Concluídas las dos convenciones de los partidos republicano y demócrata , las opciones para las próximas elecciones presidenciales del 6 de noviembre en los Estados Unidos han quedado más claras que nunca: el pueblo tendrá que escoger entre volver al pasado o ir hacia el futuro.
Barack Hussein Obama, el presidente demócrata que aspira a ser reelecto, no quiere discutir sobre el fracaso de su gestión en su primer mandato de cuatro años y exhorta a sus partidarios que lo ignoren y que más bien “miren hacia el futuro” que según él será de prosperidad plena si votan por él para reelegirlo.
En su discurso de aceptación de la nominación, Obama no explicó cómo en un segundo período de su administración la situación mejorará. No alteró ninguna de sus promesas del 2008 y reiteró que los males de la economía desaparecerán con más gasto público, con más control centralizado de las actividades humanas, con más deuda.
“Forward” (adelante), en ese sentido, no es tal. Estancarse en lo mismo con una deuda de 16 trillones de dólares (superior al total de la riqueza nacional), un desempleo que no ha bajado del 8% desde que asumió el mando y prometer cuatro años de lo mismo, no es avanzar. Ese estancamiento, en términos políticos y humanos, es retornar al pasado.
En efecto, en sus discursos y avisos de campaña, Obama y el clan de Chicago que la orienta, reiteradamente exaltan las virtudes de un gobierno fuerte y centralizador como receta para la prosperidad uniforme y general de la población. Es la fórmula socialista/fascista que ha fracasado sin ninguna excepción en la historia.
La convención demócrata que concluyó el viernes pasado tuvo la virtud de exponer esa doctrina socialista y centralizadora que quedó sin tapujos, eufemismos ni hipocresía. Obama lo dijo: si es reelegido concluirá la misión de cambiar a esta nación demócrata/capitalista por un sistema de gobierno centralmente planificado.
Mucho lo ha logrado en su primer término. Los que aún creen que el sistema de libertad de comercio, propiedad y expresión es el mejor medio para aumentar la riqueza material e intelectual, consideran que Obama ha fracasado porque los indicadores oficiales ya citados lo comprueban.
Pero para Obama y los suyos la tarea aún está inconclusa. Quieren cuatro años más de poder para acentuar el estado de dádivas que castiga a los creadores de la riqueza, para confiscarla y redistribuirla con una regimentación programada por el gobierno y que a la postre implica corrupción y reducción de la riqueza nacional.
Obama promete aumentar los impuestos a los afortundos, cuyo aporte tributario ya es del 76% del total de las recaudaciones, frente a cero impuestos del 52% de la población activa. Con demagogia populista, trata de convencer que de ese modo reducirá la deuda pública. Pero aún si hubiere un impuesto del 100% a los “ricos” y en el supuesto de que todo esa suma se destine a la deuda, ésta no bajaría ni en un 2%.
El problema no es más impuestos sino menos gasto. Las recaudaciones para reducir los 16 trillones de deuda pueden subir si el gasto innecesario baja y se estimula la inversión. Con menos impuestos habrá más inversión, más transacciones de compraventa, más tributos. Eso ocurrió con Reagan aquí, igual en Bolivia, de 1993-97 con Gonzalo Sánchez de Lozada, en Lituania postsoviética y en otras naciones de distintas regiones y culturas en las que prevaleció, aunque espodrádicamente, la cordura.
La demonización del empresario y su natural lucro al que tiene derecho legítimo tras arriesgar su capital y aportar inventiva y liderazgo, han echado raíces en muchos de sus seguidores de variado nivel y etnia. Se les escucha decir que las corporaciones deben ser suprimidas, que las utilidades empresariales tienen un origen inmoral de explotación y también deben desaparecer o sujetarse a un tope fijado por el gobierno.
Obama ha logrado esparcir en amplias capas de la sociedad la prédica de sus mentores socialistas de su juventud universitaria y que está generalizada en la academia universitaria y en los principales medios de comunicación dese el decenio de 1960 y el fracaso militar en Vietnam.
El sistema capitalista es malo per se, dicen y debe ser sustituido por uno en el que exista un gobierno fuerte, que frene y a la postre extinga a los ricos para así crear la utopía platónica de un mundo feliz en que todos ganen poco pero igual y en el que desaparezca la tortura de pensar por si mismo y discrepar. Pues todo está dado, no por Dios, sino por el gobierno.
La supresión de la palabra Dios en la nueva plataforma del partido en su última convención no fue un desliz que luego se corrigió. Fue coherente con la doctrina de Obama y los neo demócratas y decir que fue excluída sin su consentimiento es un disparate. Exactamente igual que declarar que Jerusalén no es la capital de Israel, pues refleja sin rodeos la actitud anti semita de Obama en sus obras y discursos.
En vista de la merma en su popularidad, Obama convenció a Bill Clinton, el ex presidiente demócrata cuyo cónyuge Hillary es su empleada, para que hable en la Convención y lo respalde. Clinton (que debió haber sido censurado por el Congreso por perjurio en el caso de Mónica Lewinski con quien tuvo sexo oral en la Oficina Oval de la Casa Blanca y luego lo negó), fue bufonesco en su actuación.
Gran parte de su alocución la dedicó a si mismo y a darle lecciones a Obama para que haga lo que él hizo para lograr la reelección. ¿Qué hizo él? Cuando encargó a Hillary “que le venda” al público y los congresistas su versión del Obamacare, fracasó. Y cuando la economía estaba en zoletas y pretendió aplicar las fórmulas estatistas propias de los demócratas, el Congreso le frenó.
La Cámara de Representantes estaba entonces dirigida por Newt Gingrich (que perdió las primarias republicanas frente a Mitt Romney). Es en esa Cámara que se discuten y aprueban los presupuestos e impuestos. Gingrich elaboró una propuesta sensata, con reducciones tributarias y de asignaciones sociales. Clinton la rechazó tres veces, pero a la postre cedió. Y barrió en los comicios de reelección.
Clinton recordó que aceptó acuerdos con otros republicanos, como Reagan cuando él era gobernador de Arkansas y con los dos Bush. Pero Obama ha sido, es y será inflexible en su posición. El único compromiso con los republicanos que aceptaría es cuando éstos claudiquen en sus principios. Así fue con el Obamacare: respaldo 0 del GOP. Y con sus tres proformas presupuestarias: respaldo 0 de republicanos...y demócratas.
El partido republicano, con sus candidatos Mitt Romney y Paul Ryan, es acusado constantemente de representar una vuelta al pasado, a 1812 según dijo el presidente de la Convención Demócrata Villareigosa, de ancestro mexicano. Pero la verdad es otra. La democracia capitalista gestada en 1776 es siempre dinámica y mira al futuro.
Los fundadores juzgaron con sabiduría que todo lo humano es imperfecto y por eso forjaron un sistema en el cual las imperfecciones siempre podrían ser perfectibles, sin perjuicio de la libertad. El mecanismo fue la creación de las tres funciones de poderes equivalentes, que se controlen mutuamente para evitar excesos del absolutistas.
Reemplazar esa idea, que ha funcionado bien, por la del centralismo autocrático, que ha funcionado mal, es una aberración intelectual y moral. Es un regresión, que por desgracia anida en las mentes socialistas, aquí mal llamadas demócratas o liberales. Desafortunadamente, es un cáncer que se ha expandido últimamente en el planeta, pese a los horrendos sacrificios humanos de dos guerras mundiales y otras regionales.
Usualmente la idea socialista se ha encaramado en el poder por la vía de la fuerza, como con Lenín, Fidel Castro, Corea del Norte, China. Pero el uso del terror y la guerrilla ha fracaso reientemente, sobre todo con el Ché Guevara en Bolivia y África. La fórmula, aconsejada por Mao a Fidel, es ahora otra y está probando ser efectiva: tomarse el poder no por las armas sino por las urnas, para luego destrozar al sistema democrático por dentro.
Es lo que ha sucedido en Cuba, Egipto, Libia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina y que se sigue diseminando. En Colombia el presidente Santos ha caído en la trampa: cederá con los asesino narco terroristas de las FARC, firmará un acuerdo de paz y ellos entrarán así de inmediato en política para sustraerse el poder político “en democracia”.
Con apoyo de los Estados Unidos, Europa y los pacifistas, las FARC serán perdonadas y su prédica demagógica les encaminará al poder. En poco Colombia podría convertirse en otro satélite más de Chávez, como lo son Correa, Evo Morales, Fernández, Ortega. Pero estos son, a la final, países del “tercer mundo”, como despectivamente se los califica.
Lo grave para la humanidad sería que este fenómeno de masoquismo colectivo se repitiera en los Estados Unidos en noviembre. Romney aparece mucho más convincente y seguro a raíz de su selección de Paul Ryan para la vicepresidencia. Pero nadie puede aún garantizar que logre derrotar a Obama y su maléfica maquinaria porpagandística de Chicago. Aún faltan 58 largos y angustiosos días para saberlo.
No comments:
Post a Comment