Sunday, April 6, 2008

MAGNANIMIDAD QUE HAY QUE AGRADECER

¡Oh! Magnánimo Presidente Rafael Correa…no se sabría cómo agradecer lo suficiente tan graciosa dispensa para que los periodistas puedan cumplir en el Ecuador con la misión de informar con libertad sobre los asuntos de interés público en el Ecuador.
En la última de sus alocuciones radiales de cada sábado, Correa ha proclamado, con su proverbial delicadeza, que los periodistas pueden de ahora en adelante “informar e investigar lo que les de la gana” sobre las acusaciones de que tanto él como su mentor Hugo Chávez han estado estrechamente vinculados con el grupo narcoterrorista de las FARC.
La profesión del periodismo, claro está, debe ejercerse libremente con o sin la venia del presidente Correa. Pero éste ha llegado a asumir todos los poderes de una democracia tradicionalmente dividida y balanceada en tres ramas, que ya no hay claridad acerca de cómo ciudadanos e instituciones tienen que comportarse, sin el previo asentimiento de este mini führer sudamericano.
Las acusaciones contra Chávez y Correa no son ficciones. Están contenidas en documentos extraídos de las computadoras que las tropas militares de Colombia capturaron luego del bombardeo al campamento narcoterrorista, que se había construido confortablemente en una zona fronteriza del territorio ecuatoriano.
Los documentos son tan contundentes, que al menos para el caso de Chávez lo hizo cambiar radicalmente en su actitud belicista contra Colombia para volverlo, de la noche a la mañana, en un gran pacifista y conciliador. Fue la figura clave para que los presidentes Correa y Álvaro Uribe hicieran las paces y se dieran un estrechón de manos en la cita de Cancilleres de Santo Domingo.
Chávez ordenó el repliegue de tanques y soldados de la frontera y cambió de retórica, reflejada en la inmediata reanudación de relaciones diplomáticas que él interrumpió en solidaridad por el “asesinato” a “Raúl Reyes” y otra veintena de terroristas muertos en el combate.
Correa ha mantenido y mantiene una conducta tozuda. No quiere reanudar las relaciones diplomáticas e insiste en que previamente Colombia debe cesar en su “campaña mediática” contra el Ecuador. La traducción es: no divulgue más los documentos que prueban que él y su mentor están comprometidos de manera muy grave y seria con las FARC.
Cuando los periodistas publicaron informaciones, análisis y comentarios al respecto, los calificó de “apátridas hipócritas”. Le hicieron coro sus secuaces de la Asamblea Constituyente, con calificativos como “perros uribistas” (Fernando Cordero, Vicepresidente), “traidores a la Patria” (asambleístas) o “corruptos” (Alfredo Vera, ministro anti Corrupción y la asamblea se negó a investigar las denuncias sobre el tópico.
(La delegación ecuatoriana ante la SIP informó a la asamblea en Caracas que las relaciones entre la prensa y el gobierno, habían mejorado. La SIP, por ello, las calificó de “normales” o de no mayor preocupación).
El tono de Correa está cambiando, fruto talvez de sus equivocaciones repetidas y una beligerancia que no encuentra eco en Colombia. Se precipitó en acusar a este país de haber asesinado a un ecuatoriano inocente en el bombardeo al campamento de Angostura. Pero se comprobó que el “inocente” cerrajero no era tal sino un agente secreto de las FARC que estaba de visita en el sitio para informar y recibir instrucciones.
Luego se supo que los servicios de inteligencia del Ecuador seguían el rastro del ecuatoriano desde el 2003 y que “nada le dijeron a él sobre el asunto”. Montó en cólera y canceló al jefe militar de inteligencia denunciando que ésta en el país estaba a órdenes de la CIA y, a través de esta, de Uribe. Anunció que hará una limpieza y reestructuración de la institución en el Ecuador, para desligarla de la CIA (¿para ligarla con cuál?).
Casi simultáneamente, el presidente de Colombia informaba que, fiel a la palabra empeñada por su gobierno, el anónimo personaje que dio la pista de la existencia del campamento en el Ecuador recibirá 2.5 millones de dólares de recompensa y que pronto viajará a algún lugar no esclarecido para iniciar su nueva vida.
Es de suponer que el delator no es un ecuatoriano, sino un colombiano infiltrado o desertor de las FARC. De otro lado se confirma la idea inicial de que militares y policías tenían conocimiento en el Ecuador de la presencia de los terroristas y que, por alguna razón que ya se conocerá, o suspendieron las investigaciones o la información de inteligencia, para no frustrar los planes de ataque y exterminio.
Correa insinúa que Uribe falló al informarle del ataque sólo una vez que se consumó. Es elemental suponer que si Uribe le contaba a su colega de su plan, los narcoterroristas huían y el plan se anulaba. Si la CIA tuvo acceso a la información y la transmitió a Colombia, hacía lo justo y adecuado, pues los gobiernos de los dos países al igual que tantos otros en el mundo están en un cruzada conjunta para combatir al terrorismo internacional.
Correa, Chávez y otros del club como Ortega de Nicaragua y Morales de Bolivia o los Castro de Cuba están al otro lado, en el lado protectivo del narcoterrorismo al cual se niegan a calificarlo de tal. Son, para ellos, luchadores por la libertad, insurgentes o irregulares. No asesinos, aunque secuestren y maten a inocentes en forma individual o colectiva. Cuando ellos mueren en acciones militares, los asesinos son los otros y se ordena guardar un minuto de silencio en su memoria.
Chávez devolvió copia de algunos de los 16.000 documentos encontrados en las computadoras. Dice que son falsos, porque no puede decir otra cosa. Correa ha sido más lento, sin iniciativas. Coincide en que son falsos, aunque sin demostrar por qué lo dice. En la entrevista al diario El País, por primera vez deja entrever que los documentos pudieran ser verdaderos. “¿Pero quién descarta que alguien haya tomado mi nombre para recibir con engaño el dinero de las FARC?”
Uno de los documentos, una carta de “Raúl Reyes” se refiere a una entrega primera de 100.000 dólares a Correa para la campaña que lo llevó a la presidencia. Otro documento revela que dos agentes del grupo llevaban 480.000 dólares para objetivos políticos similares en otros países de la América Latina, vía Costa Rica. El gobierno de San José cooperó y capturó a los agentes y al dinero. ¿Quién se traga la versión de Correa de que las FARC entregaron la respetable cantidad de 100.000 dólares a alguien que se tomó falsamente el nombre para llevarla…al cofre de su campaña electoral?
Correa, en la misma entrevista de El País, se contradice cuando afirma que nunca conoció a nadie de las FARC y que sobre “Raúl Reyes”, se enteró de su muerte por la prensa pero que no sabía que se trataba de un miembro de alto nivel. Mas al comenzar la entrevista, admite que él autorizó al ministro Gustavo Larrea para que se entrevistase con “Raúl Reyes” con fines humanitario en un lugar “neutral” (¿Cuál? Venezuela, Brasil, Perú, no lo son. ¿Talvez en Suiza?). ¿Acaso Larrea tampoco sabía quién era “Reyes”?
Cuando se le preguntó por qué no notificó a Uribe de sus intenciones de mediar con los narcoterroristas, replicó que no tenía porqué hacerlo. En su respuesta se auto denunció como alineado con el otro lado, el de los “luchadores por la libertad”.
Ha insistido en que planteará otras demandas contra Colombia en la Corte de La Haya, aparte de la ya enviada por la fumigación con glifosato para acabar con los sembríos de coca. La segunda, al parecer, será por la muerte del ecuatoriano en el campamento de Angostura. “No me importa que él haya sido guerrillero, bombero o boyscout, ha dicho. Le basta con que haya sido abatido en el campamento terrorista en violación de la “sagrada soberanía nacional”.
Es otro de los típicos razonamientos del mandatario, en retirada frente a las pruebas cada vez más evidentes de sus compromisos con la narcoguerrilla de Colombia. Porque el ataque de los militares en Angostura fue un acto de guerra y quienes estaban en ese lugar eran fuerzas enemigas con la misión es matar al enemigo: las fuerzas regulares de Colombia encargadas por la ley de garantizar la seguridad nacional amenazada. Era y es una acción de legítima defensa.
La demanda por el glifosato dormirá no menos de 6 años en La Haya y eso si es aceptada. La de la muerte del terrorista ecuatoriana correrá suerte igual. Pero la personalidad de Correa seguirá apagándose y ridiculizándose en el mundo, pese a que siga contando con un amplio respaldo popular en su país.

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