Monday, September 17, 2007

COMPLEJO DE SERVILIDAD

En menos de dos semanas los ecuatorianos irán a las urnas para elegir a los 130 integrantes de la Asamblea Constituyente, por la que tanto ha clamado el actual gobernante Rafael Correa para “transformar” a la nación.
El objetivo de Correa es claro. No será la asamblea la que “transforme” al país sino él, cuando los asambleístas se reúnan y acaten sus dictados orientados a otorgarle poderes plenos para gobernar.
De hecho Correa está gobernando por sobre la ley, pero evidentemente aspira a borrar escollos que aún subsisten en la Constitución teóricamente en vigencia y en otras leyes, regulaciones y tribunales secundarios.
Una última encuesta indica que el gobierno obtendrá una notable mayoría, superior al 40% o quizás hasta el 50% del total de los escaños. Correa cree que el porcentaje será mayor, cercano al 70%.
Es probable que esté en lo cierto. De todos modos, aún si no tiene los 2/3 del total de delegados sumisos, no hay que descartar su habilidad de maniobra para forzar a los no sumisos e indecisos a sumarse a la mayoría oficialista. No se olvide que tiene dos excelentes asesores para ello: Fidel Castro y Hugo Chávez. Con éste probablemente se comunica a diario y varias veces.
Rafael Correa, por su personalidad impositiva y altanera, no podría tolerar una derrota precisamente cuando ha arrasado con todo escollo que ha brotado para cuestionar el capricho de “su” Asamblea.
Dividió al Congreso y lo aniquiló, anulando su papel de ser una de tres ramas de mutuo control en el sistema democrático, junto con la legislativa y ejecutiva. Con igual brutalidad destrozó a los tribunales Constitucional, Electoral, al Banco Central y a otras instituciones similares.
Correa, de hecho, gobierna de modo autoritario y toda crítica contra él recibe una respuesta humillante y canallesca contra el o los autores. En el vendaval de insultos ha involucrado con especial veneno a los medios de comunicación audiovisuales y escritos, sin excepciones expresas.
Quiere que “su” asamblea regule a dichos medios. No adelanta cómo y no hace falta. Se entiende que quiere acallar toda voz de disentimiento y oposición y para ello gente como él tiene muchos recursos directos e indirectos para hacerlo.
En su conferencia radial del sábado pasado, Correa citó como justificativo una supuesta manipulación del presidente Bush con los medios de Estados Unidos para inducir al pueblo norteamericano a aceptar como verdad que Hussein fue quien planeó y ordenó desde Irak la destrucción de las torres gemelas de Nueva York.
Es una mentira colosal, como tantas que Correa profiere de modo rutinario. La verdad, que está al alcance de cualquier persona medianamente informada, fue otra. Bush nunca involucró a Hussein en la masacre del S-11. La mayoría de medios escritos y de la TV, además, eran y son fieros opositores del actual mandatario.
Correa propala rumores, falsedades y distorsiones y éstos son recibidos con beneplácito por la mayoría de quienes lo escuchan y ven por TV. Es obvio que quienes así reciben y aceptan sus mensajes se resisten al análisis y contraste de sus asertos con la realidad.
La mayoría correista es aún del 60% o más según encuestas. Aparentemente quienes lo siguen no leen o no influye en ellos lo que leen en análisis y críticas al mandatario que aparecen en los principales diarios del país y del exterior. Están embobados o embrutecidos, no hay otra explicación.
¿Será que en el subconsciente colectivo prevalece una inclinación servil por los regímenes autoritarios, en reminiscencia del sistema hacendario que España implantó sin dificultades mayores en estas regiones andinas, cuyas poblaciones indígenas habían sido subyugadas previamente por el invasor inca?
La teoría no es descabellada, si se hace un rápido recuento de la historia del Ecuador en su era poscolonial. Para no ahondar en el pasado, baste recordar que por 5 ocasiones el pueblo eligió a un autócrata, José María Velasco Ibarra, pese a que tras cada uno de sus 5 gobiernos dejó un país peor.
JMVI dejó una impronta indeleble en el “alma colectiva” ecuatoriana y su estilo demagógico ha seguido siendo imitado en mayor o menor grado por todos los líderes que le han sucedido. El actual, Correa, es uno más de ellos. A JMVI le bastaba un balcón en cada pueblo para convencer. Con Correa es igual, pero el balcón es ahora cualquier pueblo conectado a la radio, la TV y el Internet.
El Diario El Comercio decía, desesperanzado, que la asamblea será de Correa y que sobrevendrá un caos purificador que podría conducir a mejores vías para la implantación de una verdadera democracia en el país. Lo penoso es advertir que ya ha habido repetidos fracasos y caos sin la subsecuente salida del túnel de las tinieblas hacia la luz.
Se saldrá de esta encrucijada, si. Pero para ello será menester el aparecimiento de un líder de condiciones contrapuestas a las vigentes en los líderes populistas, que sea firme en sus convicciones y que tenga dotes oratorias comparables pero no para la demagogia, sino para la persuasión de la verdad.
¿No es tiempo para surjan en el Ecuador líderes mejores y pragmáticos como un Felipe González o un José María Aznar de España? La cita es intencional pues ambos ni son anglosajones ni suecos, sino hispanos como cualquiera nacido en tierras con ancestro español, como el Ecuador.

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