La derrota del seleccionado de fútbol de los Estados Unidos por Ghana el sábado pasado tuvo aquí efectos devastadores. No no tanto en el aspecto deportivo, sino dentro del contexto de la depresión que afecta a este país desde enero del 2009.
En esta nación todo va mal desde que se posesionó de la presidencia de el demócrata Barack Hussein Obama. La economía está hecha pedazos, el desempleo bordea el 10% o más, la deuda alcanza niveles delirantes y en lo externo, cunde una sensación de retirada.
En los Estados Unidos el fútbol, o soccer como aquí se llama, no tiene la gran popularidad de otros deportes como el fúbol americano, el básquetbol o el beisbol. Sin embargo, el número de aficionados ha crecido no solo entre latinos, sino entre anglos. Pero en este Mundial, con los aciertos del seleccionado, el interés general fue mayúsculo.
El “sueño americano” era que el equipo, tan entusiasta y por momentos tan eficiente, pudiese vencer a Ghana y pasar a los cuartos de final y pelear con los grandes. No fue así. El rival, para orgullo africano, fue superior y su victoria legítima. La desilusión que sobrevino fue inmensa.
Pero esa desilusión no fue comparable con la que pudo ocurrido en otras circunstancia, en cualquier deporte de invierno, olímpico u otro específico. Porque se dio en medio de uno de los estados anímicos más sombríos por los que ha atravesado este pueblo, reminiscente de la Depresión iniciada en 1929 o con el gobierno de Jimmy Carter, el de la gran inflación del 13%, alto desempleo, crisis del petróleo y humillación por los rehenes de la embajada en Teherán.
La declinación de la economía registrada en las postrimerías del régimen de George W Bush, fruto del marasmo del mercado hipotecario que prestó a quien no podía pagar por presión de gobierno y Congreso demócratas no solo no terminó con Obama sino que se agudizó. Para superar la quiebra bancaria, Obama, en lugar de correcrivos, emitió gigantescas sumas de dinero de los recursos fiscales.
Grandes empresas de automotores, como la General Motors, en fenómeno en cierto modo similar al de los bancos y sus hipotecas, arrojaron saldos rojos porque los gastos excedieron a los ingresos. La causa central fue la mala gerencia que cedió a las excesivas presiones de los sindicatos. En lugar de presionar por una reforma a las distorsiones, Obama emitió dinero fiscal de subsidio e hizo compartir la dirección gerencial a los sindicatos y a delegados del gobierno.
En cuanto al empleo, lejos de alentar el ahorro y la inversión con la baja de impuestos, por ejemplo, inundó al mercado con más dinero fiscal, que lo que hizo es aumentar el la burocracia pública y disparar la deuda a más de 3 trillones de dólares.
Forzó la reforma al sistema de salud, considerado el mejor del mundo y lo está orientando al control del Estado mediante la asfixia las más de 1.500 empresas privadas que compiten hasta la fecha en libertad por ofrecer una gama de servicios. Poco a poco esa competencia y esas empresas irán extinguiéndose, cediendo paso al control y manejo de la burocracia estatal. La calidad del servicio empeorará y subirán los costos.
El objetivo de Obama y su grupo es transformar a los Estados Unidos, tal como lo prometió en la campaña. Y lo está cumpliendo con frialdad inexorable, sin que le importen las encuestas que le están advirtiendo casi a diario que este cambio no es el que quiere la mayoría de ciudadanos.
La reforma a la salud, por ejemplo, lo logró violando todos reglamentos y tradiciones. El proyecto se aprobó sin un solo voto republicano, algo sin precedecentes en la historia legislativa de este país, sustentado en el consenso. GW Bush, por ejemplo, desistió de introducir reformas sensatas a las leyes de inmigración y seguridad social, por oposición temprana de demócratas y algunos de sus copartidarios. No quiso forzamientos de corte tiránico.
Nunca ha sido aspiración de Obama superar las deficiencia del sistema del capitalismo y libre mercado que nunca dejarñan de existir. Lo que quiere es debilitarlo y corromperlo hasta sustituirlo por una forma socialista en la que todo se someta al control y regulación del Gobierno como en los regímenes fascistas o en los protectivos de la Europa de hoy, ahora en crisis.
La mayor parte de la gente que votó por él fue engañada, como en el Ecuador con Correa. Si uno y otro hubiesen revelado claramente lo que se proponían, probablemente no alcanzaban la victoria. La diferencia es que en el Ecuador la popularidad de Correa se mantiene en el 65%, en tanto que la de Obama ha bajado al 42%, la más baja para un jefe de Estado en tan corto periodo de gobierno.
¿Por qué, sin embargo, es aún alto el porcentaje de popularidad de Obama? Varios factores podrían explicarlo, entre ellos su constante prédica populista contra las corporaciones, los empresarios, los hombres de dinero y, en general, el sistema de incentivo al ahorro, la inversión, la inventiva y la competencia. Según él la felicidad debe ser distribuida y administrada por un Ejecutivo fuerte, representa por él, su gabinete, sus 37 “zares” nombrados sin aprobación y supervisión del Congreso.
Con el creciente gasto y endeudamiento público, anuncia que el déficit se corregirá con más impuestos a las corporaciones y a los ricos. La idea que subyace en su teoría es que de ese modo la riqueza fluirá como en vasos comunicantes de los ricos a los pobres.
Pero lo que ocurrirá y ha ocurrido en casos históricos semejantes es que la riqueza social se reduce, el desempleo se agrava, los tributos se merman y la pobreza se generaliza. La riqueza extraída vía impuestos no va al pobre, va a al fisco para aumentar el control político y los subsidios y con ello el despilfarro y la corrupción.
No les sirve los ejemplos de Grecia y de países europeos, para no citar a Ecuador o Venezuela. En la reunión del G-20 en Toronto (¿por qué diablos invitan a la presidenta de Argentina, país ejemplo del mal manejo de las finanzas públicas?), Obama insistió como que la fórmula para salir de la crisis de las economías no es disicplinarse y moderarse, sino lo opuesto: gastar sin freno el ahorro popular.
Los grandes del G-20 le contradijeron con firmeza a Obama y apoyaron los esfuerzos de Europa por enmendar los yerros del despilfarro. Y acaban en Washington de archivar la pretensión de Obama de extender a otros seis meses el subsidio por desempleo, esta vez con el apoyo de algunos demócratas antes incondicionales. Y aguarda una batalla para impedirle la reforma bancaria que significaría más control y obstrucciones estatales a la banca, como los que que ocasionaron el caos hipotecario y como el que afectará al sector de la salud.
El subsidio al desempleo, justificable en principio, se ha corrompido como todo lo que maneja la burocracia (incluído el medicare y medicaid acerca de los cuales las denuncias de fraude son constantes). Y ha desalentado a mucha gente buscar empleo resignándose a vivir del subsidio. No hay que olvidar que el 45% de la población activa no paga impuesto a la renta y es proclive por ello a caer seducida por el populismo obamista.
En la estrategia de Obama figura también captar la función judicial, para desvanecer la división de poderes o funciones de gobierno clásica en el sistema democrático. Ha nominado para la Corte Suprema a una abogada judía extremista, réplica exacta de su concepción política y moral, incluida la protección al aborto y al movimiento gay, minúsculo pero de enorme influjo en los medios de izquierda y universitarios. Los debates comienzan mañana en el Senado y ya algunos “tontos útiles” republicanos anuncian que apoyarán su nombramiento.
Ha demostrado ineptitud para enfrentar la crisis del derrame petrolero en el golfo de México, pero ha aprovechado la oportunidad para impulsar otra reforma al medio ambiente, conocida como de “taps and trade” que en definitiva implicará otro oneroso impuesto, esta vez al aire que se respira, lo cual solía mencionarse irónicamentre para anatemizar a los políticos obsesos por aumentar la tributación a todo.
En lo internacional, la actitud antinorteamericana de Obama desconcierta en cuanto no pierde oportunidad para humillar la historia de esta nación. En Egipto dijo que el islam es tan importante en la cultura de Estados Unidos como la cultura judeo cristiana y en Europa trató de decir que ésta no es la gran nación de la libertad sino una de abusos, como sostienen sus enemigos.
Hace un par de días se reunió en la Casa Blanca con Mevdev, el títere de Putin y se refirió a la II Guerra Mundial como la Gran Guerra Patriótica, como la calificó Stalin. Recibió al líder de Gaza tras el incidente con la nave turca y le obsequió 400 millones de dólares para auxiliar a los palestinos en perpetua guerra con Israel.
Insiste en adular a Ahjmadinejad de Irán con golosinas diplomáticas y con supuestas amenazas inocuas del Consejo de Seguridad, al tiempo que evita emplear el único lenguaje que entiende esta gente: la fuerza. Irán no envió la nave militar a Gaza luego del incidente, únicamente cuando USA despachó naves de guerra por el canal de Suez rumbo a las cercanías de Irán (¿lo habrá sabido Obama?¿habrá sabido que se incluía en la flota una nave de Israel?)
Los mismos árabes han reducido la aprobación que tenían por Obama meses atrás e igual ocurre en Europa, donde se lo mitificaba sobre todo a raíz de su retórica anti nortemamericana. En Toronto las miradas se dirigieron ya no a USA como la primera potencia, sino a China, la gran acumuladora de dólares. Sin el respaldo chino al euro, este se derrumbaba del todo y con él el dólar y...y el yuan que financia la deuda del dólar con lo cual la burbuja de la economía china podría estallar antes de lo previsto.
El americano común, aún el que erró en votar por Obama, está consciente del desastre de esta administración y sus funestas consecuencias en el mundo entero. Para remediarlo, tiene las miras puestas en las elecciones de noviembre próximo, cuando podría frenarse la pesadilla demócrata obamista para transformar el balance político que hoy le favorece. Mientras ello se está forjando con ciertos visos de optimismo, las victorias iniciales de USA en el Mundial de Fútbol insuflaban un hálito de distracción, de alegría, de la sednsación de que no todo es pesimista en este país.
Pero la fortuna le fue esquiva a los muchachos de Bradley capitaneados por Donovan y habrá que esperar cuatro años para mejores resultados. Pero en el el caso de Obama, esperar a que complete sus cuatro años de gobierno -y pero otros cuatro de una reelección- sin impedirle que continúe impune en su plan de destruir a la cultura americana, sería intolerable para la humanidad.