Wednesday, October 18, 2017

UNA PRENSA SECUESTRADA

En Estados Unidos, la mayoría de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, con gigantes como el The New York Times o la CNN, se han  descarrilado y resistido a reencontrar la pista del verdadero periodismo  profesional, que es informar con objetividad.
James O´Keefe, un joven periodista que no se ha dejado arrastrar por esa corriente degenerativa de la profesión, ha emprendido por cuenta propia una cruzada de contornos épicos para desenmascarar a los medios que manipulan la verdad con un objetivo político izquierdista/progresista.
Anteriormente O´Keefe cobró fama por sus reportajes que pusieron en evidencia, mediante grabaciones audiovisuales secretas, el mercado de partes de fetos de los abortos que, legalmente y con fondos del Estado, realizan diariamente las  agencias del Planned Parenthood. El macabro mercado se concierta entre las agencias y clientes privados.
Esta vez la investigación se centra en el The New York Times, también con cámaras escondidas. Son varias entrevistas a reporteros y editores, en las que se transluce que la política del Diario no es servir de intérprete objetivo entre el hecho noticioso y el lector, sino ser un censor de la noticia para administrarla, vetarla o editarla con fines políticos.
En la última entrega de esos diálogos, la periodista del NYT entrevistada, que cree que habla off the record, estalla en odio contra de Donald Trump e inclusive contra Mike Pence, confirmando que el Diario busca presentar las informaciones de esos personajes para anularlos, primero cuando fueron  candidatos, luego como gobernantes.
La indignación de Trump contra la “gran prensa”, por la nula o maliciosa cobertura recibida, se justifica con las delaciones publicadas por el reportero O´Keefe en la serie que ha titulado “American Pravda”, en alusión al diario oficial “Verdad” del partido comunista de la extinta URSS. Lo que reclamaba y reclama Trump no es una prensa “positiva” sino objetiva.
Por fortuna y pese al poder de medios como el citado NYT, o el The Washington Post, estaciones de TV como CNN, CBS, NBC y en menor medida radios, su influjo no es total como pudo haber sido hace algunos decenios cuando reinaban solo tres estaciones de TV nacionales. Ahora existen FOXNews, otras y sobre todos los llamados “medios sociales” que han contribuído a romper el monopolio.
Un ejemplo saliente en este caso es el de O´Keefe, cuyo último video   se transcribe. Con su aporte y la entereza inquebrantable de Trump, los medios sesgados están perdiendo la batalla de credibilidad y sus suscriptores no logran expandirse más allá de los habituales, que no admiten otro pensamiento que no sea el “progresista”.
El “progresismo”, que aquí es calificado también como liberal, es una versión siglo XXI del socialismo/comunismo que afloró hace cien años y que se volvió ruso con Lenin y Stalin, italiano con Mussolini, nacional socialista con Hitler. La tendencia camuflada tiene en sus garras hoy al partido demócrata de los Estados Unidos: ganó las elecciones con Obama y casi se prolonga con Hillary Clinton.
Dicta la Historia a su modo en escuelas, colegios y universidades y de allí salen, adoctrinados, los profesores y periodistas encargados de esparcir la nueva “buena” nueva: que los Estados Unidos es causa de los males del mundo, que el capitalismo es perverso y hay que suplantarlo por el colectivismo, que hay que abolir su Constitución, que Trump es un blanco supremacista esclavista y nazista.
Son acusaciones que atentan contra el sentido común, por lo cual pronto quedarán sepultadas en el olvido. Distinta habría sido la suerte si ganaba, como lo vaticinaban todos los medios demócrata/progresistas, Hillary o su coideario Bernie Sanders. Pero quien salió victorioso es Trump y con él la ideología verdaderamente liberal y demócrata que ha hecho grande a este país.
Cuán distinta la suerte de otras naciones, donde la libertad parece que fuera dada por los gobiernos como una limosna y no como un derecho consustancial a la soberanía popular. En el Ecuador, por ejemplo, Correa implantó una ley de prensa o ley mordaza que implica pre censura del gobierno para repartir libertad de información con cuenta gotas, conforme a los caprichos del gobernante.
El proyecto de ley fue aprobado siguiendo los procesos reglamentarios, sin protestas visibles ni válidas de periodistas, ni de sus gremios, ni de los empresarios de los medios. La humillación es total y ha sido bienvenida por los humillados. Suerte que la situación sea distinta en este país. 

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