El presidente ecuatoriano Rafael Correa aparentemente ha superado las más difíciles barreras en su carrera hacia la dictadura de corte “chavista” y solo le resta esperar a que la Asamblea Constituyente legalice todas sus acciones ilegales e inconstitucionales.
En términos pragmáticos, la asamblea carecería de sentido a estas alturas, dado que Correa la controla. Y controla al Tribunal Supremo Electoral y con seguridad a las otras funciones del Estado. Pero si insiste en su proyecto de constituyente, será para halagar a su ego: quiere la consagración de su conducta como los tiranos de Grecia, Roma o Francia.
El fenómeno político que vive el Ecuador es copia carbón (o “xerox”) de lo que ha ocurrido en Venezuela con el caudillo populista Hugo Chávez, aún cuando con mucha mayor celeridad. Correa en este aspecto ha probado ser brillante discípulo del venezolano, al seguir sus consejos para quemar etapas.
El Congreso, que tuvo la debilidad inicial de dar paso a la consulta de Correa para la convocatoria a una asamblea constituyente que no prevé en ninguno de sus artículos la Constitución hasta hace pocos días vigente, se ha vuelto a reunir con diputados alternos de los 57 destituidos por Correa. Y todos celebran este acto como bueno para la paz de la República.
Se leen digresiones acerca de la posibilidad de que los diputados alternos que acataron sumisos las órdenes del gobierno para ir al Congreso a posesionarse al amparo de la oscuridad y la fuerza pública, vuelvan a organizar un bloque de oposición al régimen y a la convocatoria a la constituyente. Que haya alguien que crea que ello de algún resultado, pecaría de ingenuo.
El Congreso debió ser frontal y no ceder ante la presión para autorizar a una consulta y a una asamblea. Cuando pretendió que al menos se modifique el estatuto de Correa para evitar que la asamblea tenga plenos poderes, inclusive el de dar por terminados los períodos de otros funcionarios de elección popular, fue demasiado tarde.
El presidente del Tribunal Supremo Electoral ignoró esa enmienda y convocó a la consulta con el estatuto presidencial. El Congreso, mermada mucho más su autoridad, se indignó e infantil e ilegalmente destituyó al presidente del TSE. El presidente de este organismo, en represalia castigó a los diputados y destituyó a 57 de ellos, sin ningún derecho legal para hacerlo.
Todo fue orquestado por Correa, desde luego y nada improbable que haya estado en permanente consulta con Hugo Chávez para no errar en sus decisiones. Tras de uno y otro, por cierto, estaría y está el faro luminoso del resucitado Fidel Castro, patriarca de la nueva generación de caudillos populistas de América Latina.
Lo que conturba no es tanto la claudicación del presidente del Congreso, cuanto la claudicación de los importantes medios escritos de comunicación del país. En un momento su actitud fue plausible por la condena a los actos arbitrarios de Correa. Inclusive fue de elogio un comunicado conjunto de los propietarios de los medios, mal llamados editores, en el que se censuraba al Presidente por su constante interferencia y amenazas a otras funciones del Estado.
El comunicado, aunque no delineó salidas específicas a la crisis salvo vagas exhortaciones generales, fue vapuleado por el mandatario con una andanada de insultos contra los dueños de periódicos. Los acusó de cómplices del desastre nacional, de mafiosos, corruptos e inmorales. Y les urgió a que presentasen excusa por haberlo involucrado en la crisis en la cual, según él y sus esbirros, “nada tuvo que ver”.
Los dueños de los medios no respondieron con otro comunicado al Presidente ni hubo editoriales que repudiasen el tono amenazante e insultador del mandatario. Pero el silencio se quebró una vez consumado el hecho de la aceptación del Congreso a la imposición de cancelar a los 57 diputados y reemplazarlos por sus alternos.
Pero esa ruptura del silencio no fue para protestar. Fue para prosternarse ante los arrebatos de Correa. El Comercio, en un primer editorial sobre el tema, batió palmas y dijo que luego de la posesión de los alternos “se vio al fin una tenue luz en el túnel” de la crisis. En otro editorial publicado hoy, hay este párrafo si bien de redacción confusa, elocuente acerca de la posición del diario:
“Por eso, ha sido equitativa la sustitución fallida del Presidente del TSE con la destitución efectiva de la mayoría de legisladores de la oposición; luego, muy normales, los diálogos ocultos descubiertos por la prensa y, finalmente, para completar tan esotérico panorama, considerar una gran victoria el ingreso de los nuevos legisladores en horas de la madrugada y escoltados por la Policía Nacional”.
En otras palabras, el mayor diario del país justifica lo actuado. Y no solo eso sino que en algún otro párrafo exalta la agudeza de un diputado socialdemócrata que propuso la salida “legal” para “legalizar” a los alternos, “hasta esperar el fallo definitivo del Tribunal Constitucional”. Pues hay que recordar que aún falta el pronunciamiento de este organismo sobre la destitución de los diputados.
¿Hay alguien que crea que el TC fallará en contra de Correa? Y aún si ese fuere el caso el caudillo tiene prometido ya no acatar ninguna decisión que vaya en contra de lo que “su” pueblo quiere. Y lo que “su” pueblo quiere, dice él, es la asamblea constitucional con plenos poderes…para él.
La posición de avasallamiento de los diarios y particularmente de El Comercio contrasta con lo que ocurría antes. En noviembre de 1953 el caudillo de entonces, José María Velasco Ibarra, pretendió obligar al diario capitalino a que publique un comunicado ofensivo para un diario de Guayaquil y para los periodistas en general del país.
El encargado de la dirección del diario a la época, Jorge Mantilla Ortega (padre de la actual Directora Guadalupe Mantilla), dijo según lo transcribe Jorge Ribadeneira entre comillas en su ensayo histórico sobre El Comercio: “La dirección del diario se ratifica en su derecho humano y constitucional de proteger su dignidad al no acoger un comunicado oficial en el que se denigra y vitupera a los periódicos y periodistas del Ecuador”.
Velasco Ibarra y su ministro de gobierno, Camilo Ponce, ordenaron la clausura del diario, la segunda después de la registrada en 1908 por Eloy Alfaro. El diario permaneció encadenado 43 días. La presión nacional e internacional obligó al mandatario a transar y levantar la clausura. Al año siguiente Jorge Mantilla era aclamado por su entereza con la concesión del Premio Mergenthaler por su lucha en favor de la libertad de prensa.
¿Qué condecoración esperarán ahora los actuales dirigentes de El Comercio y otros diarios de la asociación de dueños? ¿Acaso una presea del propio Correa Al Mérito Nacional por su contribución a la paz y estabilidad de la República? Con razón decía “Don Jorge” (era el trato que se le daba en la Redacción) a sus más cercanos colaboradores, cuando circulaba la idea de formar una asociación de diarios, que El Comercio marcharía siempre solo.
Es probable, comentaba, acciones conjuntas para reclamar derechos y para intercambiar ideas e informaciones sobre la industria empresarial de prensa, como en los Estados Unidos, pero no para unirse como grupo de presión para intervenir en política interna.
El diario, añadía, es independiente para forjar sus propios criterios y emitirlos libremente y con entera responsabilidad. Si alguien se adhiere a su modo de pensar, bienvenido. Pero emitir comunicados conjuntos, como en rebaño, nunca.
El tiempo le ha dado la razón a “Don Jorge”. La asociación calló los insultos de Correa y ha terminado por aceptar sus dictámenes dictatoriales. No ha habido la disculpa formal escrita que exigía el mandatario a la Asociación. ¿Será hora ya de que lo haga?
Friday, March 23, 2007
Sunday, March 18, 2007
CORREA DEBERIA IR A LA CARCEL
El presidente Rafael Correa, técnica pero hipotéticamente debería estar en la cárcel, si se siguiera su rudimentaria forma de interpretar la ley como lo hizo para el caso de la destitución de 57 de los 100 diputados del Congreso Nacional. Basta leer el Art. 130 del Código Penal vigente.
Correa impuso el degüello de los congresistas, vía Tribunal Supremo Electoral y determinó que las fuerzas policiales, al mando del ministro de Gobierno, cerquen el edificio del Congreso para impedir el ingreso de los destituidos. Al mismo tiempo dispuso que garroteros a sueldo los hostiguen en las calles adyacentes.
En tono sarcástico y bufonesco, respondió a los medios de comunicación que le censuraron esta conducta, acusándolos de mafiosos e inmorales y señalando que él no tiene participación alguna en el conflicto político entre el Congreso y el TSE, y ahora el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Arguye que lo que hizo el TSE es legal, pues este organismo tiene atribuciones para sancionar en esa y otra forma a quienes obstruyan un proceso electoral en marcha. El proceso en marcha, según él, es la convocatoria a consulta popular para decidir si procede o no una asamblea constituyente.
Ese es un forzamiento inaceptable de la ley. Primero, porque el TSE no puede irse contra el organismo del cual emana su poder ni puede anular la designación de sus integrantes elegidos por voto popular. Y segundo, porque la convocatoria a consulta aún no está en marcha, precisamente porque el Congreso ha objetado al estatuto que la regularía.
El Congreso se inclina y con razón, por un estatuto que prohíba la terminación de los períodos de funcionarios electos por votación popular. El estatuto original de Correa pide poderes absolutos para la asamblea. La enmienda del Congreso no fue aceptada por el TSE por órdenes del gobierno. El estatuto original fue ratificado por el tribunal sin autoridad para ello y se dio paso a la consulta.
En tal situación, es temerario que Correa pretenda convencer que es neutral en la pelea. No solo no es neutral, sino que es el primer protagonista y conductor de los antagonismos. Y lo sigue siendo a través de su ministro de Gobierno, quien “llama a la concordia y la paz” para este martes, día anunciado para que el Congreso trate de reunirse para afrontar la situación.
Su llamado era inicialmente confuso. ¿Cuál Congreso? ¿El único lícito, esto es, el integrado por los 100 congresistas elegidos por voto popular o los 100 menos los 57 vapuleados más los 57 alternos bendecidos por Correa? El mismo Correa, en su verborrea de los sábados, se encargó de dilucidar la incógnita: quiere el Congreso con los suplentes. Y aconseja a los destituidos que se marchen a casa muy modositos y pidiendo perdón.
En otras palabras, Correa continúa en su ruta hacia la dictadura sin aparentes tropiezos. Ha disuelto o disgregado al Congreso Nacional, ha impedido que se reúnan los sobrevivientes, ha exhortado a las turbas a que salgan a las calles a respaldarlo, ha permitido el vejamen físico a los opositores y amenaza en todos los tonos a quienes osen discrepar con él.
Quienes intenten romper la Constitución, rebelarse por la fuerza contra el gobierno o “impedir la reunión del Congreso Nacional o disolverlo”, así como “provocar la guerra civil”, serán reprimidos con reclusión mayor de 4 a 8 años de prisión. Lo dice el Código Penal. El Presidente Correa y su ministro Larrea serían reos de tales infracciones. Pero, claro, Correa es presidente y no hay Congreso.
¿Para qué quiere Correa un Congreso con los 57 diputados sumisos? ¿Para continuar la farsa de que se acepten sus argumentos de que está rompiendo las leyes y la Constitución, dentro de la ley y la Constitución?
Correa dice contar con el respaldo global de “su pueblo” y las encuestas así lo confirman. Entonces porqué no quemar etapas y proclamarse Chávez II sin más dilaciones y con menos piruetas verbales que no convencen sino a quienes ya están convencidos de que él será el salvador del Ecuador del siglo XXI.
Al parecer no tiene dudas de que ya es dictador. Los medios de comunicación más serios y creíbles del país repudian su conducta, pero él insiste en lanzarles insultos y acusaciones sin fundamento. Sigue adelante en su decisión. Gobierna si no con decretos leyes directos como su modelo venezolano, con los decretos leyes de emergencia, que a la postre significan lo mismo.
Dichas leyes son optativas del Ejecutivo en caso de verdadera emergencia y le facultan, entre otras prerrogativas, a asignar recursos fiscales sin licitaciones ni requisitos de salvaguardia del buen uso de los fondos. La idea es que, pasada la emergencia, el Congreso y la Contraloría fiscalicen el gasto y sancionen cualquier irregularidad. ¿Pero qué validez puede tener ese precepto si no hay ni va a haber Congreso?
Mientras tanto, Correa sigue en su campaña de polarización de la sociedad ecuatoriana fomentando una pugna, más aún, un odio contra el rico. En su pose de Robin Hood proclama que la democracia capitalista es mala porque crea ricos y ofrece quitar a los ricos sus riquezas para darlas a los pobres.
Acaba de anunciar en su verborrea sabatina que “pondrá en vereda” a la banca privada, porque a su juicio “están ganando demasiada plata”. Implantará un tope a esas ganancias “ilícitas” o “inmorales” y los excedentes, por cierto, no irán a los “pobres” sino a las arcas fiscales. Luego se percatará que los precios de los alimentos y demás bienes y servicios son muy altos para los pobres y los frenará con topes.
La historia es trillada y repetitiva. Cuando los gobiernos, en cualquiera de sus matices de intervencionismo entran a regular los mercados, se genera un inmediato desequilibrio entre la oferta y la demanda. Ha ocurrido en el Ecuador con la banca y el mercado en general, está ocurriendo hoy en Venezuela. Ante la escasez, aflorará el mercado negro y los topes de precios serán un mito.
El “rumor” de un nuevo feriado bancario dejará algún día de ser tal. La oferta de productos se reducirá, habrá escasez, los precios comenzarán a escalar en estampida, la emigración de gente y capitales crecerá y el desempleo afectará como siempre principalmente a los pobres que Robin Hood prometió rescatar.
Ahora Correa también las emprende contra la petrolera Oxy. Pero no dentro del juicio que está en marcha, por los reclamos de la petrolera contra la confiscación del presidente Palacios. Sino porque la Oxy supuestamente está difundiendo “informaciones falsas” en los Estados Unidos sobre el juicio. Si tal juicio llega a los tribunales norteamericanos o internacionales, los jueces no podrán contener risillas de estupor ante tanta candidez, antes de rechazar la demanda.
De otro lado, Correa arremete sin pausa contra los Estados Unidos y contra el presidente George W Bush y sus políticas. Criticó a Chávez por haber calificado a Bush de “diablo” en las Naciones Unidas, aduciendo que ello es insultar al diablo, pues éste “al menos es inteligente”.
Sin embargo, tiene el cinismo y desfachatez de enviar una misión a USA para lograr la extensión de las preferencias arancelarias para la exportación de los productos ecuatorianos a ese país, que es el principal consumidor. Pero las instrucciones no son negociar o pedir extensión, que vence en junio, sino de “exigir”.
Las preferencias no son una limosna, ha dicho Correa, sino la compensación mínima por el “gran esfuerzo” del Ecuador en la lucha contra el narcotráfico. Y añade una barbaridad: en el Ecuador mueren más ciudadanos por accidentes de tránsito que por efecto de las drogas, por lo cual “la lucha contra las drogas no es aquí lo más importante”.
Insinúa que la lucha mundial contra la producción, tráfico y consumo de drogas es algo que interesa exclusivamente a los Estados Unidos y que en este país, según su información, hay más muertes por drogadicción que por accidentes de tránsito. Más aún, como para fundamentar la “gran lucha” contra el narcotráfico, reitera que la base militar de Manta para el control de narcotraficantes, a cargo de USA, será cerrada en el 2008.
El Diario El Comercio publica hoy un “perfil psicológico” del Presidente Correa. Es interesante, pero tras llegar a la conclusión de que el temperamental jefe de Estado es temperamental, no ilumina ni guía para comprender las posibles causas de su personalidad, caracterizada sobre todo por su resentimiento social.
En ninguna crónica periodística se han mencionado datos de sus antecedentes familiares. Ni cuando fue ministro de Palacio, ni en las campañas de la primera y segunda vueltas electorales. Especialmente se silencia datos sobre su padre. ¿Quién es o fue, pues se ignora si vive o no? ¿Talvez abandonó el hogar, formó otro? ¿Por qué emigraron su madre y hermanas a los Estados Unidos, cuándo y en qué circunstancias?
Es probable que su hostilidad a los que tienen más dinero que él se explique de alguna manera por sus orígenes familiares. Esa hostilidad a la Robin Hood podría también explicar su apego a Chávez, su admiración por Fidel Castro y su odio visceral contra los Estados Unidos, país en el que estudió por 4 años y al cual evidentemente no entendió.
En suma, si el Congreso que ha de reunirse el martes próximo en Quito lo hace sin los 57 diputados arbitrariamente cancelados por Correa vía tribunal subalterno, la dictadura tendrá luz verde en el Ecuador. Peor si claudican los políticos de oposición y los medios de comunicación independientes. Sería como si los ecuatorianos resolviesen por propia iniciativa ir en masa al abismo hacia un suicidio colectivo conforme a la leyenda de los lemmings o conejitos de Noruega.
Un acápite final: ¿qué “jurista notable” tendrá la poca vergüenza de aceptar integrar la comisión para redactar una nueva constitución que decapite a la vigente?
Correa impuso el degüello de los congresistas, vía Tribunal Supremo Electoral y determinó que las fuerzas policiales, al mando del ministro de Gobierno, cerquen el edificio del Congreso para impedir el ingreso de los destituidos. Al mismo tiempo dispuso que garroteros a sueldo los hostiguen en las calles adyacentes.
En tono sarcástico y bufonesco, respondió a los medios de comunicación que le censuraron esta conducta, acusándolos de mafiosos e inmorales y señalando que él no tiene participación alguna en el conflicto político entre el Congreso y el TSE, y ahora el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Arguye que lo que hizo el TSE es legal, pues este organismo tiene atribuciones para sancionar en esa y otra forma a quienes obstruyan un proceso electoral en marcha. El proceso en marcha, según él, es la convocatoria a consulta popular para decidir si procede o no una asamblea constituyente.
Ese es un forzamiento inaceptable de la ley. Primero, porque el TSE no puede irse contra el organismo del cual emana su poder ni puede anular la designación de sus integrantes elegidos por voto popular. Y segundo, porque la convocatoria a consulta aún no está en marcha, precisamente porque el Congreso ha objetado al estatuto que la regularía.
El Congreso se inclina y con razón, por un estatuto que prohíba la terminación de los períodos de funcionarios electos por votación popular. El estatuto original de Correa pide poderes absolutos para la asamblea. La enmienda del Congreso no fue aceptada por el TSE por órdenes del gobierno. El estatuto original fue ratificado por el tribunal sin autoridad para ello y se dio paso a la consulta.
En tal situación, es temerario que Correa pretenda convencer que es neutral en la pelea. No solo no es neutral, sino que es el primer protagonista y conductor de los antagonismos. Y lo sigue siendo a través de su ministro de Gobierno, quien “llama a la concordia y la paz” para este martes, día anunciado para que el Congreso trate de reunirse para afrontar la situación.
Su llamado era inicialmente confuso. ¿Cuál Congreso? ¿El único lícito, esto es, el integrado por los 100 congresistas elegidos por voto popular o los 100 menos los 57 vapuleados más los 57 alternos bendecidos por Correa? El mismo Correa, en su verborrea de los sábados, se encargó de dilucidar la incógnita: quiere el Congreso con los suplentes. Y aconseja a los destituidos que se marchen a casa muy modositos y pidiendo perdón.
En otras palabras, Correa continúa en su ruta hacia la dictadura sin aparentes tropiezos. Ha disuelto o disgregado al Congreso Nacional, ha impedido que se reúnan los sobrevivientes, ha exhortado a las turbas a que salgan a las calles a respaldarlo, ha permitido el vejamen físico a los opositores y amenaza en todos los tonos a quienes osen discrepar con él.
Quienes intenten romper la Constitución, rebelarse por la fuerza contra el gobierno o “impedir la reunión del Congreso Nacional o disolverlo”, así como “provocar la guerra civil”, serán reprimidos con reclusión mayor de 4 a 8 años de prisión. Lo dice el Código Penal. El Presidente Correa y su ministro Larrea serían reos de tales infracciones. Pero, claro, Correa es presidente y no hay Congreso.
¿Para qué quiere Correa un Congreso con los 57 diputados sumisos? ¿Para continuar la farsa de que se acepten sus argumentos de que está rompiendo las leyes y la Constitución, dentro de la ley y la Constitución?
Correa dice contar con el respaldo global de “su pueblo” y las encuestas así lo confirman. Entonces porqué no quemar etapas y proclamarse Chávez II sin más dilaciones y con menos piruetas verbales que no convencen sino a quienes ya están convencidos de que él será el salvador del Ecuador del siglo XXI.
Al parecer no tiene dudas de que ya es dictador. Los medios de comunicación más serios y creíbles del país repudian su conducta, pero él insiste en lanzarles insultos y acusaciones sin fundamento. Sigue adelante en su decisión. Gobierna si no con decretos leyes directos como su modelo venezolano, con los decretos leyes de emergencia, que a la postre significan lo mismo.
Dichas leyes son optativas del Ejecutivo en caso de verdadera emergencia y le facultan, entre otras prerrogativas, a asignar recursos fiscales sin licitaciones ni requisitos de salvaguardia del buen uso de los fondos. La idea es que, pasada la emergencia, el Congreso y la Contraloría fiscalicen el gasto y sancionen cualquier irregularidad. ¿Pero qué validez puede tener ese precepto si no hay ni va a haber Congreso?
Mientras tanto, Correa sigue en su campaña de polarización de la sociedad ecuatoriana fomentando una pugna, más aún, un odio contra el rico. En su pose de Robin Hood proclama que la democracia capitalista es mala porque crea ricos y ofrece quitar a los ricos sus riquezas para darlas a los pobres.
Acaba de anunciar en su verborrea sabatina que “pondrá en vereda” a la banca privada, porque a su juicio “están ganando demasiada plata”. Implantará un tope a esas ganancias “ilícitas” o “inmorales” y los excedentes, por cierto, no irán a los “pobres” sino a las arcas fiscales. Luego se percatará que los precios de los alimentos y demás bienes y servicios son muy altos para los pobres y los frenará con topes.
La historia es trillada y repetitiva. Cuando los gobiernos, en cualquiera de sus matices de intervencionismo entran a regular los mercados, se genera un inmediato desequilibrio entre la oferta y la demanda. Ha ocurrido en el Ecuador con la banca y el mercado en general, está ocurriendo hoy en Venezuela. Ante la escasez, aflorará el mercado negro y los topes de precios serán un mito.
El “rumor” de un nuevo feriado bancario dejará algún día de ser tal. La oferta de productos se reducirá, habrá escasez, los precios comenzarán a escalar en estampida, la emigración de gente y capitales crecerá y el desempleo afectará como siempre principalmente a los pobres que Robin Hood prometió rescatar.
Ahora Correa también las emprende contra la petrolera Oxy. Pero no dentro del juicio que está en marcha, por los reclamos de la petrolera contra la confiscación del presidente Palacios. Sino porque la Oxy supuestamente está difundiendo “informaciones falsas” en los Estados Unidos sobre el juicio. Si tal juicio llega a los tribunales norteamericanos o internacionales, los jueces no podrán contener risillas de estupor ante tanta candidez, antes de rechazar la demanda.
De otro lado, Correa arremete sin pausa contra los Estados Unidos y contra el presidente George W Bush y sus políticas. Criticó a Chávez por haber calificado a Bush de “diablo” en las Naciones Unidas, aduciendo que ello es insultar al diablo, pues éste “al menos es inteligente”.
Sin embargo, tiene el cinismo y desfachatez de enviar una misión a USA para lograr la extensión de las preferencias arancelarias para la exportación de los productos ecuatorianos a ese país, que es el principal consumidor. Pero las instrucciones no son negociar o pedir extensión, que vence en junio, sino de “exigir”.
Las preferencias no son una limosna, ha dicho Correa, sino la compensación mínima por el “gran esfuerzo” del Ecuador en la lucha contra el narcotráfico. Y añade una barbaridad: en el Ecuador mueren más ciudadanos por accidentes de tránsito que por efecto de las drogas, por lo cual “la lucha contra las drogas no es aquí lo más importante”.
Insinúa que la lucha mundial contra la producción, tráfico y consumo de drogas es algo que interesa exclusivamente a los Estados Unidos y que en este país, según su información, hay más muertes por drogadicción que por accidentes de tránsito. Más aún, como para fundamentar la “gran lucha” contra el narcotráfico, reitera que la base militar de Manta para el control de narcotraficantes, a cargo de USA, será cerrada en el 2008.
El Diario El Comercio publica hoy un “perfil psicológico” del Presidente Correa. Es interesante, pero tras llegar a la conclusión de que el temperamental jefe de Estado es temperamental, no ilumina ni guía para comprender las posibles causas de su personalidad, caracterizada sobre todo por su resentimiento social.
En ninguna crónica periodística se han mencionado datos de sus antecedentes familiares. Ni cuando fue ministro de Palacio, ni en las campañas de la primera y segunda vueltas electorales. Especialmente se silencia datos sobre su padre. ¿Quién es o fue, pues se ignora si vive o no? ¿Talvez abandonó el hogar, formó otro? ¿Por qué emigraron su madre y hermanas a los Estados Unidos, cuándo y en qué circunstancias?
Es probable que su hostilidad a los que tienen más dinero que él se explique de alguna manera por sus orígenes familiares. Esa hostilidad a la Robin Hood podría también explicar su apego a Chávez, su admiración por Fidel Castro y su odio visceral contra los Estados Unidos, país en el que estudió por 4 años y al cual evidentemente no entendió.
En suma, si el Congreso que ha de reunirse el martes próximo en Quito lo hace sin los 57 diputados arbitrariamente cancelados por Correa vía tribunal subalterno, la dictadura tendrá luz verde en el Ecuador. Peor si claudican los políticos de oposición y los medios de comunicación independientes. Sería como si los ecuatorianos resolviesen por propia iniciativa ir en masa al abismo hacia un suicidio colectivo conforme a la leyenda de los lemmings o conejitos de Noruega.
Un acápite final: ¿qué “jurista notable” tendrá la poca vergüenza de aceptar integrar la comisión para redactar una nueva constitución que decapite a la vigente?
Sunday, March 11, 2007
NO SOLO CANTANTE SINO BUFON
Algunos analistas han dicho en Quito que es probable que la popularidad del presidente Rafael Correa, del 90%, obedezca en gran parte a sus atributos de histrión y cantante popular. Parece que habría que añadir sus dotes de bufón.
Porque la respuesta que da al comunidado de la asociación de propietarios de diarios del Ecuador, que censura su conducta dictatorial, es cantinflesca. En forma directa y a través de una funcionaria, el gobernante ha tildado a los que dirigen los diarios del país de inmorales y cómplices del desastre nacional.
Es inmoral, afirma, porque los diarios pretenden involucrarlo en un problema de crisis política en la que cual los únicos actores son, según él, el Congreso y el Tribunal Supremo Electoral. Yo no tengo nada que hacer en esa bronca, ha dicho con su lenguaje de arrabal.
Lo cual, por cierto, es totalmente falso. Él, como jefe de Estado, ha sido y sigue siendo el primer protagonista de la crisis, desde su imposición a convocar a una asamblea constituyente contra lo dispuesto por la Constitución vigente, hasta su participación parcial y autoritaria en el conflicto entre el TSE y el Congreso.
El Congreso, según son sus atribuciones, enmendó el estatuto para la consulta popular sobre la realización de la Asamblea. El presidente Correa pedía que la asamblea asuma plenos poderes, inclusive para destitutir a funcionarios elegidos por voto popular (congresistas incluidos) y éstos se opusieron.
El TSE, en conexión con el gobierno, rechazó esa enmienda y decidió convocar a la consulta con el estatuto original del Ejecutivo, sin consulta previa alguna con el Congreso. Esta actitud desató la ira el Congreso, la remoción improcedente del presidente del TSE y la reacción de este organismo de “cancelar” a 57 diputados.
Que Correa pretenda que se le crea que nada tiene que ver en el conflicto, salvo vigilar que las leyes se cumplan, es una bufonada. Cuando el TSE convocó a la consulta, Correa la aplaudió pues ese era y es su objetivo y mandato. Cuando el TSE destituyó a los diputados igualmente lo celebró y ordenó que la resolución se cumpla.
Si dos funciones, la legislativa y electoral, están en conflicto y esperan la dirimencia de una tercera, el Tribunal de Garantías Constitucionales, lo menos que debe hacer el Ejecutivo es abstenerse de intervenir hasta que haya una resolución. Pero Correa hizo lo contrario y ordenó a su ministro de gobierno que cerque al Congreso con al fuerza pública para impedir el ingreso a los diputados cancelados.
(Es curioso observar cómo los extremos se juntan con líderes absolutistas y demagogos. El actual ministro de gobierno Gustavo Larrea es hijo de Hugo Larrea Benalcázar, que a su vez fue ministro de gobierno de Velasco Ibarra en una de sus últimas aventuras autocráticas. Padre e hijo son de extrema izquierda. Del otro lado hay dos panegiristas de Corra en la extrema derecha: Rodrigo Fierro y Jorge Salvador Larea –una de cuyas hijas es la actual ministra de Turismo)
La “imparcialidad” invocada por Correa en el conflicto se quiebra también con su discurso radial chavista de ayer en Loja. Alentó al “pueblo” a salir a las calles a respaldar “de manera pacífica” al TSE, o sea a él mismo y a su obsesión por la consulta y la constituyente. En medio de los insultos contra los que no piensan como él y Chávez, ha dicho que es imperiosa “la resistencia pacífica” contra la “violencia de la inequidad”.
¿De pronto se volvió pacifista, arrepentido de volcar la fuerza pública contra el Congreso y su verbo insultante contra partidos políticos y medios de comuinicación? ¿Habrá quien le crea en su promesa gandhiana de paz, luego de las escenas de sus garroteros contra los diputados?
No hay duda, Correa parece sentirse reforzado por las encuestas de opinión y ahora por la desconcertante del secretario de la OEA. Es un acto de claro intervencionismo cuando se ha planteado un debate polìtico en el Ecuador, el dirigente de la organización da su respaldo a una de la partes, el gobierno. Si hubiese condenado a Correa, éste habría estallado en improperios contra la OEA, como lo está haciendo Chávez, como lo hacía Velasco Ibarra,
Hacia varias décadas, en el florecer de la revolución cubana y cuando la Isla fue expulsada de la OEA, el grito de guerra de los radicales de izquierda era el estribillo castrista: “con la OEA o sin la OEA, ganaremos la pelea”. Ahora Correa quiere ganar la pelea (contra el sentido común y a favor del chavismo) con la OEA…
¿Qué significa aquella frasecilla de luchar “contra la violencia de la inequidad”? Evidentemente Correa quiere, como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y el curaca mayor, Fidel Castro, una “revolución ciudadana y bolivariana” para acabar con las desigualdades. Lástima que la igualdad que pudieran conseguir con una revolución fascista de cualquier tinte no será de la prosperidad sino de la pobreza.
Los mitos de acabar con la pobreza mediante la absorción de los medios de producción por parte del Estado y la eliminación del sector empresarial privado empobrecieron más a las sociedades en que se intentó el experimento. Eso es lo que ocurrió en la Unión Soviética, lo que martiriza al pueblo cubano, lo que se observa con horror en Corea del Norte.
La igualación, que es la lucha contra la inequidad que proclama Correa, no se logra sin la aplicación de la fuerza y la supresión de la oposición y las libertades públicas. Las consecuencias son la hambruna en la URSS, la muerte de más de 20 millones de seres humanos, los fusilamientos, la cárcel para los disidentes, el exilio desesperado de los que alcanzan a huir.
En Venezuela, Chávez ya está actuando como dictador con la facultad de la asamblea para emitir leyes directamente. Ha despilfarrado millones de dólares en dádivas y armamento, ha concertado alianzas con todo enemigo visible de los Estados Unidos y lo que está logrando es una aceleración de la pobreza.
La inflación marca el récord en Amércia Latina con más del 20%. Los precios han subido por reducción de la oferta. La oferta se ha frenado por la fijación arbitraria de los precios al consumidor. No hay carne, pan, arroz, pollo ni azúcar en los mercados. Los capitales comienza a fugar, así como los ciudadanos atemorizados por la cubanización de Venezuela. Como recurso para contrarrestar la inflación, Chávez quitará ceros del bolívar frente al dólar. Una bufonada más.
Chávez ha seguido al presidente Bush en su gira por América Latina, para provocarlo. No lo ha conseguido. Su nombre y sus insultos han sido ignorados por el mandatario norteamericano, quien se ha limitado a señalar que lo que más conviene a la región y al mundo en estos instantes es más libertad y menos absorción de poderes por parte de los gobiernos, para progresar.
Uno de los recursos, por cierto, es garantizar estabilidad jurídica y polìtica a las naciones latinoamericanas, para que florezca la inversión, el intercambio de bienes, servicios, tecnología y capital y consecuentemente el empleo. Solo así las condiciones de vida de los más mejorará, no los absolutismo mesiánicos ni la utopía de luchar contra la inequidad.
El presidente venezolano no cesa de condenar al capitalismo yanqui y a los tratados de libre comercio que propugna, como causantes de la miseria en la zona. Los datos prueban lo contrario. El tratado con México elevó el monto de sus exportaciones a los Estados Unidos de 40.000 millones de dólares en 1993 a 198.000 millones en el 2006, equivalente a un 400%. USA, a su vez, vendió a México 134.100 millones de dóalres el 2006 frente 41.500 millones en 1993.
El déficit del comercio de México con los Estados Unidos, que era de 2.500 millones de dólares en 1993, se convirtió en un superávit de 64.000 millones de dólares el año pasado. ¿Es eso empobrecer a México?
Con Chile las cifras son también alentadoras. En solo dos años las ventas a los Estados Unidos subieron de 4.700 millones de dólares en el 2004 a 9.500 millones de dólares el año pasado.
La hipocresía de Chávez se refleja también en el hecho de que casi la totalidad del petróleo venezolano de exportación va a USA libre de impuestos. Chávez, la marioneta de Castro, no pasaría de ser sino eso, un muñeco inerme sin la fuerza de los petrodólares norteamericanos.
Porque la respuesta que da al comunidado de la asociación de propietarios de diarios del Ecuador, que censura su conducta dictatorial, es cantinflesca. En forma directa y a través de una funcionaria, el gobernante ha tildado a los que dirigen los diarios del país de inmorales y cómplices del desastre nacional.
Es inmoral, afirma, porque los diarios pretenden involucrarlo en un problema de crisis política en la que cual los únicos actores son, según él, el Congreso y el Tribunal Supremo Electoral. Yo no tengo nada que hacer en esa bronca, ha dicho con su lenguaje de arrabal.
Lo cual, por cierto, es totalmente falso. Él, como jefe de Estado, ha sido y sigue siendo el primer protagonista de la crisis, desde su imposición a convocar a una asamblea constituyente contra lo dispuesto por la Constitución vigente, hasta su participación parcial y autoritaria en el conflicto entre el TSE y el Congreso.
El Congreso, según son sus atribuciones, enmendó el estatuto para la consulta popular sobre la realización de la Asamblea. El presidente Correa pedía que la asamblea asuma plenos poderes, inclusive para destitutir a funcionarios elegidos por voto popular (congresistas incluidos) y éstos se opusieron.
El TSE, en conexión con el gobierno, rechazó esa enmienda y decidió convocar a la consulta con el estatuto original del Ejecutivo, sin consulta previa alguna con el Congreso. Esta actitud desató la ira el Congreso, la remoción improcedente del presidente del TSE y la reacción de este organismo de “cancelar” a 57 diputados.
Que Correa pretenda que se le crea que nada tiene que ver en el conflicto, salvo vigilar que las leyes se cumplan, es una bufonada. Cuando el TSE convocó a la consulta, Correa la aplaudió pues ese era y es su objetivo y mandato. Cuando el TSE destituyó a los diputados igualmente lo celebró y ordenó que la resolución se cumpla.
Si dos funciones, la legislativa y electoral, están en conflicto y esperan la dirimencia de una tercera, el Tribunal de Garantías Constitucionales, lo menos que debe hacer el Ejecutivo es abstenerse de intervenir hasta que haya una resolución. Pero Correa hizo lo contrario y ordenó a su ministro de gobierno que cerque al Congreso con al fuerza pública para impedir el ingreso a los diputados cancelados.
(Es curioso observar cómo los extremos se juntan con líderes absolutistas y demagogos. El actual ministro de gobierno Gustavo Larrea es hijo de Hugo Larrea Benalcázar, que a su vez fue ministro de gobierno de Velasco Ibarra en una de sus últimas aventuras autocráticas. Padre e hijo son de extrema izquierda. Del otro lado hay dos panegiristas de Corra en la extrema derecha: Rodrigo Fierro y Jorge Salvador Larea –una de cuyas hijas es la actual ministra de Turismo)
La “imparcialidad” invocada por Correa en el conflicto se quiebra también con su discurso radial chavista de ayer en Loja. Alentó al “pueblo” a salir a las calles a respaldar “de manera pacífica” al TSE, o sea a él mismo y a su obsesión por la consulta y la constituyente. En medio de los insultos contra los que no piensan como él y Chávez, ha dicho que es imperiosa “la resistencia pacífica” contra la “violencia de la inequidad”.
¿De pronto se volvió pacifista, arrepentido de volcar la fuerza pública contra el Congreso y su verbo insultante contra partidos políticos y medios de comuinicación? ¿Habrá quien le crea en su promesa gandhiana de paz, luego de las escenas de sus garroteros contra los diputados?
No hay duda, Correa parece sentirse reforzado por las encuestas de opinión y ahora por la desconcertante del secretario de la OEA. Es un acto de claro intervencionismo cuando se ha planteado un debate polìtico en el Ecuador, el dirigente de la organización da su respaldo a una de la partes, el gobierno. Si hubiese condenado a Correa, éste habría estallado en improperios contra la OEA, como lo está haciendo Chávez, como lo hacía Velasco Ibarra,
Hacia varias décadas, en el florecer de la revolución cubana y cuando la Isla fue expulsada de la OEA, el grito de guerra de los radicales de izquierda era el estribillo castrista: “con la OEA o sin la OEA, ganaremos la pelea”. Ahora Correa quiere ganar la pelea (contra el sentido común y a favor del chavismo) con la OEA…
¿Qué significa aquella frasecilla de luchar “contra la violencia de la inequidad”? Evidentemente Correa quiere, como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y el curaca mayor, Fidel Castro, una “revolución ciudadana y bolivariana” para acabar con las desigualdades. Lástima que la igualdad que pudieran conseguir con una revolución fascista de cualquier tinte no será de la prosperidad sino de la pobreza.
Los mitos de acabar con la pobreza mediante la absorción de los medios de producción por parte del Estado y la eliminación del sector empresarial privado empobrecieron más a las sociedades en que se intentó el experimento. Eso es lo que ocurrió en la Unión Soviética, lo que martiriza al pueblo cubano, lo que se observa con horror en Corea del Norte.
La igualación, que es la lucha contra la inequidad que proclama Correa, no se logra sin la aplicación de la fuerza y la supresión de la oposición y las libertades públicas. Las consecuencias son la hambruna en la URSS, la muerte de más de 20 millones de seres humanos, los fusilamientos, la cárcel para los disidentes, el exilio desesperado de los que alcanzan a huir.
En Venezuela, Chávez ya está actuando como dictador con la facultad de la asamblea para emitir leyes directamente. Ha despilfarrado millones de dólares en dádivas y armamento, ha concertado alianzas con todo enemigo visible de los Estados Unidos y lo que está logrando es una aceleración de la pobreza.
La inflación marca el récord en Amércia Latina con más del 20%. Los precios han subido por reducción de la oferta. La oferta se ha frenado por la fijación arbitraria de los precios al consumidor. No hay carne, pan, arroz, pollo ni azúcar en los mercados. Los capitales comienza a fugar, así como los ciudadanos atemorizados por la cubanización de Venezuela. Como recurso para contrarrestar la inflación, Chávez quitará ceros del bolívar frente al dólar. Una bufonada más.
Chávez ha seguido al presidente Bush en su gira por América Latina, para provocarlo. No lo ha conseguido. Su nombre y sus insultos han sido ignorados por el mandatario norteamericano, quien se ha limitado a señalar que lo que más conviene a la región y al mundo en estos instantes es más libertad y menos absorción de poderes por parte de los gobiernos, para progresar.
Uno de los recursos, por cierto, es garantizar estabilidad jurídica y polìtica a las naciones latinoamericanas, para que florezca la inversión, el intercambio de bienes, servicios, tecnología y capital y consecuentemente el empleo. Solo así las condiciones de vida de los más mejorará, no los absolutismo mesiánicos ni la utopía de luchar contra la inequidad.
El presidente venezolano no cesa de condenar al capitalismo yanqui y a los tratados de libre comercio que propugna, como causantes de la miseria en la zona. Los datos prueban lo contrario. El tratado con México elevó el monto de sus exportaciones a los Estados Unidos de 40.000 millones de dólares en 1993 a 198.000 millones en el 2006, equivalente a un 400%. USA, a su vez, vendió a México 134.100 millones de dóalres el 2006 frente 41.500 millones en 1993.
El déficit del comercio de México con los Estados Unidos, que era de 2.500 millones de dólares en 1993, se convirtió en un superávit de 64.000 millones de dólares el año pasado. ¿Es eso empobrecer a México?
Con Chile las cifras son también alentadoras. En solo dos años las ventas a los Estados Unidos subieron de 4.700 millones de dólares en el 2004 a 9.500 millones de dólares el año pasado.
La hipocresía de Chávez se refleja también en el hecho de que casi la totalidad del petróleo venezolano de exportación va a USA libre de impuestos. Chávez, la marioneta de Castro, no pasaría de ser sino eso, un muñeco inerme sin la fuerza de los petrodólares norteamericanos.
Friday, March 9, 2007
HACIA LA DICTADURA "CONSTITUCIONAL"
El presidente ecuatoriano Rafael Correa ha acelerado su marcha hacia la dictadura. Para lo cual no solo está atropellando la Constitución sino el sentido común.
Todos sus gestos, acciones y palabras parecen confirmar la intuición de que Correa será peor caudillo populista que Velasco Ibarra, Bucaram y tantos otros que han frenado el desarrollo del país.
Lo único alentador en medio de la crisis que en estos días vive el Ecuador es la actitud analítica de los principales medios de comunicación y sus columnistas, así como la firme determinación de los líderes de la oposición que Correa trata de avasallar.
Una de la diputadas cancelada por el Tribunal Supremo Electoral ha dicho que la oposición no se dejará vapulear como en Venezuela. Es la única opción. En el país de Hugo Chávez la oposición se desplomó cuando no supo contener al coronel, que en la anterior elección presidencial ganó con fraude.
El fraude fue evidente, pero los reclamos se paralizaron una vez que Jimmy Carter, el ex presidente demócrata de los Estados Unidos, declaró al mundo que los comicios en Venezuela eran válidos, cuando las denuncias de lo contrario, con pruebas irrefutables, aún no eran analizadas.
Si, es el mismo presidente que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus tesis contrarias al interés de los Estados Unidos y que ahora se alinea con Chávez y su grande y nuevo amigo Mahmud Ahmadinejad de Irán, gran instigador y financista del terrorismo internacional contra el cual están en guerra USA y sus aliados.
En el Ecuador ahora se afirma que “todos” los organismos del Estado violan la ley y la Constitución. Es probable que haya habido precipitación inicial de parte del Congreso cuando decidió sustituir al presidente del Tribunal Supremo Electoral por acatar la orden de Correa y lanzar la convocatoria a la consulta popular, sin previa aceptación del Congreso.
Pero es una precipitación si no justificable, al menos explicable. Fue fruto de la irritación por el proceder sumiso del TSE. La existencia y facultades de este tribunal emanan del Congreso y su misión es controlar las elecciones de manera independiente, pero no arbitraria. Se entiende que tiene atribuciones para frenar cualquier interferencia ilícita en los procesos eleccionarios, inclusive con la cancelación, de los funcionarios del Ejecutivo culpables.
Pero es absurdo que pretenda destituir en masa a 57 de los 100 diputados que fueron elegidos libremente por voto popular, no importa por qué motivo. Correa lo sabe, pero respalda al TSE y envía a la fuerza pública para impedir el acceso de los diputados cancelados, en acción inequívocamente dictatorial. El Congreso ha sido virtualmente disuelto y ello rompe la Constitución.
A Correa le tiene sin cuidado. Su meta es absorber los poderes en imitación a lo que sucede en la Venezuela de su mentor Hugo Chávez. La vía que ha escogido es la maniobra política, la distorsión y tergiversación de la ley y la amenaza física contra quienes disienten a manos de garroteros a sueldo.
El responsable directo de la crisis y de la dictadura de facto que vive el Ecuador no es el Congreso, no es el TSE, es el presidente Correa. El abogado Antonio Rodríguez, en entrevista de hoy en Radio Quito, ha sido claro y certero. La primera acción dictatorial fue la imposición de la Asamblea.
Según la Constitución vigente, las enmiendas constitucionales son aceptables y deben seguir un trámite preciso y meticuloso. No se contempla, por lo mismo, la alternativa de una asamblea para crear una nueva Constitución y peor con todos los poderes, como quiere Correa y así acaba de ordenarlo al TSE.
Rodríguez dice con razón que el Congreso no debió ceder, no debió humillarse ante Correa y aceptar dar trámite al pedido de consulta para la Asamblea. Fue su primer signo de debilidad, cuyas consecuencias han sido inmediatas. Correa se ha sentido libre para hostigar a los congresistas y seguir adelante en su empeño de convocar a una asamblea cuya verdadera finalidad, él espera, sea que lo consagre presidente con poderes absolutos para así aplicar la “revolución ciudadana”, léase “bolivariana”.
Tanto Chávez como Correa invocan el nombre de Simón Bolívar para justificar su noción fascista de manejo del Estado. Quizás tengan razón. Después de todo, Bolívar buscó convertirse en presidente vitalicio, o rey. Pero halló oposición en muchos de quienes pelearon con él por la independencia de España, entre ellos Santander.
Bolívar quiso ser monarca o presidente vitalicio, pero no pudo. Contrasta que George Washington, el hombre clave de la Revolución Americana, una vez electo presidente de los Estados Unidos, recibió innumerables pedidos de sus partidarios para que acepte no solo la reelección, sino la presidencia vitalicia. Se negó sin titubear, permanentemente. Dijo haber luchado por implantar en América un sistema de gobierno distinto al de las monarquías europeas, que sea representativo y alterno y con una clara división de poderes como mecanismo para evitar el autoritarismo.
Bolívar murió tísico, arrepentido y amargado. Washington murió en la gloria y sigue siendo venerado. La herencia de Bolívar fue la fragmentación de la Gran Colombia y la incapacidad de que los países que la integraron pudiesen entender y vivir en democracia.
Bolívar declaró poco antes de morir que querría que se lo recordara en la historia ni tan grande como Napoleón ni “tan pobre diablo” como Washington. Este “pobre diablo” dejó los cimientos para crear la nación más democrática, estable y poderosa en la historia de la humanidad.
Mientras Correa continúa fraguando su gobierno fascista, surge la incógnita acerca de si el pueblo ecuatoriano continuará respaldándolo, pese a las llamadas de alerta de los comunicadores y líderes de la oposición. Una última encuesta indicaba que el respaldo que tiene es del 90%.
Pero esa opinión no es indicativa de que el pueblo tenga la razón. Hitler, Nasser, Fidel Castro e infinidad de otros caudillos fascistas de derecha e izquierda han tenido votaciones similares de respaldo a sus posiciones demagógicas y revanchistas. Si la mayoría aplaude a Correa, Correa probablemente seguirá en su postura arrogante y demoledora de la oposición.
¿Quién o qué lo detendrá? Los “forajidos” que “tumbaron” a Lucio Gutiérrez por su posición dictatorial, evidentemente ahora están con Correa. Los medios, la Iglesia Católica, líderes políticos de oposición censuran a Correa y le reclaman cordura, respeto a las leyes, diálogo. Es un imposible. ¿Serán entonces las fuerzas armadas las llamadas una vez más a intervenir si el conflicto desemboca en otra guerra fratricida?
Con las lecciones de Correa y Fidel, habría el peligro de que Correa continúe con sus mimos a los militares, a fin de lograr que ellos también se sumen a la “revolución ciudadana/bolivariana”. Tal parece estar ocurriendo en Venezuela, cuyos militares han comenzado a asistir a cursos de entrenamiento no ya en los Estados Unidos sino en La Habana.
En Venezuela se ha formado, por las dudas quizás, un ejército paralelo al ejército regular. Son los “camisas rojas (no pardas)” que recibirán, entre otras armas, parte de los 100.000 ametralladoras compradas en Rusia. Nada difícil que Correa tenga algo parecido en mientes.
Si tan lúgubres predicciones se cumplieran, el Ecuador pasará a formar parte del “Eje del Bien” con Chávez, Morales, Fidel, Ahmadinejad y más perlas fascistas que se vayan presentando en el camino.
Todos sus gestos, acciones y palabras parecen confirmar la intuición de que Correa será peor caudillo populista que Velasco Ibarra, Bucaram y tantos otros que han frenado el desarrollo del país.
Lo único alentador en medio de la crisis que en estos días vive el Ecuador es la actitud analítica de los principales medios de comunicación y sus columnistas, así como la firme determinación de los líderes de la oposición que Correa trata de avasallar.
Una de la diputadas cancelada por el Tribunal Supremo Electoral ha dicho que la oposición no se dejará vapulear como en Venezuela. Es la única opción. En el país de Hugo Chávez la oposición se desplomó cuando no supo contener al coronel, que en la anterior elección presidencial ganó con fraude.
El fraude fue evidente, pero los reclamos se paralizaron una vez que Jimmy Carter, el ex presidente demócrata de los Estados Unidos, declaró al mundo que los comicios en Venezuela eran válidos, cuando las denuncias de lo contrario, con pruebas irrefutables, aún no eran analizadas.
Si, es el mismo presidente que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus tesis contrarias al interés de los Estados Unidos y que ahora se alinea con Chávez y su grande y nuevo amigo Mahmud Ahmadinejad de Irán, gran instigador y financista del terrorismo internacional contra el cual están en guerra USA y sus aliados.
En el Ecuador ahora se afirma que “todos” los organismos del Estado violan la ley y la Constitución. Es probable que haya habido precipitación inicial de parte del Congreso cuando decidió sustituir al presidente del Tribunal Supremo Electoral por acatar la orden de Correa y lanzar la convocatoria a la consulta popular, sin previa aceptación del Congreso.
Pero es una precipitación si no justificable, al menos explicable. Fue fruto de la irritación por el proceder sumiso del TSE. La existencia y facultades de este tribunal emanan del Congreso y su misión es controlar las elecciones de manera independiente, pero no arbitraria. Se entiende que tiene atribuciones para frenar cualquier interferencia ilícita en los procesos eleccionarios, inclusive con la cancelación, de los funcionarios del Ejecutivo culpables.
Pero es absurdo que pretenda destituir en masa a 57 de los 100 diputados que fueron elegidos libremente por voto popular, no importa por qué motivo. Correa lo sabe, pero respalda al TSE y envía a la fuerza pública para impedir el acceso de los diputados cancelados, en acción inequívocamente dictatorial. El Congreso ha sido virtualmente disuelto y ello rompe la Constitución.
A Correa le tiene sin cuidado. Su meta es absorber los poderes en imitación a lo que sucede en la Venezuela de su mentor Hugo Chávez. La vía que ha escogido es la maniobra política, la distorsión y tergiversación de la ley y la amenaza física contra quienes disienten a manos de garroteros a sueldo.
El responsable directo de la crisis y de la dictadura de facto que vive el Ecuador no es el Congreso, no es el TSE, es el presidente Correa. El abogado Antonio Rodríguez, en entrevista de hoy en Radio Quito, ha sido claro y certero. La primera acción dictatorial fue la imposición de la Asamblea.
Según la Constitución vigente, las enmiendas constitucionales son aceptables y deben seguir un trámite preciso y meticuloso. No se contempla, por lo mismo, la alternativa de una asamblea para crear una nueva Constitución y peor con todos los poderes, como quiere Correa y así acaba de ordenarlo al TSE.
Rodríguez dice con razón que el Congreso no debió ceder, no debió humillarse ante Correa y aceptar dar trámite al pedido de consulta para la Asamblea. Fue su primer signo de debilidad, cuyas consecuencias han sido inmediatas. Correa se ha sentido libre para hostigar a los congresistas y seguir adelante en su empeño de convocar a una asamblea cuya verdadera finalidad, él espera, sea que lo consagre presidente con poderes absolutos para así aplicar la “revolución ciudadana”, léase “bolivariana”.
Tanto Chávez como Correa invocan el nombre de Simón Bolívar para justificar su noción fascista de manejo del Estado. Quizás tengan razón. Después de todo, Bolívar buscó convertirse en presidente vitalicio, o rey. Pero halló oposición en muchos de quienes pelearon con él por la independencia de España, entre ellos Santander.
Bolívar quiso ser monarca o presidente vitalicio, pero no pudo. Contrasta que George Washington, el hombre clave de la Revolución Americana, una vez electo presidente de los Estados Unidos, recibió innumerables pedidos de sus partidarios para que acepte no solo la reelección, sino la presidencia vitalicia. Se negó sin titubear, permanentemente. Dijo haber luchado por implantar en América un sistema de gobierno distinto al de las monarquías europeas, que sea representativo y alterno y con una clara división de poderes como mecanismo para evitar el autoritarismo.
Bolívar murió tísico, arrepentido y amargado. Washington murió en la gloria y sigue siendo venerado. La herencia de Bolívar fue la fragmentación de la Gran Colombia y la incapacidad de que los países que la integraron pudiesen entender y vivir en democracia.
Bolívar declaró poco antes de morir que querría que se lo recordara en la historia ni tan grande como Napoleón ni “tan pobre diablo” como Washington. Este “pobre diablo” dejó los cimientos para crear la nación más democrática, estable y poderosa en la historia de la humanidad.
Mientras Correa continúa fraguando su gobierno fascista, surge la incógnita acerca de si el pueblo ecuatoriano continuará respaldándolo, pese a las llamadas de alerta de los comunicadores y líderes de la oposición. Una última encuesta indicaba que el respaldo que tiene es del 90%.
Pero esa opinión no es indicativa de que el pueblo tenga la razón. Hitler, Nasser, Fidel Castro e infinidad de otros caudillos fascistas de derecha e izquierda han tenido votaciones similares de respaldo a sus posiciones demagógicas y revanchistas. Si la mayoría aplaude a Correa, Correa probablemente seguirá en su postura arrogante y demoledora de la oposición.
¿Quién o qué lo detendrá? Los “forajidos” que “tumbaron” a Lucio Gutiérrez por su posición dictatorial, evidentemente ahora están con Correa. Los medios, la Iglesia Católica, líderes políticos de oposición censuran a Correa y le reclaman cordura, respeto a las leyes, diálogo. Es un imposible. ¿Serán entonces las fuerzas armadas las llamadas una vez más a intervenir si el conflicto desemboca en otra guerra fratricida?
Con las lecciones de Correa y Fidel, habría el peligro de que Correa continúe con sus mimos a los militares, a fin de lograr que ellos también se sumen a la “revolución ciudadana/bolivariana”. Tal parece estar ocurriendo en Venezuela, cuyos militares han comenzado a asistir a cursos de entrenamiento no ya en los Estados Unidos sino en La Habana.
En Venezuela se ha formado, por las dudas quizás, un ejército paralelo al ejército regular. Son los “camisas rojas (no pardas)” que recibirán, entre otras armas, parte de los 100.000 ametralladoras compradas en Rusia. Nada difícil que Correa tenga algo parecido en mientes.
Si tan lúgubres predicciones se cumplieran, el Ecuador pasará a formar parte del “Eje del Bien” con Chávez, Morales, Fidel, Ahmadinejad y más perlas fascistas que se vayan presentando en el camino.
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