Monday, May 19, 2014

¿HILLARY POR OBAMA?


Los medios de comunicación, que en los Estados Unidos en su mayoría son “liberals” (término aquí empleado para definir a los izquierdistas/utopistas) y por tanto incondicionales de Barack Hussein Obama, se hallan en una cruzada frenética por promover a Hillary Clinton como candidata presidencial para el 2016. 
Los populares “talk shows” (entrevistas por TV de los domingos) estuvieron inundados con diálogos tendientes a robustecer la posibilidad de que la cónyuge de Bill Clinton tercie en esos comicios todavía lejanos. Si bien algunos de los entrevistados pertenecían al bando contrario, la inclinación pro Hillary era notoria y nada profesional.
El pretexto para llevar el tema a discusión fue la revelación que hizo uno de los líderes del partido republicano (GOP), Karl Rove, acerca del estado de salud de la potencial candidata. Ella, hace un año, sufrió una grave caída con golpes en la cabeza que la obligaron a hospitalizarse. Allí se le detectó un coágulo intracraneal.
Como es característico en los demócratas, nadie se había enterado de la gravedad de la caída, que la tuvo cuando era Secretaria de Estado (Canciller) de Obama. El Gobierno se limitó a decir que tuvo la caída y que en un mes se restableció por completo. Fue en esa fecha que saltó el escándalo de la masacre de Benghazi y llamó la atención verla comparecer ante el Congreso con gruesos espejuelos.
Rove dijo que esas caídas y coágulos pueden causar daño cerebral por lo cual urgía que la historia médica y clínica de Hillary se haga pública, como es mandatorio en todo personaje que aspira a una función pública por voto popular. Nada de ello ha habido. Lo único con lo cual se pretendió calmar los ánimos fue lo dicho por Bill Clinton: ella está mejor que yo, 100%.
Pero dijo, además, que su mujer tardó seis meses en recupearse y no uno, como afirmó el Departamento de Estado. Los defensores de Hillary atacan a Rove acusándolo de haber dicho que Hillary sufrió daño cerebral con la caída utilizando un arma siniestra de ataque político. Lo que sostuvo dicho dirigente es que, sin documentos en contrario, es legítima la sospecha de que lo ocurrido con Hillary fue muy grave.
El asunto del uso de los lentes gruesos lo explicó un oftalmólogo. Se trata de lentes prismáticos derivados del invento del francés Fresney, utilizados para las personas que por un trauma, como el de Hillary, tienen una visión doble. Por afección de algún nervio óptico, los pacientes duplican las imágenes lo que se corrige con estos lentes especiales.
Aparentemente Hillary ha vuelto a la normalidad pues ya se presenta sin tan pesados espejuelos. Bien por ella y una razón más para que saque a luz su historial médico. Que incluya, también, los motivos por los cuales solo utiliza pantalones y no faldas. Se especula que tiene una enfermedad renal por la cual han engrosado malamente sus piernas. Exhibirlas sería contraproducente para conquistar votos. 
Cualquier candidato/a a la presidencia o vicepresidencia de la república está en la obligación de competir con total transparencia en cuanto a su pasado, salud, estado financiero. Obama fue una excepción. Se ignora en realidad quién es, quién fue, dónde nació, en dónde y cómo cursó sus estudios, cuáles fueron sus amigos y aficiones. 
Es un misterio cuyas consecuencias las está padeciendo Estados Unidos y el mundo y que pocos quisieran que se repita. El caso de Hillary es distinto en cuanto a su pasado. Se sabe, por ejemplo,  que su tesis universitaria la hizo sobre Saúl David Alinsky, un radical que creó la misión de los “community organizers” o agitadores sociales para esparcir las prédicas ultra izquierdistas. Obama es uno más de sus discípulos.
También se conoce que casó con Bill Clinton para juntos no solo procrear a Chelsea sino formar un tandem político de ambiciones insaciables. Cuando Bill llegó a la Casa Blanca, ella fue encargada de promover el ataque a la atención médica privada, para sustituirla por otra manejada y administrada por el Estado. La protesta pública fue tal, que la campaña se archivó.
Obama resucitó la idea, pero contrariamente a Clinton hizo caso omiso de la protesta popular para concretarla en una ley que aprobó el Congreso a rajatabla, con maniobras y presiones que inclusive llegaron a la Corte Suprema, la cual denegó su inconstitucionalidad con el voto decisivo de John Roberts, juez republicano que se cree fue presionado  por chantaje de los servicios de inteligencia gubernamental.
Se ignora el motivo, pero quizás algún día se lo divulgará. Con el fallo de la Suprema el Obamacare ha comenzado a aplicarse con todos los errores y complicaciones que se predecían y que el presidente ha pretendido enmendar por propia cuenta, sin consultar al Congreso. Los costos al paciente se han elevado, las deserciones de los médicos aumentan y así el servicio se va complicando en extremo.
Hillary encarna, con Obama y su marido, la convicción de que toda iniciativa privada es dañina desde su nacimiento y que solo lo estipulado y regido por el gobierno es bueno y bien intencionado. Si algún servicio o empresa estatal fracasan, escapan a toda responsabilidad porque sus intenciones fueron y siempre serán buenas, como siempre serán viles las intenciones del empresario privado.
En estos días ha estallado otro escándalo en el gobierno de Obama, el de la atención médica a los veteranos de guerra. Alguien con mucho coraje decidió denunciar que al menos 40 veteranos (pudieran ser cientos)murieron porque no fueron atendidos oportunamente. Las listas de espera fueron escamoteadas para evitar el escrutinio y las sanciones. 
A pocos días del Memorial Day (mayo 31, en honor de los héroes militares. El de los Veteranos es en noviembre) resulta oportuno el escándalo, pues demuestra que los servicios estatales en asuntos de salud y en general en todos los que no sean de seguridad interna y externa, son deplorables. Los veteranos tienen que esperar seis meses o más por una atención que no llega y mueren. Obamacare será no igual sino peor, pues la población paciente será infinitamente mayor.
En el sector privado la empresa que vende productos o servicios de mala calidad es castigada por el consumidor y la competencia. Las malas empresas quiebran y se cierran. No ocurre lo mismo con el sector público porque los malos servicios no determinan el cierre de agencias o expulsión de malos funcionarios. El solo recurso parcial es el voto para elegir nuevos funcionarios en congresos, gobernaciones y cabildos.
El problema se complica con la complicidad de los medios de comunicación que callan los malos actos del gobierno. Contrariamente a lo que se observa en países como Ecuador o Venezuela, el gobierno aquí no tiene que recurrir a la presión violenta para conseguir su apoyo. Los medios y los periodistas lo hacen por iniciativa propia, porque fueron adoctrinados en esa dirección desde la escuela a la universidad.
En los centros de enseñanza los curricula o pensum son rígidos y no pueden alterarse sin aprobación de los sindicatos de profesores. Éstos están dominados por la izquierda, que respalda y subsidia a los gobiernos de izquierda. Es un círculo vicioso que desde hace 30 o más años ha venido transformando a los Estados Unidos hasta lo que es hoy con Obama.
Hillary quiere seguir en esa misión. Tendrá 69 años si llega a la presidencia  que la ha buscado desde siempre. Por ello no vaciló en respaldar a su marido en el affaire Mónica Lewinsky y tantos otros. Bill tuvo sexo oral en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Bajo juramento dijo no haberlo hecho, pero las pruebas fueron irrefutables. Fue por perjuro que se lo interpeló en el Congreso pero fue absuelto por demócratas y ciertos republicanos. 
La mentira es proverbial en los demócratas. Cuando se probó el perjurio, Bill esbozó una sonrisa y exclamó: el sexo oral no es sexo. Desde entonces lo practican los estudiantes desde la primaria y en las aulas. Si Hillary hubiese actuado con dignidad, debió condenar a su marido y pedir el divorcio. Pero si tal ocurría, su carrera política llegaba a su fin. 
Y ha seguido mintiendo. No solo sobre su salud, sino sobre Benghazi. Ella es, con Obama, la responsable directa de que un embajador y otros tres funcionarios fueran asesinados por un turba terrorista. No dispuso tomar las debidas precauciones, pese a los antecedentes terroristas que obligaron al embajador británico a evacuar semanas atrás.
Cuando se presentó con sus gruesos lentes al comité del Congreso, Hillary se impacientó con las preguntas. ¿Qué importancia tiene lo sucedido hace un año, si ya están todos muertos? dijo para asombro de los oyentes. Y siguió mintiendo, con Obama, sobre los motivos de la matanza: fue  por reacción a un video en YouTube, no un acto terrorista, dijo. Nadie la creyó.
Se ha nombrado, con retraso, un comité de la Cámara de Representantes para investigar lo de Benghazi. Los demos y los medios dicen que ya ha habido suficientes comités y respuestas. Pero nadie ha dicho por qué el embajador Stevens estaba en esa localidad secundaria de Libia y por qué no hubo precauciones ni órdenes de rescate de emergencia para salvarlos.
Mucho tendrá que explicar Hillary en la campaña si va a candidatizarse y por más encubrimiento de los medios, su ambición de llegar a la Casa Blanca, tras su fracaso al disputar con Obama en el 2008, le será difícil. ¿En qué basará su campaña? Ciertamente no en los logros de Obama, a quien no debe mencionar. ¿En sus logros? ¿Cuáles? ¿Lo de Haití con su marido?
Dadas las condiciones, tendría todas las de perder en la campaña. A menos, claro está, que del lado republicano surjan otros candidatos tan timoratos como John McCain, primero y Mitt Romney, después.

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