En los Estados Unidos, el Ecuador y otros países de la región y del mundo, la situación de la economía y de la política deja perplejos a los analistas y a los observadores de todos los matices.
En los Estados Unidos, el nuevo gobernante Barack Hussein Obama lleva ya casi medio año en el poder y todos los indicadores económicos le son negativos. Y aunque la deuda va camino de remontarse a los 63.8 trillones de dólares, dice que seguirá emitiendo dinero para continuar salvando casos insalvables.
La muletilla del desastre heredado del anterior régimen de George W Bush carece ya de sentido. Obama triunfó con amplio margen de votos porque prometió la bonanza inmediata y es todo lo contrario lo que ha ocurrido en cuanto a empleo y bienestar.
El supuesto “mesías” ha ahondado los errores de último momento de Bush y ha recurrido al dinero de los contribuyentes para intentar rescatar a las fábricas de automotores de la quiebra, pero no lo logró. Estas quebrarán pero no se sujetarán a las reglas del mercado para ello sino que pasarán a control absoluto del gobierno.
La General Motors, que debería cambiar su nombre a Government Motors, tendrá al gobierno dueño del 72% de las acciones y el 39% en manos del poderoso sindicato de obreros y jubilados. Los beneficios de éstos poco o nada variarán, pero se alterará el tipo de automotores que en adelante se fabricarán.
La tónica de diseño, forzada por el gobierno, será reducir el tamaño de los vehículos para que consuman menos gasolinas, para así disminuir el supuesto daño al medio ambiente. No importará para nada la preferencia de los consumidores. Los modelos los decidirá el gobierno.
Alguien comentaba que, dado que los norteamericanos históricamente se han inclinado por los automóviles potentes, grandes y desafiantes, dejarán ahora de comprar los autos enanos y preferirán cuidar lo mejor posible los actuales en su poder, más a tono con sus gustos. En pocos años, afirma el comentarista, probablemente los automóviles viejos transitando por las calles norteamericanas recordarán a la Cuba castrista y sus automóviles del decenio de 1950...
En el Ecuador el reelecto presidente Rafael Correa sigue gobernando con parecida habilidad para hacer daño a sus conciudadanos. Y allá, como aquí Obama, su popularidad sobrepasa el 60%, no obstante que crece el desempleo, pende el incremento de la inflación, la deuda se multiplica por la baja de ingresos y el gasto fiscal continúa rampante.
Correa reunió en Quito a sus colegas y coidearios Hugo Chávez y Evo Morales, de Venezuela y Bolivia, para acordar entre otros disparates, la acción conjunta para silenciar a los medios de comunicación que todavía se arriesguen a criticarlos. La amenaza, que parece preocupar poco a los medios ecuatorianos, es analizada con temor por la SIP.
En Venezuela lo que más irrita a Chávez es Globovisión, una estación de TV que aún elude el control del autócrata. En el Ecuador, a Correa le molestan Teleamazonas y el diario El Universo. El disgusto oficial por Teleamazonas ya se reflejó con el bombazo lanzado anoche contra sus instalaciones. Iguales tácticas que su mentor Chávez.
En lo económico Correa está resuelto a continuar su arremetida contra la historia empleando doctrinas obsoletas y ya archivadas como la teoría de la sustitución de importaciones como motor del desarrollo. Su autor, el argentino Raúl Prebisch, creía a mediados del siglo pasado que sustituir las importaciones fortalecería las economías nacionales.
Los precios de los artículos manufacturados que importamos, decía, son artificiosa y vilmente inflados para absorber nuestras riquezas, al tiempo que las materias primas que le vendemos son cada vez más baratas, por manipulación de los países ricos. La realidad le contradijo y luego de las experiencias negativas en varios de los países influídos por la CEPAL (promotora de esa doctrina), la ideología Prebisch fue sepultada.
Correa quiere resucitarla pero se dará de bruces contra el pavimento. La prosperidad alcanzada por las naciones que se han alejado de ese modelo lo demuestra. Las fronteras abiertas a la libre inversión de capitales y tecnología son las que generan un más rápido crecimiento, no al revés: para prueba hay están los países del Sudeste Asiático, Irlanda, India, Brasil, etc.
En parecida forma el proteccionismo a las empresas, corporaciones y a los individuos que han cometido errores, no fortalecerá a los Estados Unidos: lo debilitarán. La GM y la banca fallaron no por errores del mercado sino por contradecir la lógica del mercado. Los bancos prestaron a quienes no tenían capacidad de pago, protegidos e impulsados por el gobierno y debieron liquidarse en concordancia con las mismas leyes del mercado.
En la GM y Chrysler, los mandos gerenciales no supieron responder al desafío de la competencia y sucumbieron además a la presión de los sindicatos. El costo de la ineptitud debió haber sido la quiebra, no el subsidio fiscal con el dinero de los contribuyentes. Lo primero ocurrió con Reagan cuando era presidente en el decenio de 1980: por la competencia japonesa, los fabricantes buscaron proteccionismo estatal. Les fue negado y a la vuelta de pocos años se regeneraron y compitieron con ventaja. Eso debió haberse hecho hoy con la gigante GM, especialmente.
El sistema democrático de mercado abierto a la competencia ha probado ser la mejor opción para el desarrollo y la inventiva. Pero es implacable y si bien premia al empresario eficiente e imaginativo, castiga y devora a los que no lo son. Hay quienes quisieran dulcificar esta realidad para evitar el impacto de dolor y frustración en los que fracasan. Son los utopistas, son los partidarios de Obama y Correa que van en pos del socialismo del siglo XXI.
Para quienes así piensan, el mercado debería pasar a control del Estado. Es sólo éste ente, no el consumidor, el que debe decidir sobre gustos y hábitos. Para ello hay que suprimir las libertades, no solo económicas sino de pensamiento, pues el libre juego de opiniones y crítica a los regímenes autócratas resulta impropio y molesto a sus designios.
En la URSS se siguió ese esquema autoritario y la supresión de libertades implicó la muerte de más de 20 millones de personas y el empobrecimiento de sus habitantes. En Cuba igual. Ahora están en marcha procesos iguales en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. ¿También en los Estados Unidos?
Esta es la gran incógnita del momento, que tiene confusos a todos.