Friday, March 24, 2017

CON ESOS AMIGOS...

Para qué enemigos. Donald J. Trump acaba de sufrir una primera derrota espectacular en su naciente gobierno, no a manos de los legisladores de la oposición demócrata en el Congreso sino de un grupo de republicanos que se negaron a aceptar su propuesta para derogar el Obamacare.
Es probable que algunas de sus objeciones pudieron ser razonables, pero lo que a la postre no ha sido razonable es que se negaran a respaldar al líder del GOP, que ha comenzado a demostrar entereza y honestidad para cumplir sus promesas de campaña, una de las cuales era archivar esa ley de salud socialista que además está quebrada.
El Obamacare fue el mayor proyecto de interferencia en los sistemas privados de salud del país, con la meta de ponerlos bajo el control del Estado. Para ello obligó a todo ciudadano a adquirir una póliza so pena de una multa camuflada de impuesto, para que los jóvenes contribuyan al subsidio del seguro de ancianos, indigentes y con dolencias previas.
Obamacare fue aprobado con el voto unánime de los demócratas pero sin un solo voto republicano y cuando las encuestas rechazaban el proyecto con el 64%. El sistema privado de salud americano era y aún es el mejor del mundo y el  solo vacío era crear planes para facilitar el acceso de más ciudadanos al sistema, mediante incentivos y no por coerción inconstitucional.
En la campaña electoral, Trump prometió que con urgencia propondría la derogación de la ley, por desfinanciada y por inconstitucional. Hablaba y aún se habla, de la necesidad de un inmediato reemplazo, pero lo cierto es que no lo requiere, porque lo que existía, el sistema libre, sigue existiendo y solo espera ser vigorizado.
Pero el Obamacare, cuyo proyecto original fue de 2.400 páginas que nadie leyó antes de aprobarlo, es una telaraña que entreteje unas medidas con otras y que para desenredarla se necesita seguir varios pasos para evitar el perjuicio a millones de ciudadanos que se vieron atrapados por la fuerza a uncirse a esa ley. 
Trump, junto con el presidente de la Cámara Baja Paul Ryan, el ministro de Salud Tom Price y otros expertos y legisladores, prepararon un proyecto en tres etapas para sustituir al Obamacare, que básicamenter suprimiera el mandato inconstitucional y permitiera estímulos y facilidades para que opere con mayor libertad y competencia el mercado de la oferta de pólizas de salud y medicinas baratas.
Para aprobar la resolución se precisaban 216 votos y esta tarde, cuando era inequívoco que no se llegaría a esa cifra, se acordó retirarla de la votación y esperar a futuro alguna nueva negociación. Mientras tanto, seguirá en vigencia el Obamacare, que colapsará pues no habrá apoyo ni del Congreso ni del Gobierno para nuevos subsidios.
La versión original de la propuesta Trump preveía una baja del déficit fiscal de 360.000 millones de dólares. En el curso de las negociaciones para tratar de persuadir a los republicanos disidentes, esa cifra comenzó a bajar. Ahora esa perspectiva queda eliminada, lo que dificultará la otra gran meta de campaña del Presidente sobre reducción de impuestos.
El “gran negociador” sin duda ha recibido un significativo revés, sobre todo referente a su imagen como “ganador perpetuo”. La oposición dentro del GOP y entre los demócratas y los medios de comunicación se regocijan por esta derrota y alientan la esperanza de que vendrán muchas otras. La personalidad y la entereza del liderazgo de Trump atravesarán sin duda alguna por duras pruebas para demostrarles lo contrario.
Al menos en cuanto a la denuncia que hizo sobre el espionaje de Obama y sus agentes luego de ser elegido y hasta su posesión, parece confirmarse y solo se aguarda que las pruebas las haga públicas el diputados Davin Núñez, republicano de California y jefe del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Aparentemente en el complot está involucrado el Director del FBI, James Comey, el mismo personaje que permitió a Hillary Clinton seguir en la campaña electoral presidencial, pese a que debió ir a la cárcel por perjurio y uso indebido y destrucción de información secreta del Departamento de Estado. 
Él, y seguro que Obama, saben cómo se tramó dar a los reporteros del NYTimes y Washington Post los textos de las conversaciones telefónicas de Trump con el Presidente de México y el Primer Ministro de Australia y las del general Michael Flynn con el embajador ruso. Éste ya había sido nombrado Director de Inteligencia, pero tras esa denuncia ilegal, tuvo que renunciar.

El espionaje y la revelación de los nombres son delitos que la ley castiga con severidad.

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