Sunday, January 13, 2013

IRONÍAS SOCIALISTAS


El presidente de Francia François Hollande, antípoda del estereotipio  francés de lógica y mesura, acaba de adoptar una decisión en absoluto sensata: ordenó a sus fuerzas armadas que repelen a sangre y fuego la agresión de extremistas islámicos a la antigua colonia de Malí.
Bastó una sola noche de acción de los cazabombarderos para que ese país, lindante con Túnez, Niger y Mauritania, quedara a salvo del asedio de Al Qaida y demás satélites, que buscaban derrocar al régimen instituído para sustituirlo con otro ceñido a la ley medieval del Sharia.
Estaban envalentonados por lo que está ocurriendo en otras regiones del África, donde el extremismo musulmán se está imponiendo sin resistencia. Es lo que ha ocurrido en Egipto, por ejemplo, donde tras el derrocamiento de Mubarak, aliado de Occidente, se impuso la Muslim Brotherhood o Hermandad Musulmana.
En el seno de esta hermandad fructificó Al Qaida, que por dos ocasiones atacó a los Estados Unidos. Primero contra las Torrres Gemelas de Nueva York en 1993, en intento semi fallido orquestado por el  “jeque ciego” Omar Rahman, apresado y sentenciado en esa ciudad. Y luego contra las mismas Torres y el Pentágono, en el 2001.
El segundo atentado destruyó por completo los edificios y causó casi 3.000 muertos, incluídos los pasajeros que frustraron el ataque de una tercera  aeronave dirigida presumiblemente contra el Capitalio o la Casa Blanca en Washington. La mente gestora de este holocausto era Bin Laden, jefe de Al Qaida, localizado y muerto apenas el año pasado.
George W. Bush era el presidente en el 2001. En retaliación por el ataque dispuso el ataque a Afganistán, cuyos talibanes (otra hechura de la Hermandad, al igual que el Hamas) habían asilado a Al Qaida para que fraguara la muerte de inocentes en USA. La guerra se extendió al Irak porque los servicios de inteligencia detectaron que Hussein, el dictador iraquí, estaba involucrado en la misión islámica de guerrear contra Occidente. 
La información provenía no solo de agencias norteamericanas sino del  Reino Unido, Francia y otros países aliados. El asunto se agravaba porque Hussein usó armas químicas para matar a sus compatriotas y había indicios de que peparaba una arsenal nuclear. El general Colin Powell exhibió fotografía de grandes camiones que cruzaban el desierto hacia Siria, para evitar que enviados de Naciones Unidas comprobaran la veracidad de los informes, antes del ataque de USA y 37 naciones aliadas.
Tras la invasión los militares no pudieron hallar rastros de armas atómicas o laboratorios, ni tampoco químicas. Todas habían desaparecido en el lapso que medió entre las negociaciones diplomáticas en Naciones Unidas y la decisión de atacar, que tuvo respaldo unánime del Congreso y los aliados europeos, fundamentalmente.
La guerra aún continúa en Afganistán y en Irak y demora más que la Mundial (1939 a 1941). Y Al Qaida no ha sido liquidada como lo fue el Eje nazi fascista. Peor aún, sigue cobrando cada vez más fuerza y se ha posesionado directa e indirectamente de otros países además de Egipto y en alianza con Irán, está en la cruzada de extender su dominio por otros lares, tal como se registró con el nazifascismo y el comunismo.
¿Qué ocurrió en Afganistán e Irak? A Bush le faltó la entereza de ordenar no solo atacar a los talibanes, en el un caso y derrocar a Hussein en el otro, sino algo fundamental: lograr la victoria. Por desgracia, el espíritu de excepcionalismo y de superioridad sobre el enemigo se ha ido debilitando aquí a raíz de la terminación de la II Guerra Mundial.
La URSS fue aliada de USA contra el Eje, pero ahí terminó toda razón para continuar con la alianza. Estados Unidos, como el Reino Unido, Francia y otras naciones líderes de Europa más Canadá y otras, tenían poco en común con Moscú. Mientras los primeros buscaban que la libertad se esparza por todo el orbe, la URSS manipulaba para expandir la ideología y dominio del comunismo.
Se inició la Guerra Fría entre dos grandes potencias: la de Washington que basaba prosperidad con libre mercado y el libre albedrío de los individuos y el comunismo y afines que creían y creen, que el bienestar de la sociedad está dado y debe ser regulado por el Estado, sacrificando las libertades individuales. 
Desafortunadamente y por lo mismo que en Occidente prevalecen la libertad para opinar, disentir y decidir, no siempre ha habido unanimidad de criterios acerca de los beneficios de vivir en democracia. Moscú manejó con habilidad la propaganda e infiltración en Occidente, logrando adeptos, a veces simulados, en niveles de alta influencia como las universidades, los intelectuales y artistas, Hollywood, el gobierno y en los principales medios de comunicación. 
Cuando el senador Eugene McCarthy emprendió una campaña de denuncias documentadas acerca de esta infitración, se lo acusó de extremista demencial. Años más tarde se verificó que los periodistas, artistas, diplomáticos y altos burócratas denunciados por el, eran en verdad espías pagados. Pero ya McCarthy había fallecido escarnecido.
Esa mentalidad pro Moscú, pro comunista, no ha desaparecido. Es la que influyó para que se comenzara a calificar a USA como imperio agresor, pese a que sin su aporte el Eje nazifascista habría triunfado. Cuando el general McArthur pidió máximo poder militar para derrotar a los invasores chinos y rusos en Corea, el presidente demócrata Harry Truman, el mismo que declaró la Guerra Fría, le negó respaldo y la guerra por primera vez para USA no terminó en victoria, sino en un armisticio del cual todavía no se sale.
Esa actitud derrotista, ese negar la evidencia de que si se entra en una guerra hay que ganarla, como lo dijo McArthur, se repitió en Vietnam. El “imperio” yanqui no tenía nada que ver con esa colonia francesa. Pero el imperio sinosoviético si, pues pensaba extener su imperio con una invasión militar de la península. 
Como en Corea, en Vietnam también intervinieron las Naciones Unidas para fenar la agresión. La carga mayor, militar y economíca, recayó una vez más en los Estados Unidos. La victoria estaba ad-portas hasta que se irguió la peste negra del derrotismo. Los medios escritos y audiovisuales, con “anchors” tan “profesionales” como Walter Cronkite en CBS, comenzaron a retratar a los norteamericananos como los agresores y a los “rojos” como a los liberadores.
La rebelión juvenil asi atizada estalló en calles y universidades, se quemaron banderas norteamericanas y se multiplicó la resistencia a enlistarse en las fuerzas armadas. John Kerry, ahora a punto de convertirse en Secretario de Estado, era a la sazón oficial naval e inició una campaña antimilitarista que no ha cesado hasta la fecha. En acto de traición, dialogó y negoció secretamente en París con los enemigos Vietcong.
Jane Fonda, la atractiva actriz, fue más allá. Fue a Hanoi, la capital de Vietnam del Norte y se hizo fotografiar al pie de cañones con vietcongs adiestrados para matar a sus compatriotas. A poco el Congreso quitó los fondos para la guerra “criminal” y ésta cesó. Los combatientes sobrevivientes fueron abucheados a su retorno, no importaba si venían heridos y mutilados.
En los casos de Irak y Afganistán no se han ganado las guerras porque no se las ha querido ganar, como en Corea y Vietnam. Las reglas de juego para combatir han sido ridículamente reformadas para otorgar derechos civiles al enemigo. El soldado en peligro de morir tiene que vacilar y consultar antes de defenderse. La masculinidad se ha mermado con la exaltación al homosexualismo y el fracturamiento de las barreras biológicas con la femineidad.
Las fuerzas armadas victoriosas de antaño, ya no lo son más. Peor con el actual demócrata Barack Hussein Obama, quien públicamente ha aborrecido en suelo extranjero de las “atrocidades” cometidas por esta nación por lo que ha pedido perdón. En El Cairo, además, dijo la mentira histórica de que la religión musulmana ha sido tan importante en la formación de  los Estados Unidos como lo ha sido el judaismo y el cristianismo.
Su padre biológico, de Kenya, fue musulmán. Cuando Barack vivió su niñez en Indonesia con su padre adoptivo, fue musulmán y se educó en escuelas musulmanas. Quizás ello explique su barbaridad histórica acerca de los orígenes de esta nación y su repliegue total en la resistencia contra la expansión islámica, iniciada a medias por su predecesor. 
Si no se rescata el liderazgo firme de los Estados Unidos en la lucha contra las tiranías, cuyo enemigo central son las democracias liberales, las tiranías continuarán proliferando en sus variados matices: musulmán y las variantes jihadistas, hamas, talibanes o populistas como las de Cuba y ottras naciones latinoamericanas.
Si John F. Kennedy, demócrata, se mantenía firme en el plan para frenar a la URSS en Cuba, Castro estaría muerto o preso. Si Truman, otro demócrata, reflexionaba, hoy no habría sino una sola Corea próspera, libre y democrática. Lo propio podría decirse de Johnson con Vietnam o de la vía libre que se está dando a Irán para que se alíe con tiranuelos sudamericanos.
El trueque de la posición respaldada en la fuerza económica y militar por la de diplomacia de retaguardia no da resultados. Allí están los ejemplos de Egipto o de Libia con el reciente sacrificio del embajador yanqui y varios empleados diplomáticos. Theodore Roosevelt decía que diplomacia sin el respaldo de la fuerza no es diplomacia.
Ninguna ley o regla o acuerdo de convivencia se cumplen simplemente porque son buenos. Se cumplen porque hay una sanción si se incumplen. En la vida diaria asi como en la vida entre naciones. Los regímenes autárquicos de cualquier especie detestan la democracia y buscan destruirla. Ésta tiene que defenderse diplomáticamente en una primera instancia, pero con la fuerza militar si se hace inevitable.
Las guerras no desaparecerán  mientras los pueblos existan. Son como las enfermedades para los seres humanos. De pronto surgen y hay que estar peparados para evitarlas y reprimirlas con fortaleza. El cáncer no se detiene con persuasión. El islamismo extremo es como un cáncer.
En ese sentido, lo hecho por Hollande, quien por las torpezas fiscales y económicas que ha cometido se dice que está a la izquierda de Obama, es un ejemplo a ser imitado por las demás naciones libres, pero por sobre todo por los Estados Unidos. Porque si los Estados Unidos, por voluntad de quienes están ahora en el poder, renuncia a su liderazgo mundial, alguna otra potencia tendrá que sustituirla.
Las naciones no pueden seguir marchando a la deriva, desconcertadas. 
  

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