Monday, December 15, 2014

SUFICIENTE DISCUSIÓN


La divulgación en el Senado del informe unilateral del partido demócrata en el que se intenta probar que la CIA torturó de manera ilegal y además innecesaria a los implicados en la masacre del 9/11, ha sido discutida hasta la saciedad en todos los medios por parte de analistas de todas las especialidades y ubicaciones políticas.
La conclusión es inocultable. El informe es extemporáneo, porque se cerró en el 2009 y se hizo público sin consultar a los ex directores de la CIA y otros funcionarios involucrados en las acusaciones. Además, ningún republicano apoyó que se lo divulgue, decisión tomada por la presidente del comité de Inteligencia del Senado, Dianne Feinstein. 
El público, según las encuestas, ha demostrado su aversión a esta acción partidista, quizás porque considera y con razón, que es antipatriótica. Los agentes de la CIA, aún si se excedieron en los métodos de interrogación, lo hacían no por sadismo sino por esforzarse en acopiar indicios acerca de un posible nuevo ataque terrorista como el del 9/11, para evitarlo. 
Y lo consiguieron. El actual Director de la CIA, John Brennan, que fue subdirector en el 2001, desmintió a Feinstein afirmando que se  comunicaban repetidamente con líderes de los dos partidos del Congreso y con la Procuradoría, acerca de los métodos de interrogación como el “waterboarding” y que nadie se opuso. Más bien el senador demócrata David Rockefeller les pidió que actuaran “con mayor dureza”.
En 13 años, desde el 9/11, no ha habido otro ataque terrorista de tan alto poder. Debido a la necesidad de mantener en secreto las operaciones, la CIA no puede detallar cuántos atentados ni cómo ni cuándo fueron frustrados oportunamente. Pero la amenaza sigue latente en los Estados Unidos y sus aliados, como acaba de comprobarse hoy en Sydney, Australia. 
Un iraní islámico tomó como rehenes a 17 clientes de un café céntrico y tras 16 horas finalmente irrumpieron fuerzas policiales de elite para dar fin al asedio. Murieron el terrorista y dos rehenes y otros quedaron heridos. La policía afirma que es un hecho aislado, pero el asesino no necesitaba de orden ni guía específicas para matar: invocó a Alá, maldijo a Occidente. No necesitó más al igual que otros que piensan y actúan como él.
Un solo republicano, John McCain, ha apoyado a Feinstein, diciendo que la tortura es impropia de la cultura de este país. Él es senador por Arizona y fue derrotado en el 2008 por Obama. Fue piloto naval en la guerra de Vietnam, su avión fue derribado  y por varios años los vietcong lo tuvieron preso y torturado en la cárcel que sardónicamente se la dio en llamar “Hanoi Hilton”.
Su experiencia con las torturas ciertamente no debe traerle buenos recuerdos, algo natural en cualquier ser humano. ¿Qué información buscaban de él los vietcongs con la tortura? Muy poca. No era comandante, solo un piloto con una misión, no para diseñarlas ni planearlas. En todo caso, era una relación entre enemigos. 
Sostiene que la tortura no genera información válida, pues el acosado dice cualquier cosa para detener el acoso. ¿Actuó él así frente a los vietcongs? Pues si comprobaban que mentía, lo ejecutaban. De otro lado, delimitar y definir lo que es tortura es complejo y puede variar de una a otra persona. Muchas confesarán la verdad sin “waterbording”, otras callarán hasta la muerte.
El ex vicepresidente Dick Chenney no creee que el “waterboarding” sea tortura. Tras el 2001 se aplicó legalmente a solo tres terroristas y la información que proporcionaron fue invalorable y contribuyó a impedir nuevos 9/11 y a ubicar y matar al líder de la masacre, Osama Bin Laden. Alguien en la TV le dijo si no consideraba bueno declarar tortura a dicho método, para que nuestros soldados apresados no la sufran. A ellos los degüellan, contestó. 
McCain, veterano de guerra, condecorado y ex candidato presidencial, no parece entender algo elemental en esta discusión inútil: el país está en guerra. Lo está desde el 2001. Sin tregua, pese a los empeños del presidente Barack Hussein Obama, el más anti militar de todos los jefes de Estado de esta nación. El terrorismo musulmán no está concentrado solo en el Isis (o cualquier nombre mutante que adquiera), ni en el Medio Oriente. Se riega por todo el orbe, como cáncer metastásico.
Ahora ha sido Australia. Cualquier día próximo se repetirá allí o en Europa, o los Estados Unidos. Los ataques podrán ser aparentemente aislados, como en Sydney o llegarán camuflados por la frontera abierta del Sur, por aviones comerciales, por barcos, por aire,  por drones. No se descartan los ataques cibernéticos que pudieran paralizar centrales hidroeléctricas, telefónicas, sistemas bancarios, paralizar aeropuertos. 
No se puede intuir de dónde pueden venir los ataques y los atacantes, tanto más cuanto que el nuevo enemigo no viste uniforme ni se sujeta por lo mismo a ninguna regla de juego que McCain quiere aplicar con el manual de la Convención de Ginebra en la mano. Ese enemigo, además, no siempre viene del exterior, está infiltrado tierra adentro. Se multiplica en las comunidades, aprovecha del sistema democrático abierto para vulnerarlo y debilitarlo. Muchos están ya dentro del poder político del “establishment”.
El mandamiento primario para combatir a este tipo de enemigo casi amorfo e invisible es robustecer los servicios de inteligencia. Inteligencia es acopiar información del enemigo para analizarla, interpretarla y calsificarla, a fin de utilizarla para la defensa nacional. Lo que el informe Feinstein hace es lo opuesto: intenta socavar a la CIA.
Aún en las más primitivas tribus se observan mecanismos de inteligencia. Previo a una batalla, sea para el ataque o la defensa, lo primero que el jefe tribal busca es conocer ubicación, movimientos y recursos de la parte contraria. Aún en tiempos de paz, siempre hay un estado de alerta para estar preparados ante situaciones imprevistas. Porque la guerra y la violencia son propias de la naturaleza humana y no desaparecerán con solo desearlo.
Las supuestas torturas a las que alude el informe Feinsten y al que se suma McCain, fueron aplicadas no a demócratas ni a norteamericanos, sino a enemigos capturados en un estado de guerra. Esos enemigos atacaron directa o indirectamente a los Estados Unidos el 9/11 y siguen planeando matar a más norteamericanos y causar más destrucción.
Una demócrata de la Cámara de Representantes pidió que la CIA pida perdón a los asesinos “torturados”. Lo cual prueba, una vez más, que esa clase de políticos, antes que ciudadanos son partidistas, pues parece importarles un bledo debiltar la seguridad interna de la nación si con ello creen que así pueden debilitar al GOP.
El GOP barrió a los demócratas en las elecciones del 4 de noviembre en el Senado, la Cámara de Representantes y en 34 de los 50 Estados. Los demos se sienten acorralados y actúan irresponsablemente desesperados, como con el informe unilateral contra la CIA. Desde enero el Congreso tendrá mayoría republicana y comenzarán los esfuerzos por recuperar el tiempo perdido en seis años de gobierno de Obama.
No solo en el campo de la seguridad nacional, sino en el económico. Es insensato lo que ha hecho este régimen. En tan breve lapso ha elevado de 10 a 18 trillones de dólares la deuda pública y cuando Obama finalmente abandone la Casa Blanca dentro de dos años, esa cifra se habrá duplicado a 20 trillones, algo escalofriante.
¿Cómo reducir esa deuda? Si se reducen gastos y subsidios subidos con Obama de manera exponencial ¿habrá iguales protestas que en Bélgica, España, Italia y otros países en los que el pueblo se ha acostumbrado a un “estado de bienestar” que nadie sabía quién paga? ¿Caben más impuestos a los “ricos”? ¿Más deuda si nadie la presta? Entonces, según se analiza en este enlace, lo que pudiera sobrevenir es una inflación generalizada.
La cual es una forma disimulada de gravar a todos, para empobrecer a todos. Y no solo a los Estados Unidos, sino al universo entero.

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