Friday, March 9, 2007

HACIA LA DICTADURA "CONSTITUCIONAL"

El presidente ecuatoriano Rafael Correa ha acelerado su marcha hacia la dictadura. Para lo cual no solo está atropellando la Constitución sino el sentido común.
Todos sus gestos, acciones y palabras parecen confirmar la intuición de que Correa será peor caudillo populista que Velasco Ibarra, Bucaram y tantos otros que han frenado el desarrollo del país.
Lo único alentador en medio de la crisis que en estos días vive el Ecuador es la actitud analítica de los principales medios de comunicación y sus columnistas, así como la firme determinación de los líderes de la oposición que Correa trata de avasallar.
Una de la diputadas cancelada por el Tribunal Supremo Electoral ha dicho que la oposición no se dejará vapulear como en Venezuela. Es la única opción. En el país de Hugo Chávez la oposición se desplomó cuando no supo contener al coronel, que en la anterior elección presidencial ganó con fraude.
El fraude fue evidente, pero los reclamos se paralizaron una vez que Jimmy Carter, el ex presidente demócrata de los Estados Unidos, declaró al mundo que los comicios en Venezuela eran válidos, cuando las denuncias de lo contrario, con pruebas irrefutables, aún no eran analizadas.
Si, es el mismo presidente que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus tesis contrarias al interés de los Estados Unidos y que ahora se alinea con Chávez y su grande y nuevo amigo Mahmud Ahmadinejad de Irán, gran instigador y financista del terrorismo internacional contra el cual están en guerra USA y sus aliados.
En el Ecuador ahora se afirma que “todos” los organismos del Estado violan la ley y la Constitución. Es probable que haya habido precipitación inicial de parte del Congreso cuando decidió sustituir al presidente del Tribunal Supremo Electoral por acatar la orden de Correa y lanzar la convocatoria a la consulta popular, sin previa aceptación del Congreso.
Pero es una precipitación si no justificable, al menos explicable. Fue fruto de la irritación por el proceder sumiso del TSE. La existencia y facultades de este tribunal emanan del Congreso y su misión es controlar las elecciones de manera independiente, pero no arbitraria. Se entiende que tiene atribuciones para frenar cualquier interferencia ilícita en los procesos eleccionarios, inclusive con la cancelación, de los funcionarios del Ejecutivo culpables.
Pero es absurdo que pretenda destituir en masa a 57 de los 100 diputados que fueron elegidos libremente por voto popular, no importa por qué motivo. Correa lo sabe, pero respalda al TSE y envía a la fuerza pública para impedir el acceso de los diputados cancelados, en acción inequívocamente dictatorial. El Congreso ha sido virtualmente disuelto y ello rompe la Constitución.
A Correa le tiene sin cuidado. Su meta es absorber los poderes en imitación a lo que sucede en la Venezuela de su mentor Hugo Chávez. La vía que ha escogido es la maniobra política, la distorsión y tergiversación de la ley y la amenaza física contra quienes disienten a manos de garroteros a sueldo.
El responsable directo de la crisis y de la dictadura de facto que vive el Ecuador no es el Congreso, no es el TSE, es el presidente Correa. El abogado Antonio Rodríguez, en entrevista de hoy en Radio Quito, ha sido claro y certero. La primera acción dictatorial fue la imposición de la Asamblea.
Según la Constitución vigente, las enmiendas constitucionales son aceptables y deben seguir un trámite preciso y meticuloso. No se contempla, por lo mismo, la alternativa de una asamblea para crear una nueva Constitución y peor con todos los poderes, como quiere Correa y así acaba de ordenarlo al TSE.
Rodríguez dice con razón que el Congreso no debió ceder, no debió humillarse ante Correa y aceptar dar trámite al pedido de consulta para la Asamblea. Fue su primer signo de debilidad, cuyas consecuencias han sido inmediatas. Correa se ha sentido libre para hostigar a los congresistas y seguir adelante en su empeño de convocar a una asamblea cuya verdadera finalidad, él espera, sea que lo consagre presidente con poderes absolutos para así aplicar la “revolución ciudadana”, léase “bolivariana”.
Tanto Chávez como Correa invocan el nombre de Simón Bolívar para justificar su noción fascista de manejo del Estado. Quizás tengan razón. Después de todo, Bolívar buscó convertirse en presidente vitalicio, o rey. Pero halló oposición en muchos de quienes pelearon con él por la independencia de España, entre ellos Santander.
Bolívar quiso ser monarca o presidente vitalicio, pero no pudo. Contrasta que George Washington, el hombre clave de la Revolución Americana, una vez electo presidente de los Estados Unidos, recibió innumerables pedidos de sus partidarios para que acepte no solo la reelección, sino la presidencia vitalicia. Se negó sin titubear, permanentemente. Dijo haber luchado por implantar en América un sistema de gobierno distinto al de las monarquías europeas, que sea representativo y alterno y con una clara división de poderes como mecanismo para evitar el autoritarismo.
Bolívar murió tísico, arrepentido y amargado. Washington murió en la gloria y sigue siendo venerado. La herencia de Bolívar fue la fragmentación de la Gran Colombia y la incapacidad de que los países que la integraron pudiesen entender y vivir en democracia.
Bolívar declaró poco antes de morir que querría que se lo recordara en la historia ni tan grande como Napoleón ni “tan pobre diablo” como Washington. Este “pobre diablo” dejó los cimientos para crear la nación más democrática, estable y poderosa en la historia de la humanidad.
Mientras Correa continúa fraguando su gobierno fascista, surge la incógnita acerca de si el pueblo ecuatoriano continuará respaldándolo, pese a las llamadas de alerta de los comunicadores y líderes de la oposición. Una última encuesta indicaba que el respaldo que tiene es del 90%.
Pero esa opinión no es indicativa de que el pueblo tenga la razón. Hitler, Nasser, Fidel Castro e infinidad de otros caudillos fascistas de derecha e izquierda han tenido votaciones similares de respaldo a sus posiciones demagógicas y revanchistas. Si la mayoría aplaude a Correa, Correa probablemente seguirá en su postura arrogante y demoledora de la oposición.
¿Quién o qué lo detendrá? Los “forajidos” que “tumbaron” a Lucio Gutiérrez por su posición dictatorial, evidentemente ahora están con Correa. Los medios, la Iglesia Católica, líderes políticos de oposición censuran a Correa y le reclaman cordura, respeto a las leyes, diálogo. Es un imposible. ¿Serán entonces las fuerzas armadas las llamadas una vez más a intervenir si el conflicto desemboca en otra guerra fratricida?
Con las lecciones de Correa y Fidel, habría el peligro de que Correa continúe con sus mimos a los militares, a fin de lograr que ellos también se sumen a la “revolución ciudadana/bolivariana”. Tal parece estar ocurriendo en Venezuela, cuyos militares han comenzado a asistir a cursos de entrenamiento no ya en los Estados Unidos sino en La Habana.
En Venezuela se ha formado, por las dudas quizás, un ejército paralelo al ejército regular. Son los “camisas rojas (no pardas)” que recibirán, entre otras armas, parte de los 100.000 ametralladoras compradas en Rusia. Nada difícil que Correa tenga algo parecido en mientes.
Si tan lúgubres predicciones se cumplieran, el Ecuador pasará a formar parte del “Eje del Bien” con Chávez, Morales, Fidel, Ahmadinejad y más perlas fascistas que se vayan presentando en el camino.

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