Sunday, October 28, 2007

LA PATRIA YA ES DE TODOS

“La Patria ya es de todos” es el eslogan menos aplicable en el Ecuador, dado que ahora está dirigido Rafael Correa, que es acaso el mandatario que más está dividiendo al país en base al resentimiento y el odio.
Cuando Correa citó esa frase al concretarse su victoria electoral, lo que quiso decir es que ahora la Patria no será más de los ricos, sino de los pobres y desamparados que él redimirá.
Lo que en realidad está diciendo y poniendo en práctica es un azuzamiento de las peores inclinaciones emotivas de un pueblo en su mayoría víctima de los defectos y corrupciones de un sistema político que no ha evolucionado hacia una verdadera de democracia desde que accedió a la independencia de España, hace casi 300 años.
Correa destila odio y desprecio hacia la gente que detenta poder en cualquiera de sus variantes, sea en la del dinero, la política o la expresión intelectual o artística si ésta no se encuadra dentro de su enfoque perverso de la realidad.
Por cierto la clase dominante comparte la responsabilidad en el fracaso del sistema en el Ecuador, sea porque sus representantes nada positivo y perdurable hicieron a su paso por el poder político, sea porque no han actuado ni actúan con sujeción plena a las leyes para que impere en el país un sistema lo más cercano al de una democracia real política y económica.
Pero esas frustraciones y esas falencias Correa no busca corregir ni enmendar. Su pretensión, que se hace cada vez más evidente con el paso de los días, es destruir todo vestigio de apariencia democrática para gobernar y sustituirla por un régimen dictatorial en que prevalezca su voluntad, su criterio y su forma de ver la realidad, sin disensión ni equilibrio de poderes.
Encaminado hacia esa meta, aniquila toda fuente de oposición ideológica y política. Destruyó al Congreso y ahora espera que la Asamblea Constituyente termine por liquidarlo. Igual acaba de sugerir (o sea disponer) que todos los funcionarios de elección popular directa o indirecta renuncien a la fecha de instalación de la Asamblea, para que ésta decida ratificarlos o reemplazarlos.
La Asamblea es una maniobra para consolidar su poder omnímodo, apoyado por el 80% de los votos ciudadanos. Está bajo su total dominación y hará lo que él le ordene. El Congreso será disuelto y en su lugar se nombrará una comisión legislativa que seguirá sus dictados sin chistar, como amanuense. La asamblea técnicamente no podría hacer ni lo uno ni lo otro, pero eso nada importa a estas alturas.
El Papa Benedicto XVI le advirtió a Correa que no aspire a gobernar autocráticamente, porque “no es conveniente un Estado que regule y domine todo”. El aludido, que se auto clasifica como un practicante católico, desoyó ese consejo y prefirió darle él consejos al Papa para que la Iglesia se ocupe en condenar las injusticias sociales.
“La superación de las injusticias sociales es el nuevo nombre de la paz” ha dicho pomposamente este neo dictador al jefe de una institución doblemente milenaria que permanentemente ha exhortado a la humanidad a vivir en paz, libertad y justicia. Si se produjera un diálogo, es probable que Benedicto le dijera a Correa que buscar la justicia por la vía del odio no es conducente a la paz.
Cómo puede insistir que con él “la Patria ya es de todos” si excluye expresamente a todos aquellos que no piensan como él. Sobre todo si los disidentes gozan de algún poder. Ha hecho mofa y escarnio de los periodistas y los medios de comunicación. Ahora, salvo excepciones valiosas de analistas y columnistas, los medios aparecen desconcertados y no presentan un frente unido para frenar los embates de este agresor contumaz de la libre expresión.
Igual actitud ha adoptado y sigue adoptando Correa contra la empresa privada en general y contra la banca en particular. La tiene sometida. Su arremetida se ha extendido a las empresas petroleras a las cuales les trata de imponer cambios abusivos en los contratos, que deben ser respetados por las partes hasta convenir en cambios de mutuo acuerdo.
Se suma Correa a la moda de los ambientalistas, pero no vacila en contradecirse y contradecirles. Primero fue el caso de las aletas de tiburón, cuya pesca prohibida si la permitió por excepción a los artesanos. Luego su inicial defensa al “santuario” ecológico de Yasuní en el Oriente súbitamente la suspendió para otorgar una concesión para la explotación petrolera en ese sitio a la estatal del Brasil.
Correa prometió no permitir la explotación en Yasuní, si a cambio recibía una limosna de 750 millones de dólares por año de entes internacionales interesados en mantener intocado al santuario. La alternativa de renunciar a la extracción a cambio de unas monedas es humillante. Pero Correa no lo consideraba así e inclusive habló de imponer un impuesto al consumo del aire limpio que Yasuní exporta gratis al mundo.
Cuando surgió el incidente de la agresión a una ecuatoriana inmigrante en Barcelona, Correa pensó que la ocasión era propicia para gritar “urbi et orbi” que la “Patria ya es de todos”, incluidos los emigrantes. Y envió prestamente a su Canciller para que tome cuentas al gobierno español y proteste por tan vil agresión a una modesta ciudadana.
La reacción del Presidente y el eco encontrado en los medios ecuatorianos fue ridícula y desproporcionada. El embajador ecuatoriano en Madrid así lo destacó, pero fue duramente atacado por periodistas “patriotas”. El mandatario, acaba de anunciarlo, coincide con él y cree que una protesta diplomática no procede y ha ordenado a su Canciller que la descarte. Y que regrese a Quito a su despacho, se supone. Lo cómico es que el agresor de la ecuatoriana no es español, sino argentino y que la emigrante en lo último que piensa es en aceptar la invitación ofrecida para que regrese al terruño “que ahora ya es de todos”.
Como para abundar en su derrame patriotero, el Presidente dijo que extendía una invitación al agresor de Barcelona para que visite al Ecuador y aprenda “lo que es ser solidario, lo que es querer, lo que es saber convivir”. No hay duda: Correa está experimentando el mismo proceso degenerativo intelectual de Hugo Chávez, aunque sus esbirros, como el embajador en Lima, traten de probar lo contrario.
¿Por qué no existe una reacción más coordinada y consistente para denunciar a Correa? En Venezuela, al menos, los estudiantes universitarios han salido a las calles para repudiar a Chávez y otros hicieron añicos una torre de cristal erigida en un monte en homenaje al terrorista Che Guevara. En el Ecuador, toda acción contraria parece suspendida en espera de no se sabe qué.
Hay quienes opinan que el silencio de los grupos víctima de la agresión de Correa obedece al hecho de que tienen un sentimiento de culpabilidad, como en Venezuela. Pero sería suicida que continúen en esa actitud. La inercia y peor aún la complicidad y la coparticipación con el régimen dejará allanado el camino hacia una dictadura que podría prolongarse por tiempo indefinido, tanto más que los adulos a los militares por parte de Correa continúan (les ha ofrecido aumento en los salarios).
Los alcaldes de Quito y Guayaquil, Francisco Moncayo y Jaime Nebot, son ejemplo de lo que no deben ser ni hacer los líderes para contener la agresión de un dictador. Nebot, con sus erróneos planteamientos sobre el uso de un puente y llamado a un plebiscito, perdió y ahora está anulado y sumiso ante Correa. Moncayo prefirió rehusar su responsabilidad para conceder el Habeas Corpus a un perseguido del Presidente y ahora afronta las consecuencias de su falta de integridad y carácter.
Correa acusa a ambos de peculado en la concesión de contratos para la construcción de aeropuertos y aunque no presenta pruebas, no llega la respuesta de quienes aparecían con dotes como para liderar a sus representados en tiempo de adversidad. Moncayo, el héroe militar, nuevamente ha preferido hacer mutis por el foro y se ha marchado de viaje a Corea del Sur.
¿Por qué los empresarios, entre ellos los de importantes medios de comunicación, no dicen que la empresa privada es buena para la economía nacional y para la sociedad en general? ¿Por qué no enfrentan a Correa en su condena al lucro, advirtiendo que ese es el factor determinante del desarrollo, en cuanto estimula la inventiva y la capitalización?
Los derechos de autor, por ejemplo, explican en gran parte la prosperidad de los Estados Unidos. Alguien con talento inventa algo y debe tener por ello derecho a usufructuar por un determinado tiempo ese logro. Hay excepciones nobilísimas, como la de Benjamin Franklin, que no quiso patentar algunos de sus inventos, como el pararrayo. Pero lo general es que la gente busque inventar y sacar provecho de ello. Igual en las artes, en la mecánica, el comercio, en virtualmente toda actividad humana. Los más talentosos tienen derecho al premio, igual en los deportes.
Lo execrable es que haya tendencia al abuso, a la acumulación de poder económico para la práctica monopólica. Pero para ello se crean leyes reguladoras y al poder político se lo fractura en tres funciones para que se controlen mutuamente.
¿Por qué nadie refuta a Correa en su aseveración de que la base militar yanqui en Manta no se cerrará si en compensación los Estados Unidos le autorizan poner una base militar en la Florida? La comparación es absurda. Deja flotando la idea de que la base de Manta es ocupación militar en territorio extranjero. Es fruto de un acuerdo mutuo con Ecuador para combatir el comercio ilícito de drogas alucinógenas. ¿Que podrían hacer los militares ecuatorianos en Miami? Inútil la respuesta. ¿Sigue rondando en la mente de Correa el complejo de la suerte de su padre, capturado en USA por tráfico de drogas y condenado a prisión?
No se explica el poderío de Correa sin la entrega y conversión de mucha gente que nunca pensó como él, que más bien tenía posiciones democráticas. Los hay muchos. Fausto Cordovez, el embajador ante El Vaticano que recibió la admonición directa del Papa, fue ministro de Camilo Ponce y luego ha pasado por todos los regímenes y partidos posibles, hasta desembocar en el actual populista. Similar trayectoria ha tenido el ministro de los aranceles, Mauricio Dávalos, ex social cristiano graduado también como Correa en universidades norteamericanas. Y Vallejo y Xavier Ponce y tantos otros desertores.
El atractivo de Correa es el poder. Lo rodean para recibir hogazas de ese poder. Pero el poder de Correa no servirá para redención ninguna, sino para dar marcha atrás en la historia. En la economía, para volver a la doctrina cepalina fracasada de la “centro periferia”, mediante el aumento arancelario a 567 o más productos importados; con la extinción del Banco Central; con la guerra contra la empresa privada; con la sofocación a todo esfuerzo e inventiva individuales, para sustituirla por la imposición estatal.
Dávalos, al justificar la regresión hacia la política de sustitución de importaciones, dijo en respuesta a una pregunta sobre los teléfonos celulares afectados: si bien no los producimos todavía ¿por qué permitir que los ciudadanos quieran cambiar el teléfono que tienen por otro nuevo, si el que tienen todavía está en funcionamiento?
No es un ejemplo superficial ni aislado, sino revelador del modo como piensa esta gente encaramada ahora en el poder. Quieren regularlo todo. Si a cualquier ciudadano particular la viene en gana comprarse un nuevo celular, porque el color es atractivo, porque tienen innovaciones o por cualquier otro motivo ¿por qué diablos Dávalos o cualquier funcionario público lo va a prohibir?
Chávez está imponiendo su torcida interpretación de la historia en el sistema educativo venezolano. Correa ha dado los primeros pasos en esa dirección. Alguna información certera tendrá El Vaticano que el Papa, en su diálogo con Cordovez, le conminó al gobierno ecuatoriano a que respete la libertad religiosa. Chávez ya se ha lanzado contra la Iglesia Católica. Nada sorprendente que Correa lo imite más temprano que tarde.
Correa ha seguido a pie juntilla el ejemplo de Chávez, acaso a ritmo más acelerado. Lo seguirá haciendo si nada ocurre para detenerlo.

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