La Corte Suprema de Justicia, por complacer a Obama, sigue haciendo añicos a la Constitución de los Estados Unidos, lo que puede acelerar la decadencia de su sistema democrático.
Hace tres años, con la acción decisiva del presidente de la Corte, John Roberts (nombrado por el Senado a petición de George W. Bush), rescató al Obamacare, la ley destinada a forzar de modo obligatorio el servicio de salud, lo cual está prohibido por la Constitución.
La ley, que el Congreso demócrata aprobó contra la voluntad popular y sin un solo voto republicano, penaliza al ciudadano que no adquiere una póliza de salud. Según la Constitución, ningún servicio de tal naturaleza puede ser mandatorio. Pero Roberts se las inngenió para decir que la multa no era tal, sino un impuesto.
Y que el impuesto era legal pues la ley fue aprobada por el Congreso, incluída la Cámara de Representantes, la única rama encargada de crear tributos. Esa “multa”, pues, era un “impuesto” gracias al malabarismo verbal de Roberts y los cuatro jueces obamistas que lo respaldaron.
La ley pudo haber muerto si la Corte lo declaraba entonces inconstitucional y pudo haberla frenado el jueves pasado, en otra instancia similar. La ley, según la redactaron sus autores y aprobaron los congresistas demócratas, establecía que los nuevos asegurados al Obamacare podían acceder a los subsidios federales, solo si la ley era acogida por los Estados.
Pero 17 Estados la rechazaron por lo cual algo más de 6 millones de personas habrían quedado sin subsidio para cubrir el costo de los seguros. La Corte, por presión de John Roberts, volvió a rescatar a Obama y su ley “progresista” resolviendo que los legisladores demócratas erraron al redactar de modo “ambiguo” ese acápite de la ley. Y él lo corrigió.
Eso es legislar. Y la CSJ no legisla, esa es misión exclusiva del Congreso Federal y de los Congresos Estatales. Roberts, con el Obamacare, pues, ha roto dos veces la Constitución. Y la Corte (aunque esta vez Roberts se excluyó), la volvió a quebrar el viernes pasado al añadir otro derecho a la Constitución, el del matrimonio homosexual.
A la Constitución no se la reforma de un solo tajo, con la mayoría de 5/4 de jueces de la CSJ. Es un proceso complejo que arranca en el Congreso Federal y pasa por el escrutinio de los 50 Estados, cuyas 3/4 partes tienen que aprobar la enmienda propuesta. La Constitución de 1778 tiene, por ello, solo 27 enmiendas.
El respeto a la Constitución de los Estados Unidos (y su inspiración, que es la Declaración de la Independencia) ha sido la garantía de estabilidad, prosperidad y libertad en este país. Los principios en ella expresados, que básicamente radican el poder en el pueblo, no tienen precedentes en la historia de la humanidad.
Ese poder se delega temporal y condicionadamente al Congreso para que legisle y forme un gobierno, el cual debe siempre actuar bajo consenso. Para evitar (débil como es la naturaleza humana) las tentaciones y distorsiones del ejercicio del poder, los creadores de la Constitución dividieron al gobierno en tres ramas para que se controlen y fiscalicen mutuamente.
La rama con más fuerza era y debió seguir siéndolo, el Congreso. Y la más débil, la judicial. Con el paso del tiempo ahora se constata que la CSJ se ha convertido en la rama capaz de alterar el sistema de vida y las leyes naturales de la nación, al botar por la borda la institución ancestral del matrimonio, que ni siquiera la Constitució necesitó definirla.
No la definió, por “self evident”, esto es, que no necesita demostración, como el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, que se citan como ejemplo en la Declaración de la Independencia. Cuando la CSJ dijo que era lícito matar a los seres humanos en el vientre materno (resolución sobre el aborto en 1973) y cuando ahora afirma que es legal el matrimonio homosexual, abomina de la Constitución, del sentido común, la ley natural, la Constitución y las “self evident truths” de la Declaración de la Independencia.
La mayoría del pueblo lo cree así. En 37 de los 50 Estados de la Unión hubo votaciones, referendos y resoluciones legislativas reafirmando que el matrimonio es una institución (no un derecho) que ampara la unión entre un hombre y una mujer para la perpetuación de la especie. Pero en casi 20 años ha habido jueces estatales y federales que han rechazado el voto popular, por “inconstitucional”.
¿Puede existir algún pronunciamiento más “constitucional” que la votación libremente expresada en las urnas? Hay quienes comparan la “conquista” de los homosexuales con la decisión de las CSJ de abolir la prohibición al matrimonio interracial en el decenio de 1960. Matrimonios interraciales ha habido desde tiempos bíblicos. Se los siguió prohibiendo aquí como rezago del racismo fomentado por los demócratas.
(El asesinato de nueve personas negras en la Iglesia bautista de Carolina del Sur ha desatado una fiebre por extinguir los símbolos esclavistas, que incluyen no solo la bandera confederalista, sino estatuas de Jefferson, Washington y otros personajes. ¿Qué tal si se pide censurar al peor símbolo esclavista de toda la historia de los Estados Unidos, causante de la Guerra Civil, que es el partido Demócrata? Lea detalles en este link)
En cambio jamás en la humanidad se ha vulnerado la institución ancestral del matrimonio entre un hombre y una mujer. Se han dado casos inclusive de bestialismos, pero nunca de “matrimonios” homosexuales. Ha habido, si y habrá homosexualidad, pero nunca se la ha exaltado al punto de pintar la Casa Blanca con sus colores emblemáticos como ocurrió con Obama este pasado fin de semana.
Los panegiristas homo hablan de que la decisión pro gay de la CSJ es un triunfo del amor. Difícil probarlo. Un periodista, con una video cámara oculta, visitó a un gay bar e hizo entrevistas a varios homosexuales adultos y les averiguó la historia de sus iniciaciones. Todos aceptaron que su vida homosexual comenzó a los 13, 14, 15 años por asalto de un adulto pederasta.
Indicaron que ellos, a su vez, sedujeron en la práctica homosexual a sus amigos adolescentes, en esa etapa de exploración e incertidumbre de la sexualidad y que más tarde en su edad adulta, se convirtieron a su vez en predadores de menores. ¿Es eso amor o desviación sexual?
Nadie predica la violencia contra los homosexuales. En el Irán, cuyo régimen fascina a Obama, se obliga al homosexual masculino a someterse a una operación para transformarse en mujer y viceversa ocurre con la mujer homosexual. En la antigüedad a los homosexuales se los destinaba a la hoguera, se los empalizaba o daba muerte en varias formas.
No se sugieren castigos para quienes voluntariamente o no opten por unirse a seres del mismo sexo. Pueden mutuamente concederse todos los derechos que deseen, pero ni la sociedad, ni el Estado ni la CSJ pueden ni deben reconocer a esas uniones como matrimonios equiparables con la unión ancestral e institucional del matrimonio entre un hombre y una mujer.
La decisión de la Suprema, por inconstitucional, no se ha convertido de hecho en ley de la nación que hay que acatar, como han sugerido algunos candidatos presidenciales, incluso del GOP. Lo que procede es aplicar la misma Constitución para interpelar a esos jueces que no han actado el mandato popular, para juzgarlos y destituirlos.
El pueblo no ha rescindido su poder en favor ni de Obama ni de cinco jueces de la Corte Suprema. Nadie les ha facultado a ellos para legislar a discreción, más allá de las atribuciones específicas que les ha otorgado la Constitución.