Wednesday, June 15, 2016

LA FORTALEZA DE TRUMP

Donald Trump, candidato presidencial por el partido republicano a las elecciones de noviembre, tuvo otra vez la razón al decir que Obama, en su discurso sobre la masacre de Orlando del domingo pasado, se mostró más enfurecido contra él que contra los autores del crimen.
El rostro del presidente demócrata, sudoroso y con los ojos desorbitados, denotaba en efecto una virulencia irrefrenable al referirse a las críticas del candidato republicano, cuya posición frente al Islam por cierto distorsionó el como es ya rutina que lo hagan Hillary Clinton y los principales medios de comunicación audiovisuales que los secundan.
Trump, como la mayoría de norteamericanos, ha observado estupefacto cómo este nuevo acto terrorista del islamismo radical pudo y debió ser evitado, si otra fuese la postura del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos para combatir al mayor enemigo con el cual enfrenta la nación.
Trump, Obama, Hillary y su grupo insisten en ocultar el nombre de dicho enemigo, radicalismo islámico, con la supuesta intención de no malquistarse con la “religión de la paz” que a su juicio es el Islam. Ocho años de esa política de apaciguamiento no han reducido sino que han fortalecido al radicalismo aquí, en Europa y en el mundo entero.
Obama retiró las fuerzas militares de Iraq en el 2011 dejando tanques y demás pertrechos en manos de los terrorista que habían sido doblegados con la operación Petraeus. Así rebrotó el islamismo radical y surgió el primer Califato del Siglo XXI, o ISIS, que Obama prefiere llamar ISEL, porque de ese modo involucra a Israel.
En un principio Obama calificó al ISIS de aprendices. De mala gana aceptó luego que se bombardee a un ejército de 40.000 o más soldados bien armados y financiados con el petróleo iraquí. Se negó a una estretegia para vencer al ISIS cuando el terror se extendió por el Medio Oriente, Noráfrica y África, Europa y Estados Unidos. Hay que contenerlos, no derrotarlos, dijo.
Trump adoptó otra tónica. Primero pidió que se califique al enemigo como tal, sin circunloquios. Hillary acabó ayer por aceptarlo a medias, pero Obama se negó, según su discurso de ayer. ¿Qué ganamos con ello? se preguntó. Pero FDR, Truman, Kennedy, Eisenhower o Reagan habrían podido contar con  respaldo popular para derrotar al Eje y al comunismo si ocultaban el nombre de los enemigos?
Obama y Hillary y su campaña, mienten al afirmar que Trump pide prohibir el acceso a todo musulmán o que acusa a los musulmanes residentes en Estados Unidos de terroristas. Lo que sugiere es un  estudio prolijo de todo inmigrante de países terroristas que amenazan a esta nación e investigar a potenciales terroristas ya radicados aquí, nacidos o inmigrantes.
Porque la tragedia de Orlando y antes la de San Bernardino, por ejemplo, pudieron ser evitadas si los servicios de inteligencia de la CIA y el FBI no tenían las directivas prohibitivas de Obama y Loretta Lynch, su Fiscal General. Los agentes están prohibidos de verificar cualquier información especial, si el sospechoso es musulmán.
Omar Mateen, el terrorista de Orlando, frecuentaba una mezquita a la que acudía también el terrorista que se suicidó con explosivos en Siria y con el cual mantenía estrecha amistad. Los agentes conocían esos detalles, pero recibieron órdenes de Hillary cuando era Secretaria de Estado para suspender la vigilancia en la mezquita a fin de no ofender a los devotos de la “religión de la paz”.
Con esos antecedentes y otros como sus dos viajes sucesivos a Arabia Saudita y la segunda mujer que cooperaba para el atentado, Mateen nunca debió apartarse de los ojos del FBI ni menos recibir licencia para adquirir armas de fuego. A ésto se refería Trump, pero The Washington Post  y otros lo acusan de haber dicho que Obama  directamente fraguó el atentado de Orlando.
Obama no solo distorsiona el pensamiento y las declaraciones de Trump, sino la Historia. Desde el inicio de su mandato en el 2009 se dedicó a exaltar al Islam y a compararlo en valor con el Cristianismo en la formación de los Estados Unidos, algo opuesto a la verdad. Su actitud ayer fue una ratificación. No sorprende, pues, que no haya llamado al Gobernador de la Florida para expresar su condolencia, acaso porque Scott es republicano.
El problema de Trump para los del establishment político, tanto demócrata como republicano, es que es inasible e inmanejable y que, por tanto, desborda los cercos y tenazas de lo “políticamente correcto”, cuya estrategia es globalizarse para restringir las opciones de libertad individual, controlar los mercados e incrementar el poder de círculos restringidos más allá de las fronteras.
Los medios y los portavoces o “pundits” de uno y otro partido y de la mayoría de medios de comunicación, quieren tenderle una emboscada a Trump en vísperas de la Convención del GOP del 20/21 de julio próximo, en la cual los delegados deberán finalmente proclamar la candidatura presidencial del partido.
Lo tradicional es que los delegados, en la primera votación, den su voto por el candidato con mayoría de votos en cada uno de los 50 Estados. Solo si no hubiere mayoría podrían votar a discreción. A menos que haya una maniobra corrupta, en la primera votación el designado será Trump, que ya tiene más de 1.500 delegados, mucho más del mínimo de 1.237.

Si ocurre algo torcido, sobrevendrá el caos.

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