Esta vez ha sido la revista Vistazo de Guayaquil la que recibe una multa de 80.000 dólares impuesta por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, debido a un artículo de análisis político que no le gustó.
Anteriormente decretó una multa de 40 millones de dólares al diario El Universo por haber publicado un artículo del director de opinión Emilio Palacio, en el que lo criticaba. El periodista se exilió en Miami y a la postre el presidente perdonó al Diario.
Desde su posesión Correa ha arremetido contra los periodistas y los medios de comunicación, calificándolos de “corruptos”. Lo ha hecho y sigue haciéndolo especialmente en sus cadenas radiales de los sábados, con un lenguaje procaz, propio de gangsteres de barrio.
Ese constante agravio amedrenta a los dueños de los medios que en lugar de respaldar a sus periodistas injuriados, complacen al gobernante y permiten que renuncien a sus cargos para silenciar su voz. Tales los casos de Jorge Ortiz, Carlos Vera, el mismo Palacio y recientemente una comentarista de TV, Jeanette Hinostroza.
Claro que las sanciones no fueron impuestas directamente por Correa sino por los jueces, pero eso es parte de la charada con la cual él pretende que en el Ecuador se vive una democracia. Los jueces son sus súbditos y una de las pruebas es la sentencia a El Universo dictada y grabada en Palacio por el abogado de gobierno y enviada al juez.
La respuesta de los periodistas, gremios y medios de comunicación al asalto dictatorial de Correa contra la profesión ha sido casi inexistente y los resultados están a la vista. Correa sigue campante en su campaña y tiene así asegurada su reelección, puesto que la oposición, si existe, carece de voz.
Si hubiese habido entereza y real convicción en los principios de la libre expresión del pensamiento, Correa debió haber sido frenado desde el primer momento en que insultó y vejó a los medios e intentó callarlos con solo diatribas. No hubo un reclamo frontal por las injurias, ni aislada ni corporativamente.
Cuando quien ésto escribe se iniciaba en la carrera periodística en el diario El Comercio, a inicios del decenio de 1960 vivió un episodio ejemplar en cuando a consciencia del derecho a la libre información y expresión del pensamiento. Se desarrolló en el Congreso Plenario de entonces, cuando se interpelaba al ministro de gobierno Manuel Araujo Hidalgo, en el régimen del José María Velasco Ibarra.
La sesión era indefinida y se había prolongado hasta las primeras horas del día siguiente. Los reporteros escuchaban fatigados a interpelantes e interpelado, cuando súbitamente Araujo se refirió a 40 generales de las FF.AA. como traidores, cuando se debatían tópicos relacionados con Fidel y la revolución cubana, de la cual el ministro era ferviente admirador.
Semejante acusación fue desapercibida por los otros colegas. Calculando que el cierre de la edición era inminente, “volé” a la Redacción del Diario en la calle Chile y redacté rápidamente mi versión. El jefe de Información de turno era Enrique Echeverría, quien leyó la nota y me preguntó: ¿es verdad que lo dijo? Respondí, si.
Con gran despliegue apareció en primera página el reportaje. El escándalo y los reclamos de gobierno sobrevinieron, pero el Diario, cuyo director en ese entonces era Carlos Mantilla Ortega, se mantuvo firme y en lo último que se pensó es en echar por la borda al reportero. Por fortuna la acusación de Araujo estaba grabada por la Secretaría del Congreso y la versión fue luego confirmada.
Los debates continuaron y a la postre Manuel Araujo Hidalgo fue destituído por Velasco Ibarra, quien al poco tiempo lo designó embajador en el “paraíso” cubano. El reportero del cuento siguió en sus funciones y con el paso de los años llegó a puestos de mayor responsabilidad.
Años atrás, en el único velasquismo que duró cuatro años (1952/1956), el diario El Comercio, esta vez dirigido por Jorge Mantilla Ortega, tuvo otra confrontación con el autoritarismo. Velasco Ibarra y su ministro Camilo Ponce Enríquez pretendieron imponer la publicación de un comunicado contra el diario El Nacional de Guayaquil, de oposición, ofensivo no solo para ese diario sino para la profesión del periodismo.
Jorge Mantilla Ortega se negó. Velasco y Ponce ordenaron la clausura de El Comercio y la prisión de Mantilla. El diario siguió publicándose gracias a la hospitalidad de El Día y a la vuelta de pocas semanas el régimen se vió obligado a levantar la clausura debido a la presión internacional. Mantilla se convirtió en una “celebridad internacional” y recibió el premio Maria Moors Cabot por su defensa de la libertad de información.
Qué contraste con lo que hoy ocurre, en el mismo país pero con diferente liderazgo. Los dueños de TV, radio, revistas y diarios, unidos o aislados, se han limitado a emitir comunicados pusilánimes y extemporáneos, como para probar lo que dice Correa: que están corruptos. No hay la gallardía para correr riesgos en defensa de principios trascendentes, sin amilanarse ni acomodarse a los deseos del autócrata temporal.
Años más tarde, en un nivel de más jerarquía, este reportero dialogaba con Jorge Mantilla Ortega, sentado en su sillón de Director. Circulaba entonces la idea de que los principales diarios se agrupen para una mejor defensa de sus intereses. Mantilla se mostró opuesto. “El Comercio”, dijo, “irá solo y defenderá sus principios como siempre. Si otros quieren sumarse a la causa, bienvenidos”.
¿Qué ha hecho la AEDEP, del cual ahora El Comercio es parte, para defender la causa de la libertad de prensa en el Ecuador? La respuesta es obvia y vergonzosa y le da plena razón a Mantilla en su resolución de no formar parte de ese clan.
Correa cree que la libertad de información es una dádiva administrada selectivamente y con cuentagotas por él y su gobierno. Las conferencias de prensa han sido sustituídas por las cadenas radiales de los sábados, en las cuales ningún reportero independiente tiene derecho a preguntas y re preguntas.
Por su sola voluntad ha prohibido a los funcionarios reunirse con los periodistas para que informen al pueblo sobre sus gestiones. ¿Cree él que la información de la gestión pública es privativa de su capricho a hacerlo o no? ¿O que es una obligación ya que están en esos cargos temporalmente por un mandato popular?
La falta de claridad de miras y de funciones de los medios y gremios tiene otra grave repercusión, la de mantener poco informados, mal informados o desinformados a los receptores de los mensajes. Quizás ello explica el absurdo de que, según últimas encuestas, el 80% de los ecuatorianos respalda a Correa, pese a su atroz desempeño.
Ecuador no está solo en ese aspecto. Un fenómeno parecido está ocurriendo en los Estados Unidos con los medios de comunicación de mayor cobertura en TV, radio y periódicos. La información y opinión se han corrompido para proteger al presidente Barack Hussein Obama, quien busca la reelección en las próximas elecciones del 6 de noviembre.
Obama y los medios (con excepción de FoxNews en TV y The Wall Street Journal entre los grandes) eluden discutir las causas del mayor desastre en la conducción de la economía desde la recesión del decenio de 1930, de la criminal política foránea pro árabe y del asedio contra las libertades religiosas de que se tenga memoria.
En lugar de ello han acentuado su campaña para desprestigiar al rival republicano, Mitt Romney, con toda suerte de acusaciones sin respaldo en la realidad. El problema es que Romney no se decide, al menos en estos últimos días, a combatir a Obama diciéndole lo que es: un fraude, un impostor con el objetivo de arrasar con el sistema de libertades y sustituirlo por una autocracia de corte fascista.
Salvadas las distancias, Obama y Correa se identifican. Detestan a quienes no piensan como ellos. Ambos piensan en ahondar el influjo del gobierno en la vida ciudadana con la utopía de la redistribución de la riqueza que inalterablemente conduce a la anarquía y a la igualación de la miseria, con la salvedad de la nómina en el poder.
Es lo que está ocurriendo en Europa, principalmente en España y Grecia, donde se aplicó el criterio de gastar más allá de los ingresos colectados con impuestos a los que trabajan y crean riqueza. Cuando las arcas fiscales se agostan, estos gobiernos fascistas/socialistas recurren a la emisión de más y más dinero sin respaldo.
La inflación se dispara, los gobiernos recurren tardíamente a la austeridad, ésta es denigrada y sobreviene el caos. Correa tiene el petróleo, Europa no. Estados Unidos, pese a los 16 trillones de deuda alcanzada con Obama, es todavía muy rico y potente y podría salvarse de ese caos.
Pero no si Obama es reelecto. No si Romney deja de lado su pusilanimidad y entiende que esta campaña es una guerra en la que no hay lugar a prisioneros y en la cual se deben decir las cosas como son, aun si ello no es “políticamente correcto”. La opción sería otra derrota como la que tuvo John McCain en el 2008, frente al mismo Obama.
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