El Presidente Donald Trump ha globalizado el término "fake news" para referirse al periodismo no profesional que no cumple con la misión de informar con la mayor sujeción a la verdad sobre los hechos, sino que los distorsiona.
Muchos confunden esa crítica de Trump como que rechaza a los medios con opiniones contrarias a las suyas por su manejo de las políticas de gobierno y esa no es sino otra de las distorsiones de ese tipo de periodismo falso llamado en inglés "fake".
Lo que reclama Trump y la mayoría que le respalda es un periodismo honesto y profesional que se constriña a informar con veracidad lo que dice y hace el gobierno, sin mezclar insidiosamente la opinión partidista del reportero en la versión de la noticia, convertida así en seudo noticia.
El periodismo, en cuanto informa (sin callar ni distorsionar) está plenamente respaldada por la Constitución de los Estados Unidos, pues es un instrumento esencial diseñado por los fundadores de está nación para vigilar al gobierno, exigiéndole transparencia constante en todos sus actos.
La crítica, o sea el derecho a disentir, también está garantizado por la misma
Carta Magna y no solo para el ejercicio del periodismo sino para cualquier otra forma de expresión de las ideas. Pero la distinción en un medio impreso o audiovisual de comunicación entre opinar e informar es nítida: no cabe unir los dos conceptos sin distorsionar la misión periodística.
Según estudios académicos, el 90% de la cobertura de los medios sobre la gestión de Trump en este país ha sido negativa, en cuanto se han callado logros como abolición de las obstrucciones para el sector privado que han acelerado el crecimiento al 4.1% del 2.1% de Obama, aumento del empleo en todas la etnias y estratos, las conquistas en el área externa y similares.
En contraste, la mayoría de medios de tendencia demócrata progresista se ha dedicado a tiempo completo a forzar sucesos que podrían dañar la imagen del Presidente, como la supuesta colusión rusa para llevarlo a la Casa Blanca en los comicios del 2016 y otras ficciones conexas de supuestos escándalos que nunca han tenido sustento y que motivan investigaciones interminables.
Pese a la hostilidad de los medios, la popularidad de Trump sigue avante y unas últimas encuestas le adjudican un 50% de popularidad, frente al 45% que obtuvo Obama en similar lapso de su primer gobierno en el 2010, pese a que toda la prensa lo tuvo como su favorito de comienzo a fin. Más del 80% de los republicanos dice tener poca credibilidad en los medios.
Ello explica que Trump tenga que recurrir al Twitter y a los "rallies" para difundir su pensamiento. Los locales de la concentraciones no se dan abasto para albergar a sus seguidores, que sin embargo se resignan a escucharlo y verlo en las inmediaciones frente a las grandes pantallas de TV que han tenido que ser instaladas.
El manejo de los tweets puede a veces tener efectos no deseados o interferir en la divulgación que de todos modos se hace de sus logros en la materia de economía y empleo. Pero refleja la impaciencia del Presidente frente a la desinformación y su deseo de que se corrijan los entuertos con presteza. Uno de sus últimos mensajes por dicha vía estuvo dirigido al Fiscal General Jeff Sessions, pidiéndole que de por terminada la investigación por la colusión rusa.
La investigación, comandada por Bob Moeller y 17 abogados demócratas latisueldos lleva casi dos años de absorber cuantiosos fondos fiscales y distraer la atención nacional, sin ningún resultado. Pero un tweet no es la manera presidencial de acabar con esa farsa. Podría ser una orden para destituir a Sessions y a Moeller, pero ello sería fatal políticamente.
La sola intepretación que cabría es que dicho tweet sea un anuncio de que se aproxima la desclasificación de los documentos en base a los cuales se ha montado toda esta farsa. El Presidente puede hacerlo y cuando lo haga quedarían al descubierto los nombres hasta ahora ocultos de quienes fraguaron la conspiración contra Trump para intentar llevarlo a la interpelación por el Congreso.
De otro modo, el tweet de Trump sobre Sessions quedará en el aire, dando pábulo a burlas de la oposición y no frena ni resuelve la evidente maquinación sin sustento de la investigación Moeller. ¿Qué espera Trump para actuar? Varios legisladores republicanos le han pedido formalmente que ordene la desclasificación cuanto antes ¿por qué no lo hace?
Mientras tanto, Ivanka, la hija de Trump, cometió un desliz al contradecir a su padre cuando se refirió a los periodistas de los "fake news" como "enemigos del pueblo". Entrevistada por TV sobre si creía que los periodistas son enemigos del pueblo, Ivanka dijo que no. Evidentemente le faltó especificar. Su padre le ayudó a hacerlo al decir que su hija se refería a los periodistas honestos como no enemigos y no a los del "fake news".
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