Saturday, April 28, 2007

EL PRESIDENTE CORREA ¿UN LOCO DE ATAR?

El presidente ecuatoriano Rafael Correa continúa arremetiendo delirante contra todo y contra todos, lo que parece confirmar el criterio de algunos especialistas de que este personaje es un psicópata.
Nada ni nadie que se le opongan le merecen respeto. Con el discurso radial sabatino que hoy difundió desde Ibarra, la catarata de sus insultos y amenazas parece que no va a tener contención. Pero podría ser indicio de que terminará lanzándose al vacío.
Ahora centró sus ataques y vituperios contra el Diario El Telégrafo, que ha osado poner un título que no le agradó acerca de su visita abrupta a una sesión de la Superintendencia de Bancos. El título decía que “Correa asaltó” a dicha institución.
Afirma Correa que allá fue como visitante, no para presidir la sesión del organismo autónomo y debido a que “algo gravísimo” está ocurriendo con el sistema bancario. No reveló a qué se refería pero si acusó a la superintendencia de no actuar y al superintendente de ser “incompetente”.
Correa tiene el respaldo del 82% de los que votaron por el SI para la asamblea constituyente, pero eso no le da derecho a decir sandeces. Cuando un jefe de Estado llega a la sesión de un organismo subalterno –aunque en teoría sea autónomo-, instantáneamente pasa a ser la máxima autoridad.
La Superintendencia y el Superintendente cayeron en desgracia porque su titular no obedeció inicialmente el mandato del gobierno de autorizar el nombramiento de presidente del Banco de Fomento a un individuo descalificado. Éste a la postre recibió forzadamente el cargo: se trataba del padrastro de Correa.
El Superintendente, cuyo nombramiento fue propuesto por el propio Correa, su compañero de cátedra en la Universidad San Francisco, volvió a caer en desgracia al negarse a nombrar a una quinta integrante de la junta directiva de la junta directiva. La dama estaba y está en litigio con el Banco Central, cuyo gerente es miembro nato de la junta.
Pero como en anteriores ocasiones, Correa se impuso. El superintendente fue a una clínica a recuperarse del estrés y la candidata fue aceptada como lo quiso su proponente. Lo que sigue será una reforma total de la Superintendencia, de suerte que siga todos los designios y directrices de Correa. La autonomía, pues, quedará abolida.
El caudal de venenosa retórica de Correa es incontenible, supera con mucho a predecesores de de otros matices como Velasco Ibarra, Abdala Bucaram o León Febres Cordero. Y Correa no se detiene en el verbo, pasa a las acciones. Demolió al Congreso, subyugó al Tribunal Supremo Electoral, se burló del Tribunal de Garantías Constitucionales y tiene puesta su mira en la asamblea constituyente cuyos 130 integrantes se elegirán el 30 de septiembre, para instalarse en noviembre de este año en Montecristi.
Habrá tiempo suficiente para que seleccione a los candidatos y los envíe a cursos intensivos de aprendizaje en Caracas y La Habana. Podría dividir a sus 100 incondicionales (ya ha prometido dejar un 25% a los “grupillos de la oposición”) en cuotas de 20 para los seminarios de adoctrinamiento. En lo doctrinario no será difícil el aprendizaje: decir SI, como en las elecciones, a todo lo que ordene Correa.
Pero tendrán que adiestrarse en estrategias y tácticas para aplicar con parecida brillantez en el Ecuador el “socialismo bolivariano del siglo XXI” del presidente venezolano Hugo Chávez, inspirado por esa suerte de Mío Cid Campeador que es Fidel Castro. En la receta estarán incluidas fórmulas para crear células de espionaje barriales, ataques a los ricos en todas sus formas, silenciamiento a medios libres de comunicación, chantajes, secuestros.
¿En qué consiste el “socialismo del siglo XXI” que Correa quiere para el Ecuador? Básicamente trata de suplantar el rudimentario sistema capitalista que ha estado rigiendo en el país por otro en el que el control de los medios de producción siga predominantemente en manos del Estado. Cree que el “neoliberalismo” y el “globalización” han aumentado la miseria en los países del tercer mundo como el Ecuador.
Cuando Correa habló recientemente sobre su plan económico, una crónica recoge este párrafo de su intervención:

“Es necesario buscar una nueva concepción de desarrollo, la armonía con la naturaleza, desarrollo con lo local, que la gente viva feliz, pero no en la opulencia. En lo que sí coincidimos en ese socialismo tradicional, es en la importancia de la acción colectiva, y superar esas falacias que dicen que el individualismo y la competencia es el motor de la sociedad, esa es la barbaridad más grande de la historia de la humanidad y el mundo todavía lo cree”, puntualizó, señalando que solo acción colectiva y ponerse de acuerdo en puntos comunes es lo que saca adelante los países algo que “el individualismo destruye”.

En lenguaje menos confuso el presidente sostiene que la acción individual y de mercado no son opciones aceptables para la economía, sino una colectivización controlada y guiada por el Estado protector de los desmanes del capitalismo. Sorprende que un doctorado en economía sostenga tales criterios en el siglo XXI y que proponga utopías para coartar la libertad e iniciativa individuales para en su lugar promover la uniformidad colectiva bajo el designio de un autócrata que no admite disensión.
Si el “neoliberalismo” no ha mejorado sustancialmente a sociedades como la ecuatoriana es porque no se aplicó debidamente o se lo aplicó a medias. El mercado es algo consustancial a la naturaleza humana. Es el encuentro entre la oferta de un bien o de un servicio y la demanda o necesidad por uno y otro. Ha existido desde que la humanidad existe.
Nadie, por cierto, es ingenuo para admitir que el mercado puede evolucionar y funcionar sin regulaciones. El sistema capitalista, la economía de mercado que ha hecho prósperas sin parangón en la historia a las naciones que la han acogido, fundamenta su éxito en la existencia, respeto y aplicación de las leyes. Lo contrario presupone la anarquía, el abuso, la corrupción.
En tales sistemas, el papel del Estado es actuar como árbitro en el juego de la economía para que prevalezca la ley y no interferir en la economía como actor. En el Ecuador la economía está intervenida por el Estado en sus principales actividades y el sector privado, hay que reconocerlo, muchas veces ha tenido que transar frente al chantaje de las burocracias y contribuir así a la corrupción del sistema.
Pero la solución no es acabar con el sistema de libre mercado imperfecto, sino arbitrar medidas y acciones para perfeccionarlo. Corea del Sur, hasta hace algo más de 30 años, tenía niveles de vida y producción inferiores a los de América Latina. Ahora tiene tecnología y producción industrial de punta. El contraste es la Corea del Norte que optó por el modelo propuesto por Correa.
Correa no quiere enrumbar al Ecuador hacia la prosperidad económica en medio de la libertad política. No quiere hacer del país una Corea del Sur (o cualquier otro de los “tigres” del Asia de similares despegues) sino una Corea del Norte (o una Cuba miserable como Haití o una Venezuela que ya desembocará en similares condiciones cuando termine el despilfarro del petróleo).
En resumidas cuentas, la visión del socialismo de Correa involucra la extinción del mercado como fuente primaria de generación de la riqueza de las naciones. Lo cual equivaldría a que Correa termine por decretar de un plumazo, con o sin la asamblea de Montecristi, la desaparición por obsoleta y perniciosa de “la ley de la oferta y la demanda”.
¿Qué es una economía de mercado? No hace falta un PhD para entenderlo. Basta unos segundos para acceder al Internet y hallar al azar una definición como ésta:
“Por economía de mercado se entiende la organización y asignación de la producción y el consumo de bienes y servicios que surge del juego entre la oferta y la demanda. En una economía de mercado, productores y consumidores coordinan sus planes interactuando en el mercado. Se supone que ambos tipos de agentes económicos asumen el precio de los bienes como un dato dado y, a partir de allí, toman sus decisiones de producción y consumo, maximizando la ganancia en el caso de los oferentes y maximizando la función de utilidad (satisfacción) en el caso de los consumidores. La participación de ellos, ofreciendo y demandando cantidades de bienes y servicios a su vez altera las condiciones del mercado afectando la evolución de los precios. Este proceso ha sido denominado por Adam Smith, como la mano invisible".
En julio del 2004 el profesor Rafael Correa presentó una ponencia en un seminario de la Universidad Andina Simón Bolívar, que funciona en Quito. Su tesis era sobre “De absurdas dolarizaciones a uniones monetarias”. Parte del principio de que la redención de Latinoamérica y en particular de los países andinos nacerá de la unidad monetaria.
La fusión de las monedas en una sola, cree él, bastará para estimular el flujo laboral entre los países asociados, acrecentar el ahorro en un solo banco común (el Banco Sur), dinamizar la producción y posibilitar la lucha contra la dispersión y globalización de capitales que a su criterio no hacen sino acelerar la pauperización de los pueblos.
En su alucinante concepción de la economía, insinúa que la moneda actuaría como una zanahoria lo hace a los borricos para que marchen alrededor de un trapiche o halen una carreta. El trapiche muele caña y extrae zumo para producir azúcar: es riqueza. El carretón mueve mercadería y ello también es parte de la generación de la riqueza. Pero para la analogía, el trapiche y el carretón no tendrían borricos o si hubiere borricos, no habría moneda común que les seduzca como una zanahoria.
La moneda en si no es riqueza, es un medio de transacción en el mercado. No lo entendieron así los españoles que se dedicaron a acumular oro, plata y platino de las colonias para adquirir bienes suntuosos no producidos por ellos mismos. Los compraban a naciones más perspicaces en lo económico, que iniciaron con esa financiación una revolución industrial que aceleró su progreso, al tiempo que España se hundía en la recesión.
Correa admite que para salir de la dolarización en el Ecuador necesaria para ir a la adopción de la moneda andina, habrá que seguir pasos cautos y lentos y, para facilitar y financiar la transición, buscar la ayuda financiera internacional. ¿Acaso del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, habría que preguntarle?
Por allí dice otra cosa admirable, dada su condición de PhD en Economía. Afirma que para llegar a la unión monetaria andina habrá que seguir el ejemplo de la Unión Europea que “más que tecnicismos” llegó a la etapa a la que ha llegado “por la voluntad política y visión histórica de sus líderes”.
Desde luego que prevaleció la voluntad política de los líderes al adherirse primero a la Comunidad Europea del Carbón y el Acero y más tarde a la Comunidad Económica Europea, antecedente de la actual Unión Aduanera. Pero el proceso fue arduo, técnico y complejo. La unión no podía concretarse sin un consenso de fundamentos básicos para contar con una economía de características comunes. En suma: resulta ingenuo predicar que la unidad de una moneda regional o subregional va a arrastra a la integración y la prosperidad. Es lo contrario, como lo prueba la evolución de la CCE en UE.
Esa economía de consenso fue y es la de libre mercado. Con leyes de común aceptación, contrapuestas a los espejismos de Correa. Si ahora Europa está atravesando por una crisis de recesión, es porque falta más libertad de acción del mercado, menos intervencionismo estatal, menos control desde Bruselas. La gente se ha percatado de ello, repudió el intento de constitución común y ahora en Francia es probable que se elija a un presidente más liberal en el buen sentido del vocablo.
Hay otra parrafada en la ponencia de Correa que lo desnuda como al utopista autárquico que es. Cuando menciona que la salida del dólar y la formación de la unidad monetaria será “tarea difícil”, sostiene que para facilitar el proceso será necesaria una mayor “justicia social” y que para enfrentar a los peligros de la globalización, “habrá que cambiar 500 años de historia”.
El párrafo en cuestión, dice: “Tal vez estamos aquí ante la principal limitación para buscar inteligentemente la mejor estrategia para enfrentar la globalización económica: que cualquier proceso de integración económica y monetaria, requerirá, para ser viable, de mayor justicia social. Se trata entonces, no solamente de enfrentar "exitosamente" la globalización, sino también de cambiar 500 años de historia.”
Lo cual suena a “milenarismo”, ese equivocado concepto de los indígenas que creen que ha llegado la hora, con Evo Morales y sus iguales, de volver al paraíso inca, de tomar revancha y venganza de los conquistadores españoles que esclavizaron y explotaron a las naciones precolombinas. Pero bastaría ir a ver una vez más el film Apocalypso de Mel Gibson para ahorrarse comentarios acerca del Edén que supuestamente fue arrasado tras la llegada de Colón.

No comments: