Sunday, April 27, 2008

UNA DICTADURA POPULAR

El presidente Álvaro Uribe tiene una popularidad de más del 80% en Colombia, transcurrido ya su segundo mandato. Su colega ecuatoriano, Rafael Correa, también tiene una popularidad alta, 64% y los dos figuran con el mayor respaldo entre los mandatarios de América Latina.
Pero ¡qué diferencia! La popularidad de Uribe se explica por su tenacidad en combatir al narcoterrorismo de las FARC, descartando cualquier posibilidad de transar con sus cabecillas como lo hicieron infructuosamente sus antecesores.
Correa, en cambio, aparentemente es popular por no haberse aliado con Uribe en la lucha contra el terrorismo. Aún más, parece que los ecuatorianos están satisfechos con su actitud proteccionista a las FARC, puesta al descubierto con los documentos hallados en las computadoras de la guerrilla.
En Colombia el presidente combate al narcoterrorismo para afianzar el sistema democrático que ese grupo ha jurado liquidar mediante el terror. En el Ecuador, en contraste, Correa avanza sin obstáculos en su objetivo de debilitar aún más el endeble sistema hasta extinguirlo y sustituirlo por una dictadura “socialista”.
En su marcha hacia el fascismo, entendido éste como la concentración de los poderes en una sola persona, Correa miente a menudo y mienten como él sus inmediatos colaboradores. El caso patético se refleja en sus relaciones con las FARC, puestas en evidencia a raíz de la destrucción del campamento de los narcoterroristas en Angostura, en territorio ecuatoriano.
Las falsedades y contradicciones de Correa y sus aliados son innumerables. Cuando Uribe lo llamó a su celular el 1 de marzo pasado para anunciarle que se había consumado con éxito el ataque a los terroristas en ese enclave, Correa no se irritó ni reaccionó con violencia. Más tarde, cuando se le comunicó que otra era la actitud del presidente Hugo Chávez de Venezuela, Correa comenzó a mentir.
Dijo que el campamento destruido era móvil: se probó lo contrario. Afirmó que no sabía de la presencia allí de Raúl Reyes en el Ecuador. Luego él mismo reveló al diario El País de España que había autorizado a su ministro Gustavo Larrea para que negocie con Reyes la liberación de rehenes clave.
En México defendió a los estudiantes de ese país infiltrados en el campamento. Cuatro de ellos fallecieron y la sobreviviente fue atendida y curada en Quito y luego acogida por el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua. Correa dijo que no pesaba ningún cargo contra ella. La verdad es otra: fue a Angostura -luego de asistir a la reunión regional de terroristas en Quito- para recibir instrucciones para las operaciones de la filial de las FARC por ella comandada en México.
Inicialmente Correa negó saber cómo los mexicanos localizaron el campamento y cómo hacia allí viajaron. Luego aceptó que el vínculo era un ecuatoriano que murió en el bombardeo y al cual él también lo defendió, tildándolo de “compañero”.
Durante la campaña presidencial y ya como gobernante, Correa se ha negado sistemáticamente a admitir que las FARC son terroristas, como así las juzgan los Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones democráticas. Ha preferido referirse a ellas como tropas irregulares, luchadores por la libertad o fuerzas insurgentes. Acaba de cambiar: dice que las reconocerá como insurgentes cuando dejen de ser terroristas, esto es, cuando no secuestren ni asesinen a civiles inocentes o dinamiten bienes públicos, como lo han hechos durante casi 50 años desde que la célula originaria comunista se transformó en guerrilla.
Es obvio que las FARC no dejarán para nada sus acciones terroristas, solo para complacer a Correa y acaban de anunciar que los potenciales canjes de rehenes se han suspendido luego de la muerte de Reyes. ¿Cómo llamará Correa a estos terroristas, cuando se confirme lo obvio, que han sido, son y serán terroristas?
Contrista constatar que de éstas y otras realidades sobre las vinculaciones reales de Correa con las FARC y el movimiento hacia el “socialismo del siglo XXI” que propugnan Chávez y los Castro de Cuba, haya que enterarse por crónicas aparecidas en diarios que no son del Ecuador, sino del Perú, Estados Unidos e incluso de Europa.
La Asamblea Constituyente se negó a aceptar y menos iniciar un examen sobre los cargos de nexos existentes entre el gobierno de Correa y las FARC. Y ahora ha anunciado que podría declararles traidores a dos de sus integrantes que fueron a Bogotá y los Estados Unidos en pos de un esclarecimiento. A otro asambleísta, no adicto a Correa, el Tribunal Electoral le negó el pedido de que presente las cuentas de campaña para verificar si recibió o no dinero de las FARC, que se dice fue de 100.000 dólares. Y notificó al Procurador para que lo declare también traidor a la Patria por esa pretensión. ¿Fue por temor a una represalia que diarios tan importantes como El Comercio de Quito o El Universo no fueron los primeros en enviar reporteros a Bogotá para una investigación?
El diario El Comercio de Lima, primero y luego The Miami Herald de Miami han publicado reseñas acerca del contenido de los documentos hallados en las tres laptops capturadas a los terroristas. Son concluyentes. Y con seguridad habrá más, tan pronto la INTERPOL culmine la investigación que realiza en Singapur sobre la autenticidad de las computadoras y sus discos duros.
Lo que si se publicó es una reseña sobre lo que sucedió a dos agentes de las FARC capturados en Costa Rica gracias a las informaciones halladas en las computadoras. Tenían 480.000 dólares en efectivo y su misión era inclusive atentar contra la vida de un alto funcionario de ese país, aparte de financiar otras acciones del movimiento subversivo en América Latina. Si esa información probó ser auténtica ¿por qué las referentes a Correa van a ser falsas?
Mas las evidencias parecen no preocupar mucho a los ecuatorianos. Tampoco el hecho de que Correa continúe acumulando poderes que le confiere su asamblea títere y triture a la ley y al sistema institucional tantas veces cuantas le viene en gana. Deshizo la inversión privada en el área minero y concedió sin licitación ni concurso a una empresa argentina la construcción de una central hidroeléctrica, previa el alza de costos en un 20% a más de 2.000 millones de dólares.
Adicionalmente, decidió sin concursos comprar 24 aviones de combate de marca Supertucan construidos por la estatal brasileña Embraer (que por cierto cuenta con tecnología estadounidense bajo licencia). El costo de estos aviones, iguales a los que utilizó Colombia para liquidar a los terroristas, es de 270 millones de dólares.
Cualquier ecuatoriano no correista, aparte de condenar lo arbitrario del procedimiento para adquirir armamento para las fuerzas armadas, debería preguntarse cuáles las razones para tan súbita y costosa compra de caza bombardero. Con Perú ya no hay conflicto. ¿Con Colombia? ¿Acaso Correa le ha declarado la guerra a este país por la incursión en Angostura y quiere armarse para atacarlo? ¿O es simplemente otra forma de adular a los militares, con el nuevo ministro de Defensa Javier Ponce, confeso anti militar? Uribe no bombardeó a ecuatorianos ni a instituciones ecuatorianas, sino a narcoterroristas que desean expandir el “socialismo del siglo XXI” no solo a Colombia sino, según los documentos, al Ecuador y otros países latinoamericanos.
¿O es que hay coincidencia de objetivos entre Correa y las FARC, lo cual explicaría su condescendencia y protección al grupo? Después de todo ¿no acaba de felicitar al presidente electo Lugo del Paraguay y decir que con él se está dando otro paso hacia la proliferación del “socialismo del siglo XXI” de corte castro/chavista en América Latina?
La reiteración de Correa de que su propósito es implantar en el Ecuador un socialismo, no ha sido ni repudiado ni comentado por políticos ni comentaristas del país. ¿Acaso fue ese su slogan de su campaña, conquistar la presidencia para llevar al país hacia el socialismo del siglo XXI o del siglo que fuere? No, porque si se hubiese delatado, es probable que no hubiera alcanzado tan abrumadora victoria.
Pero ahora, transcurrido más de un año de gobierno durante el cual todos los indicadores económicos le son desfavorables, su reafirmación socialista no ha tenido resonancia, lo que induce a pensar que se la acepta. ¿Es eso lo que quiere la mayoría de ecuatorianos? ¿Comprende esa mayoría lo que es el socialismo que Correa busca y lo está consiguiendo? Ejemplos del fracaso socialista están claros con la vieja URSS y ahora en Cuba, Corea del Norte.
El socialismo, a la postre, es concentración de poderes en un grupo elitista del gobierno, con la finalidad de la apropiación de los medios de producción por parte del Estado. Pretenden así eliminar las desigualdades y lo que consiguen es la reducción de la riqueza nacional y la igualación de la miseria.
Si el sistema democrático anterior a Correa era deficiente, de lo que no cabe duda, la alternativa del “socialismo del siglo XXI” es aún peor. Ya se están sintiendo y presintiendo los efectos negativos. ¿Es para ello que Correa cuenta con el respaldo mayoritario de la población? De confirmarse la premisa, ello equivaldría a suponer que se está fraguándose allí un increíble caso de suicido colectivo.
El peruano Jaime Bayly, director de un programa de TV en español que se difunde desde Miami, dijo con mucha ironía al contrastar a Uribe con Correa y Chávez: cómo no quisiera ser colombiano para tener un presidente de la calidad de Uribe. Se podría agregar: cómo no quisiera ser ecuatoriano para no tener a un presidente de la calidad de Correa.

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