Friday, February 17, 2017

EL PAPEL DE LOS MEDIOS

Mal hacen quienes pretenden comparar la confrontación de Donald Trump con los principales medios de comunicación audiovisual que le son hostiles en los Estados Unidos, con las actitudes dictatoriales de gobernantes del tercer mundo para limitar la libre expresión.
El Presidente Trump, como lo aclaró en la espectacular rueda de prensa de ayer, acoge con entereza cualquier noticia u opinión que pudieran no serle favorables. Lo que le irrita, dijo, es que exista un periodismo deshonesto confabulado para atacarlo con mentiras.
En el Ecuador, por ejemplo, el Presidente Rafael Correa persiguió con zaña a columnistas como Carlos Vera, Jorge Ortiz y otros y presionó para que sean expulsados de los medios en que emitían opiniones que no eran de su agrado. Otro, Emilio Palacio de El Universo, se vió obligado a fugar y ahora está autoexiliado en Miami.
El Diario Hoy quebró por maniobras del régimen y algunos, como El Telégrafo, fueron confiscados. Los restantes optaron por la auto censura y el principal, El Comercio, finalmente fue vendido a un extranjero pese a prohibirlo la Constitución. La culminación de la guerra anti libre expresión fue la Ley Mordaza, una tácita imposición de la censura previa.
Trump ni remotamente busca algo parecido. Lo que anhela es la práctica de la honestidad profesional en el periodismo, como lo garantiza la Constitución. La situación ha llegado a tal extremo, que rebasa el delito del libelo que podría absolverse en los tribunales, para alcanzar niveles obstructivos de conspiración.
El factor “Rusia” es decidor. Meses antes de las elecciones de noviembre pasado, se hicieron públicos millares de emails de la dirigencia del partido demócrata que apoyaba a Hillary Clinton, en los que se revelaban patrañas para debilitar al rival de Hillary, Bernie Sanders y para facilitarle a ella en los debates por TV y otras maniobras nada éticas.
No se ha podido evaluar el impacto de los emails en los resultados de las elecciones, pero luego de la pérdida de Hillary, los demócratas forjaron la teoría de que esa filtración fue urdida por Rusia en favor de Trump. Nunca han llegado a presentar una sola prueba, pero siguen insistiendo en que la intervención de la dupleta Trump/Putin en las elecciones es indiscutible.
Rusia y Putin siguen siendo el arma del “progresismo”/demócrata para tratar de desligitimizar la presidencia de Trump. Es una campaña en la que participan a una sola voz The New York Times, Los Angeles Times, The Wall Street Journal, The Washington Post y las cadenas CNN, MSNBC, CBS y radios solidarias. Se trata de un bloqueo informativo deshonesto al que se opone Trump.
El NYT publicó en primera plana que la dirigencia de la campaña de Trump sostenía conversaciones regulares con funcionarios rusos antes, durante y después de la campaña electoral. Pero en la misma crónica se lee que los reporteros no lograron encontrar ninguna prueba de ello. Sin embargo dieron despliegue amplio y destacado al informe infundado.
Correa, para seguir con el ejemplo, no luchaba contra el periodismo deshonesto, sino contra el periodismo honesto que investigaba y deseaba comunicar a los lectores acerca de errores y quiebras de la ley en las que incurría el régimen. Trump alienta al periodismo honesto, acepta críticas, pero aborrece de las mentiras persistentes, que distraen el buen gobernar.
El derecho a la libre expresión es fundamental en una democracia como la de Estados Unidos y no debe ser regulada ni administrada como si fuera un servicio público, como en el caso de la Ley Mordaza del Ecuador. Es un derecho individual que se auto regula y limita con el derecho de los demás y que si incurre en excesos de injuria y calumnia, puede penalizarse.
Muy distinta es la colusión o acción colectiva de los medios audiovisuales y escritos, no para fortalecer sino para debilitar los valores de la democracia en su intento por desconocer la victoria de Trump, basados en una supuesta intervención de Putin en los asuntos internos de los Estados Unidos, acerca de lo cual no hay prueba alguna.
El general Michael Fynn acaba de verse forzado a renunciar de su cargo de Asesor de Seguridad Nacional, porque conversó con el embajador de Rusia y no contó de ello en todos sus detalles al Vicepresidente Pence. Eso se supo por “leaks” o filtraciones de la conversación telefónica que los reporteros del The Washington Post recibieron de agentes desde adentro de la Casa Blanca.
Tales filtraciones, que se multiplican, son un crimen cometidos por  empleados obamistas resentidos. Se los descubrirá y sancionará por atentar contra la seguridad nacional. Los WikiLeaks que divulgaron los emails en la campaña de Hillary, aún si fueron provistos por los rusos, no afectaban a la seguridad nacional. Hay evidencias de que fueron agentes de la CIA, anti Hillary, los que divulgaron esos emails.


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