Friday, October 12, 2012

SOLO FALTA LA ESTOCADA FINAL


Para utilizar un símil taurino, es evidente que la bestia está herida y la plaza solo está en espera de la estocada final para terminar con el drama.
La bestia, o sea Obama y el grupo radical demócrata que lo apoya, ha recibido un duro castigo de los picadores y banderilleros de la otra orilla, los republicanos y ahora solo espera la estocada final.
No cabe indulto, pues en los debates que sirven para la analogía, tanto el presidente Barack Hussein Obama como el vicepresidente Joe Biden han sido inútiles para superar sus deficiencias intelectuales fente al implacable reto de sus contendores republicanos.
El debate de Biden con el candidato vicepresidencial Paul Ryan, que el grupo Obama pretendía hubiera podido compensar en algo el desastre de la derrota del debate anterior frente a Mitt Romney, no solo no le ayudó sino que lo perjudicó aún más.
Biden, casi setentón, se mostró hostil, despectivo e irrespetuoso frente a Ryan, una veintena de años más joven. Inclusive cuando su rival trataba temas tan delicados como la tragedia del embajador en Líbia y otros tres funcionarios asesinados por una turba del Al Qaida, Biden reía.
En contraste, el debatiente más joven demostró serenidad y ecuanimidad más propias de los provectos. No respondió a sus sarcasmos y se concretó a sustentar sus argumentos sobre economía y finanzas, así como de política exterior, con hechos, versatilidad y suficiencia.
Biden, cuya actitud patanesca recordaba por momentos a un Chávez o un Correa, interrumpió 82 veces a Ryan y la moderadora, una periodista de CBS de confesa inclinación por Obama y los demócratas, no ejerció su autoridad para controlarlo. Al contrario, frenó a Ryan cuando trató de relievar las mentiras de Biden sobre Libia.
El vicepresidente, con casi cuatro decenios en el Congreso, negó que él  y el gobierno hubiesen recibido pedidos para reforzar la seguridad en las sedes diplomáticas norteamericanas en Libia y reiteró que la información que tenían era que el ataque al consulado y los asesinatos fueron fruto de la ira por un video amateur contra el Islam.
La víspera del debate los delegados del Departamento de Estado dijeron bajo juramento ane el Congreso todo lo contrario: que el pedido de seguridad fue negado, que el ataque fue un acto terrorista previamente concertado para estallar el 11 de septiembre, que no se había registrado protesta por un video que nadie o pocos conocían.
Este segmento del debate, que la mayoría de medios minimiza, debió destacarse como condenatorio al régimen por falsía, negligencia y, a la postre, traición al mandamiento básico de garantizar la seguridad del Estado. El ataque al consulado y los asesinatos eran actos de guerra no confrontados por Obama -pero nadie habla de “impeachment”.
Cuando Richard Nixon, presidente republicano, se contradijo y mintió acerca de un operativo de infiltración y escuchas en la sede del partido demócrata en el hotel Watergate de Washington, el escándalo alcanzó dimensiones inmensas en los medios y el Congreso y el mandatario tuvo a la postre que renunciar.
Si el actuante hubiera sido un demócrata, el incidente habría merecido una nota de pocas líneas en las  páginas interiores del New York Times y, como Clinton perjuro, habría seguido campante en la Casa Blanca. Pero lo de Benghazi en Libia, con ataque a un recinto soberano y el asesinato al embajador y tres funcionarios con honorable carrera militar, solo es hoy “una distorsión malévola del GOP,” según una dirigente demócrata.  
El debate puso frente a frente una vez más a dos teorías, a dos concepciones distintas sobre el mundo y la vida. De un lado Biden y Obama que desprecian la individualidad y discrepancia (la risita irritante, despectiva y constante contra su joven rival lo demuestra) y del otro, con Mitt y Paul, que aspiran a recuperar el sistema de libre albedrío en el cual el gobierno aplique la ley, si, pero sin inmiscuirse en todos los intersticios de la vida ciudadana.
En el debate presidencial más de 70 millones de televidentes se percataron por si mismos de que Obama no era el hombre idílico que pintaban los medios, sino un hombre de paja, inepto, desconocedor de los asuntos de Estado e incapaz de mantener una discusión de nivel con un contendor de cualidades opuestas. 
Entre los vicepresidentes la discusión de temas trascendentes sobre política interna y externa como que se diluyó ante la opacidad de Biden. Fueron tantas sus interrupciones y muestras de su falta de clase, que lo esencial se perdió. Pero perdura la imagen bufonesca de quien tampoco, como Obama, está preparado para liderar a la potencia más poderosa e influyente del planeta.
Aún restan dos castigos, dos debates más para Obama. Las encuestas, a raíz del colapso de su primer debate, han sido catastróficas para él y el descontento y frustración por la larga mentira de casi cuatro años siguen en aumento. ¿Podrá Obama revertir los resultados? Ni sus mismos partidarios lo creen.
Pero eso si, votarán por él a ciegas como todos los de su estirpe, ajenos al raciocinio. Y a menos que haya algo completamente inesperado, la suerte parece estar echada en favor del GOP. ¿Qué podría ser ese “algo”? ¿Una declaratoria de guerra contra Irán? ¿Un ataque nuclear islámico contra USA? ¿Un atentado contra Romney?
En la fiesta taurina la “autoridad” de la plaza tiene derecho a indultar al “bicho” a última hora por su bravo desempeño. Imposible esperarlo en el caso de Obama. Su actuación ha sido condenable de principio a fin, por lo que no queda sino propinarle  la estocada final en noviembre, fecha de los comicios presidenciales.

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