La oposición demócrata/progresista, con algunos republicanos disidentes, se unificó en lo que la derrotada Hillary Hilton denominó La Resistencia para tratar de descalificar a Donald Trump y planear su "impeachment" (interpelación) y la destitución con el próximo Congreso.
Están esperanzados, por cierto, en recuperar la mayoría en las dos cámaras en las elecciones de medio término en noviembre venidero, pero esa posibilidad es remota dado que la economía mejora cada día, hay más oferta de empleo que demanda, la confianza en el mercado de inversión aumenta y mejoran las relaciones comerciales internacionales.
La "resistencia", que toma el adjetivo de la heróica actitud subterránea anti nazi durante la II Guerrra Mundial, no tiene asidero y la comparación es burda. Trump es constitucionalista, fue elegido libre y legalmente y busca mejorar las condiciones de vida de las ciudadanos preservando las libertades, lo cual no era precisamente característica de la era hitleriana.
Como uno de los líderes de la "resistencia" se ha erigido nada menos que el ex Director de la CIA de Obama, John Brennan, conocido por su afininidad con los musulmanes y los comunistas, que se ha lanzado en diatribas contra Trump hasta el extremo de calificarlo de traidor por su encuentro con Putin en Helsinki. El delito de traición implica aquí la pena de muerte.
Trump ha buscado aproximación con Putin no por afinidad ideológica, sino para hallar puntos probables de acuerdo para evitar distanciamientos y conflictos que pudieran derivar en guerra nuclear. Rusia, aunque distante en poderío económico de los Estados Unidos, posee un temible arsenal nuclear heredado de la antigua URSS y modernizado.
Brennan lanzó su acusación en uno de los canales de TV anti Trump que le pagan un jugoso salario. Como ex Director de la CIA, lo que diga se supone está basado en informes confidenciales que no está autorizado a revelar y que si lo hace sin respaldo, es flagrante irresponsabilidad. Por ello, Trump le canceló su derecho de acceso a los archivos secretos de la CIA.
Esa prerrogativa existe en la suposición de que tan altos funcionarios, una vez en retiro, siguen siendo respetuosos de la institución y del país y útiles para proveer información a sus sucesores en casos específicos. Brennan ha violado esos principios, lo cual nada tiene que ver con el derecho a la libre expresión.
En parecida situación están otros ex funcionarios, entre ellos el general Michael Hayden (R) de la Fuerza Aérea nombrado por Obama para dirigir la CIA. Dijo que Trump, al separar a los niños de los padres que llegan ilegalmente al país mientras se procesan sus casos, ha hecho lo que Hitler en Auschwitz. La ley la dictó Obama y en general se aplica a los hijos cuyos padres son recluído por cualquier motivo legal.
La medida contra Brennan (y probablemente contra otros) tiene un contenido moral antes que práctico, pues el acceso a información secreta la tienen los ex funcionarios cuando son consultados por los gobiernos sobre casos en los cuales se considera tuvieron experiencia. Nadie en este régimen va a pedir a dichos ex de la "resistencia" su opinión sobre nada.
Pero la "resistencia" no ceja en sus esfuerzos. El diario The New York Times, que con el The Washington Post y los principales canales de TV son voceros de la "resistencia", publicó un largo análisis sobre la supuesta "traición" de uno de los abogado de Trump por haber colaborado con Bob Mueller en tres ocasiones por 30 horas. No hubo tal traición. Trump aclaró que su abogado tuvo su venia para cooperar porque no tiene nada que ocultar acerca de la supuesta "colusión" con Rusia para ser elegido Presidente.
Brennan, en cambio, sabía en el 2016 que Hillary Clinton pagó a un ex agente birtánico para fabricar un "dossier" falso sobre supuestas actividades obscenas de Trump en Moscú y a pesar de ello lo utilizó como documento válido que sirvió de base para levantar la investigación que dura dos años sobre colusión con Rusia y que no ha logrado exhibir una sola prueba.
Si colusión probada ha habido es la de Hillary Clinton con Rusia en el caso del "dossier" y la negociación fraudulenta de venta de uranio, que ignoraron la CIA de Brennan y Obama. Como han ignorado, hasta ahora, los delitos de Hillary sobre la destrucción de 33.000 emails o la masacre de Benghazi. Solo la desclasificación de documentos secretos del FBI y la CIA aclararán de modo concluyente la conspiración de la "resistencia".
Están esperanzados, por cierto, en recuperar la mayoría en las dos cámaras en las elecciones de medio término en noviembre venidero, pero esa posibilidad es remota dado que la economía mejora cada día, hay más oferta de empleo que demanda, la confianza en el mercado de inversión aumenta y mejoran las relaciones comerciales internacionales.
La "resistencia", que toma el adjetivo de la heróica actitud subterránea anti nazi durante la II Guerrra Mundial, no tiene asidero y la comparación es burda. Trump es constitucionalista, fue elegido libre y legalmente y busca mejorar las condiciones de vida de las ciudadanos preservando las libertades, lo cual no era precisamente característica de la era hitleriana.
Como uno de los líderes de la "resistencia" se ha erigido nada menos que el ex Director de la CIA de Obama, John Brennan, conocido por su afininidad con los musulmanes y los comunistas, que se ha lanzado en diatribas contra Trump hasta el extremo de calificarlo de traidor por su encuentro con Putin en Helsinki. El delito de traición implica aquí la pena de muerte.
Trump ha buscado aproximación con Putin no por afinidad ideológica, sino para hallar puntos probables de acuerdo para evitar distanciamientos y conflictos que pudieran derivar en guerra nuclear. Rusia, aunque distante en poderío económico de los Estados Unidos, posee un temible arsenal nuclear heredado de la antigua URSS y modernizado.
Brennan lanzó su acusación en uno de los canales de TV anti Trump que le pagan un jugoso salario. Como ex Director de la CIA, lo que diga se supone está basado en informes confidenciales que no está autorizado a revelar y que si lo hace sin respaldo, es flagrante irresponsabilidad. Por ello, Trump le canceló su derecho de acceso a los archivos secretos de la CIA.
Esa prerrogativa existe en la suposición de que tan altos funcionarios, una vez en retiro, siguen siendo respetuosos de la institución y del país y útiles para proveer información a sus sucesores en casos específicos. Brennan ha violado esos principios, lo cual nada tiene que ver con el derecho a la libre expresión.
En parecida situación están otros ex funcionarios, entre ellos el general Michael Hayden (R) de la Fuerza Aérea nombrado por Obama para dirigir la CIA. Dijo que Trump, al separar a los niños de los padres que llegan ilegalmente al país mientras se procesan sus casos, ha hecho lo que Hitler en Auschwitz. La ley la dictó Obama y en general se aplica a los hijos cuyos padres son recluído por cualquier motivo legal.
La medida contra Brennan (y probablemente contra otros) tiene un contenido moral antes que práctico, pues el acceso a información secreta la tienen los ex funcionarios cuando son consultados por los gobiernos sobre casos en los cuales se considera tuvieron experiencia. Nadie en este régimen va a pedir a dichos ex de la "resistencia" su opinión sobre nada.
Pero la "resistencia" no ceja en sus esfuerzos. El diario The New York Times, que con el The Washington Post y los principales canales de TV son voceros de la "resistencia", publicó un largo análisis sobre la supuesta "traición" de uno de los abogado de Trump por haber colaborado con Bob Mueller en tres ocasiones por 30 horas. No hubo tal traición. Trump aclaró que su abogado tuvo su venia para cooperar porque no tiene nada que ocultar acerca de la supuesta "colusión" con Rusia para ser elegido Presidente.
Brennan, en cambio, sabía en el 2016 que Hillary Clinton pagó a un ex agente birtánico para fabricar un "dossier" falso sobre supuestas actividades obscenas de Trump en Moscú y a pesar de ello lo utilizó como documento válido que sirvió de base para levantar la investigación que dura dos años sobre colusión con Rusia y que no ha logrado exhibir una sola prueba.
Si colusión probada ha habido es la de Hillary Clinton con Rusia en el caso del "dossier" y la negociación fraudulenta de venta de uranio, que ignoraron la CIA de Brennan y Obama. Como han ignorado, hasta ahora, los delitos de Hillary sobre la destrucción de 33.000 emails o la masacre de Benghazi. Solo la desclasificación de documentos secretos del FBI y la CIA aclararán de modo concluyente la conspiración de la "resistencia".
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