Thursday, July 17, 2014

PAÍS SIN FRONTERAS NI LEY


Un corpulento miembro de la Cámara Federal de Representantes, negro y demócrata, decidió terciar en la controversia sucitada por la invasión de inmigrantes de Centro América a los Estados Unidos, diciendo que es inútil levantar cercas en la frontera, pues allí las puertas están abiertas.
John Lewis es el nombre del legislador, a quien seguramene se le escapó el ex abrupto involuntariamente, pues revela exactamente el propósito de fondo de su jefe, el presidente Barack Hussein Obama: abrir las fronteras a todo el que quiera entrar, con la promesa de una amnistía automática.
Muchos se devanan los sesos preguntándose el por qué de esta nueva jugada de Obama contra la Constitución y las leyes de los Estados Unidos. Porque un país sin fronteras, deja de ser país. Eso le ocurrió a la antigua Roma cuando los llamados bárbaros comenzaron a invadir el imperio con total impunidad, iniciándose así la extinción imperial.
La respuesta, que algunos ya se han atrevido a esbozar, es que la meta de Obama es precisamente ésa, acabar con lo que a su juicio es el “imperio” de los Estados Unidos. Desde que asumió el mando en enero del 2009 está cumpliendo con su oferta de transformar a esta nación porque considera que su potencia es resultado de la explotación imperial.
Eso lo aprendió de sus maestros de juventud, sobre todo de Saul Alinsky, de quien fue discípulo apovechado como “community organizer” o agitador social. La estrategia Alinsky no es la toma del poder por la violencia armada o terrorista de la izquierda tradicional, sino a través de los votos y, una vez al mando, a través de la persuasión de la clase media.
La clase media en los Estados Unidos ha sido medular y la expresión más estable de sus valores culturales, éticos y políticos. Alinsky y sus seguidores dirigen por ello su estrategia  a transformar paulatinamente esos valores nacidos con la Revolución Americana y expresados en la Constitución y la Declaración de Independencia.
El mensaje Alinsky es claro: los valores tradicionales son engañosos e impuestos por las elites de poder para perpetuarse en él. Hay que denunciarlos, hay que redistribuir la riqueza para transferirla a los pobres y el instrumento para ello es un gobierno autoritario, sin oposición y que encamine a la nación hacia un régimen socialista donde se acabe la injusticia.
Los métodos de persuasión son la captación de las instituciones educativas en sus niveles primarios y secundarios hasta las universidades. De allí saldrán los maestros que continuarán la cadena de la difusión del evangelio socialista y que se apoderarán de los puestos de periodistas informadores y de opinión en los principales medios de comunicación del país.
En menos de 40 o 50 años, los efectos ha sido impresionantes. El partido demócrata de John F. Kennedy parecería a la derecha del partido de Obama. Kennedy, por ejemplo, pese a sus errores con Jrushov sobre Cuba, estuvo a punto de frenar a Fidel Castro días antes de su asesinato. Y sobre todo impulsó la auto estima americana con programas como la llegada del primer hombre a la luna.
Con Obama ha ocurrido lo contrario. Su misión ha sido degradar el papel de los Estados Unidos en la historia moderna, humillar a sus fuerzas armadas, elevar la deuda a los 17 trillones de dólares, obstruir el avance de la inversión privada y la creación del empleo, aumentar a 47 millones el número de personas con subsidios de desempleo, anular el liderazgo que este país ha tenido en la defensa del mundo libre.
Debido al influjo negativo de los medios de comunicación, unido al papel que en esa línea desempeña el magisterio, el matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer ha cedido en importancia al matrimonio gay y ahora ser gay, lesbiana o bisexual es un mérito que debe ser reconocido y enaltecido por la sociedad.
Es una distorsión de enfoque proveniente de la cúspide del poder, con el respaldo de los medios. Una encuesta reciente del organismo oficial National Health Organization revela que del total de la población solo el 3% admite ser lesbiana, gay o bisexual. La publicidad que se da a todo lo gay, incluídas marchas, películas, salidas del closet de celebridades, darían la impresión de que los straight (no gay) son minoría...
Igual ocurre con el espectro político. A juzgar por lo que informan y opinan los principales medios, lo que dicen los voceros de la Casa Blanca y lo que   a cada instante declaran lo mismo los mismos legisladores demócratas, la nación es obamista pura. Pero la encuesta Gallup del 2013 indica que los “liberals” (injusto vocablo aquí utilizado para calificar a los radicales de izquierda) apenas llegan al 23%, mientras que los conservadores son el 38% y los moderados el 34%.
En otras palabras el país está siendo transformado por una minoría del 23% que captó no una sino dos veces la Casa Blanca y que pretende continuar allí con Hillary Clinton en el 2016, otra discípula de Saul Alinsky que escribió sobre él su tesis de grado de abogada en Chicago. Si no es ella la candidata demócrata, sería la senadora Elizabeth Warren, más a la izquierda que Hillary.
Carcomido el país en lo interno y externo, dentro de la estrategia el asunto de las fronteras se había planeado de antemano. Así lo prueban los documentos oficiales que ofrecían en enero pasado millonarias sumas de dinero a iglesias, instituciones y personas por el hospedaje que pudieran ofrecer a bandadas de inmigrantes que nadie sabía estaban por venir.
Se dice que los niños y jóvenes huyen de la pobreza y violencia de Honduras, Guatemala y El Salvador. Los gobernantes, al menos los de El Salvador y Guatemala, niegan que la violencia sea la causa. Y en cuanto a la pobreza, es algo que ha existido siempre en esos países y el éxodo tan voluminoso no ha sido causado por ninguna revolución.
La verdadera causa, como los mismos inmigrantes lo confiesan, es saber que Obama les va a conceder la amnistía. Mal o bien, éste recurso solo lo podría conceder el Congreso. La ley del 2002 de Bush para proteger a los niños que huyen de abusos sexuales es clara: solo para casos de abusos sexual. 
La intención de Obama es obvia: causar zozobra y achacar la culpa a los republicanos por no aprobar un proyecto de reforma a la ley de inmigración que quedó detenida en la Cámara de Representantes. El proyecto se frenó porque escondía en sus 3.000 páginas una velada amnistía. El GOP quería simplificar y aclarar el proyecto, pero todo se empantanó con la última avalancha inmigratoria.
Mientras tanto, sigue el trámite para demandar a Obama ante los jueces por violar la Constitución por irrespeto a las atribuciones de la Legislatura. El Presidente, con su Obamacare, ha puesto en vigor solo parcialmente esa ley, la ha cambiado, aplazado o suspendido a su antojo, algo que está impedido constitucionalmente.
El trámite se ha iniciado en la Cámara de Representantes. Lo ilógico y anti natural es observar cómo hay legisladores que se oponen a defender los derechos de la institución a la que se pertenecen por mandato popular y prefieren alinearse con quien quiere vulnerarla- en el mejor estilo tercermundista a lo Hugo Chávez o Rafael Correa.
Se trata de un servilismo rayano en estupidez, cinismo o masoquismo, o todo junto, que debe ser castigado con la mejor arma que por hoy tiene el pueblo: el voto en las elecciones parciales de noviembre de este año y las presidenciales de noviembre del 2016.

(Muchos querrán saber qué es un Community Organizer. En la campaña del 2008 se dio esta explicación, que nadio o pocos pusieron atención. He aquí un extracto:)


[...] The impression is that community organising is a worthy if woolly and ultimately ineffectual grassroots activity. This is to miss something of the greatest importance: that in the world of Barack Obama, community organisers are a key strategy in a different game altogether; and the name of that game is revolutionary Marxism.



The seditious role of the community organiser was developed by an extreme left intellectual called Saul Alinsky. He was a radical Chicago activist who, by the time he died in 1972, had had a profound influence on the highest levels of the Democratic party. Alinsky was a 'transformational Marxist' in the mould of Antonio Gramsci, who promoted the strategy of a 'long march through the institutions' by capturing the culture and turning it inside out as the most effective means of overturning western society. In similar vein, Alinsky condemned the New Left for alienating the general public by its demonstrations and outlandish appearance. The revolution had to be carried out through stealth and deception. Its proponents had to cultivate an image of centrism and pragmatism. A master of infiltration, Alinsky wooed Chicago mobsters and Wall Street financiers alike. And successive Democratic politicians fell under his spell.
His creed was set out in his book 'Rules for Radicals' - a book he dedicated to Lucifer, whom he called the 'first radical'. It was Alinsky for whom 'change' was his mantra. And by 'change', he meant a Marxist revolution achieved by slow, incremental, Machiavellian means which turned society inside out. This had to be done through systematic deception, winning the trust of the naively idealistic middle class by using the language of morality to conceal an agenda designed to destroy it. And the way to do this, he said, was through 'people's organisations'. In FrontPageMagazine.Com John Perazzo writes:
These People's Organizations were to be composed largely of discontented individuals who believed that society was replete with injustices that prevented them from being able to live satisfying lives. Such organizations, Alinsky advised, should not be imported from the outside into a community, but rather should be staffed by locals who, with some guidance from trained radical organizers, could set their own agendas.


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