Sunday, March 11, 2007

NO SOLO CANTANTE SINO BUFON

Algunos analistas han dicho en Quito que es probable que la popularidad del presidente Rafael Correa, del 90%, obedezca en gran parte a sus atributos de histrión y cantante popular. Parece que habría que añadir sus dotes de bufón.
Porque la respuesta que da al comunidado de la asociación de propietarios de diarios del Ecuador, que censura su conducta dictatorial, es cantinflesca. En forma directa y a través de una funcionaria, el gobernante ha tildado a los que dirigen los diarios del país de inmorales y cómplices del desastre nacional.
Es inmoral, afirma, porque los diarios pretenden involucrarlo en un problema de crisis política en la que cual los únicos actores son, según él, el Congreso y el Tribunal Supremo Electoral. Yo no tengo nada que hacer en esa bronca, ha dicho con su lenguaje de arrabal.
Lo cual, por cierto, es totalmente falso. Él, como jefe de Estado, ha sido y sigue siendo el primer protagonista de la crisis, desde su imposición a convocar a una asamblea constituyente contra lo dispuesto por la Constitución vigente, hasta su participación parcial y autoritaria en el conflicto entre el TSE y el Congreso.
El Congreso, según son sus atribuciones, enmendó el estatuto para la consulta popular sobre la realización de la Asamblea. El presidente Correa pedía que la asamblea asuma plenos poderes, inclusive para destitutir a funcionarios elegidos por voto popular (congresistas incluidos) y éstos se opusieron.
El TSE, en conexión con el gobierno, rechazó esa enmienda y decidió convocar a la consulta con el estatuto original del Ejecutivo, sin consulta previa alguna con el Congreso. Esta actitud desató la ira el Congreso, la remoción improcedente del presidente del TSE y la reacción de este organismo de “cancelar” a 57 diputados.
Que Correa pretenda que se le crea que nada tiene que ver en el conflicto, salvo vigilar que las leyes se cumplan, es una bufonada. Cuando el TSE convocó a la consulta, Correa la aplaudió pues ese era y es su objetivo y mandato. Cuando el TSE destituyó a los diputados igualmente lo celebró y ordenó que la resolución se cumpla.
Si dos funciones, la legislativa y electoral, están en conflicto y esperan la dirimencia de una tercera, el Tribunal de Garantías Constitucionales, lo menos que debe hacer el Ejecutivo es abstenerse de intervenir hasta que haya una resolución. Pero Correa hizo lo contrario y ordenó a su ministro de gobierno que cerque al Congreso con al fuerza pública para impedir el ingreso a los diputados cancelados.
(Es curioso observar cómo los extremos se juntan con líderes absolutistas y demagogos. El actual ministro de gobierno Gustavo Larrea es hijo de Hugo Larrea Benalcázar, que a su vez fue ministro de gobierno de Velasco Ibarra en una de sus últimas aventuras autocráticas. Padre e hijo son de extrema izquierda. Del otro lado hay dos panegiristas de Corra en la extrema derecha: Rodrigo Fierro y Jorge Salvador Larea –una de cuyas hijas es la actual ministra de Turismo)
La “imparcialidad” invocada por Correa en el conflicto se quiebra también con su discurso radial chavista de ayer en Loja. Alentó al “pueblo” a salir a las calles a respaldar “de manera pacífica” al TSE, o sea a él mismo y a su obsesión por la consulta y la constituyente. En medio de los insultos contra los que no piensan como él y Chávez, ha dicho que es imperiosa “la resistencia pacífica” contra la “violencia de la inequidad”.
¿De pronto se volvió pacifista, arrepentido de volcar la fuerza pública contra el Congreso y su verbo insultante contra partidos políticos y medios de comuinicación? ¿Habrá quien le crea en su promesa gandhiana de paz, luego de las escenas de sus garroteros contra los diputados?
No hay duda, Correa parece sentirse reforzado por las encuestas de opinión y ahora por la desconcertante del secretario de la OEA. Es un acto de claro intervencionismo cuando se ha planteado un debate polìtico en el Ecuador, el dirigente de la organización da su respaldo a una de la partes, el gobierno. Si hubiese condenado a Correa, éste habría estallado en improperios contra la OEA, como lo está haciendo Chávez, como lo hacía Velasco Ibarra,
Hacia varias décadas, en el florecer de la revolución cubana y cuando la Isla fue expulsada de la OEA, el grito de guerra de los radicales de izquierda era el estribillo castrista: “con la OEA o sin la OEA, ganaremos la pelea”. Ahora Correa quiere ganar la pelea (contra el sentido común y a favor del chavismo) con la OEA…
¿Qué significa aquella frasecilla de luchar “contra la violencia de la inequidad”? Evidentemente Correa quiere, como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y el curaca mayor, Fidel Castro, una “revolución ciudadana y bolivariana” para acabar con las desigualdades. Lástima que la igualdad que pudieran conseguir con una revolución fascista de cualquier tinte no será de la prosperidad sino de la pobreza.
Los mitos de acabar con la pobreza mediante la absorción de los medios de producción por parte del Estado y la eliminación del sector empresarial privado empobrecieron más a las sociedades en que se intentó el experimento. Eso es lo que ocurrió en la Unión Soviética, lo que martiriza al pueblo cubano, lo que se observa con horror en Corea del Norte.
La igualación, que es la lucha contra la inequidad que proclama Correa, no se logra sin la aplicación de la fuerza y la supresión de la oposición y las libertades públicas. Las consecuencias son la hambruna en la URSS, la muerte de más de 20 millones de seres humanos, los fusilamientos, la cárcel para los disidentes, el exilio desesperado de los que alcanzan a huir.
En Venezuela, Chávez ya está actuando como dictador con la facultad de la asamblea para emitir leyes directamente. Ha despilfarrado millones de dólares en dádivas y armamento, ha concertado alianzas con todo enemigo visible de los Estados Unidos y lo que está logrando es una aceleración de la pobreza.
La inflación marca el récord en Amércia Latina con más del 20%. Los precios han subido por reducción de la oferta. La oferta se ha frenado por la fijación arbitraria de los precios al consumidor. No hay carne, pan, arroz, pollo ni azúcar en los mercados. Los capitales comienza a fugar, así como los ciudadanos atemorizados por la cubanización de Venezuela. Como recurso para contrarrestar la inflación, Chávez quitará ceros del bolívar frente al dólar. Una bufonada más.
Chávez ha seguido al presidente Bush en su gira por América Latina, para provocarlo. No lo ha conseguido. Su nombre y sus insultos han sido ignorados por el mandatario norteamericano, quien se ha limitado a señalar que lo que más conviene a la región y al mundo en estos instantes es más libertad y menos absorción de poderes por parte de los gobiernos, para progresar.
Uno de los recursos, por cierto, es garantizar estabilidad jurídica y polìtica a las naciones latinoamericanas, para que florezca la inversión, el intercambio de bienes, servicios, tecnología y capital y consecuentemente el empleo. Solo así las condiciones de vida de los más mejorará, no los absolutismo mesiánicos ni la utopía de luchar contra la inequidad.
El presidente venezolano no cesa de condenar al capitalismo yanqui y a los tratados de libre comercio que propugna, como causantes de la miseria en la zona. Los datos prueban lo contrario. El tratado con México elevó el monto de sus exportaciones a los Estados Unidos de 40.000 millones de dólares en 1993 a 198.000 millones en el 2006, equivalente a un 400%. USA, a su vez, vendió a México 134.100 millones de dóalres el 2006 frente 41.500 millones en 1993.
El déficit del comercio de México con los Estados Unidos, que era de 2.500 millones de dólares en 1993, se convirtió en un superávit de 64.000 millones de dólares el año pasado. ¿Es eso empobrecer a México?
Con Chile las cifras son también alentadoras. En solo dos años las ventas a los Estados Unidos subieron de 4.700 millones de dólares en el 2004 a 9.500 millones de dólares el año pasado.
La hipocresía de Chávez se refleja también en el hecho de que casi la totalidad del petróleo venezolano de exportación va a USA libre de impuestos. Chávez, la marioneta de Castro, no pasaría de ser sino eso, un muñeco inerme sin la fuerza de los petrodólares norteamericanos.

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