Friday, June 29, 2007

BOICOT REPUBLICANO CONTRA BUSH

El nuevo intento del presidente GW Bush por corregir la inaceptable situación de los inmigrantes en este país fue finalmente derrotado en el Senado por el boicot de sus propios partidarios del partido republicano.
El proyecto original era, en esencia, muy simple y coherente. Tendía a coordinar estrechamente un mejor control del ingreso de extranjeros al país y el procurar una forma viable para legalizar a los inmigrantes que ya se hallan aquí pero sin documentos.
La última reforma a la ley de inmigración la hizo en 1986 el presidente Reagan, también republicano y básicamente consistía en conceder la amnistía a los tres millones de indocumentados que había en ese entonces según cálculos de la época.
Ahora se cree que hay 12 millones o más de indocumentados, en su mayoría de México y Centro y Sur América. Las regulaciones previstas para evitar el flujo de nuevos inmigrantes ilegales tras la amnistía acordada por Reagan o no fueron consistentes y realistas o no se aplicaron con estrictez.
Pero en tan dilatado lapso ha habido gobiernos demócratas y republicanos que tendrían que absorber la culpa por igual. Consecuentemente, el esfuerzo para enmendar la situación debía ser bipartidista y eso es lo que aspiraba Bush. Pero fracasó por falta de respaldo de muchos de sus coidearios.
La principal objeción de los republicanos empeñados en derrotar los proyectos de ley, primero el de la Casa Blanca y luego el bipartidista, era que el problema no debía enfrentarse simultáneamente en los dos flancos, la seguridad de las fronteras y la legalización de los indocumentados.
“Secure the border first”, (seguridad en la frontera primero) era el grito de batalla de los republicanos “conservatives”, amplificado por los conductores de los programas radiales en su mayoría de derecha. Tarde, día y noche la furia contra los proyectos era incansable en todos estos programas muy populares de radio.
Bush, unido a demócratas y republicanos veteranos replicaban sin cesar que la seguridad en la frontera, tratada unilateralmente, no iba a frenar el flujo de los inmigrantes ilegales. Y que, sobre todo, no iba a resolver el problema de millones de indocumentados obligados a vivir precariamente a la sombra de la ley.
También han argüido los republicanos radicales que garantizar la seguridad de la frontera como prioridad, para impedir el acceso a los ilegales, era coherente con la característica fundamental de esta nación: el respeto a la ley. De allí les brotaba el razonamiento falso de comparar al inmigrante indocumentado con un delincuente común.
Es innegable que quien ingresa al país sin sujetarse a las leyes y regulaciones sobre la materia, está delinquiendo. Pero su delito no es comparable con quien asalta un banco o cruza la frontera para vender estupefacientes e incluso con un delincuente menor de normas de tránsito.
La mayoría de inmigrantes no documentados ha llegado a este país por las fuerzas del mercado, detalle en otros aspectos venerado por los republicanos conservadores. En México, por ejemplo, pese a que el panorama económico ha evolucionado, aún existe mucha pobreza y falta de empleo. Al otro lado de la frontera, en los Estados Unidos, la economía es próspera y hay déficit de mano de obra especialmente para menesteres humildes como el acopio de alimentos en los sembríos, la construcción, procesadoras de alimentos.
Si los conservadores hablan de respeto a le ley, acaso deberían respetar esta suerte de ley de la gravedad del mercado: de un lado se genera demanda de mano de obra, del otro hay una perenne escasez de fuentes de trabajo y por ende abundancia de oferta de la mano de obra. Los dos factores confluyen y se registra entonces el fenómeno migratorio.
Bush ha tratado de convencer al público y a los congresistas que la inmigración ilegal se corregirá sólo cuando la legalidad se canalice hacia la legalidad. No con la construcción de vallas infinitas ni la sola represión militar, sino con mecanismos como el registro de trabajadores temporales, multas a ilegales y procesos colaterales para que opten por la ciudadanía en cierto plazo.
Existe la tendencia a suponer que la legalización por cualquier medio, o como la llaman, la amnistía, significaría ingentes desembolsos de fondos fiscales para socorrer a los nuevos ciudadanos con asistencia médica gratuita, alimentos subsidiados y otros recursos derivados del proteccionismo instaurado por los demócratas.
Olvidan que la mayoría de indocumentados que se ha establecido aquí no es de fardos inertes: son trabajadores que ganan salarios, aunque mínimos, pero que pagan impuestos que financiar los sistemas médicos y de seguridad social a la que todo ciudadano o residente legal tiene perfecto derecho a acceder.
Si no se rectifica el status quo en materia de inmigración no habrá barrera que pueda contener el continuo flujo de inmigrantes en búsqueda de condiciones de vida mejores que las que dejan atrás. Ni siquiera una hipotética esfera de cristal que cubra todo el territorio norteamericano continental e insular bastaría para lograrlo. Los inmigrantes, como los narcotraficantes, se ingeniarían túneles para ingresar o cualquier otro artilugio para perforar la esfera imaginaria.
Lo ideal y pragmático es lo que planteó inicialmente Bush: por un lado sacar a los indocumentados de la sombra de la ley y por otro establecer un mecanismo claro para que nuevos inmigrantes se registren como trabajadores temporales y crucen sin obstrucciones la frontera cuando lo deseen. Eso lo hacía de manera rutinaria desde que se rehizo el mapa de los Estados en el siglo XIX y solo lo han dejado de hacer últimamente.
(Muchos de los indocumentados son precisamente aquellos que vinieron por un trabajo temporal para las cosechas y no regresaron como habitualmente lo hacían por temor a ser sorprendidos y deportados, con prohibición de regresar a USA para el resto de sus días)
En el fondo, la actitud hostil de los republicanos “conservatives” es xenofóbica y específicamente contra los mexicanos y latinos en general. Aunque se cuidan de decir que no son racistas, sus monólogos están cargados de ese sentimiento. Los ilegales, dicen, arruinarán a esta nación porque la cultura anglo sajona que la ha llevado a la cúspide, cederá ante la avalancha de esta suerte de bárbaros del Sur.
Esa respuesta emocional ni es nueva ni es propia de este país. Aquí hubo una feroz oposición a los italianos que inmigraron en masa a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Ahora sus ídolos son Frank Sinatra, Dean Martin y uno de los platos favoritos, la pizza.
Fenómeno similar ocurrió aún antes con los alemanes y sobre todo los irlandeses. Ahora muchos de los mismos que lanzan improperios contra los hispanos, se enorgullecen de sus apellidos que denotan un ancestro irlandés y celebran encantados los desfiles y demás eventos para conmemorar del Día de San Patricio.
El flujo de hispanos, visto con una lente imparcial y realista, debería ser bienvenido por los defensores del sistema democrático y liberal de USA. El crecimiento poblacional, si se pone de lado a los hispanos, está en declinación en este país, como en Europa. Es el resultado de las innovaciones demócratas de feministas y partidarios del aborto y los anticonceptivos.
Los hispanos están contribuyendo a superar ese vacío poblacional, como lo están haciendo los árabes en Europa en condiciones muy distintas. Aunque se trate de una reflexión racista, siempre será preferible para USA una avalancha de hispanos que de musulmanes extremistas que quieren dañar y asesinar al país que les alberga, como en Londres justamente hoy,
Además, los hispanos ya estuvieron en USA con anterioridad. En California, en todos los Estados ahora lindantes con México. La ciudad europea más antigua de la Unión no es Jamestown, cuyo aniversario de fundación acaba de celebrarse con la visita de la Reina Isabel de Inglaterra, sino San Agustín, al norte de la Florida, fundada antes que Quito, en 1523.
La cultura latina de hecho está ya contribuyendo a enriquecer a este país, En la cocina, en las artes, en la política, en los deportes. Los nombres de latinos pululan en los diarios, películas, TV, la radio. Claro que, como en todo grupo racial y social, hay delincuentes. Los anglos sajones no son excepción.
(Quizás la alternativa que no se menciona para evitar más inmigración es la contratación de una Hugo Chávez o un Rafael Correa para que gobiernen a este país por unos seis meses. Lo llevarían a la ruina y el flujo migratorio sería entonces en sentido contrario)
Fracasado el proyecto original, Bush intentó un segundo plan esta vez en trabajo estrecho con veteranos de los dos partidos, destacándose el demócrata Ted Kennedy, hermano del asesinado John F, Se introdujeron innumerables enmiendas para tratar de complacer a todas las partes y el fruto fue un bloque de más de 600 páginas.
Puede razonarse que este embrollo explica en parte el fracaso del compromiso. El proyecto se volvió excesivamente complejo). Pero lo de fondo es que los republicanos, por xenofobia, boicotearon a su propio presidente causándole una humillante derrota que probablemente tenga funesta resonancia en los comicios presidenciales y de legisladores en el 2008.
El “capital político” de Bush se ha erosionado, no hay dyda. Pero no por el impacto de la oposición demócrata, sino de sus partidarios. Qué repercusiones tendrá en su posición de guerra contra le terrorismo es difícil de predecir. Más y más republicanos lo critican y desertan. El último recurso del Congreso sería cortar los fondos para la guerra, como en Vietnam para acelerar el colapso y la derrota.
Algunos analistas dicen que Bush no cederá, aún si su capital político llega a 0. En cuanto a los fondos, dicen que tiene facultades ejecutivas para tomarlos de fondos de emergencia y continuar en la guerra hasta más allá de las elecciones presidenciales de noviembre del 2008. El tiempo lo dirá.

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