Wednesday, February 27, 2019

TRUMP FRENTE A LA ESCORIA

El contendor del Presidente Donald J. Trump, que buscará ser reelegido en el 2020 con apoyo republicano, será cualquiera de la veintena de pre candidatos de un partido demócrata que se ha precipitado en el vórtice del suicidio político con su extremismo izquierdista.
Sus propuestas son contrarias a la idiosincracia del pueblo norteamericano pues se estrellan contra los principios de la Constitución de la República que se inspiró en la Declaración de la Independencia de 1776, la cual puso fin a la tiranía y dio inicio a un sistema de gobierno basado en la libertad y el consenso ciudadano.
El partido demócrata se volvió "progresista" al creer que la Constitución es obsoleta. A partir de la era del Presidente Wilson a comienzos del siglo XX predica la necesidad de modernizarla para acelerar la "justicia social", que garantice la igualdad de resultados, no de oportunidades.
El esquema implica una ingerencia mayor del Ejecutivo y la creación de un Estado administrativo que absorba facultades privativas de la Legislatura e incluso de la función judicial, en desmedro de la protección de la división de poderes instaurada por los fundadores de la República en el siglo XVIII, que ha engrandecido a la nación.
Los demo progresistas quieren controlarlo todo, debilitando las libertades individuales. Obama dio pasos acelerados en esa dirección y uno de sus mayores avances fue el Obamacare, con el cual se iba a estatizar el servicio de salud. Ese y otros esfuerzos fueron bloqueados con la derrota de la candidata Hillary Clinton por Trump, en los comicios del 2016.
Los demócratas no se conformaron nunca con la límpida victoria republicana y no han descartado ningún recurso, por absurdo e innoble que fuere, por tratar de descalificarlo, obstruirlo e inclusive destituirlo. Han tenido en todo momento como aliado en la lucha anti Trump a la mayoría de medios escritos y de radio y TV, con muy pocas excepciones. 
El último intento obstruccionista ha sido el bloqueo de fondos para terminar de construir el muro en la frontera sur con México, aprobado en el 2006 por los dos partidos. Los demos, que recuperaron la mayoría en la Cámara Baja, aducen que el muro no se necesita, que es inmoral, que no hay crisis y que la declaratoria de emergencia de Trump es inconstitucional.
La declaratoria la hizo el Presidente para utilizar fondos de otras fuentes y lo hizo en uso de una facultad constitucional. Lo que es inconstitucional es que el Congreso bloquee los fondos para hacer realidad el fin constitucional asignado como un mandato al Presidente: garantizar la seguridad nacional de fronteras.
Pero hay otro mandato constitucional aún más trascendente al que se oponen ahora los demo progresistas: la defensa de la vida. Hace pocos días el gobernador de Virginia dijo en entrevista televisada que defendía un proyecto de ley para acabar con la vida de un niño que sobrevivía a un aborto, si ese era el deseo de la madre. "Lo sostengo en mis manos confortablemente hasta que se decida", dijo en TV el gobernador, identificado como neuro pediatra y padre de seis niños.
El proyecto de ley no fue aprobado por pocos votos pero ello motivó a un legislador a presentar en el Senado federal un proyecto que estipulaba que todo ser nacido vivo debe ser protegido para que sobreviva. La ley no pasó por la oposición de todos los senadores demócratas, incluídos seis pre candidatos presidenciales, tres de ellos mujeres. En Nueva York se aprobó una ley para legalizar el aborto hasta el último día del embarazo y su aprobación se recibió con "standing ovation".
En concordancia con ese desprecio a la vida, los promotores del Green New Deal, que pretende ser el remedo del New Deal de Roosevelt, quieren promover la no reproducción humana mientras no se modifique el "global warming" o "calentamiento global" que ahora llaman "cambio climático". Dicen que  si ello no se da, sobrevendrá la catástrofe universal en doce años, por lo que no vale la pena procrear hijos.
Sugieren dejar de explotar los hidrocarburos, utilizar aeronaves, modificar la arquitectura de edificios y viviendas, alterar hábitos de consumo y dieta, sacrificar al ganado vacuno, universalizar la educación y la salud gratuitas y más majaderías. Y como si ello fuera poco, han resucitado la cantaleta de la "restauración" de compensaciones por la esclavitud.
El proceso regresivo en la mentalidad de los demócrata "progresistas" les hace suponer que con el socialismo marxista la igualación forzada de  los resultados es bienestar y prosperidad. Es todo lo contrario. Es pérdida de libertades y por tanto de competitividad y productividad y por tanto miseria. No hay un ejemplo en la historia pasada o reciente de sociedad socialista o fascista, comunista o o tiránica que haya sido feliz y próspera. 
Esa mentalidad es proclive a imaginar que la historia puede rehacerse, revivirse y reformarse con restauraciones o compensaciones. Igual que con el clima. Con impuestos es ridículo pretender reducir la propalación y aún supresión del dióxido de carbono, elemento vital. Con remuneraciones más o menos generosas es ridículo pensar en borrar el estigma de la esclavitud, sucedida hace siglos y que en el caso de los negros de América, ocurrió con la complicidad de los negros del África.
Las multas e impuestos del Green New Deal sumarían 93.000 trillones de dólares en diez años y no modificarían un épice las condiciones del clima. Pero si empobrecerían a los Estados Unidos, cuya deuda ahora es de 23.000 trillones. En cuanto a la esclavitud, en nada mejoraría la suerte de los esclavos ya muertos ni poco variaría la suerte de los pocos afortunados que puedieren recibir compensaciones como por golpe de lotería. 
La felicidad y el bienestar se logran por otros cauces, por el esfuerzo personal y en un ambiente favorable de libre albedrío como manda la Constitución, no por dádivas del Estado.


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