Newt Gingrich se consolidó en el debate de anoche como favorito para ganar las elecciones primarias del partido republicano como candidato presidencial para enfrentar al presidente demócrata Barack Hussein Obama, que busca ser reelegido en noviembre del 2012.
Confirmó no solo ser el más hábil debatiente sino el más sólido defensor de los principios republicanos en los campos de la economía, los derechos civiles y la política internacional. Era la primera vez que aparecía como líder en las encuestas y salió indemne de todos los intentos que hicieron los otros candidatos para disminuirlo.
Con argumentos volvió a criticar a Obama por conducir a la nación hacia el socialismo, con estancamiento de la economía (desempleo del 9%) y un exceso de restricciones para frenar el ahorro y la inversión. A lo que se añade la deuda de l5 trillones de dólares en tres años, la más alta en la historia nacional.
La receta para salir de la crisis, que compartieron los otros cinco candidatos del debate, es la de reducir las cargas impositivas a toda la población, incluidos los “ricos”, en la convicción y con la evidencia de que ello estimula ese ahorro e inversión cuya ausencia ha generado la actual crisis recesiva.
La fórmula no es nueva, ni exclusiva de este país. Se la ha aplicado antes en los Estados Unidos, en Bolivia, Lituania y otros países de la antigua URSS. En todos los casos ha funcionado bien. La mayoría de los estadounidenses lo sabe y por eso rechazó el mal gobierno de Obama en los comicios parciales de noviembre del año pasado.
En ese evento, la votación de oposición fue abrumadora y la victoria de los republicanos espectacular en la Cámara federal de Representantes, en las legislaturas estatales, gobernaciones y otras funiones de elección popular. Pero Obama desoyó la advertencia y contrariamente a lo que hiciera el demócrata Bill Clinton en 1994 (con Gingrich como líder de los Representantes), no modificó un ápice su conducta ni sus relaciones con los legisladores del bando opuesto.
Peor aún, en su discurso en Kansas de la semana pasada, Obama tuvo la audacia de afirmar que la crisis económica actual es resultado de la falla del modelo político y económico capitalista que ha regido en los Estados Unidos por más de dos centurias, causante de la concentración de la riqueza en pocas manos, con la explotación de los más.
Nunca antes Obama se había expresado con tanta claridad acerca de su verdadera concepción política, que muchos ya la habían definido con anterioridad, con la aceptación de pocos. La contrapropuesta al supuesto fracaso del sistema capitalista y liberal es, a su juicio, potenciar aun más al gobierno central en pos de una sociedad igualitaria.
Si se confirma a Gingrich como candidato presidencial republicano, Obama se verá en graves aprietos y no tanto por las cualidades oratorias superiores de su rival, sino por un grave déficit en su bagaje cultural: desconocimiento de la historia. Gingrich tiene un doctorado (PhD) en esa disciplina y ha escrito 24 libros sobre historia.
Cuando Obama dice en Kansas que el modelo capitalista de libre mercado ha fracasado y que hay que sustituirlo por cualquiera de las recetas estatistas/fascistas, Gingrich puede refutarlo con facilidad, basado en lahistoria: USA es la nación más próspera de todos los tiempos, al par que todos los proyectos utopistas igualitarios han terminado o están por terminar en escombros.
Dijo Obama, por ejemplo, que la reducción de impuestos es una teorìa que no ha funcionado. En 1920 el presidente Warren Harding bajó los tributos del 73% al 25% y la economía creció en 10 años un 59% al ritmo del 6% anual, hasta 1929 en que se produjo la Gran Depresión como resultado de intervenciones contraindicadas en la economía de mercado.
En 1960 el presidente John F Kennedy redujo las altas tasas impositivas del 91% al 70% y hasta 1968 la economía creció un 42% a un ritmo del 5% anual. Con Ronald Reagan, que heredó una recesión menos severa que la actual, los gravámenes bajaron del 70% al 28%, con una expansión de la economía al 4%.
Finalmente, con George W Bush los cortes de impuestos, que aún siguen vigentes, permitieron elevar la tasa de crecimiento de la economía del magro 1.7% al 4.1% hasta mediados de 2004, cuando sobrevino la crisis hipotecaria, fruto de la presión demócrata sobre el mercado para que se concedan créditos irrecuperables, garantizados por el gobierno.
¿Qué ha hecho Obama para enderezar la economía, en trurbulencia a fines del mandato de su predecesor? Aumentó la deuda pública, lanzó 787 millones de dólares al rescate de bancos en problemas y de corporaciones en quiebra, como la General Motors. Prometió crear 3.3 millones de empleos, pero la cifra de desempleados subió a 13.3 millones.
No obstante el rechazo popular de noviembre del 2010, Obama no ha cedido en nada y presiona para aumentar los impuestos a los ricos. Como para camuflar, pide continuar con el corte del 6.2% de impuestos a los sueldos, destinados a financiar el fondo de seguridad social.
Los republicanos del Congreso no quieren más impuestos y se resisten a extender el no pago del 6.2%, porque ello agravaría el desbalance del fondo de seguridad social, cercano a la quiebra. Proponen cerrar todos los intersticios de evasión tributaria para grandes y pequeñas corporaciones y fortunas personales, así como emprender en una reforma sustancial del sistema tributario, para favorcer el crecimiento.
Estas medidas, como quieren Gingrich y los demás pre candidatos republicanos, crearían empleos, ingresos y más tributos, más aun si paralelamente se reduce el gasto público con una deuda que iguala ya en un 100% a la riqueza nacional o PIB. Pero si este conjunto de medidas se aplicara, habría un efecto colateral poco atractivo para Obama y sus ideólogos: el influjo gubernamental se debilitaría.
Sin un gobierno interventor, el mito de la sociedad igualitaria no es posible. Quitar a unos para ficticiamente dar a otros, solo cabe con el uso de la fuerza, cuando la vía legal de imponer impuestos no baste. La “igualdad” no llega nunca, pero en la ilusoria búsqueda la libertad se sacrifica. La confiscación no se redistribuye, aumenta el poder central y si se traduce en migajas, como subsidios, no genera ni empleo ni riqueza.
La sociedad igualitaria como objetivo nacional, no figura en la Constitución ni en la Biblia. No hay seres humanos idénticos, se diferencian en sus huellas dactilares y sus DNA. Tienen en común que se necesitan unos a otros, para relacionarse, convivir, procrear. En unos y otros hay virtudes y defectos, con mayor o menor intensidad. La convivencia, si pretende ser pacífica, tiene que sustentarse por tanto en un acuerdo de conducta aceptado por las partes.
El acuerdo no puede surgir si se parte del principio de que todo ser humano es igual, por lo cual todos los bienes tienen que repartirse por igual. Esa igualdad, que solo puede buscarse por la fuerza, a más de atentar contra la libertad convertiría en desigual al grupo dueño de la fuerza y por tanto de poder y privilegios.
Eso se ha observado a lo largo de la historia, con regímenes monárquicos y autócratas y con ensayos fascistas y comunistas o socialistas, al estilo de la Europa de hoy. Obama quiere más impuestos para crear más empleos públicos, pero ese dinero no viene del aire, sino del sector privado. Por ello Europa está en quiebra, por ello puede quebrar también los Estados Unidos con cuatro años más de Obama.
Los humanos, distintos individualmente, tienen en común el deseo de prosperar y esa aspiración está consagrada como un derecho inalienable en la Declaración de Independencia y a lo largo de la escueta Constitución de los Estados Unidos. Para alcanzar la prosperidad no hay método más eficaz que la libertad, la libertad de oportunidades y la libertad para expresarse, crear, comerciar, ahorrar a invertir.
Cuando esas libertades se vulneran, el modelo norteamericano de hace casi 300 años empieza a fracturarse. El remedio no es acabar con el modelo, como quiere Obama, sino rescatarlo y refrescarlo. La historia y el sentido común lo aconsejan. Pero hay quienes, con una mentalidad torcida por años de adoctrinamiento radical, que no piensan lo mismo.
Para frenarlos, la solución está en manos de la vasta mayoría de votantes que ya se pronunció en ese sentido con el Tea Party en noviembre del 2010 y que ha estado latente a lo largo del actual proceso para la nominación del candidato republicano. ¿Será Gingrich el líder escogido para fraguar la victoria? Todo parece indicar que si.
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