Sunday, May 18, 2008

LAS PRUEBAS ESTÁN DADAS

El presidente Rafael Correa se contradice una vez más: declara que el informe de la INTERPOL, que ratifica la autenticidad de los documentos de las FARC, le tiene sin cuidado, pero promete renunciar a sus funciones si se le prueba que tales documentos lo vinculan con el grupo narcoterrorista.
Si cree que las computadoras no estuvieron en el campamento guerrillero de Angostura cuando hubo el bombardeo del 1 de marzo por parte de las fuerzas militares colombianas, sino que fueron implantadas después del ataque por el gobierno de el presidente Uribe, entonces esos documentos son falsos y no debería prestarse a una inútil indagación para probar su validez.
Dijo también en Lima que su conciencia está tranquila en torno a la tormenta generada por la divulgación de los documentos avalados por la INTERPOL. Pero aparentemente no es así: está muy nervioso y mucho más tras el fracaso de sus viajes a Europa y la aseveración, en Lima del líder español Zapatero de que el problema no es el presidente colombiano Álvaro Uribe, como reiteradamente dice Correa, sino las FARC. Despejó de ese modo las dudas que su lenguaje diplomático ambiguo dejó tras recibir a Correa en Madrid.
La gira de Correa por España, Francia y Bélgica y con anterioridad por varios países latinoamericanos, tenía el propósito de buscar respaldo a su tesis de que él no ha sido protector de las FARC, como testimonian los documentos de Angostura. El viaje lo emprendió antes de conocerse el informe de la INTERPOL actitud que confirma su complejo de culpa.
Prometió poner la presidencia “en manos del Ecuador y América Latina” si, de todos modos, se prueban sus nexos con las FARC. No se explica por qué ha de hacerlo ante América Latina, pues el que lo eligió es el pueblo ecuatoriano y nadie más. Pero, en fin, pide que se le prueben los vínculos. Pero esas pruebas hace tiempo que están dadas, muy específicamente a partir de las primeras filtraciones de los documentos y reportajes que se publicaron en medios de comunicación de Colombia, Perú, España y los Estados Unidos, principalmente. La veracidad ha quedado definitivamente comprobada por la INTERPOL, que asocia a 186 de 190 países del mundo, entre ellos Ecuador y Venezuela.
El principal implicado en la protección a las FARC es, por cierto, el presidente de Venezuela Hugo Chávez. Éste caudillo ha esgrimido una indescriptible virulencia y encono contra el informe, contra Uribe y los Estados Unidos. Correa, su dilecto discípulo, lo acaba de ensalzar en Lima, defendiendo su idoneidad, respeto y liderazgo.
Pues bien, este mismo Chávez dijo en rueda de prensa en Caracas el jueves pasado que el presidente Correa conocía del campamento Angostura y que se lo construyó para albergar en tránsito a los rehenes de las FARC, que se supone serían paulatinamente liberadas por gestiones de los dos mandatarios. Dijo también que Correa sabía que Reyes comandaba ese campamento y que los diálogos de mediación se hacían allí con él. El intermediario era Gustavo Larrea, ministro de Seguridad del Ecuador.
Una nota informativa al respecto se la puede leer en el link o enlace del BLOG anterior a éste. Se desprende que fue en Angostura y no en ninguna otra parte que Larrea se entrevistó con Reyes para continuar los esfuerzos “humanitarios” para liberar a Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC hace seis años.
¿No es ésta una prueba contundente contra Correa? Pero hay más. Incluso ya en su campaña electora, el ahora presidente se negaba a admitir que las FARC agrupaban a narcoterroristas. Prefería y prefiere llamarlos grupos irregulares, insurgentes, luchadores por la libertad. Su actitud es comparable a la tiene con respecto a los narcotraficantes, pues ha ordenado a su Asamblea Constituyente que reduzca o anule las penas contra esos delincuentes, que considera severas en exceso, solo por complace al “imperio” yanqui. Este imperio apresó a su padre, ya fallecido, por tráfico ilícito de drogas.
Su debilidad por las guerrillas se hizo evidente una vez más con el trato que dio a las sobrevivientes del bombardeo de Angostura. Las hospitalizó y curó, lo cual por cierto es loable. Pero en lugar de detenerlas y juzgarlas por terroristas y cómplices, les dio salvoconducto para Nicaragua, donde los acogió su coideario el presidente Daniel Ortega. ¿No es otra prueba de sus nexos con las FARC?
Entre los documentos, hay mención del aporte de 100.000 dólares de las FARC a la campaña electoral de Correa. La indagación al respecto ha sido infructuosa por la negativa sin apelaciones de la Asamblea Constituyente y del Tribunal Supremo Electoral, organismos bajo total control de Correa, como todos los que con anterioridad al actual régimen eran considerados independientes.
Si tuviese algo de pudor, que no lo tiene, Correa debería renunciar para que la supuesta investigación pueda realizarse sin interferencias. Es un imposible, claro, por lo que se presume que los documentos probatorios del aporte de las FARC no saldrán a la luz, o han sido destruidos. Quizás haya otros entre los miles de documentos de los terroristas que aún no se hacen públicos.
Para mayor abundancia de pruebas, analícense sus declaraciones recientes, posteriores al ataque de Angostura. Se lamenta por la muerte del capo Reyes, el gran mediador y canciller, pero en ninguna de sus citas aplaude la destrucción de una cueva de asesinos, descubierta y liquidada por las fuerzas militares de un país amigo. Porque el ataque fue contra la pandilla, no contra Correa ni los ecuatorianos.
Se queja hipócritamente de que los terroristas colombianos cruzan la frontera al Ecuador por negligencia de los militares colombianos, insinuando que el deber de la seguridad nacional del país recae en fuerzas exteriores. La seguridad de las fronteras del Ecuador es responsabilidad exclusiva y principal de las fuerzas armadas ecuatorianas, no colombianas.
La frontera es porosa, todos lo saben. Pero para evitar la filtración de maleantes y peor si son terroristas rechazados internacionalmente, lo obvio es concertar con las fuerzas armadas colombianas operaciones conjuntas de resguardo frente a un enemigo común. Lo que ocurre es que Correa no lo desea. Lo que le preocupó del ataque militar a Angostura, no fue tanto porque violó la soberanía cuanto porque allí murieron Reyes, sus pandilleros y los visitantes extranjeros socorridos por el Ecuador.
Con suma testarudez, Correa quiere seguir mediando para la liberación de Betancourt. Dice que lo hará “guste a quien le guste”. Es muy probable que ni siquiera a Sarkozy “le gustará”, luego del fiasco de su visita a París, la publicidad del informe de la INTERPOL, la ratificación de la condena al terrorismo de la Unión Europea y la negativa de Uribe a autorizarlo como mediador con las guerrillas.
En todo caso, Correa promete poner a disposición el territorio ecuatoriano para que la mediación fructifique y se concrete. ¿Nuevamente? Porque, como lo revela Chávez, esa cesión territorial con el mismo objetivo ya se dio con Angostura. Pero ¿cómo establecerán los hipotéticos diálogos, en que sitios y cómo van a eludir la seguridad colombiana?
Mientras tanto, los militares ecuatorianos continúan encontrando campamentos de narcoterroristas en sitios fronterizos a Oriente y Occidente de Ecuador. Y siempre los hallan desiertos. Las estructuras de hormigón armado son tan sólidas y costosas que los militares ecuatorianos quieren preservarlas para convertirlos en puestos de avanzada. ¿Era tal la miopía de esos mismos soldados que nunca pudieron descubrirlas antes, como tampoco descubrieron Angostura sino luego del ataque? ¿O es que había “órdenes superiores” para la miopía, que ahora se han levantado?
El periodista argentino Andrés Oppenheimer escribe hoy en El Nuevo Herald un análisis estupendo sobre el informe de la INTERPOL y se pregunta si Correa y Chávez se disculparán ante Uribe, como éste lo hizo en la reunión de Santo Domingo por el bombardeo a la base de Angostura. Y con razón agrega que organismos como la OEA y Naciones Unidas deberían adoptar de inmediato una condena a los gobiernos de Venezuela y Ecuador por auspiciar el terrorismo en cualquiera de sus formas, lo que está expresamente condenado por esas y otras instituciones del mundo.
¿Se necesitan más pruebas para que renuncie Correa y le ahorre así al país y a la institución militar mayores vergüenzas?

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