Tuesday, December 30, 2014

PARADOJA Y ENCRUCIJADA


El republicano Jeb Bush, cuyo hermano George W. y su padre George H.  W. fueron presidentes de la República, súbitamente se ha perfilado como el pre candidato con más opciones para las primarias del GOP, con miras a la contienda presidencial de noviembre del 2016.
Inicialmente el solo anuncio de su probable postulación repugnaba debido a que equivalía a querer perpetuar la preeminencia dinástica de una sola familia en la Casa Blanca, en dos generaciones. Después de todo, Estados Unidos se independizó de Gran Bretaña en el siglo XXVIII justamente para acabar con la monaquía en todas sus formas. 
Jeb Bush, menor que George W., fue gobernador reelecto de la Florida y es unánime el elogio a su gestión. No se pone en duda su liderazgo ni su apego a los principios sustantivos del GOP mientras estuvo en ese cargo, que coincidió con la gestión de su hermano en la Casa Blanca.
Sin embargo, recientemente ha sido objeto de críticas por su apoyo a un programa de educación que uniformaría los pensum en todos los colegios y escuelas de la nación, regulado desde Washington y que bloquearía los criterios y participación de cada Estado. Algo contrario a los principios del GOP.
También fue desagrabable que Bush aceptara conceder una alta presea a la libertad a Hillary Clinton, exactamente al cumplirse el II aniversario de la masacre de Benghazi, consulado norteamericano en Libia en el cual fueron sacrificados en un atentado terrorista el embajador y tres altos funcionarios. A esa fecha, Hillary era Secretaria de Estado, responsable por negligencia.
La relación amistosa entre los Bush y los Clinton es muy cercana y ninguna de las partes lo oculta. George W Bush dice que Bill Clinton es su hermano “en otra madre” y sus hijas llaman “tíos” a la pareja Clinton. En nada parece alterar esa amistad el hecho de que Bill es perjuro por el caso Lewsinky y que Hillary sea cómplice del declive de USA en los frentes interno e externo como íntima colaboradora de Obama.
¿A qué obedece no solo el repunte sino la delantera de Jeb Bush en la lid por las primarias del GOP, cuando ni siquiera se han anunciado de manera formal las pre candidaturas? La respuesta, quizás, haya que hallarla en el tema inmigración y la manera cómo lo está manejando.
Jeb Bush habla español con fluidez y casó con mexicana. Ello explicaría el quizás porqué fue emocional cuando dijo que muchos inmigrantes, sobre todo de América Latina, cruzan la frontera de modo ilegal “por amor”. Es decir, por su deseo de unirse a padres o hijos que se adelantaron en la aventura de buscar una vida mejor.
El problema de fondo radica en el hecho de que dentro de los Estados Unidos hay cerca de 11, 14 o más millones de indocumentados a los cuales es imperativo buscarles una salida de legalización. GW Bush lo intentó con su proyecto de reformas a la ley de Inmigración mediante el cual al tiempo que se aseguraban las fronteras, se facilitaba un proceso de legalización y de ingreso a trabajadores temporales.
El proyecto no pasó en el Congreso por oposición no solo demócrata sino del GOP (y fue sin duda una de las causales del fracaso político frente a Obama). Con Obama el Senado demócrata hizo un nuevo intento pero se estancó en la Cámara Baja, que quiso discutirlo y aprobarlo por partes, sin resultado. Fue entonces que Obama resolvió decretar la amnistía para 5 millones de ilegales, rompiendo la Constitución.
Jeb Bush ha censurado esa actitud. Pero discrepa de ciertos sectores del GOP y de algunos comentaristas, en el sentido de que la sola obstrucción al acto inconstitucional y la exigencia de que “primero” se selle herméticamente la frontera, antes de discutir cualquier reforma a la ley de inmigración, es una actitud insensata.
Por cierto que ninguna nación está segura si sus fronteras no están suficientemente controladas, o si se han vuelto porosas como con Obama. Pero es ridículo sugerir a 11 millones de ilegales que regresen por propia voluntad a sus países hasta que se enmiende la ley, como propuso el ex candidato del GOP Mitt Romney, o que se intente expulsarlos por la fuerza. 
Lo cuerdo y de sentido común es la acción simultánea que proponía Bush el mayor y que quiere refrescarlo Jeb el menor: cierre de frontera pero inmediato cauce a la legalización prolija y condicionada de quienes califican para lograr el privilegio de la naturalización. Paralelamente, dar paso al flujo legal de migrantes que llegan al país en tiempo de cosechas y otros trabajos temporales. 
Jeb Bush tiene méritos, pero también puntos débiles en sus aspiraciones presidenciales. Dentro del partido hay otros de valía como Ted Cruz, cuyo padre es cubano inmigrante. Marco Rubio, de padres cubanos, es otra alternativa, aunque nunca podrá resarcirse del pecado de haber apoyado el proyecto senatorial que ocultaba una amnistía global como la que ahora propone Obama. 
Todavía se desconoce la posición definitiva de los republicanos en las dos cámaras del Congreso, ahora bajo su control, respecto no solo a la amnistía sino al Obamacare y otros abusos inconstitucionales. Se dice, por otro lado, que Jeb Bush responde a presiones del establishment del GOP para sofocar al Tea Party, cuyo mayor exponente es Ted Cruz, para así “no hacer olas” ni con Obama ni con Washington, como ocurrió con Mitt Romney y con John McCain. Opinan que si Jeb se postula, inimaginable sería en él una actitud beligerante frente a Hillary en un debate. 
Pero si en las primarias se impone Jeb Bush, ello significaría que ni Ted Cruz ni los otros postulantes estaban bien preparados para el desafío. Si no son capaces de desnudar al verdadero Jeb Bush ante el votante, como no lo pudieron hacer ni McCain ni Romney con Obama, entonces no tendrían derecho más tarde a reclamar por la derrota.
Las primarias constituyen una guerra en toda su acepción. Vencerá quien mejor dotado se halle para la victoria y según las reglas que todos las conocen o deben conocerlas antes de iniciar la contienda.

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