Obama parece que se aterra en calificar de terroristas a los árabes que cometen asesinatos individuales y colectivos en nombre de Alá. Son meros desorientados (“misguided”) que no representan amenaza a la seguridad nacional, respondió a los que se preocupaban por el avance en Siria e Irak del grupo Isi/Isil.
Cuando estos asesinos decapitaron a dos periodistas norteamericanos y a un británico voluntario y lo divulgaron por Internet, la frialdad con la que reaccionó hizo que su popularidad cayera en picada. Fue entonces que cambió, pero no para excusarse por su negligencia culposa sino para cargar a otros la culpa.
Fue el Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, quien desestimó el real avance del Isis/Isil, dijo cínicamente Obama en una entrevista de TV ayer. Lo cual es falso. Pues él se informaba no solamente de esa fuente sino de otras, como la de los militares y del Congreso, que le advirtieron repetidamente del peligro del avance del terrorismo en la región.
Esas advertencias le llegaron no ayer o hace dos semanas sino desde hace unos dos años. Se trataba de un fénómeno previsible ya que Obama había resuelto retirar las tropas de respaldo militar en Irak, con lo cual el Premier Nouri al-Maliki fue impotente para frenar a las hordas terroristas que tanto sacrificio costó reprimir.
En su discurso del año pasado ante las Naciones Unidas, Obama se vanaglorió de haber terminado con las “malas” guerras que su predecesor George W. Bush inició en Irak y Afganistán. Al Qaeda está diezmada y el cadáver de su líder máximo Osama Bin Laden yace en el fondo del mar, dijo, justificando con ello la retirada de tropas del Irak
Ahora admite no solo que su jefe de Inteligencia ha errado al subestimar al Isis/Isil, sino que sobreestimó el poder militar de las fuerzas armadas iraquíes. Horas y días antes sostenía lo contrario. Al ordenar los bombardeos contra los musulmanes terroristas en el norte de Siria e Irak (luego de dictaminar que esos árabes “malos” no eran musulmanes), aclaró que los ataques no implicarían envío de tropas de combate.
Esa misión, añadió, corresponderá a los militares iraquíes y a soldados de otras naciones coaligadas para triturar al Isis/Isil. Si los “gringos” no quieren arriesgar su pellejo en tierra, se dirán los aliados ¿por qué nosotros? La coalición se dice que abarca hasta la fecha a 60 países, pero ninguno de ellos ha anunciado que pondrá soldados para luchar cuerpo a cuerpo con los terroristas que no están armados, por cierto, únicamente con cimitarras.
No solo la CIA y los militares en servicio activo o en retiro le dijeron al jefe de Estado que el terrorismo está vivo y crece, que la muerte de Bin Laden (rodeada de tanto misterio) no ha diezmado ni menos liquidado al Al Qaeda sino lo contrario. La senadora ultra demócrata y obamista Dianne Feinstein, judía, sorprendió a todos en febrero pasado con una admonición pública en tal sentido.
Ya en el último discurso ante las NU, Obama admitió que el terrorismo es un peligro. Pero persistió en su ambigüedad y centró como objetivo militar no la derrota o extinción del Isis/Isil, sino su extenuación y repliegue. Tampoco osó decir lo obvio: que Occidente, del cual los Estados Unidos debería ser su líder mayor, está o debería estar en guerra contra el terrorismo islámico en su globalidad.
Repitió lo dicho desde el inicio de su régimen. Que está muy cercano al Islam porque es “una religión de la paz”. Es la misma equivocación que la cometió su antecesor Bush, luego de lanzar la guerra contra Afganistán y el Irak y quizás esa sea una de las razones por las cuales esa guerra jamás ha sido ganada.
El Islam basa su credo en el Corán. Contiene más de 100 versículos en los cuales se predica la guerra, no la paz, contra los infieles. En contraste con las religiones Católica y cristianas en general, que buscan la conversión con la persuasión, el Islam amenaza con la muerte a aquellos que se resisten a renunciar a sus creencias “infieles”.
No se trata de declarar la guerra al Islam, que cuenta con unos 1.600 millones de creyentes, según datos de las Naciones Unidas. Pero de esa cifra unos 300 millones están involucrados directa e indirectamente en actos terroristas, cuya finalidad es extender por el mundo el Califato que ahora ha reverdecido con el Isis/Isil entre Siria e Irak.
El califato es absolutismo, es imperio de la ley Shariah, es retroceso a la época medieval y anterior en la cual la mujer es simple objeto reproductor sin derechos humanos, en la cual infracciones menores se penan con mutilaciones y apedreamientos en plazas públicas y en la cual las libertades individuales no existen.
Si bien hay millones de musulmanes no contagiados del terrorismo, lo que cuenta son esos 300 millones que invocan al Corán y a Alá para estrellarse contra las Torres Gemelas de Nueva York, degollar, dinamitar estaciones de tren, sinagogas, escuelas, hospitales, ómnibus escolares. La guerra hay que dirigirla contra ese terrorismo, que es musulmán. Sin el Corán, ese terrorismo no existiría.
No hay evidencias de que ese supuesto pacifismo musulmán, el de los millones de musulmanes que no lanzan explosivos, sea un pacifismo activo que por ejemplo vaya a las calles a protestar por los actos terroristas árabes. O que demuestren su repudio en otras formas, en publicaciones, avisos, documentales o de señales de solidaridad con las víctimas, sean o no israelíes.
Tras la barbarie del 9/11, lo que algunas estaciones de TV divulgaron son escenas de jolgorio en las calles de las ciudades árabes. Tras los degüellos de los periodistas norteamericanos, no hubo ni una proclama de rechazo en diarios, universidades o medios de comunicación. En algunos medios, algunos líderes islámicos, forzados a pronunciarse, lo hicieron pero en forma mecánica.
Probablemente no haya un pronunciamento más resuelto, por temor. Pero sea de ello lo que fuere de ninguna manera los líderes de Occidente deben subyugarse a la insensata regla de lo “polìticamente correcto” para dejar de llamar pan al pan y al vino vino. La religión musulmana no es una religión de la paz y el terrorismo árabe es un terrorismo musulmán.
Atacar con bombardeos exclusivamente al Isis/Isil no hará mella en el terrorismo musulmán. La cruzada es otra y es la cruzada global contra el terrorismo musulmán donde quiera que se encuentre: en Siria, Irak, Gaza, Libia, en cualquier punto del Medio Oriente, Europa, Asia, los Estados Unidos o en sus ramificaciones por América Latina.
Si hay musulmanes que reclaman que su religión es una religión de la paz, hay una sola manera de convencer: que se sumen de manera abierta a la gran cruzada contra el terror islámico. Hay que hacerlo ya, pues de otro modo será tarde si el Irán desarrolla sus armas nucleares por negligencia o complicidad del régimen obamista.
Mientras tanto, si el Isi/Isil se desmantela en Siria e Irak ¿habrá tropas norteamericanas de ocupación o serán de Arabia Saudita o Qatar? Si en Siria se ignora al presidente Assad ¿Putin, que lo apoya, se quedará callado? Los soldados iraquíes, lo reconoce Obama, no están preparados para bien combatir, ni los kurdos y los rebeldes sirios, en el mejor de los casos, estarán listos solo dentro de un año.
Da la impresión, pues, que Barack Hussein Obama ha ido a esta guerra solo en busca de votos para las elecciones intermedias de este noviembre y no para cumplir con un plan militar de gente madura. ¿Qué pasa con el estado mayor de las fuerzas armadas más poderosas de la historia? Se diría que han pasado de especie castrense a especie castrada.
Nadie sugiere una rebelión militar al estilo tercermundista pero si un sentido de dignidad profesional para protestar. La aventura emprendida por el “comandante en jefe” es, desde todo ángulo que se le mire, un adefesio monumental.