Friday, January 18, 2013

TODOS SOMOS CRIMINALES


No el faltaba razón el otro día a Rush Limbaugh, el popular comentarista de radio, que una de las diferencias clave entre los demócratas que siguen a Obama y el resto de ciudadanos es que los demos creen que la mayoría aquí es mala, inmadura, insuficientemente preparada para auto conducirse por si misma responsablemente.
Por lo mismo, hay que acosarla, o como Obama y los suyos dicen, hay que ayudarla con un cúmulo de regulaciones para todo a fin de que se bata en la vida sin delinquir, sin sufrir y sin la penuria de competir desde la cuna hasta la sepultura. Esas regulaciones tienen que ser dictadas por unos pocos iluminados desde el gobierno y ser acatadas sin reparo.
Mientras menos réplica haya a los dictados y mientras más autoridad se otorgue a los gobernantes, mayor y más fluída sera la felicidad sobre todo para los menos afortunados que no han llegado a prosperar por culpa, dicen, de los pocos que han forjado su riqueza no por esfuerzo e iniciativa propios, sino por explotación de los pobres.
La desigualdad de ingresos buscan lograrla redistribuyendo la riqueza de los que la poseen, descuidando el detalle de fijar normas y formas para restituirla. La riqueza redistribuida, o sea confiscada, no va a las alcancías de los pobres, como sugiere la demagogia, sino a las arcas fiscales agudizando el problema inflacionario.
Si el sector empresarial privado es hostilizado y obstruído, deja de producir y expandir su producción y con ello habrá menos empleos y menos tributos para el fisco, que busca justificar la confiscación con subsidios y servicios públicos gratuitos que cada vez contarán así con menos recursos fiscales para continuar.
El populismo que respalda este régimen confiscatorio, crea poder por el apoyo de las multitudes confusas, ilusionadas con las dádivas que son irremisiblemente efímeras. En el fondo, como dice Limbaugh, la izquierda liberal que amamantó a Obama y a su séquito no busca el bienestar temporal o no de los débiles, sino mayor poder a través de un gobierno cada vez más concentrador.
Si la verdad fuera otra, no habrían propulsado medidas como el de la lucha contra la pobreza de Lyndon B. Johnson, que en más de medio siglo ha dilapidado trillones de dólares de impuestos y lo único que ha logrado es un hinchamiento de agencias, burócratas y corrupción y el estancamiento y aumento de la pobreza.
Si fuera sincera la condolencia de los demos hacia los pobres, procurarían crear condiciones y oportunidades para que la gente pobre se abra paso y por su propio esfuerzo logre ascender en la escala social, económica y cultural. La igualdad de resultados no solo es imposible sino repulsiva porque significa ahogamiento de las libertades individuales y consolidación del poder en manos de los detentadores del poder. 
Los demócratas en época reciente quieren aparecer como defensores no solo de los pobres en general, sino de las minorías, de las mujeres y de los negros en particular. La historia dice lo contrario y ello explica el fracaso de las medidas por ellos adoptadas para querer favorecerlos, incluso ahora que en la Casa Blanca está un negro/mulato aunque no descendiente de esclavos.
Obama, cuya verdadera identidad se desconoce, va a asumir su segundo mandato el próximo lunes, dia de MLK y dará su discurso a la Nación el 12 de febrero, fecha aniversaria del nacimiento de Lincoln con quien quiere identificarse por manumisor de los esclavos. Para acentuar, jurará en dos Biblias, una de Lincoln y otra de Jefferson. ¿Querrá asi disuadir a quienes creen que su formación musulmana en la niñez no se ha disipado?
Además pretende manipular el mensaje de la película que sobre Lincoln, dirigida por el “liberal” Spielberg, se sigue exhibiendo en las salas del mundo. Allí se refleja la extraordinaria calidad de liderazgo de Lincoln y su destreza para lograr respaldo del Congreso a su decisión de liberar a los esclavos en 1863.
Si algo no ha sido Obama es negociador. La Emancipación pasó en el Congreso con el respaldo bipartidista, tras arduas conversaciones que se dramatizan en la película. Para Obama y los demócratas compromiso lo hay solo cuando la parte republicana contraria cede a sus pedidos sin  contrapartida. Como en el Obamacare, aprobada por la fuerza y el engaño  sin apoyo republicano alguno y sin que fuera leída por los congresistas.
La gran obra de Lincoln, republicano, se truncó con su asesinato. Sin él tropezó la gran misión que se había propuesto de restaurar las heridas ocasionadas por la crudelísima Guerra Civil. Los lados extremos obligaron a aplazar ese sueño por más de cien años. La extrema abolicionista bloqueó la ayuda humanitaria y financiera prevista para rescatar al Sur devastado. Y los del Sur rechazaron la integración de los esclavos.
¿A qué partido pertenecían los esclavistas? Al demócrata. Fueron los creadores del Ku Klux Klan para organizar linchamientos y toda suerte de manifestaciones para impedir que los negros sean tratados como seres humanos, sin distinción con los blancos o de cualquier etnia. Uno de los líderes notorios del KKK fue  el senador demócrata por West Virginia Robert Byrd, en el Congreso desde 1953 al 2010 (el período más largo jamás registrado). En su funeral Bill Clinton lo exaltó y exculpó por su pasado racista.
Hacia mediados del siglo pasado la actitud demócrata comenzó a cambiar con los negros. Pero no con la orientación ni inspiración de un Martin Luther King Jr., miembro del Partido Republicano, sino por conveniencia política. En el fondo ellos siguen considerando a los negros, igual que Jefferson, seres inferiores a los que como tales hay que sobreproteger. De ahí la “affirmative action” que impone trato preferente a los negros por el solo hecho del color de su piel, para ser admitidos en empleos y estudios. 
Ese enfoque humilla y ha degradado la calidad académica, afectando el trato por rendimiento y conducta en  empleados y estudiantes y ha desestimulado el sentimiento de autoestima en los negros. Eso si, ha aumentado la dependencia del gobierno. Es elocuente lo que dijo Clinton cuando su mujer Hillary terciaba por la nominación presidencial demócrata frente a Obama. “Este tipo no sirve ni para servirnos un café”, dijo. 
Los demos también quieren aparecer como campeones de los derechos de la mujer. Lo hacen favoreciendo el aborto y el uso subsididados de anticonceptivos y el gay marriage. Las tres instancias no han liberado a la mujer. La han denigrado y reducido a la satisfacción irresponsable de los apetitos sexuales del macho, desde la más temprana edad. La institiución ancestral, biológica y éticamente indispensable del matrimonio se debilita y proliferan los hijos de una sola madre o de dos madres o dos padres, destinados a deambular desconcertados en medio de una sociedad sin brújula.
Las mujeres obtuvieron el derecho al voto tras un largo proceso que se inició a fines del siglo XIX y culminó en 1920 con la enmienda constitucional 19 . Ello, a pesar de la cerrada oposición de los demócratas.
Hoy Obama quiere convencer de ser el gran defensor de los niños. Otro desquiciado cometió un asesinato colectivo de niños en una escuela y aprovechó esa ocasión para arremeter, no contra los asesinos, sino contra los inocentes. Quisiera prohibir, lo que no puede, pero si restringir el uso de armas de fuego, como si quienes ocasionaran estas muertes fueran los ciudadanos comunes portadores de armas para su defensa personal y familiar. 
El derecho a portar armas es un derecho constitucional creado al fundarse la República, no para solo para cazar, sino para una eventual defensa popular contra las tiranías o contra cualquier reincidencia colonialista. ¿Cuál de los empresarios o de esos hombres ricos que detesta Obama, dueños de armas de fuego ha ocasionado muertes o masacres? Quienes lo hacen son criminales  y dementes que no se paran en registrarse  para  adquirir armas en el mercado clandestino. 
Hay más muertes con dagas, mazas, estrangulamientos y golpes de puño que con armas de fuego. A diario se registra, aunque no se reporte, hechos delictivos y muertes evitadas porque el agredido repelió, hirió o mató al atacante. Por cierto hay restricciones para las ventas, que es preciso reforzar como en la aplicación de toda ley. Pero el sueño demócrata de desarmar al pueblo, que es el sueño de toda tiranía, no se logrará jamás.
Parece que así lo ha entendido Obama, pues sus propuestas de control de la violencia con armas de fuego o ya están contempladas en la ley o sabe que no serán aprobadas por el Congreso. Mayor complejidad política habrá con su tozudez por seguir con el endeudamiento y el gasto fiscal ilimitados.
Ha sido sarcástico, amenazante y mentiroso al pedir al Congreso que eleve el tope o límite de endeudamiento a más de 16.4 trillones de dólares, sin compromiso inmediato de poner orden en el gasto, que solo en sus primeros cuatro años de gobierno llegó a 5 trillones. Dijo que aumentar el techo no es autorizar más deuda, sino que servirá para pagar deudas anteriormente contraídas.
Es como si un adolescente exigiera que se le otorgue una nueva tarjeta de crédito para pagar la deuda que no pudo pagar con la tarjeta anterior. Lo obvio sería negarle al adolescente y a Obama la nueva tarjeta y que se le obligue a pagar las deudas  contraídas (o al menos al pago de intereses) con reajustes forzados del ritmo de gastos.
Como en broma o en serio, un premio Nobel de Economía sugería a su coideario Obama que emita una moneda de 1 trillón de dólares para depositarla en la Reserva Federal en caso de negativa del alza del techo, a fin de tenerla como respaldo para pagar gastos fiscales futuros. Parecería de ficción pero recuérdese que hasta que Nixon acabó con el respaldo oro para emitir dólares, el sistema financiero y monetario comenzó a resquebrajarse a nivel mundial.
Con gobernantes proclives a emitir dinero sin respaldo y sin freno para satisfacer políticas populistas y demagógicas como aquí, en Europa o en cualquier otra nación irreflexiva, el fenómeno inflacionario va camino de adquirir dimensiones escalofriantes por catastróficas. Las cuales sobrevendrán si no se bloquea a tiempo a utopistas como Obama, Chávez, Castro o cualquier Correa de cualquier parte. 

Sunday, January 13, 2013

IRONÍAS SOCIALISTAS


El presidente de Francia François Hollande, antípoda del estereotipio  francés de lógica y mesura, acaba de adoptar una decisión en absoluto sensata: ordenó a sus fuerzas armadas que repelen a sangre y fuego la agresión de extremistas islámicos a la antigua colonia de Malí.
Bastó una sola noche de acción de los cazabombarderos para que ese país, lindante con Túnez, Niger y Mauritania, quedara a salvo del asedio de Al Qaida y demás satélites, que buscaban derrocar al régimen instituído para sustituirlo con otro ceñido a la ley medieval del Sharia.
Estaban envalentonados por lo que está ocurriendo en otras regiones del África, donde el extremismo musulmán se está imponiendo sin resistencia. Es lo que ha ocurrido en Egipto, por ejemplo, donde tras el derrocamiento de Mubarak, aliado de Occidente, se impuso la Muslim Brotherhood o Hermandad Musulmana.
En el seno de esta hermandad fructificó Al Qaida, que por dos ocasiones atacó a los Estados Unidos. Primero contra las Torrres Gemelas de Nueva York en 1993, en intento semi fallido orquestado por el  “jeque ciego” Omar Rahman, apresado y sentenciado en esa ciudad. Y luego contra las mismas Torres y el Pentágono, en el 2001.
El segundo atentado destruyó por completo los edificios y causó casi 3.000 muertos, incluídos los pasajeros que frustraron el ataque de una tercera  aeronave dirigida presumiblemente contra el Capitalio o la Casa Blanca en Washington. La mente gestora de este holocausto era Bin Laden, jefe de Al Qaida, localizado y muerto apenas el año pasado.
George W. Bush era el presidente en el 2001. En retaliación por el ataque dispuso el ataque a Afganistán, cuyos talibanes (otra hechura de la Hermandad, al igual que el Hamas) habían asilado a Al Qaida para que fraguara la muerte de inocentes en USA. La guerra se extendió al Irak porque los servicios de inteligencia detectaron que Hussein, el dictador iraquí, estaba involucrado en la misión islámica de guerrear contra Occidente. 
La información provenía no solo de agencias norteamericanas sino del  Reino Unido, Francia y otros países aliados. El asunto se agravaba porque Hussein usó armas químicas para matar a sus compatriotas y había indicios de que peparaba una arsenal nuclear. El general Colin Powell exhibió fotografía de grandes camiones que cruzaban el desierto hacia Siria, para evitar que enviados de Naciones Unidas comprobaran la veracidad de los informes, antes del ataque de USA y 37 naciones aliadas.
Tras la invasión los militares no pudieron hallar rastros de armas atómicas o laboratorios, ni tampoco químicas. Todas habían desaparecido en el lapso que medió entre las negociaciones diplomáticas en Naciones Unidas y la decisión de atacar, que tuvo respaldo unánime del Congreso y los aliados europeos, fundamentalmente.
La guerra aún continúa en Afganistán y en Irak y demora más que la Mundial (1939 a 1941). Y Al Qaida no ha sido liquidada como lo fue el Eje nazi fascista. Peor aún, sigue cobrando cada vez más fuerza y se ha posesionado directa e indirectamente de otros países además de Egipto y en alianza con Irán, está en la cruzada de extender su dominio por otros lares, tal como se registró con el nazifascismo y el comunismo.
¿Qué ocurrió en Afganistán e Irak? A Bush le faltó la entereza de ordenar no solo atacar a los talibanes, en el un caso y derrocar a Hussein en el otro, sino algo fundamental: lograr la victoria. Por desgracia, el espíritu de excepcionalismo y de superioridad sobre el enemigo se ha ido debilitando aquí a raíz de la terminación de la II Guerra Mundial.
La URSS fue aliada de USA contra el Eje, pero ahí terminó toda razón para continuar con la alianza. Estados Unidos, como el Reino Unido, Francia y otras naciones líderes de Europa más Canadá y otras, tenían poco en común con Moscú. Mientras los primeros buscaban que la libertad se esparza por todo el orbe, la URSS manipulaba para expandir la ideología y dominio del comunismo.
Se inició la Guerra Fría entre dos grandes potencias: la de Washington que basaba prosperidad con libre mercado y el libre albedrío de los individuos y el comunismo y afines que creían y creen, que el bienestar de la sociedad está dado y debe ser regulado por el Estado, sacrificando las libertades individuales. 
Desafortunadamente y por lo mismo que en Occidente prevalecen la libertad para opinar, disentir y decidir, no siempre ha habido unanimidad de criterios acerca de los beneficios de vivir en democracia. Moscú manejó con habilidad la propaganda e infiltración en Occidente, logrando adeptos, a veces simulados, en niveles de alta influencia como las universidades, los intelectuales y artistas, Hollywood, el gobierno y en los principales medios de comunicación. 
Cuando el senador Eugene McCarthy emprendió una campaña de denuncias documentadas acerca de esta infitración, se lo acusó de extremista demencial. Años más tarde se verificó que los periodistas, artistas, diplomáticos y altos burócratas denunciados por el, eran en verdad espías pagados. Pero ya McCarthy había fallecido escarnecido.
Esa mentalidad pro Moscú, pro comunista, no ha desaparecido. Es la que influyó para que se comenzara a calificar a USA como imperio agresor, pese a que sin su aporte el Eje nazifascista habría triunfado. Cuando el general McArthur pidió máximo poder militar para derrotar a los invasores chinos y rusos en Corea, el presidente demócrata Harry Truman, el mismo que declaró la Guerra Fría, le negó respaldo y la guerra por primera vez para USA no terminó en victoria, sino en un armisticio del cual todavía no se sale.
Esa actitud derrotista, ese negar la evidencia de que si se entra en una guerra hay que ganarla, como lo dijo McArthur, se repitió en Vietnam. El “imperio” yanqui no tenía nada que ver con esa colonia francesa. Pero el imperio sinosoviético si, pues pensaba extener su imperio con una invasión militar de la península. 
Como en Corea, en Vietnam también intervinieron las Naciones Unidas para fenar la agresión. La carga mayor, militar y economíca, recayó una vez más en los Estados Unidos. La victoria estaba ad-portas hasta que se irguió la peste negra del derrotismo. Los medios escritos y audiovisuales, con “anchors” tan “profesionales” como Walter Cronkite en CBS, comenzaron a retratar a los norteamericananos como los agresores y a los “rojos” como a los liberadores.
La rebelión juvenil asi atizada estalló en calles y universidades, se quemaron banderas norteamericanas y se multiplicó la resistencia a enlistarse en las fuerzas armadas. John Kerry, ahora a punto de convertirse en Secretario de Estado, era a la sazón oficial naval e inició una campaña antimilitarista que no ha cesado hasta la fecha. En acto de traición, dialogó y negoció secretamente en París con los enemigos Vietcong.
Jane Fonda, la atractiva actriz, fue más allá. Fue a Hanoi, la capital de Vietnam del Norte y se hizo fotografiar al pie de cañones con vietcongs adiestrados para matar a sus compatriotas. A poco el Congreso quitó los fondos para la guerra “criminal” y ésta cesó. Los combatientes sobrevivientes fueron abucheados a su retorno, no importaba si venían heridos y mutilados.
En los casos de Irak y Afganistán no se han ganado las guerras porque no se las ha querido ganar, como en Corea y Vietnam. Las reglas de juego para combatir han sido ridículamente reformadas para otorgar derechos civiles al enemigo. El soldado en peligro de morir tiene que vacilar y consultar antes de defenderse. La masculinidad se ha mermado con la exaltación al homosexualismo y el fracturamiento de las barreras biológicas con la femineidad.
Las fuerzas armadas victoriosas de antaño, ya no lo son más. Peor con el actual demócrata Barack Hussein Obama, quien públicamente ha aborrecido en suelo extranjero de las “atrocidades” cometidas por esta nación por lo que ha pedido perdón. En El Cairo, además, dijo la mentira histórica de que la religión musulmana ha sido tan importante en la formación de  los Estados Unidos como lo ha sido el judaismo y el cristianismo.
Su padre biológico, de Kenya, fue musulmán. Cuando Barack vivió su niñez en Indonesia con su padre adoptivo, fue musulmán y se educó en escuelas musulmanas. Quizás ello explique su barbaridad histórica acerca de los orígenes de esta nación y su repliegue total en la resistencia contra la expansión islámica, iniciada a medias por su predecesor. 
Si no se rescata el liderazgo firme de los Estados Unidos en la lucha contra las tiranías, cuyo enemigo central son las democracias liberales, las tiranías continuarán proliferando en sus variados matices: musulmán y las variantes jihadistas, hamas, talibanes o populistas como las de Cuba y ottras naciones latinoamericanas.
Si John F. Kennedy, demócrata, se mantenía firme en el plan para frenar a la URSS en Cuba, Castro estaría muerto o preso. Si Truman, otro demócrata, reflexionaba, hoy no habría sino una sola Corea próspera, libre y democrática. Lo propio podría decirse de Johnson con Vietnam o de la vía libre que se está dando a Irán para que se alíe con tiranuelos sudamericanos.
El trueque de la posición respaldada en la fuerza económica y militar por la de diplomacia de retaguardia no da resultados. Allí están los ejemplos de Egipto o de Libia con el reciente sacrificio del embajador yanqui y varios empleados diplomáticos. Theodore Roosevelt decía que diplomacia sin el respaldo de la fuerza no es diplomacia.
Ninguna ley o regla o acuerdo de convivencia se cumplen simplemente porque son buenos. Se cumplen porque hay una sanción si se incumplen. En la vida diaria asi como en la vida entre naciones. Los regímenes autárquicos de cualquier especie detestan la democracia y buscan destruirla. Ésta tiene que defenderse diplomáticamente en una primera instancia, pero con la fuerza militar si se hace inevitable.
Las guerras no desaparecerán  mientras los pueblos existan. Son como las enfermedades para los seres humanos. De pronto surgen y hay que estar peparados para evitarlas y reprimirlas con fortaleza. El cáncer no se detiene con persuasión. El islamismo extremo es como un cáncer.
En ese sentido, lo hecho por Hollande, quien por las torpezas fiscales y económicas que ha cometido se dice que está a la izquierda de Obama, es un ejemplo a ser imitado por las demás naciones libres, pero por sobre todo por los Estados Unidos. Porque si los Estados Unidos, por voluntad de quienes están ahora en el poder, renuncia a su liderazgo mundial, alguna otra potencia tendrá que sustituirla.
Las naciones no pueden seguir marchando a la deriva, desconcertadas. 
  

Friday, January 4, 2013

¿Y AHORA CON OBAMA QUÉ?


El prsidente demócrata Barack Hussein Obama tiene motivos para disfrutar a sus anchas de la delicias de Hawai, a donde ha viajado con su séquito familiar y de íntimos para “descansar” luego de una nueva victoria aplastante sobre los republicanos.
Después de todo, consiguió lo que quería: una elevación brutal de los  impuestos para todos y un increible desvío de la atención ciudadana hacia el problema central de la economia en crisis, que es el excesivo gasto fiscal y un endeudamiento público que acaba de rebasar el límite de los 16.4 trillones de dólares.
La opinión generalizada entre patidarios y opositores es que el liderazgo del GOP falló en su intento de nutralizar la manipulación del equipo de la mafia que rodea a Obama. Aparentemente es así, si uno se atiene a los resultados del reciente enfrentramiento entre John Boehner, de la Cámara de Representates y el Presidente. 
Boehner, pesidenre de la Cámara de Representantes y líder del GOP, se oponía a la propuesta de Obama de prorrogar la exención tributaria solamente para aquellos cuyos salarios no sean mayores de 250.000 dólares anuales. La exención, dispuesta por el Presidente George W Bush hace diez años para estimular la economía gravemente golpeada por el ataque terrorista del 9/11, era extensiva a todos.
Se trataba de una trampa de Obama. Frente a la posición doctrinaria anti tributos del GOP, él planteaba precisamentre aliviar de impuestos a todos los que ganan hasta 250.000 para gravar únicamente a los “ricos” con ingresos superiores a esas cifras. Si el GOP se negaba a ello, eran los demos los que aparecían como defensores de la baja de impuestos mientras que los republicanos aparecían como opuestos solo por defender a los millonarios.
Era otra estratagema para corroer al sistema capitalista, para fomentar la lucha de clases y la sensación falsa de que los empresarios de éxito lo eran merced a la explotación de los pobres por lo que había que castigarlos para que paguen “un justo precio” a la sociedad.
La dialéctica republicana fue frágil y pese a que exhibió argumentos de tipo técnico irrefutables acerca del daño que ocasionarían más impuestos en una época de crisis que afectaría a los verdaderos creadores de riqueza y empleo, olvidó un detalle también irrefutable: Obama es distinto, engaña y juega con reglas nunca antes utilizadas en la historia política de este país.
El GOP dejó de lado el tema central del excesivo gasto y endeudamiento del actual mandatario (5 trillones de dólares en cuatro años, más que todos sus prdecesores juntos) y se concentró en el problema impuestos. Si la exención tributaria era imposible extenderla a todos, al menos se justfiicaba intentarlo para una fracción, dijo el GOP. Se pugnó por elevar el tope a un millón de dólares anuales, Obama concedió que sea 450.000 y el acuerdo así se logró.
Adicionalmente se involucraron aumentos al pago de impuestos de ganancias de capital, al tributo en el rol de pagos, a las herencias y, por sobre todo, las nuevas cargas por el Obamacare, una estatización de los servicios de salud que resultarán más caros e ineficientes para todos.
Obama eludio el asunto corte del gasto y más bien anticipó que no cabe ningún recorte, salvo en la defensa nacional, para evitar que se  afecten los segmentos más débiles de la sociedad. En suma, la victoria de Obama sobre el GOP es una reiteración de su propósito de transformar a esta nación democrática y capitalista en una de bienestar social. 
Bienestar social responde a la utopía eterna, con raíces en Platón, de dejar el manejo de la sociedad a un gobierno cada vez más fuerte e impermeable a la crítica y al mandato de responder responsablemente ante los ciudadanos. Los derechos ciudadanos, según ese esquema, se regulan, estipulan y administran por parte de una elite que se cree la más apta y por tanto ajena a réplica alguna.
Pero es una quimera inalcanzable que ha fracasado sin excepción en todos los casos recientes y antiguos de la historia. La razón es simple: el poder de los gobiernos centralizados se logra con merma de las libertades individuales y la opresión tiene su límite. En lo económico, igual el bienestar y la dádiva ilímite se estrellan contra la realidad de la terminación de los recursos.
Las muchedumbres de obamistas están felices hoy con food stamps, con smart phones gratuitos, con subsidios por desempleo indefinidos, con pensiones sin respaldo financiero de retiro para profesores y otros empleados del Estado y corporaciones susidiadas como la General Motors.
Es por esos y otros subsidios y gastos superfluos que la deuda alcanza ya a 14.4 trillones de dólares, por sobre la riqueza nacional. Obama da la idea engañosa de que el déficit y la deuda van a paliarse si los ricos pagan “lo justo” (Los ricos pagan alrededor del 70% del total del impuesto a la renta, el 50% de pobres paga 0). No es así y el comprobarlo no altera la situación. La gente está feliz, pero si toda la riqueza en manos de los millonarios se confiscara no serviría para reducir ni una pizca de la monstruosa deuda.
Experiencias de los gobiernos de bienestar social en Europa han conducido a la recesión y a un desempleo impresionantes. Nada mágica ni esotérica es la causa: los gobiernos gastán más de lo que reciben por tributos y si no se rectifican, quiebran. ¿La solución? Que paguen los ricos dice los utópicos. Pero no solo dentro de Grecia, Italia, España o Portugal, sino los ricos de la Unión Europea, concretamente Alemania.
¿Y en el caso de los Estados Unidos? La farsa de Obama colapsará muy pronto, pues se niega a reducir el gasto y a revisar los parámetros de las prestaciones sociales que se ven próximas a la quiebra como el Seguro Social, el Medicare y el Medicaid. Los bonos emitidos para más endeudamiento ya no  encontrarán mercado con la facilidad de antaño por China o Japón.
Además, la avalancha de impuestos que ha comenzado ayer, deprimirá aún más la inversión y la creación de empleos, (con tasa de desempleo  que aún bordea el 8% desde hace cuatro años). Si la maquinaria productiva recesa en todos los frentes y aumenta el gasto sin respaldo, se acelerará la inflación que es el peor impuesto a los pobres y decaerán los ingresos fiscales.
Los republicanos, para defenderse del bochornoso drama del “abismo fiscal”, dicen que queda pendiente la discusión de si se eleva o no el “techo” de la deuda, que es un artificio que los dos partidos se ingenieron hace varios años para poner de alguna forma un tope a la enfermedad endémica de los gobiernos por endeudarse irresponsablemente.
Pero cada año, con el pretexto de salvar al país de un estancamiento del gobierno por falta de recursos, el Congreso ha elevado el “techo” hasta límites obscenos, como el que hoy rige. Mas el GOP dice que esta vez, si, no se dará paso al aumento del techo si Obama no pone sobre la mesa propuestas concretas y factibles de reducción del gasto.
Pero Obama ya lo ha dicho: no habrá reducción del gasto porque no quiere perjudicar a los “pobres”, léase a sus incondicionales de los sindicatos y de los dependientes de subsidios. Ante esta realidad, que deberá discutirse en dos meses, surge la incógnita acerca de cuál será la postura republicana.
Si verdaderamente quieren defender sus principios, no debería importarles que el país se paralice por impedimiento para endeudarse más. Es lo que debieron hacer con el peligro del “abismo fiscal”. No tocar el problema de impuestos, si previamente no se resolvía de manera eficaz el aumento del gasto orquestado por los demos.
El responsable de la crisis que vive el país no es el GOP, es Obama y sus vasallos demos del Congreso. Si el país se paraliza y agudiza la recesión, la culpabilidad será de los que gobiernan desde la Casa Blanca, el Senado demócrata y los principales medios de comunicación colectiva  de la radio, TV, periódicos y revistas.  
Los republicanos y la vasta pobación contraria a la pulverización de este país deberían preferir que se genere un gran shock en esta nación que despierte y alerte a todos, antes que contemplar con impavidez cómo  “America” se va agostando día a día a manos de quienes buscan degradarla y reducirla a los mediocres niveles del tercer mundo, que es el destino al que llega toda fantasía socialistoide.