Wednesday, September 17, 2014

BARCO A LA DERIVA


Como un barco a la deriva parece navegar los Estados Unidos en medio de aguas turbulentas, cuando más se necesitaría de un timonel experto y resuelto para evitar zozobrar.
Barack Hussein Obama evidentemente es el hombre menos indicado para esa función. Los recientes sucesos en Medio Oriente, con el avance del grupo terrorista musulmán Isis/Isil, no hacen sino confirmarlo.
Los terroristas decapitaron a dos periodistas norteamericanos y la noticia la divulgaron por Internet, con la amenaza de seguirlo haciendo si Obama insistía en bombardear los sitios ocupados por la organización.
Era una declaratoria de guerra, pero el presidente no lo tomó así. Minimizó el asunto y dijo que ya se encontrará a los culpables para llevarlos a los tribunales de justicia, como si fueran delincuentes comunes. Y siguió jugando al golf.
Los familiares de una de las víctimas, James Foley, denunciaron que el gobierno no les socorrió en sus angustias. Al contrario, les prohibió que formalizaran un comité de ayuda para la víctima secuestrada.
Semanas atrás Obama había llamado a la TV para anunciar que había puesto libres a cinco de los peores asesinos talibanes de Guantánamo, a cambio del soldado desertor Bowe Bergdhal, que se refugió en el campo enemigo talibán de Afganistán.
Forzado de todos modos a combatir al Isis/Isil, Obama les exoneró del título de musulmanes y desoyó el consejo del gobierno egipcio de dirigir ataques militares no solo a ese grupo, sino a todos los terroristas de todas las denominaciones esparcidos e infilitrados en todos los sitios del orbe.
No lo hará. Su intención no es ni siquiera liquidar al Isis/Isil. Asi lo ratifican sus inmediatos colaboradores civiles y militares. Y cuando algún militar se atreve a decir lo obvio, que sin soldados en tierra ninguna guerra puede ser victoriosa, inmediatamente los rectifica.
Ello ocurrió ayer con el jefe del comando conjunto, general Martin Dempsey, que compareció ante el comité de seguridad del Senado. Si no resulta la actual táctica, dijo, de solo recurrir a los bombardeos, habrá entonces que decirle al presidente que autorice el envío de tropas.
Obama voló esta mañana a la base de la fuerza aérea de Tampa para decirles a los militares que se estén tranquilos, que con él, ellos nunca irán a la guerra. Es como decirles a los médicos antes de su graduación: les garantizo a ustedes que nunca les enviaré a entar a un hospital o ver a un enfermo.
¿Para qué se adiestran los militares si no es para la guerra? Pero para Obama la misión parece ser distinta. Para el caso de la peste ebola, ha ordenado que 3.000 soldados vayan al África a combatirla. ¿No es misión esa para médicos y enfermeras? ¿O es otra manera de reducir el personal militar, no solo con el recorte de fondos?
(Curiosamente, mientras envía 3.000 soldados al África, dice que se demorará un año para adiestrar a 5.000 soldados iraquíes para que combatan a 31.500 terroristas del Isis. E insiste en adiestrar a otros de un ejército sirio libre que no existe..)
Previo a Obama, ya estaba distorsionada con Bush la misión militar. Antes que la defensa y eliminación del enemigo, se les encargó a los militares en el Irak que construyan escuelas, tanques de agua, hospitales y enseñen el cambio de pañales a los infantes. Mientras tanto, los terroristas huían a las montañas y ahoran son 31.500 bien armados y equipados.
Lo ocurrido con el actual régimen es un acentuamiento de esa consciencia pacifista y antimilitar brotada con la guerra de Vietnam, cuando los jóvenes se negaron al reclutamiento hasta entonces obligatorio. No querían dejar las comodidades logradas por sus padres, veteranos de la II Guerra Mundial.
Al retornar, los veteranos gozaron de privilegios para optar por títulos en las universidades y ello contribuyó a multiplicar la riqueza de esta nación, hasta convertirla en la primera potencia mundial. El rechazo a la guerra de Vietnam no fue ideológico, sino egoista y material.
Luego se irrigó por la academia y los medios y se convirtió en ideológico, al amalgamarse con el socialismo/liberalismo/marxismo utopista, que se ha apoderado del partido demócrata, de las principales universidades, de los principales medios de comunicación y que también controla la educación en otros niveles.
No obstante que son una minoría, han absorbido el poder y ahora están en la Casa Blanca, en la mayoría de las judicaturas y se han infilitrado en la Iglesia Católica. Se autodenominan baluartes de la tolerancia y de la libertad, pero están imponiendo una religión secular de Estado en la que se prohibe discrepar, como la ley Shariah en un Califato Islámico.
En la sesión de ayer del comité del Senado sobre Seguridad, varias veces hubo interrupciones de muchachas que gritaban con carteles de condena a la guerra. “La guerra no soluciona nada”, se leía en alguno de ellos. Parecía una toma fotográfica de los tiempos del Vietnam.
Las muchachas parecerían insinuar, como entonces, que hay gente que ama la guerra. Es como sugerir que alguien ame el cáncer. A la guerra los Estados Unidos han acudido no para engordar las alcancías de los fabricantes de armas, sino para derrotar a quienes las han provocada para sembrar el odio y la tiranía.
Eso ocurrió con la I y II Guerras Mundiales, en Corea, Vietnam, el Golfo y recientementre en Afganistán e Irák. No basta no querer las guerras para que las guerras desaparezcan. Ellas han existido y existirán siempre y pensar lo contrario es simplemente un acto de fuga, un utopismo, una falsía.
Ingenuamente se pensó que tras la I Guerra Mundial, la paz no se alteraría más. En menos de 20 años el mundo sucumbió a la II. Luego de ésta hubo ingenuos que también esperaban la utopía con Naciones Unidas, la falsía de la Unión Soviética, la Unión Europea, con los Beatles. Pero la realidad dolorosamente es otra.
La estabilidad, que conlleva al menos el alejamiento de las guerras, solo se alcanza con un liderazgo cultural, militar y económico fuerte y ese liderazgo, si se lo quiere encuadrado en democracia y libertad, está en este momento de la historia únicamente en manos de los Estados Unidos.
Ese liderazgo se está extinguiendo con Barack Hussein Obama, discípulo de Saul Alinsky, el ideólogo marxista de pacifistas y antimilitaristas como él, Bill y Hillary Clinton, Bill Ayerst, Ward Churchill y todo el entorno de asesores y funcionarios que se han posesionado de la Casa Blanca.
La aversión a lo militar no tiene sentido. Desde las primeras formaciones tribales de la humanidad, ha habido mecanismos de ataque y defensa, como hay sistemas inmunológicos en el cuerpo humano. No tenerlos o no querer tenerlos, es aberrante. 
El diario The Wall Street Journal ha traducido al español un excelente artículo sobre la materia, de Rpobert T. Kagan, del Brookings Instituion, que se recomienda leerlo en su integridad, para entender mejor el fenómeno y lo absurdo del pensamiento Obama.

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