Sobre todo los demócratas y entre ellos la mayoría de reporteros y columnistas de los principales medios de comunicación de este país, aún se preguntan intrigados por qué fracasó su ídolo Barack Hussein Obama frente a su rival republicano Mitt Romney, en el primer debate presidencial del miércoles pasado.
Las más obscenas pero también cantinflescas explicaciones se han vertido para tratar de salvar al mulato líder demócrata, que aspira a ser reelegido en los comicios del 6 de noviembre próximo. Según los agoreros y las encuestadoras parcializadas, la ventaja que llevaba Obama era tal, que muchos decían que la campaña electoral virtualmente ha terminado.
Hasta el debate. Allí Romney se presentó como el que siempre ha sido. Un profundo conocedor de las materias que atañen al manejo del gobierno, sustentadas en hechos, cifras y documentos y explicadas en forma didáctica, ágil, amena y de fácil comprensión. No hubo ataques al pasado dudoso de Obama que muchos reclamaban, pero ello analteció su calidad dialéctica.
En contraste, Obama se presentó no como el “brillante” orador aplaudido por áulicos de dentro y fuera de esta nación, sino como un debatiente pobre, vacilante, impreciso y a todas luces carente del conocimiento de los asuntos de Estado que se suponía habría adquirido tras casi cuatro años de estar instalado en la Casa Blanca.
Los discursos -desde el que pronunció en la misma ciudad de Denver rodeado de columnas dóricas para aceptar la nominación demócrata en el 2008, hasta los más recientes dados en todos los foros- resultaron ser una forja engañosa elaborada por un enjambre de “speech writers”, que luego él lee siguiendo dictados de entonación y énfasis.
Un orador auténtico es, casi sin excepción, un buen debatidor. Quizás se de el caso de que quien bien debate, no logre ser un buen orador frente a los auditorios. Pero el caso contrario es improbable. En el debate del miércoles pasado Obama se presentó ante más de 70 millones de televidentes como lo que es: un impostor. Habrá dos debates más pero la lógica induce a pensar que la evidencia fraudulenta se confirmará.
Los fieles a Obama, que no deja de reconocer que Romney lo demolió, están en una cruzada por todos los medios de comunicación para tratar de salvarlo. Puesto que la actuación del líder es indenfendible, se esfuerzan en atacar al rival, acusándolo de malévolo, teátrico y mentiroso. A tal extremo, dicen, que el afable Obama se ofuscó, confundió y perdió.
Pensábamos él y nosotros, se quejan, que el Presidente iba a debatir con ideas, no con mentiras. No tocó temas delicados que podían afectar a Romney en lo personal, para no herirlo “porque él es el líder la unidad, de la fraternidad, de la búsqueda del diálogo con los opositores para llegar a acuerdos que favorezcan al país”. Lo cual es ridículo, dada la trayectoria exactamente opuesta de Obama.
(El Obamacare lo impuso en el Congreso sin un solo voto republicano; a un adolescente negro que murió al atacar a un vigilante que resultó latino, lo defendió sin que tuviera información suficiente, lamentándose que lo lloraba como al hijo que nunca tuvo; a un policía blanco en Boston que detuvo a un profesor negro en actitud sospechosa, lo tachó de racista, para luego arrepentirse)
La campaña de Obama ha invertido más de 300 millones de dólares en avisos de radio y TV, no para exaltar la gestión de su gobierno (que ha aumentado la deuda, el desempleo y debilitado al país en el frente externo), sino para denigrar al opositor tachándolo de extremista, defensor de los ricos y explotador de la clase media y obrera. Pero los televidenres vieron a un hombre distinto, centrado, de sólida personalidad y con un discurso basado en el sentido común, la experiencia y los hechos.
Era la primera vez que Obama se enfentaba sin filtros a alguien que pudiera cuestionarlo y rebatirle. Siempre sus auditorios han sido cautivos y sus muy escasas conferencias de prensa o entrevistas, dejaban al público insatisfecho por la reticencia reverencial de los periodistas a cuestionarlo en forma profesional, vale decir, independiente.
¿Cuál nuevo o distinto Obama podrían ver los televidentres en los dos próximos debates? ¿Cómo se podría súbitamente autenticar a un impostor? ¿Con una lobotomía urgente? Obama es el presidente más impreparado que jamás haya llegado a la Casa Blanca. Para probarlo, no ha sido posible acceder a sus récords de estudiante secundario y universitario, incluídos “papers”, matrículas, tesis de grado, documentos de debates ni de su posición como director del Diario de Leyes en la universidad de Havard.
Se ignora cómo fue aceptado en las universidades elite de Columbia y Harvard, aunque se supone que estuvo protegido por la “Affirmative Action”, que favorece a los negros. Él mismo, en sus dos libros autobiográficos que hasta el momento no se sabe quién los escribió, se autocalifica como estudiante ocioso y dedicado a tragos y drogas. ¿Cómo y con que tesis y notas se graduó? Nadie puede saberlo.
Lo que si se ha probado es que entre sus mentores hay extremistas de la izquierda pro comunista, incluído un clérigo y un terrorista confeso, a lo que se suma la fobia anticolonialista heredada de su padre nacido en Kenya y al cual venera, fallecido alcohólico cuando Barack era muy joven. Esas aberraciones de cosmovisión están firmemente arraigadas en él y se traslucen en su desprecio por el capitalismo y su mayor exponente, los Estados Unidos.
Romney tiene una cosmovisión opuesta. Cree que el capitalismo y la libertad para pensar, emprender, invertir y comerciar son la clave de la superación de las sociedades, no solo aquí sino en todos los confines. Desde luego, como lo dijo en el debate, los gobiernos y las regulaciones son indispensables para que el sistema funcione con fluidez. Pero un gobierno excesivamente regulador, como lo quiere Obama, es un cáncer para el capitalismo.
La disyuntiva en debates y comicios se centra en decidir entre un gobierno autoritario que castiga al sector preivado y excede a los ingresos en el gasto para el bienestar social, o un gobierno que estimula la creatividad y al acumulación de capital privado para multiplicar la riqueza, el empleo y los recursos fiscales.
En el un caso, las sociedades desembocan en un intervencionismo fascista comunista tipo Europa, que asfixia las economías. En el otro, como se ha comprobado históricamente, las economías florecen en un ambiente libre en el cual no se cierran sino que se abren las oportunidades para un número creciente de ciudadanos.
Obama no va a cambiar en los subsiguientes debates. Eludirá vender la imagen de que la gestión de gobierno ha sido buena y que con esa misma fórmula de endeudamiento y ataque al sector privado, la situación mejorará con otros cuatro años más de lo mismo. Y se irá por el atajo del insulto, como ya lo han comenzado a hacer sus áulicos.
Eso lo aplaudirán los fanáticos seguidores y aduladores de Obama, para los cuales un diálogo racional es imposible. Pero para muchos que tenían aún dudas sobre Romney y para innumerable obamistas arrepentidos, la suerte parece estar echada en contra del actual mandatario.
Sí eso ocurre, la buena nueva será de inconmensurable beneficio para la humanidad. Sería como salir del peso de la nebulosa pesadilla del intento del grupo minúsculo que quiso frenar a esta nación y regresarla a un pasado de represión de las libertades, como si se echara al cesto de basura de la historia todo lo alcanzado por la Revolución Americana del siglo XVIII.
1 comment:
Me parece que no hay garantías con ningún candidatos , solamente esta la esperanza que el que agarre el mando sea hábil para solucionar los problemas actuales.
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