Monday, April 24, 2017

THE RULE OF LAW

Extraño fenómeno el que se vive en los Estados Unidos. El pueblo elige mayoritariamente al republicano Doland J. Trump como Presidente y de inmediato se desata una campaña en su contra que no se detiene de parte de los opositores de ambos partidos y de la gran prensa, radio y TV.
¿La razón? En pocas palabras, porque Trump ha comenzado a cumplir su promesa de campaña de que en este país se acate a plenitud el cumplimiento de la Ley. Porque “The Rule of Law”, el acatamiento a la ley, ha languidecido en los último años por influjo de los regímenes demócratas/“progresistas”/socialistas.
Cuando Trump anunció el nombre de Neil Gorsuch para cubrir la vacante de la Corte Suprema de Justicia y presionó para que el Senado lo nombre, no pensó tanto en su calidad de republicano cuanto en sus excepcionales cualidades de jurista apegado al cumplimiento de la Constitución y las leyes.
En los últimos decenios, la CSJ había había excedido a las funciones que la Constitución le asigna, como en el caso de la desprotección de la vida al legalizar el aborto(*), o la aprobación del Obamacare y el matrimonio gay. La inclusión de Gorsuch como noveno Juez restablecerá el equilibrio en pro del respeto a la Constitución, como lo prueban sus primeras acciones.
(*) (Hace pocos días hubo una marcha "en favor de la ciencia", que en suma era en contra de Trump. Pedían que Trump respete ciertas conclusiones sobre el clima defendidas por algunos científicos, lo cual para ellos es  dogma. En tiempos de Galileo los marchantes lo quemaban vivo. En ninguna manifestación se vio un letrero que pida respetar la verdad científica de que la vida comienza al momento de la concepción y que por tanto el aborto es un asesinato)  
En casi 100 días de mandato, el nuevo Presidente ha anulado decenas de Decretos Ejecutivos de su predecesor Obama, dictados con prescindencia del Congreso, relativos especialmente al medio ambiente que obstruían el desarrollo empresarial, el ahorro y acentuaban el desempleo. Estas y otras medidas paralelas generaron optimismo: la Bolsa de Valores pasó a 20.000 y ya casi llega a 30.000 puntos.
Hasta 1776 la concepción de gobierno y de formación y respeto a las leyes era otra. Generalmente la autoridad la absorbía un monarca, un rey, un emperador o los civiles convertidos en “césares” o zares de la Roma antigua. La sucesión de poder se daba por herencia o por conquista y las leyes se supeditaban a la voluntad, capricho y designio del autócrata.
La excepción en el sistema monárquico la dio Inglaterra con la aceptación del Rey Juan de la Carta Magna en el 1215, a través de la cual se establecen los primeros antecedentes de un gobierno por consenso, o por lo menos de cierta legislación. Pero fue la Revolución Americana y la Declaración de la Independencia de 1776 las que marcaron el cambio histórico mayor.
En la DI y la Constitución que dos años más tarde se aprobó, plasmando en ella sus principios, se estableció por primera vez que los ciudadanos tienen los mismos derechos (sin castas privilegiadas), que el poder y soberanía residen en el pueblo que lo delega de manera temporal a un gobierno por consenso, que a su vez reparte dicho poder en tres ramas.
Una de ellas, el Congreso, tiene la misión exclusiva de legislar, la Ejecutiva de poner en aplicación dichas leyes y la rama judicial y Corte Suprema, la de conocer y resolver casos de duda de aplicación de leyes, a la luz de lo prescrito por la Constitución. El documento tiene siete Artículos y veinte y siete Enmiendas y es el más estable de la Historia.
Cuando Trump habla de frenar el ingreso de ilegales al país no es perverso ni racista, solo quiere cumplir la ley. El ingreso a los Estados Unidos no es un derecho, es un privilegio que puede lograrse si se cumple con los requisitos de ley. Los indocumentados tienen que ser identificados y si han cometido otros delitos, expulsados. El proceso de legalización de los demás será diseñado según los casos.
En política externa, Trump busca los mismos objetivos: la paz basada en el cumplimiento de la ley. Nada más contrario a las leyes internacionales que el terrorismo. La mayor ola terrorista en la actualidad proviene del islamismo radical. Esa aberración que causa muertes y zozobra por el mundo entero debe ser frenada con su eliminación total.
A ello está dispuesto Trump, con ayuda de aliados occidentales y árabes y ha comenzado a poner en práctica las primeras acciones tácticas con ese objetivo. Igualmente hay planes, con la cooperación de China, para domesticar al dictador de Corea del Norte, que ha logrado desarrollar armas nucleares gracias a la complaciente “diplomacia” de Occidente.
La ley, tanto en el ámbito doméstico como exterior, requiere de la fuerza policial o militar para vigilar que se aplique, para prevenir que sea alterada, para sancionar a quienes la violen. Tanto dentro de los Estados Unidos como en regiones vulnerables como el Medio Oriente y en Corea del Norte ha sido notoria la despreocupación por las constantes violaciones de la ley.
Con la elección de Trump y sus primeros mandatos, el mundo presencia el inicio de una nueva etapa política, que ya se ha reflejado en el Reino Unido y ayer en Francia. La paz interna y externa y la “búsqueda de la felicidad” sólo serán dables en un ambiente de paz y seguridad. Paz es, pues, sinónimo de acatamiento a la ley expedida y acatada por consenso.
Oponerse a ello ¿no es añorar el pasado, la monarquía, la autarquía? 

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