Wednesday, March 24, 2010

¿ESTADOS UNIDOS SE DESINTEGRA?

Aunque tardíamente, columnistas y politicos comienzan a comparar lo que está ocurriendo en los Estados Unidos con el gobierno demócrata de Barack Hussein Obama y lo que ha sucedido en países del tercer mundo, particularmente con el pesidente Hugo Chávez de Venezuela.

Uno de los primeros en citar el símil fue Newt Gingrich, que comandó la rebelión republicana contra el predominio demócrata en el régimen de Bill Clinton. Lo que está haciendo Obama, dijo, es lo que ha hecho Chávez en Venezuela: un abuso del poder y una manipulación inconstitucional del sistema democrático.

No habló, acaso por muy diminuto, del presidente Rafael Correa en el Ecuador, pero los casos son idénticos. Ambos, con la guía evidentemente de Fidel Castro, han asumido poderes omnímodos y aplastado a la oposición, sin aparentemente quebrar el sistema democrático.

Obama y su clan son fiel réplica de esa manera de entender el manejo del poder corroyendo principios, leyes y regulaciones y erigiéndose en dictadores virtuales sin el uso de la fuerza armada, que ha sido la estratagema usual. Lo penoso es que en las naciones tercermundistas, como las mencionadas, esa táctica ha llegado a contar con amplio respaldo popular (67% en el Ecuador).

En los Estados Unidos la situación es distinta. La mayoría de ciudadanos, según todas las encuestas, se auto ubica en el centro del espectro político, esto es, con rechazo a los extremos. Tan solo un 25% o 30% dice ser partidario de una transformación “progresista” o “socialista” que implique una redistribución de la riqueza a manos del Estado.

Lo problemático y contradictorio es que ahora ese grupo minoritario está en la Casa Blanca y que su líder, Obama, es el más radical de todos como lo revelan sus acciones y votos en su efímero paso de 2 años por el Senado federal. En poco más de un año sus promesas de transformación están cumpliéndose con astucia “chavista” que se ríe y burla de la oposición.

Su más reciente “victoria” es la aprobación a rajatabla de una ley para estatizar los servicos de salud. Él y sus acólitos festejaron el suceso como una victoria, pero eludiendo decir que no fue una victoria para el país, para los seres más necesitados de esta nación y ni siquiera para el partido demócratas, sino una victoria para él y su estretegia.

Para la aprobación de la ley, que supuestamente beneficiará a unos 30 millones de personas sin seguro médico (cifras corregidas no pasan de 8 millones), no contó con un solo voto republicano en la Cámara de Representantes y si con la oposición de 34 demócratas. Este número pudo ser mayor e impedir la aprobación de no mediar uno de los procesos más corruptos de compra de votos comandado por Obama.

Pese a la campaña de cerca de un año de Obama y los congresistas que lo secundan, su retórica socialista recibió el rechazo de la población hasta último momento. Las encuestadoras de todas las tendencias revelaban día a día que al menos el 60% de los ciudadanos estaba en contra del proyecto de salud. Y los resultados se divulgaron por todos los medios.

Obama sin duda es el más antinorteamericano de los presidentes de este país o el “post American President” como lo califican. Y no solo por su actitud negativa frente a la defensa nacional sino por sus repetitivas acciones y alusiones de repudio al sistema democrático y capitalista que ha convertido a esta república en la más potente de la historia.

En la ceremonia de firma del proyecto de salud para convertirla en ley no hubo reflejo alguno de orgullo patriótico, de exaltación, sino más bien la frase soez del vicepresidente Biden (it´s been a big f*** deal) para cantar victoria, una victoria no del partido demócrata dividido ni de la nación, que rechaza la ley.

El último presidente demócrata inequívocamente norteamericano (Obama no ha presentado hasta la fecha su certificado de nacimiento), Bill Clinton, también quiso “vender” un proyecto socializante de salud pública con su cónyuge Hillary como vendedora, pero la mayoría dijo no. Y Clinton no insistió.

Igualmente George W Bush, republicano, aspiró a introducir cambios en la ley de seguridad social para evitar el colapso por quiebra, pero no tuvo respaldo como tampoco lo tuvo para la aprobación de una ley de inmigración razonable. En ambos casos la reforma era y sigue siendo obvia. Pero la fórmula no persuadió y Bush renunció a su empeño.

Clinton y Bush, de ideologías distintas, demostraron que respetaban el sistema constitucional, que se sustenta no en la imposición sino en el consenso. Jamás ninguna ley de tanta trascendencia como la de reformar al sistema de la salud ha sido aprobado en los Estados Unidos por decisión (ni siquiera unánime) de un solo partido, como en esta ocasión.

Pero a diferencia de los países tercermundistas, la ley aprobada continúa sin el respaldo popular. Las encuestas indican que el apoyo a Obama ha declinado al 46%, el más bajo nivel para cualquier presidente en su primer año de gestión. Y a los ejecutores de las manipulaciones non-sanctas de la Casa Blanca para forzar a los demócratas renuentes, no les ha ido mejor.

Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara, tiene solo un 12% de aprobación y el líder de la mayoría, Henry Reid, apenas el 9%. Pelosi se dice católica e invocó la protección de San José para que se apruebe la ley. Pero sucede que la ley asigna fondos fiscales para el aborto. ¿San José apoyando el aborto?

(Lo cual suena tan contradictorio como la reciente exaltación de Simone Veil en la Academia Francesa al nombrarla miembro. Ella es judía sobreviviente del Holocausto, pero es la principal propulsora de la legalización del aborto en Francia en 1975, dos años más tarde que en USA)

Se anuncia que la mayoría de independientes y republicanos, que se han pronunciado por una reforma al sistema de salud sin caer bajo control del Estado, como en Europa, desplegará una campaña tenaz y constante de oposición, por cierto difícil de predecir en cuanto a resultados.

La ley ha entrado en vigor y ha comenzado a caer la carga de más impuestos para financiar la utopia de salud para todos...financiada por el Estado. Es un reflejo del principio de igualdad o justicia social que anima a esta gente y que a la postre significa redistribución de la riqueza por la fuerza.

No es la justicia social caritativa de la Iglesia, a la que se ha referido de modo malicioso Obama, sino la confiscación directa o con impuestos discriminatorios de la riqueza de unos para redistribuirla vía gobierno. Mas no se crea riqueza dividiéndola y menos si se confía su distribución al gobierno: los resultados son corrupción por un lado y empobrecimiento general, por otro.

Eso al parecer le tiene sin cuidado a Obama. Desde su juventud aprendió en las universidades y de sus consejeros espirituales que el sistema capitalista que rige en los Estados Unidos es perverso y hay que cambiarlo. ¿Por cuál? Pues por otro en que el mercado, en todas sus variantes de poducción material e intelectual, esté bajo control del Estado. Eso es fascismo y entraña anulación de las libertades individuales, entre ellas la de disentir.

Obama detesta instituciones tan fundamentales para la cultura americana como la Constitiución. Ha dicho antes y ahora que debe ser flexible y adaptarse a las veleidades del momento. El documento prevé cambios, pero de un modo muy rígido y lento, para evitar efectos institucionales contraproducentes. Pero el actual mandatario los quiere rápidos y a su capricho, como un Chávez o Correa.

La salud, con la nueva ley, no mejorará sino que empeorará, La deuda nacional de más de 12 trillones de dólares se incrementará en 3 trillones. El sistema de aseguradoras, con 1.500 compañías privadas que compiten entre si, será a la final sustituído por un solo proveedor, el Estado. Medicare y Medicaid, que ya son estatales, tienen déficits que los están llevando a la bancarrota. Y ahora ese déficit se agigantará con la nueva ley.

Habrá ilusos que crean que van a tener atención gratuita de salud desde la cuna hasta la muerte con la nueva ley, porque la financia el Estado. N o entienden que no hay nada gratuito y que si este gobierno se empeña en quitar a unos para dar a otros, sobrevendrá el desastre. Europa esté en conflicto por esas razones. A la Grecia quebrada le sigue Portugal y es probable que se sumen más. Inglaterra y Francia han intentado cambios, pero la tarea es ardua. Irlanda parece ser una isla también en sus esfuerzos.

Si Europa quiere evitar el abismo, Estados Unidos parece querer precipitarse en él con Obama y sus demócratas. La crisis financiera que heredó pudo y puede y debe ser solucionada dentro del sistema, por lo mismo que fue originada por la intervención viciosa del Estado en el mercado bancario de hipotecas. Pero lo que anima Obama es destruir el sistema, no rectificar los errores. Tal como en Ecuador y Venezuela con Correa y Chávez, que al tiempo que han debilitado a sus países, han fortalecido sus egos y su despotismo.

¿Prevalecerán Obama y sus designios? Él es temible e inescrupuloso. Engaña, manipula, insulta, distorsiona, miente. Aunque solo 1/4 de la población piense como él, tiene a su favor la “academia” y los principales medios de comunicación audiovisuales y escritos. No obstante la batalla será dura y sin tregua. La mayoría de la gente está insatisfecha, se reúne en Tea Parties, en town halls, en las calles.

¿Habrá violencia si Obama no cede? Difícil pronosticarlo.

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