Friday, January 4, 2013

¿Y AHORA CON OBAMA QUÉ?


El prsidente demócrata Barack Hussein Obama tiene motivos para disfrutar a sus anchas de la delicias de Hawai, a donde ha viajado con su séquito familiar y de íntimos para “descansar” luego de una nueva victoria aplastante sobre los republicanos.
Después de todo, consiguió lo que quería: una elevación brutal de los  impuestos para todos y un increible desvío de la atención ciudadana hacia el problema central de la economia en crisis, que es el excesivo gasto fiscal y un endeudamiento público que acaba de rebasar el límite de los 16.4 trillones de dólares.
La opinión generalizada entre patidarios y opositores es que el liderazgo del GOP falló en su intento de nutralizar la manipulación del equipo de la mafia que rodea a Obama. Aparentemente es así, si uno se atiene a los resultados del reciente enfrentramiento entre John Boehner, de la Cámara de Representates y el Presidente. 
Boehner, pesidenre de la Cámara de Representantes y líder del GOP, se oponía a la propuesta de Obama de prorrogar la exención tributaria solamente para aquellos cuyos salarios no sean mayores de 250.000 dólares anuales. La exención, dispuesta por el Presidente George W Bush hace diez años para estimular la economía gravemente golpeada por el ataque terrorista del 9/11, era extensiva a todos.
Se trataba de una trampa de Obama. Frente a la posición doctrinaria anti tributos del GOP, él planteaba precisamentre aliviar de impuestos a todos los que ganan hasta 250.000 para gravar únicamente a los “ricos” con ingresos superiores a esas cifras. Si el GOP se negaba a ello, eran los demos los que aparecían como defensores de la baja de impuestos mientras que los republicanos aparecían como opuestos solo por defender a los millonarios.
Era otra estratagema para corroer al sistema capitalista, para fomentar la lucha de clases y la sensación falsa de que los empresarios de éxito lo eran merced a la explotación de los pobres por lo que había que castigarlos para que paguen “un justo precio” a la sociedad.
La dialéctica republicana fue frágil y pese a que exhibió argumentos de tipo técnico irrefutables acerca del daño que ocasionarían más impuestos en una época de crisis que afectaría a los verdaderos creadores de riqueza y empleo, olvidó un detalle también irrefutable: Obama es distinto, engaña y juega con reglas nunca antes utilizadas en la historia política de este país.
El GOP dejó de lado el tema central del excesivo gasto y endeudamiento del actual mandatario (5 trillones de dólares en cuatro años, más que todos sus prdecesores juntos) y se concentró en el problema impuestos. Si la exención tributaria era imposible extenderla a todos, al menos se justfiicaba intentarlo para una fracción, dijo el GOP. Se pugnó por elevar el tope a un millón de dólares anuales, Obama concedió que sea 450.000 y el acuerdo así se logró.
Adicionalmente se involucraron aumentos al pago de impuestos de ganancias de capital, al tributo en el rol de pagos, a las herencias y, por sobre todo, las nuevas cargas por el Obamacare, una estatización de los servicios de salud que resultarán más caros e ineficientes para todos.
Obama eludio el asunto corte del gasto y más bien anticipó que no cabe ningún recorte, salvo en la defensa nacional, para evitar que se  afecten los segmentos más débiles de la sociedad. En suma, la victoria de Obama sobre el GOP es una reiteración de su propósito de transformar a esta nación democrática y capitalista en una de bienestar social. 
Bienestar social responde a la utopía eterna, con raíces en Platón, de dejar el manejo de la sociedad a un gobierno cada vez más fuerte e impermeable a la crítica y al mandato de responder responsablemente ante los ciudadanos. Los derechos ciudadanos, según ese esquema, se regulan, estipulan y administran por parte de una elite que se cree la más apta y por tanto ajena a réplica alguna.
Pero es una quimera inalcanzable que ha fracasado sin excepción en todos los casos recientes y antiguos de la historia. La razón es simple: el poder de los gobiernos centralizados se logra con merma de las libertades individuales y la opresión tiene su límite. En lo económico, igual el bienestar y la dádiva ilímite se estrellan contra la realidad de la terminación de los recursos.
Las muchedumbres de obamistas están felices hoy con food stamps, con smart phones gratuitos, con subsidios por desempleo indefinidos, con pensiones sin respaldo financiero de retiro para profesores y otros empleados del Estado y corporaciones susidiadas como la General Motors.
Es por esos y otros subsidios y gastos superfluos que la deuda alcanza ya a 14.4 trillones de dólares, por sobre la riqueza nacional. Obama da la idea engañosa de que el déficit y la deuda van a paliarse si los ricos pagan “lo justo” (Los ricos pagan alrededor del 70% del total del impuesto a la renta, el 50% de pobres paga 0). No es así y el comprobarlo no altera la situación. La gente está feliz, pero si toda la riqueza en manos de los millonarios se confiscara no serviría para reducir ni una pizca de la monstruosa deuda.
Experiencias de los gobiernos de bienestar social en Europa han conducido a la recesión y a un desempleo impresionantes. Nada mágica ni esotérica es la causa: los gobiernos gastán más de lo que reciben por tributos y si no se rectifican, quiebran. ¿La solución? Que paguen los ricos dice los utópicos. Pero no solo dentro de Grecia, Italia, España o Portugal, sino los ricos de la Unión Europea, concretamente Alemania.
¿Y en el caso de los Estados Unidos? La farsa de Obama colapsará muy pronto, pues se niega a reducir el gasto y a revisar los parámetros de las prestaciones sociales que se ven próximas a la quiebra como el Seguro Social, el Medicare y el Medicaid. Los bonos emitidos para más endeudamiento ya no  encontrarán mercado con la facilidad de antaño por China o Japón.
Además, la avalancha de impuestos que ha comenzado ayer, deprimirá aún más la inversión y la creación de empleos, (con tasa de desempleo  que aún bordea el 8% desde hace cuatro años). Si la maquinaria productiva recesa en todos los frentes y aumenta el gasto sin respaldo, se acelerará la inflación que es el peor impuesto a los pobres y decaerán los ingresos fiscales.
Los republicanos, para defenderse del bochornoso drama del “abismo fiscal”, dicen que queda pendiente la discusión de si se eleva o no el “techo” de la deuda, que es un artificio que los dos partidos se ingenieron hace varios años para poner de alguna forma un tope a la enfermedad endémica de los gobiernos por endeudarse irresponsablemente.
Pero cada año, con el pretexto de salvar al país de un estancamiento del gobierno por falta de recursos, el Congreso ha elevado el “techo” hasta límites obscenos, como el que hoy rige. Mas el GOP dice que esta vez, si, no se dará paso al aumento del techo si Obama no pone sobre la mesa propuestas concretas y factibles de reducción del gasto.
Pero Obama ya lo ha dicho: no habrá reducción del gasto porque no quiere perjudicar a los “pobres”, léase a sus incondicionales de los sindicatos y de los dependientes de subsidios. Ante esta realidad, que deberá discutirse en dos meses, surge la incógnita acerca de cuál será la postura republicana.
Si verdaderamente quieren defender sus principios, no debería importarles que el país se paralice por impedimiento para endeudarse más. Es lo que debieron hacer con el peligro del “abismo fiscal”. No tocar el problema de impuestos, si previamente no se resolvía de manera eficaz el aumento del gasto orquestado por los demos.
El responsable de la crisis que vive el país no es el GOP, es Obama y sus vasallos demos del Congreso. Si el país se paraliza y agudiza la recesión, la culpabilidad será de los que gobiernan desde la Casa Blanca, el Senado demócrata y los principales medios de comunicación colectiva  de la radio, TV, periódicos y revistas.  
Los republicanos y la vasta pobación contraria a la pulverización de este país deberían preferir que se genere un gran shock en esta nación que despierte y alerte a todos, antes que contemplar con impavidez cómo  “America” se va agostando día a día a manos de quienes buscan degradarla y reducirla a los mediocres niveles del tercer mundo, que es el destino al que llega toda fantasía socialistoide. 

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