Sunday, July 15, 2007

¿CABE SEGUIR DISCUTIENDO CON CORREA?

Las últimas declaraciones del presidente Rafael Correa, reiterativas en su tozudez y desprecio por los principios fundamentales de la democracia, invitan a reflexionar acerca de la utilidad o no de continuar debatiendo con este personaje sobre estos temas.
Jorge Vivanco, veterano periodista del diario Expreso de Guayaquil, propone a los medios de comunicación ignorar a Correa en cada ocasión en que repita sus invectivas contra el periodismo y los medios de comunicación. Pero ocurre que Correa es un jefe de Estado elegido libremente y los medios no pueden silenciarlo.
Lo dicho por Vivanco se escuchó en un homenaje a otro periodista veterano, esta vez de la TV, Alfonso Espinosa de los Monteros. Alfonso invitó a los medios a evitar una confrontación con el Presidente, aunque sin abandonar su misión de informar y opinar con independencia indeclinable.
Se trata de un dilema. Por un lado, imposible no dar espacio a las declaraciones presidenciales porque los ciudadanos tienen derecho a ser informados de los actos públicos y pronunciamientos de los gobernantes. Y de otro, no cabe no replicarlo por sus desviados y sofísticos conceptos acerca del ejercicio de la libertad de expresión.
Correa pretende pasarse de listo o lucir gracioso cuando afirma en Madrid que en el Ecuador si existe respeto a la libertad de expresión y que lo único que ha variado ahora es que también él la está ejerciendo. ¿Cuándo ha sido coartada en el país la libre expresión de los gobernantes y por quién o quiénes?
A lo que se refiere es a la “libre” expresión que se ha irrogada para insultar sin freno ni medida y casi cotidianamente a los dueños de los medios de expresión y a los periodistas que allí trabajan. Cuando alguna información o comentario de crítica a su acción se divulgan, arremete contra la “mafia” propietaria de los medios que quiere “desestabilizarlo”.
Previamente a su viaje a Europa prohibió que los medios propaguen cintas o videos clandestinos sin autorización de los protagonistas. En otras palabras sugiere que los medios, antes de difundir un documento comprometedor para el régimen, se sometan anticipadamente a la censura oficial.
En los Estados Unidos y otros países hay el amparo legal para quienes delaten abusos cometidos dentro de organizaciones públicas y privadas. En inglés la norma se la llama Whistleblower (link)Protection Act (el origen está en el silbato que antaño hacía sonar el policía británico en las calles para advertir la comisión de un delito y alertar así a otros policías y al público).
Correa pretende castigar a las personas y a los medios que divulguen videos u otros documentos de actos ilícitos de su gobierno, no castigar a quien comete tales delitos. Su ministro de Finanzas violó las leyes y la Constitución, así como el decoro y la ética cuando entrevistó a agentes de la deuda externa. El film que él mismo ordenó si difundió en un canal de TV y surgió el escándalo.
Patiño fue llamado a interpelación por el Congreso. Se negó a asistir, desafió al Congreso organizando una comedia en las afueras. A la final fue juzgado en ausencia y censurado. Pero no pasará nada, pues Correa, amparado esta vez si en una absurda enmienda constitucional sobre la opción de interpelación, se ha burlado de la decisión y ha confirmado a Patiño.
Correa no quiere más videos que le afecten ni a él ni a sus ministros. Pero divulgará la filmación que ordenó del encuentro entre su agente encubierto (un oficial de policía) y varios diputados, a los cuales indujo supuestamente a que acepten la oferta de cargos públicos y otros favores, a cambio del respaldo a un proyecto de ley de reformas bancarias enviado por el Ejecutivo.
Esta forma de chantaje o trampa está también condenada por las leyes sajonas. En definitiva, tanto el chantaje como el intento de coartar la libre expresión para el caso de los delatores de acciones ilícitas en instituciones públicas y privadas vulneran la sustancia del sentido de vida y de convivencia en democracia. Sin esa protección, la corrupción en ambos ámbitos sería peor.
Correa no quiere ese estilo de vida en democracia. Quiere una constituyente que limite los “excesos” de esa democracia y que le obstruyen en su marcha hacia lo que él llama “el socialismo bolivariano del siglo XXI”, copia de la revolución de Chávez y de la revolución castro comunista de Cuba. ¿Si era honesto en su campaña electoral y confesaba que haría un gobierno socialista/comunista habría ganado con tan alto margen la presidencia?
Lo que busca Correa y no lo oculta, es llegar y triunfar en la Asamblea para la confirmación de sus anhelos fascistas de máxima absorción de poderes. Y está impaciente pero muy seguro de lograrlo. De ahí que se mofa del Congreso y de los medios periodísticos que aún lo objetan. Y le importa un bledo la economía que da signos de depresión, inflación y desempleo.
Gente bien intencionada como Alfonso Espinosa y otros que se muestran arrepentidos de haber votado por Correa al constatar el sesgo fascista de su personalidad, están esperanzados de que el camino hacia el desastre puede ser evitado si a la Constituyente van los mejores y más sensatos ciudadanos.
Aún si ése fuere el improbable caso, la marcha dictatorial de Correa da signos de ser arrolladora e imparable y nada difícil que anule a los asambleístas reacios por cualquier medio, como ya lo ha hecho en estos primeros seis meses de su gobierno.
Destruyó al Congreso y lo que de él queda carece de fuerza para hacer que se apliquen sus decisiones. Otras instituciones del sistema han caído también bajo su total control, como los tribunales Electoral, Constitucional, Superintendencia de Bancos, Banco Central, al tiempo que derrocha los dineros fiscales mediante subsidios, bonos, decretos de emergencia y otros arbitrios insensatos.
Discutir sobre democracia con Correa es tiempo perdido. ¿Terminarán los medios de comunicación por fatigarse y ceder resignados, como ya al parecer lo han hecho los partidos políticos de oposición y sus enmudecidos dirigentes. En lo periodístico ya hay gremios como la Federación de Periodistas y por allí otro de radio y TV que, que han aplaudido las acciones y anuncios de disminuir el derecho democrático fundamental de la libre expresión del pensamiento.
Fidel Castro asumió el poder dictatorial tras una acción militar en Sierra Maestra. Chávez y Correa, líderes clonados, no han disparado un solo cartucho y están alcanzando iguales resultados. La táctica de manipular las leyes y el lenguaje para destruir el sistema dentro del sistema sin el empleo de las armas, les está dando frutos, pero ¿hasta cuándo?

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