Thursday, May 1, 2014

LA MENTIRA DE BENGHAZI


Una de las más execrables mentiras de las muchas que han caracterizado al régimen de Barack Hussein Obama, la masacre de Benghazi, parece que ha sido hecha añicos al cabo de casi dos años de haberse producido la tragedia.
El 11 de septiembre de 2012 el consulado de los Estados Unidos en esa ciudad de Libia fue atacada por una turba terrorista musulmana, en la cual murieron el embajador Christopher Stevens y otros tres funcionarios diplomáticos y de  agencias de seguridad.
La acción terrorista, por datos de inteligencia, fue organizada e inspirada por Al Qaeda, cuyo líder Osama Ben Laden, mentalizador de la tragedia de las Torres Gemelas del 2001, había sido finalmente ubicado en Pakistan y muerto por fuerzas especiales tres meses atrás.
El sacrificio de los cuatros funcionarios norteamericanos pudo haber sido evitado con antelación a su ejecución o al menos reprimido con celeridad tan pronto se divulgaron noticias del suceso. Pero, por órdenes superiores, se detuvo toda acción militar y de inteligencia. 
¿Por qué? Porque en esos momentos Obama buscaba reelegirse y uno de sus slogans de campaña era precisamente que bajo sus órdenes al mayor terrorista se lo localizó y mató, contradiciendo críticas de sus oponentes de que era pusilánime con el terrorismo. Bin Laden no existe más y Al Qaeda está en retirada, decía la campaña pro reelección.
Lo de Benghazi obstruía los efectos de tal proclama. Al Qaeda estaba vivo y tanto que celebraba su vigor bombardeando a un consulado yanqui en la fecha misma aniversaria del 9/11 y asesinando impunemente al embajador y a tres funcionarios más. Había, pues, que forjar algo para superar esa contradicción.
La mentira que se fraguó en la Casa Blanca fue atribuir lo acontecido en Benghazi no a un acto terrorista premeditado sino a una reacción popular espontánea ocasionada por un video considerado irrespetuoso al Islam, que había circulado en el Internet en el Medio Oriente. 
El video, rudimentariamente hecho por un amateur, fue visto por muy pocos antes de salir de circulación por anodino. No obstante, el gobierno montó toda una tramoya a su alrededor, apresó a su autor y magnificó el efecto de su difusión afirmando que las revueltas de protesta se regaron no solo por Libia sino por otras regiones musulmanas. 
El domingo subsiguiente al ataque y por órdenes de la Casa Blanca su embajadora en Naciones Unidas Susan Rice se presentó en los principales canales de TV, en los populares programas “talk shows” matutinos, para tratar de explicar que lo de Benghazi no fue fruto de una acción terrorista sino una reacción espontánea de islamistas ofendidos por el video.
Los mayores medios de comunicación audivisuales y escritos aceptaron el mensaje como cierto y echaron tierra al asunto. Inclusive se dio el caso vergonzoso del silencio de Mitt Romney (el candidato republicano que se perfilaba como ganador de los comicios de noviembre del 2012), que prefirió no debatir el tema con su rival.
En esas fechas los contendientes se hallaban inmersos en tres debates “mano a mano”. En el primer debate Romney estuvo brillante y apabulló a Obama al extremo que los televidentes daban por descontado que su ambición de ser reelecto se había descartado. En las respuestas Obama estuvo vacilante y en su rostro había la angustia del que está en retirada.
Para decepción de los que consideraban que Obama no merecía repetir el desastre de su primera administración y que Romney, pese a sus defectos, era una opción preferible camino a convertirse en realidad, el segundo debate fue un descalabro y una frustración totales.
Los adiestradores de Obama le habían inyectado mayor vigor y aplomo y Romney, acaso confiado con la ventaja adquirida en el primer encuentro, denotaba cierto desapego, abulia y falta del deseo de acabar con su rival. El desconcierto fue mayúsculo cuando, contra todas las expectativas, eludió tocar el caso Benghazi.
Era el tema de mayor controversia y actualidad y el que habría sido determinante para liquidar a Obama, luego del fiasco del primer debate. Pero cuando quedó claro que el arma Benghazi no sería utilizada, Obama se creció y terminó hundiendo a su rival. Lo increíble, que Obama pudiera ser reelecto pese a su récord, se cumplió en los comicios de noviembre.
La mentira del video persistió, pese a los múltiples testimonios en contra. El propio Obama lo reiteró en su discurso ante Naciones Unidas y Hillary Clinton, su Secretaria de Estado y cómplice de la inacción en la masacre, tuvo la osadía de decir en la ceremonia funeral de los caídos “que recaerán las mas severas sanciones... sobre los responsables del video”.
Desde entonces los esfuerzos de los congresistas de oposición por obtener documentos oficiales que esclarezcan los sucesos de Benghazi han sido penosos. El bloqueo de la Casa Blanca y el Departamento de Estado no ha tenido precedentes. Ha sido imposible crear una comisión de investigación bipartidista. Pero a la postre, la verdad parece aproximarse.
En días pasados se hizo público un email de un asesor de Obama en el que instruye a Susan Rice cómo debe manipular el asunto video en la TV para explicar lo sucedido en Benghazi. El asesor Ben Rhodes (su hermano es ejecutivo de la cadena obamista de TV CBS) evidentemente no actuaba de mutuo propio, sino por instrucciones superiores, en cuya cúspide está Obama.
Esta mañana el Comité de la Cámara de Representantes del Congreso escuchó el testimonio del brigadier general en retiro Robert Lovell, quien ejercía el mando de seguridad militar de la zona en África. Dijo que desde un primer instante se hizo evidente que los atacantes de Benghazi eran jihadistas, que nadie mencionó video alguno y que jamás se dio la orden de contraatacar.
Las bases militares asentadas en Italia, con jets supersónicos, o destacamentos de Trípoli hubieran podido hacerlo, como es su mandato. Pero la decisión fue mantenerlos en sus cuarteles. Ya se sabrán detalles acerca de por qué los servicios de inteligencia, que conocían que algo se tramaba para 11 de septiembre del 2012 en Libia, nada hicieron. 
Y saldrá a la luz todo lo concerniente al abuso de poder del presidente Obama, cuando como en el caso Watergate que a Richard Nixon le costó la presidencia, una comisión investigue el escándalo de Benghazi. Lo de Watergate parece juegode niños frente a la envergadura de Benghazi, en que hubo cuatro muertos. 

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