Monday, October 13, 2014

EL MATRIMONIO GAY



El matrimonio no es un derecho, es una institución. En la religión Católica es un sacramento. La palabra proviene del latín matrimoniium, cuya raíz es mater, madre. No puede haber matrimonio gay. En la unión de dos hombres, no hay madre y en la unión lesbiana hay dos potenciales madres sin un potencial padre.
La etimología de matrimonio es congruente con la ley natural. Es un contrato social, usualmente sancionado por la Iglesia y la autoridad civil, que tiene el propósito de perpetuar el linaje, o sea la continuidad de la especie y con ello la propiedad, la cultura, las costumbres y valores de la comunidad de los desposados.
La institución del matrimonio se ha ido afianzando y consolidando a través de milenios, en todas las culturas. Por lo mismo que brota de la ley natural de perpetuación de las especies, las primeras uniones entre un hombre y una mujer probablemente estén esculpidas en los primeros grafitos de las cavernas y por cierto que son visibles en las pirámides de Egipto.
En Occidente, el ritual del matrimonio se remonta a los antiguos griegos y romanos, cuando los enlaces se pactaban por acuerdos entre los padres del novio y de la novia. La mujer, la mater en ciernes, siempre tuvo (hasta hace muy poco) papel secundario y era frecuente que no conociera a su cónyuge sino en la noche nupcial.
La motivación del enlace era un compromiso de carácter económico entre las partes contratantes (consuegros) y, por supuesto, la garantía de que la sucesión de bienes quedaría garantizada con la descendencia, tanto mejor si el primogénito era hombre. Se acordaba la monogamia, la fidelidad y, en casos de infertilidad, la disolución del matrimonio.
Han pasado siglos desde la época griega y romana, ha habido guerras y conquistas, influjo de nuevas culturas, el advenimiento y esparcimiento del cristianismo por Europa y el mundo y el matrimonio ha ido evolucionando, sin apartarse de la ley natural que lo originó. La mujer ganó derechos frente al estatus marital opresor y más y más matrimonios se concertaron basados en el amor, antes que en la sola motivación económica o social.
Nunca ha dejado de ser el matrimonio el núcleo de mayor importancia en la sociedad humana. Ningún otro ente, ninguna otra unión humana, ni pública ni privada, lo puede reemplazar como creadora y formadora de seres humanos. Los defensores del matrimonio gay arguyen que los hijos de estas parejas, llegados por adopción o mediante alquiler de úteros o en probetas, crecen tan  normales como los de matrimonios heterosexuales.  
La afirmación no resiste el menor análisis, por contraria a la ley natural. En la naturaleza rige el contraste (y la complementación) entre lo + y -, al igual que en lo moral hay la noción de lo bueno y lo malo y así en electricidad, en computación, etc.. Hombre y mujer difieren biológica y síquicamente, por lo que sus dos caracteres se complementan para ofrecer una óptima educación a sus descendientes. 
En años recientes han proliferado las madres solteras como resultado de las políticas asistenciales y otras de carácter moral y sexual. El efecto ha sido devastador para la sociedad, ya que los hijos se crían sin padres y el cuidado maternal es mínimo. Una mayoría de estos muchachos termina de pandillero o drogadicto. 
En matrimonios gay masculinos, por más afeminado que uno de los dos sea, no puede asumir el papel de madre. Igual entre lesbianas. Inclusive si una de ellas, por razones hormonales, deja crecer su barba como la cantante austríaca de moda, jamás será un verdadero padre para el hijo o hija que crearon en uno de sus vientres fertilizados artificialmente o por adopción.
Aunque los gays son una minoría del 3% de la población o del 2% según las autoridades de salud de los Estados Unidos, han tenido un influjo sobre los medios de comunicación increíble, a punto tal que cuestionar su pedido de equiparar el matrimonio gay con el tradicional, es poco menos que una “herejía” para su religión “liberal”. Equivale, dicen, a oponerse al matrimonio interracial.
Como secuela de la esclavitud, abolida en 1863 tras una cruenta Guerra Civil, el matrimonio entre blancos y negros estaba prohibido en este país y en algunos estados quienes lo hacían podían ir a la cárcel. Finalmente hubo una apelación ante la Corte Suprema y en 1967 el tribunal dictó que la prohibición era inconstitucional.
Pero no hay similitud entre el matrimonio gay y el interracial. En este último  la unión entre un negro, asiático, hispano o lo que fuere y un blanco, no vilola la ley natural. Prohibirlo era una aberración resultante del proceso frustrado de erradicación de la esclavitud, cuando Lincoln fue asesinado a poco de la Guerra Civil y los demócratas del Sur bloquearon la continuación de las reformas. 
De hecho, muchas parejas mixtas tuvieron descendientes mezclados en este país, antes del fallo de la Suprema. Para muestra un botón mulato: Obama. Nació, dice que en Hawaii, en 1961, seis años antes de que la CSJ se pronuncie: su padre, un negro de Kenia, su madre una blanca de Kansas. Ahora afirman que hay alrededor de un 10% de matrimonios mixtos en los Estados Unidos.
La ley natural entre las distintas razas ha operado con fluidez desde los tiempos bíblicos. Y también muy bien en la América española, donde el mestizaje ha sido incontenible. Por allí hubo alguien que quiso clasificar razas entre buenas y malas, para exaltar a una y llevar a los crematorios a otras. Su intento de depuración desató la II Guerra Mundial y el Holocausto con millones y millones de muertos.
La aspiración al matrimonio gay está englobado dentro de la cultura de la muerte, de la que habló el Papa Juan Pablo II. La unión, por ahora de dos del mismo sexo, obviamente no es para procrear, porque biológicamente ello no es posible. El aborto y los anticonceptivos, que convierten al sexo en un pasatiempo sin compromiso, al bloquear la vida se alinean también con la cultura de la muerte.
A una pareja homosexual que bien se quiere ¿por qué negarle que se case? dicen sus abogados. Si solo el amor (y no el sexo anti natural) es la motivación ¿cuál es el límite? ¿Por qué un hombre que ama a 20 hombres no puede casarse con los 20? ¿Y por qué no con 10 hembras, 20 machos, 5 niñas y 3 perros? Si el amor es la motivación y el amor no tiene límite...
En Nueva York, una dama descendiente de la dinastía Ashton dejó al morir toda su fortuna a su perro favorito. Estaba en su derecho. Si un hombre ama a un hombre, o una mujer a otra mujer, nadie puede impedirlo. Si quieren firmar contratos de posesión o de aseguradoras y herencias, háganlo ante notario público. Allá ellos. Pero no atenten contra la institución milenaria del matrimonio.
La gente así lo entiende y en cuanto tiene oportunidad, se pronuncia en favor del matrimonio tradicional, en rechazo al matrimonio gay. En no menos de 32 de los 51 estados de la Unión ha habido referendos en los que el pueblo ha dicho no al matrimonio gay. Además algunas legislaturas estatales tienen expresas prohibiciones en tal sentido. 
Pero las parejas homosexuales, alentadas por el presidente Obama, los demócratas y los medios radicales, han insistido en celebrar ceremonias civiles y religiosas gays, que han sido vetadas por las autoridades locales. Las objeciones, a la postre, han sido desechadas por “inconstitucionales” por los jueces respectivos y la Corte Suprema acaba de desoír reclamos por tal actitud.
En suma, la voluntad popular expresada en referendos y en constituciones estatales, se ha estrellado contra la voluntad de jueces de apelación “activistas”, así llamados porque se han excedido en sus funciones para asumir la de legisladores. Según la Constitución ninguna de las tres ramas de gobierno se superpone, todas son mandantes del pueblo.
Hasta 1935 la Corte Suprema de Justicia era inquilina del Capitolio, en uno de sus sótanos. Su sola misión era y es decidir en torno a discrepancias de aplicación de la la ley, no de intepretarlas ni crearlas. Esto es exclusivo del Congreso. Pero los legisladores parecen haber renunciado a su autoridad, delegando esa atribución a los jueces.
Si los Estados y sus ciudadanos votan en pro del matrimonio tradicional, que no requiere de mención constitucional, ningún juez puede oponerse a la voluntad popular. La CSJ prefirió desechar la apelación, acaso presumiendo que el asunto debe ser resuelto por los Estados, sus legisladores y sus votantes. 
En suma, los votantes deberán movilizarse para exigir a sus legisladores que revoquen a los jueces que han atentado contra la voluntad popular y en algunos casos contra las constituciones estatales. Y tener claro para las próximas elecciones que elegir a un demo liberal (o a un republicano mutado en pro gay por acomodo) es como elegir a alguien "contra natura".

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