Friday, April 29, 2011

LA LUCHA ETERNA


Tal parece que la lucha eterna, generalmente referida a la lucha entre el bien y el mal, podría igualmente aplicarse a la también interminable contienda que día a día se libra entre los hombres en favor o en contra de la libertad.

La confusa teoría de Francis Yukiyama de que la historia había terminado con la derrota del expansionismo soviético, carece de asidero. La historia no es algo que se crea y se extingue, es un proceso en continua evolución conforme a la marcha de la humanidad.

Lo que podría admitirse es que el concepto de la historia se ha simplificado. Que a raíz del derrumbe de las pretensiones de dominación de Moscú quedó más claramente delineada la divisón entre los partidarios de privilegiar los derechos del individuo sobre el Estado y los que propugnan lo contrario.

Inclusive el lenguaje se ha vuelto mas preciso. Fascismo, en su moderna acepción, define a quienes optan por gobiernos autoritarios y jerárquicos para lograr una óptima convivencia social. Hasta el siglo pasado al fascismo se lo identificaba con Mussolini y su emblema, la insignia de los cónsules romanos o fasces.

El fascismo italiano, que se alió con Hitler e Hirohito para conformar un Eje con la meta de acabar con la democracia occidental, no se identificó con el comunismo soviético. Al contrario, fueron enemigos y a la postre la URSS, fracasado su alianza con Berlín, se unió a Estados Unidos y Gran Bretaña para enfrentarlo.

Comunismo y nazifascismo, consecuentemente, fueron vistos inicialmente como antípodas. Pero un análisis con perspectiva moderna descubre que una y otra doctrina tienen un idéntico denominador común: el autoritarismo, la creencia de que un Estado férreo discierne mejor lo que es bueno para la sociedad y sus individuos.

Si bien hay aún vestigios del comunismo al estilo soviético, como Corea del Norte, lo más apropiado será sustituir el adjetivo comunista por el de fascista. ¿No es ese el caso de la Cuba de los Castros? A Hugo Chávez de Venezuela mal se haría en calificarlo de comunista, al igual que a Rafael Correa de Ecuador o Evo Morales de Bolivia.

Todos ellos son dictadores de distinto calibre, pero dictadores al fin que actúan convencidos de que el equilibrio de poderes de una democracia para evitar los abusos de autoridad, es un fraude que hay que aniquilar. Si ellos están persuadidos de tener derechos, divinos decían los monarcas, para decidir sobre el bien y el mal, las discrepancias sobran.

Dentro del fascismo habría que encasillar también a la resucitada amenaza islámica que intenta esparcirse por el mundo para imponer sus leyes tiránicas en todas las fases de la convivencia humana. El califato, las dinastías familiares, las teocracias, el shiriah, el fanatismo religioso características de esta tendencia, son clarísima amenza contra la democracia.

El fascismo, entendido como aspiración a la autarquía, no siempre se instala mediante la violencia. En años recientes se ha esparcido y afincando en sitios donde han existido democracias formales, aunque débiles. Los líderes y sus aliados han aprovechado los resquicios de esos sistemas para debilitarles aún más, hasta imponerse.

Es lo que ocurrió en Venezuela con Chávez y en el Ecuador, Bolivia, Nicaragua y que no sucedió en Honduras (milagrosamente). Hitler llegó al poder con el mayoritario voto popular, incluídos los judíos del Holocausto, como en Austria. Igual se registró con Nasser en Egipto y hoy surge la incógnita en Medio Oriente, donde los ciegos quieren ver, acaso con ingenuidad, el nacimiento de la democracia.

El DNA del fascista es el populismo. Su retórica explota y magnifica las falencias de la democracia y desata la lucha de clases, fomenta la envidia y se sustenta en promesas mágicas imposibles de cumplir. La gente, no importa si de fascinante tradición cultural como en Alemania, se prosterna ante el caudillo y se autobloquea toda capacidad de análisis.

Hitler, Castro, Correa, Chávez, todos ellos y sus copias de antaño y hogaño, en un comienzo fingieron acatar la democracia. Pero muy pronto manipularon todo espacio legal y jurídico disponible para despedazarla y reducirla a una sola voluntad: la suya.

Que este fenómeno sea visible en repúblicas endebles e inestables, como las del Tercer Mundo, no es extraño. Lo que peocupa es que esté brotando en la nación más democrática y sólida del mundo, los Estados Unidos. El sistema ha operado aquí desde hace casi tres siglos y ha probado ser el más eficiente, duradero y próspero en la historia.

Su característica es una estructura orientada a frenar los intentos pro fascistas de cualquiera de las tres ramas del gobierno: la que legisla, la que ejecuta y la que juzga. Nació con la derrota del mayor poder bélico y económico de la época, la monarquía colonialista de la Gran Bretaña.

Los fundadores de la república no querían que se prolongase en América el estilo monárquico y autoritario del Reino Unido. Y para ello unieron a 13 estados con un sistema común de gobierno: responsable, alternativo y democrátrico. El gobernante pasó a ser así un servidor del pueblo y no al revés.

El sistema ha evolucionado e institucionalizado y es ahora común para 50 estados. La prosperidad ha sido constante, excepto los lapsos de depresión debidos casi siempre al manejo indebido de las autoridades en el mercado. El mercado es, en síntesis, la confluencia de voluntades individuales para transar, comerciar, debatir, inventar y crear. Mientras más libre, es más próspero y dinámico.

Por cierto que la democracia y el mercado, como toda obra humana, son imperfectos y pueden originar conflictos de intereses y fricciones. Los cuales se deben zanjar mediante leyes y juzgados, no con intervenciones arbitrarias del Ejecutivo que obstruyen o destruyen la dinamia del libre mercado.

El presidente Barack Hussein Obama no cree en el mercado libre. A su juicio y así lo ha demostrado, el mercado tiene que ser reprimido a fin de iniciar un proceso de redistribución de la riqueza en favor de los más pobres. Detesta a los empresarios prósperos, quiere empobrecerlos y se gana los aplausos de los seducidos por su doctrina fascista.

Inundó el mercado con cerca de 1.000 billones de dólares para crear empleos, en la hipótesis de que el gobierno, con moneda impresa, puede crear riqueza. Lo que conseguió es elevar la deuda a más de 14 trillones de dólares y que el desempleo siga rampante con signos de inflación acaso galopante con la crisis energética.

La oposición ve con angustia el desvío al fascismo del régimen y propone como medida urgente la reducción del gasto fiscal y la congelación, si no reducción, de los impuestos para estimular el ahorro, la inversión privada y el empleo. Pero Obama y sus áulicos insisten en su retórica populista/fascista de mayor gasto y de críticas al sistema americano, con la cual han iniciado la campaña para la reelección.

Todavía no se vislumbra un candidato de excepción que se oponga a Obama, pero aún hay tiempo para ello. Las razones para cerrarle el paso a Obama son tantas y tan claras, que solo una aberración colectiva lo haría triunfar con el voto racista de los negros y de los fanáticos de izquierda (fascistas), apologistas de la prevalencia del Estado sobre el individuo.

En el Ecuador, cerca del 70% de los votantes respaldan a Correa con el Si para un referendum sin sentido que se realizará en pocos días. El actual presidente ha demolido la democracia y sigue ileso. ¿Será el pasado incaico, el sucesivo coloniaje español, la incoherencia nacional que le siguió lo que explique tan triste conducta popular, tan proclive al caudillismo fascista?

Correa expulsó a la embajadora de Estados Unidos al difundirse lo que contaba al Departamento de Estado sobre lo que en el Ecuador ocurría. Lo decía no en el lenguaje diplomático ceremonial, sino sin ambajes. Y todo lo que ha dicho era y sigue siendo cierto: que este fulano no es confiable por fascista, ambiguo y mentiroso.

¿Es a él a quien respaldan los ecuatorianos? ¿Y los medios de comunicación? Tan cuerdos, tan callados, tan sumisos. ¿No tienen un organismo gremial a través del cual pudieran y debieran protestar contra el autócrata por tanto atropello a medios y a periodistas? Si es por temor a que se afecten sus negocios, deberían reflexionar que ceder puede tener consecuencias mucho mayores en el cercano futuro.

Afortiunadamente la situación en los Estados Unidos difiere enormemente. Ya quedó demostrado con las elecciones del pasado 10 de noviembre, cuando una mayoría aplastante dijo No a Obama por la manera como conduce a la nación. Éste, fascista, ha desoído el mandato y no ha reorientado su gestión. Pero aquí medios de comunicación vibrantes que lo objetan y juntamente con la oposición, la gran cruzada del momento es presionar para que Obama no sea sino “ only a one-term President“ (Presidente por un solo periodo).

La altternativa es una America en declinación.

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