que no poner barreras a su misión de transformar a este país bajo su dominio y doctrina socialista/fascista.
El Obamacare se aprobó sin un solo voto republicano y con oposición de la mayoría ciudadana, según encuestas de ayer y de hoy. Busca obligar a que todos lo obtengan, so pena de una multa creciente. Es un mandato que prohibe la Constitución, pero que la Corte Suprema pasó por alto con la cantinflesca afirmación de que no es mandato sino un impuesto (¿?).
Obama, en otra cantinflada, sostuvo que el aumento del techo no es un aumento de la deuda, sino simplemente un recurso para que el Estado no deje de pagar deudas contraídas. El “debt ceiling” o techo de la deuda se llama techo de la deuda, porque es el nivel tope para endeudarse. ¿A quién pretende convencer de lo contrario?
La actitud frontal de Ted Cruz y el frente unido de los republicanos en la Cámara de Representantes, ha contado con el respaldo caudaloso de los que no tenían voz para expresar su descontento. No obstante el GOP se ha agrietado por influjo de los acomodaticios del “establishment”, o sea los que controlan el partido desde Washington y miran con odio a los rebeldes, casi tanto o más que a un enemigo demócrata o a los terroristas.
Los califican con ese término y con el de “extremistas de derecha”. No hay debate, sino competencia de insultos. Rehuyen discutir el problema de fondo: la tendencia irracional al endeudamiento que tiene que terminar ahora y no mañana. Para ello, aparte del bloqueo al Obamacare, hay que reducir y reorganizar el gasto público, que está convirtiendo a éste en un país en el cual se está rechazando paulatinamente la noción de que solo la libertad de mercado crea prosperidad con riqueza individual y colectiva.
Casi la mitad de la población está exenta pagar el impuesto a la renta y es cada vez mayor la dependencia de dádivas fiscaes en forma de “food stamps”, seguros por desocupación o inhabilidad. La cifra cada vez es mayor, pues hay más desempleo por obstrucción al ahorro y la inversión.
Esa utópica sociedad de bienestar que pretende amparar a los más débiles, en realidad los debilita más. El gobierno no crea riqueza, la absorbe del sector privado a través de impuestos progresivos o con expropiaciones, como en países abiertamente dictatoriales. Pero la fuente de dinero así adquirida no es inagotable.
Como lo registra la historia, ese afán socialista/fascista de redistribuir la riqueza existente como resultado del esfuerzo individual y colectivo de las naciones, a la postre se convierte en una distribución igualitaria de la miseria. Eso es lo que se observa en los casos recientes y próximos de Cuba y Venezuela.
El establishment republicano aduce que si el GOP no se acomoda a las exigencias de Obama y el partido demócrata, perderá las elecciones del 2014 y consecuentemente las presidenciales del 2016. Por lógica elemental, sucederá exactamente lo opuesto. Si Obama se impone ahora y el GOP cede una vez más, la cruzada anti USA continuará inclusive con mucho más ímpetu.
El establishment del GOP tuvo dos candidatos “moderados” en el 2008 y en el 2012, John McCain y Mitt Romney. El fracaso fue estruendoso, En las elecciones parciales del 2010 los republicanos que ahora apoyan a Ted Cruz y al Tea Party presentaron sus propios candidatos y arrasaron en la Cámara de Representantes y en las gobernaciones.
En los Estados con gobernadores republicanos, las finanzas son positivas. En los azules como Michigan, California o Nueva York las cuentas están en roja, con Detroit en bancarrota. Si el GOP capitula, la mayoría de afiliados y simpatizantes se abstendrá de ir a las urnas y el fraude de la mafia de Chicago que apadrina a Obama, acaso se volvería innecesario.
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