Los artículos del Pájaro Febres Cordero que se publican en el El Universo de Guayaquil son siempre una delicia de leer, por su fina ironía y por el sarcasmo con el cual vapulea al dictócrata Rafael Correa. Es quizás uno de los pocos periodistas que desde el comienzo del régimen, hace ya siete años, fue un frontal opositor.
Ha habido otros también, por cierto, pero han sido silenciados por Correa de diversas maneras. Carlos Vera, aunque converso, Jorge Ortiz y algunos más, paulatinamente fueron desapareciendo de la TV y de las páginas de los diarios donde escribían críticas que no agradaban al líder.
Parecida suerte corrió otro columnista, Emilio Palacio. Por decir la verdad sobre lo ocurrido entre Correa y la Policía en septiembre del 2012, cuando ordenó el asalto a un hospital que ocasionó muertos y heridos, fue juzgado y sentenciado a millonarias multas y a prisión. Buscó asilo en Miami desde donde escribe un blog contra Correa.
Pero ni los seductores escritos de Francisco Febres Cordero, ni los buenos y sesudos artículos que todavía se leen en algunos diarios, sumisos pero aún independientes, como tampoco el blog de Emilio, harán mella en la estructura mental impermeable de Correa. Si de todos modos alguien se excediera de los límites por él fijados, entraría en acción la Ley Mordaza.
La ley regula la expresión hablada y escrita de la gente y constituye la peor aberración y afrenta contra las libertades individuales, fraguada dentro de un supuesto esquema democrático de división de poderes que, con Correa no son tres, sino cinco. Los cuales cinco en realidad son uno, él.
Burócratas nombrados a dedo por Correa juzgan lo que está bien y lo que está mal dicho o escrito y no únicamente en diarios y revistas o en TV y la radio. El escrutinio va más allá de la información y la opinión: se adentra en los campos del entretenimiento. Los jueces pueden dictaminar que una telenovela o un sainete es discriminatorio o atrevido y sancionar a actores y autores con multas (se estudia si habrá prisión).
Si los escasos espacios de libre opinión no causan impacto popular debido al reducido círculo de audiencia, peores son las perspectivas de diálogos en radio y TV con periodistas independientes y calificados y el Presidente o sus ministros y autoridades. Las ruedas de prensa esporádicas son una farsa y las “sabatinas” un insulto a la moral y las buenas costumbres.
Ha habido algunas manifestaciones callejeras de trabajadores, estudiantes e indígenas, pero han sido sofocadas ipso facto como “actos terroristas”. Las madres de los alumnos apresados han tenido que postrarse de rodillas ante el “líder” en busca de perdón. Cuando al fin lo obtuvieron, a los hijos los sometieron a “ortigamiento” por haber ofendido al benefactor.
En efecto, muchos ven en Correa al gran benefactor. Les da gratis el bono de la pobreza, les mantiene subsidios para gas, gasolina, vivienda, les construye caminos y carreteras, escuelas y colegios. Es gente a la que no le importa esas conversaciones abstractas sobre libertad, ni manejos presupuestarios, défict o superavit. Están contentos con él y lo respaldan.
Emilio Palacio, en su blog de hoy, reproduce al inicio un párrafo que resume la personalidad, la doctrina y probablemente el destino que tendrá Correa, ojalá antes de que cumpla con su amenza de aceptar el “sacrificio” de lanzarse a una reelección, que viola la Constitución que él mismo la diseñó y ordenó aprobar a la Asamblea de Montecristi.
El párrafo dice: EL JUEVES, EL PRESIDENTE RAFAEL CORREA CONFESÓ QUE NO LE PREOCUPA EN ABSOLUTO EL PRECIO DEL PETRÓLEO. "Si cae mucho el petróleo, si hay recesión, o si cae la recaudación de impuestos, nuestra variable de ajuste será la inversión; o sea, en vez de construir 200 escuelas, construiremos 100; eso no nos perjudica a nosotros, perjudica al pueblo", le dijo a un grupo de periodistas en Quito.
Como se observa, hay un link que conecta con el diario oficial El Telégrafo y la entrevista a Correa con un grupo de reporteros que por las preguntas que plantean, parecen empleados públicos del régimen. Allí el líder dice textualmente que la baja en los precios del petróleo no le afectará a él ni a su gobierno sino al pueblo, por lo cual nadie debe preocuparse.
Podría aducirse que fue un lapsus del gran comunicador, que no dijo lo que realmente quería decir. No obstante, ese concepto es clave puesto que revela con nitidez la concepción política del mandatario (L´etat c´est moi). El gobierno es él, no el pueblo. Pero ocurre que en una democracia, el pueblo delega su poder temporal al mandatario. Pero el mandatario Correa parece haber olvidado que él solo es un mandatario del pueblo, no un mandamás indefinido.
La arrogancia de Correa se explica por el petróleo. Con los excedentes del precio, en lugar de dosificar el gasto y destinar una suma al ahorro para tiempos adversos (de lo que hace mofa en el diálogo con sus súbditos), lo duplicó en siete años, multiplicó subidios, aumentó burocracia, incrementó las inversiones en obra pública (sin licitaciones ni auditoría) y se endeudó sin límite.
Los gastos de “capital” crecieron, pero fueron gastos del petróleo, del fisco, no del sector privado. Las verdaderas inversiones provienen del sector privado, son las que proveen estabilidad, ahorro, empleo, competencia con el frente externo. La “inversión” pública, sin la contraparte privada, es gasto que se esfuma, es gasto corriente, es deuda.
El fenómeno no es nuevo. El más destacado es el de Franklin D Roosevelt que asumió la presidencia de Estados Unidos en 1933 con la Gran Depresión. De la mano de Keynes quiso sacar al país de la recesión con gasto público, para que crezca la demanda, el consumo y la producción. No fue así.
Pese a las obras públicas y el empleo temporal, producción y empleo continuaron estancados y de ello acusó a los empresarios. Pero a ellos tuvo que recurrir para poner la maquinaria industrial en marcha, a fin de unirse a Churchill en la guerra contra la Alemania nazi. Fue el inicio de la prosperidad económica sin paralelo de la Unión.
Sin la guerra, FDR habría sido un fracaso. Pero tuvo la guerra que lo salvó y sublimizó. A Correa se la está acabando el petróleo y con él, su poder. Ha silenciado a los medios de comunicación, ha humillado a periodistas, a estudiantes y trabajadores rebeldes, tiene comprometidas a las fuerzas armadas y a la policía, destruídos a los partidos políticos.
Todas esas esclusas se destaparán sin los petrodólares. El petróleo seguirá a la baja y los pronósticos en contrario que Correa hace, son tan brillantes como sus manejos en economía. Ahí está el endeudamiento más caro con China, el retorno a la Bolsa de Nueva York a costos más altos, la venta del oro del Banco Central y tantos otros casos, como la disimulada devaluación a través de la emisión electrónica de dinero.
La baja en los precios del crudo en el mercado mundial no se detendrá. Lo sabe Arabia Saudita (quizás mejor que el “economista” Correa) que ha sido por décadas el jefe absoluto de la OPEP, ahora en disolución. Lo sabe el mercado, porque el petróleo de los esquistos de Estados Unidos e incluso de lugares tan impensados como Israel, ha comenzado a fluir sin pedir el consentimiento del oscuro líder del ex-miembro de la Opep.
Claro que la baja del crudo perjudicará al pueblo. Correa tiene en eso la razón. Pero no la tiene cuando dice que no afectará al gobierno, pues gobierno y pueblo son una misma cosa. Muchos predicen que el precio podrá bajar a 40 dólares por barril para el próximo año. Modelos de gobierno concentradores como el de Correa, sin petróleo, se hundirán, como ya está ocurriendo con Venezuela.
La alternativa frente a la catástrofe fiscal, para el caso Correa, no podrá ser ni más endeudamiento, ni más impuestos. Porque las dos opciones ya están agotadas. La única salida esperanzadora debería ser que Correa se hunda junto con el petróleo y que al gobierno llegue alguien con sentido común.
Que no se empecine en repetir los errores del pasado y entienda que la solución es convivir en libertad para que los individuos hagan uso pleno de sus potencialidades a fin de crear y multiplicar la riqueza, generar empleo y el bienestar real. El “bienestar” de Correa es ilusorio pues proviene no del esfuerzo nacional, sino de un agente externo que ahora se deprecia.
1 comment:
A nuestros compatriotas ecuatorianos nos niegan a estudiar en la universidad porque tenemos bajo puntaje no nos dejan ir a la universidad que elegimos ni a la carrera que queremos ya que ellos te dan el lugar y las posibles carreras que debas estudiar, "PERO PARA TRAER BECADOS Y PAGADOS SUS ESTUDIA A EXTRANGEROS COMO A LOS 44 DEL PERU, CLARO DESPUES QUE NOS QUITARON TIERRAS, HUBO GUERRA AHORA LES TRAEN A ESTUDIAR A QUITO CON BECAS" TODO LO HACE CORRRREA!
http://www.fomentoacademico.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2015/08/seleccion_peru_ecuador.pdf
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