Parece que una epidemia invade al mundo. Los líderes no solo de repúblicas diminutas como el Ecuador sino de potencias como los Estados Unidos han logrado enorme popularidad (y las jefaturas de gobierno) blandiendo la proclama del “cambio” y la “esperanza”.
Encaramados en el poder, tales líderes se han puesto manos a la obra para cumplir con la oferta que fue el leit motive de sus campañas: el “cambio”. Pero el cambio no ha sido hacia adelante, ha sido hacia atrás, hacia un pasado que la gente tenía la “esperanza” de cambiar.
El cambio generalmente aceptado por el hombre común reclama rectificación de errores en cuanto a la asignación y buen uso de recursos fiscales, la disminución del empleo, la incertidumbre para ahorrar e invertir, para educarse mejor, para ampliar los mercados internos y externos.
Lo que se está cosechando hasta ahora es lo contrario. Antaño y desde la más tierna edad los niños escuchaban a sus padres perdicar la cautela en los gastos mayores y menores, no solo en tiempos normales y mucho más de estrechez, sino inclusive en los de relativa holgura.
Esas enseñanzas nacidas del sentido común se prolongaban y multiplicaban en todas las edades y ambientes: en escuelas, colegios, universidades y además se las practicaba y regulaba con estrictez en empleos públicos y privados. En consonancia, el despilfarro o el hurto se condenaban con severidad.
Ahora la gente observa asombrada cómo los nuevos líderes se inclinan por la vía distinta, la equivocada. El presidente del Ecuador, Rafael Correa, dilapidó la riqueza extra que en dos años recibió por el alza en los precios del petróleo y ahora, cuando los precios recuperan su nivel normal, recurre a un mayor endeudamiento para no reducir el gasto dispendioso con el cual ha halagado a sus votantes.
Una increible parecida conducta afecta al nuevo Presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama. Enfrentado a una crisis derivada de errores por interferencias en el mercado, Obama se ha dado a incementar el gasto público de manera sicótica y ahora pretende unir en esa tendencia a las potencias industriales del G20.
La crisis podría degenerar en recesión y depresión si es mal manejada. Mucho se parece a los conflictos económicos del decenio de 1930, cuando surgió el líder del “cambio” y la “esperanza”, Franklin D. Roosevelt. Pero de lo que se requería entonces, como ahora, era de cambios para mejorar, no para agudizar el deterioro.
Con FDR la crisis empeoró. El gasto público subió, pero no la producción en el sector privado, ni el empleo. Los impuestos cecieron del 23% al 79% para los “ricos” y ello redujo el ahorro y la inversión. FDR se volvió autoritario y casi logra influir en la función judicial para aumentar el número de jueces de suerte que los fallos le fueren favorables en varios asuntos en disputa.
La II Guerra Mundial cambió el panorama y la victoria del Eje cambió la imagen de FDR. Sin la guerra, la economía de USA se habría hundido. Y acaso el boom sobreviniente del impulso industrial y la victoria no se habría aprovechado, si FDR no enfermaba y moría para ceder el gobierno a un líder pragmático, Harry Truman.
Obama, el arrogante, se cree reencarnación de Lincoln y FDR, pero dista mucho de uno y otro. Ni siquiera ha exhibido el documento que prueba que él nació en los Estados Unidos y no en Kenya, como se alega con pruebas. Pero trata de imitar a FDR en el gasto. Si se aprueba su presupuesto, que es lo más probable, la deuda del país se elevaría en 10 años a la cifra abstracta de 10 trillones de dólares.
La norma práctica de no gastar más allá de los ingresos y de no endeudarse si el endeudamiento no va a ser productivo, no rige para él ni para el clan que lo rodea. Cree que el gasto público crea demanda y que la demanda, como por arte de magia, crea empleo. Además, en su mente y la de los suyos, está firme la idea de que el rico lo es porque ha robado y quiere castigarlo con impuestos.
Lo que si considera dispendioso es el gasto para la defensa. Lo va a recortar y para compensar el debilitamiento del frente militar, pretende aplicar la diplomacia pero no la de quien tiene el poder de la razón, sino la del suplicante.
Al Qaeda y los talibanes prometen bombardear nuevamente a Washington y Nueva York, al tiempo que Irán insiste en borrar del mapa a Israel y seguir fianciando a los grupos terroristas para matar a judíos y norteamericanos. En respuesta, Obama y su canciller Hillary Clinton ofrecen a unos y otros “un ramo de olivo” como preámbulo para conversar. ¿Conversar qué? ¿Sobre el perdón a los Estados Unidos por su política anti terrorista?
Hasta que Obama advino al poder, era práctica común castigar a quienes fracasan por incompetentes o por evadir impuestos. Con Obama se los premia con subsidios gigantescos para las compañías que ellos mal manejaron, y a quienes además se les da jugosos bonos de eficiencia. A quienes evaden los impuestos se los nombra o Secretario (ministro) del Tesoro (entre sus funciones está racaudar impuestos), Procurador del Estado, Secretario de Salud y más.
Los valores están trastrocados y nadie se aventura a hacer pronósticos. Eso es más fácil para el caso del Ecuador. Correa volverá a arrasar en las elecciones del 26 de este mes. Sostener lo contrario es una ingenuidad. Las encuestas últimas coinciden en darle una ventaja del 48% de los votos. Los seguidores más cercanos no llegan ni al 8% ni al 10% del total.
Lo que debió haber hecho Correa cuando el precio del petróleo comenzaba a declinar y por ende los ingresos fiscales, era suspender las elecciones por falta de dinero y pedir (ordenar) a su congresillo que le declare presidente reelecto paa los próximos 4 años o para los que se le antojaren. Así el país se habría ahorrado la millonada de dólares que ha costado su campaña, los preparativos electorales, los gastos de la decena o docena de inocuos e inicuos opositores.
También habría cabido que los candidatos de la “oposición” se hubieran unido para renunciar en masa en rechazo a Correa por su autoritarismo populista y para evitar darle a la reelección cierto viso de legalidad. Pero ello era utópico dada la miopía y carencia de principios y valores de la partida informe de los “opositores”.
Correa, como economista que nunca ejerció la profesión en la práctica, pudo también haberle ahorrado al país 300 y más millones de dólares que invirtió en la construcción de ese esperpento de Montecristi y para el operativo de ese otro esperpento que fue la Asamblea Constituyente, la más deplorable de la historia.
Hay críticas por la compra de un avión y un helicóptero presidenciales de lujo para Correa. Pero ese gasto es insignificante frente al derroche en la asamblea y en los referendos y en las elecciones, cuyos resultados no han hecho sino consagrar el autoritarismo omnímodo de Correa.
Correa debió ser descalificado no solo como candidato a la reelección sino como presidente, por su confabulación con las FARC. Ahora la atención se centra en su ex-ministro de Seguridad, Gustavo Larrea, cómplice confeso de Raúl Reyes, el segundo a bordo de las FARC hasta que fue muerto el 1 de marzo del 2001.
Todo evidencia que el gobierno de Rafael Correa toleró a las FARC en territorio ecuatoriano y que delegó a Larrea (y otros) para que conversen con Reyes en el campamento de Angostura. Ahora Larrea tiene la desfachatez de anunciar que estaría dispuesto a que el Congresillo lo interpele sobre el escándalo. Es similar esta farsa a la del nombramiento que hace Correa de una comisión para que le investiguen a él sobre lo mismo.
Pero Larrea es pieza secundaria. La principal es Correa. Lamentablemente los medios soslayan esta realidad. Correa dice que no sabía que Larrea se había entrevistado con Reyes. ¿Alguien le cree? Si él cuando viaja en su caravana motorizada no se le escapa el menor gesto de los curiosos, inclusive los no muy afectuosos de aquella anciana a la que ordenó aprehender. Y dice no saber de los movimientos de su ministro de Seguridad por el Oriente...
Si no sabía que Larrea dialogaba con las FARC, entonces es un inepto y más si no lo sancionó. Pero lo sabía y mintió deliberadamente. En uno y otro caso, es revelador que Correa advierta que volverá a nombrar a Larrea como funcionario de su gobierno cuando “se aclaren las acusaciones”. Larrea volverá al Gobierno, pues la comisión o el congresillo tienen el mandato de Correa de absolverlos de toda culpa.
Dudar de ello es infantil.
1 comment:
Admirable y certero, como siempre, su post, amigo Santiago. öjala muchos de nuestros hermanos migrantes estuvieran la mitad de informados que lo está Ud. en la distancia, sobre la verdadera situación del país. No hace mucho me tocó conversar con algunos compatriotas residentes en españa y resulta increíble el desconocimiento y la idea equivocada que tienen sobre el Sr. Correa. Cuando les interpelé preguntándoles por qué emigraron a España y no a Venezuela reconocieron que eso hubiera sido un sinsentido, que para ir a Venezuela mejor se habrían quedado en casa, sin embargo cuando les dije que el Correísmo es un sucedáneo de Chavismo empobrecedor, todavía hubo algunos que se atrevían a decir que eso no era así. En fin. En cualquier caso tuve la sensación de que toda esa percepción estaba cambiando y ya algunos que antes apoyaban el Correísmo comenzaban a darle la espalda: decepcionados y hasta depresivos, pero vencidos por la evidencia.
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