Tuesday, November 22, 2016

EL INFLUJO DE LOS MEDIOS

Solo una personalidad de la talla titánica de Donald J. Trump pudo haberse impuesto al cerco impuesto en su contra por la mayoría de los medios de comunicación audiovisuales y escritos de este país, para salir triunfante en las elecciones presidenciales del pasado 8 de este mes.
La batalla para frustrar sus aspiraciones se inició a pocas horas de que descendiera por la escalera mecánica al vestíbulo de su Torre Dorada en Manhattan, acompañada de Melania, para anunciar en junio del 2015 que había resuelto terciar en los comicios por el partido republicano.
A los medios se sumaron en la campaña anti Trump altos dirigentes del GOP y columnistas que se auto definieron como conservadores puristas que repudiaban a un candidato que según ellos no lo era, pese a que sus declaraciones políticas expresaban precisamente lo contrario.
El problema de los medios y de la dirigencia del GOP o establishment era que Donald Trump aparecía como un intruso inmanejable, que proclamaba desde el primer día luchar contra un establishment bipartidista que mantenía estancado a Washington en favor de intereses creados, en perjuicio de “la clase media olvidada”.
Los medios distorsionaron la imagen y la palabra de Trump, abiertamente inclinados en favor de la progresista de un parrtido democráta que había sucumbido al manejo de ideólogos de un socialismo marxista. En el caso del GOP, preferían un candidato flexible al estilo Jeb Bush, o a alguien que fracase en favor de la candidata demócrata Hillary Clinton.
Junto con la manipulación de informaciones y artículos de opinión, que se entremezclaban para el público consumidor, la distorsión de la realidad se acentuó con el abusivo manejo de las encuestas. Hasta último momento, la victoria se asignaba a Hillary, citando cifras estadísticas y entrevistas y vociferaciones y mentiras anti Trump.
La admirable repuesta de la mayoría del pueblo norteamericano dejó sin aliento y en algunos con lágrimas y expresiones de histeria a columnistas y expertos encuestadores que no se explicaban por qué se equivocaron. Algunos expresaron un mea culpa, otros prometieron corregirse pero los más continúan su batalla contra Trump.
Desde luego que el periodismo debe criticar al gobierno. La Enmienda Primera de la Constitución lo garantiza, advirtiendo que el ejercicio de esa libertad no necesita ley. Porque los medios expresan lo que la gente piensa de sus gobiernos y los gobiernos están en el poder temporalmente para garantizar los derechos individuales de sus ciudadanos.
Pero el ejercicio de la libertad de expresión por los medios se corrompe si los medios dejan de ser independientes, sea por sujeción a intereses de muy notorio poder, sea por la imposición a un mandato ideológico político en su producto editorial e informativo, como ha sido evidente en la última camapaña electoral.
En otros países la situación es peor. Quien esto escribe era Director de El Comercio en la presidencia de Rodrigo Borja. Escribía con mi nombre una columna, cuando comencé a criticar las políticas del mandatario en lo económico. Borja, amiga de la dueña del Diario, se irritó y quejó.  Tuve que suspender mi columna.
“El Diario está para ayudar el Gobierno”, fue la excusa. Renuncié. Más Rafael Correa fue Presidente. Removió a los congresistas, rehizo la Corte Suprema y cometió otros actos dictatoriales como el acoso a periodistas opositores, que culminó con la la Ley Mordaza, según la cual es el gobierno el que regula a los medios, no los medios los que vigilan al gobierno.
El Comercio y otros medios del Ecuador nada significativo hicieron para frenar a Correa o impedir la Ley Mordaza. Cuando Jorge Mantilla Ortega estaba de Director enfrentó a Velasco Ibarra y a su ministro de Gobierno Camilo Ponce para impedir un atropello mucho menor y fue a la cárcel y al Diario lo clausuraron.
Si Mantilla Ortega hubiese estado de Director con Correa, es probable que éste no hubiese avasallado al país como lo ha hecho. Pero falleció en un accidente de tránsito y la historia no se rehace. El Comercio a la postre fue vendido a un empresario extranjero, en violación de la insólita Constitución del Ecuador. La Ley Mordaza sigue en pleno vigor, aunque poco se la aplica pues prima la autocensura de los medios.
En Estados Unidos, el “fenómeno” Trump debe generar, entre otros efectos benéficos para la democracia acosada por el progresismo, una revisión de los ejecutivos, propietarios y periodistas sobre el verdadero papel que les toca desempeñar en la comunidad: informar imparcial y objetivamente  sobre cualquier acontecimiento político o no, público o privado.
Y evitar la tentación de inmiscuir las preferencias políticas del reportero o del propietario en la redacción del material informativo porque ello es contrarpoducente para la credibilidad y las finanzas de los medios. La reducción en la publicidad y sintonía y en las suscripciones de los medios políticamente sesgados, es irrefutable.
En el Ecuador, a lo largo del siglo XIX y comienzos del siglo XX la mayoría de medios de comunicación era en extremo liberal o en extremo conservador. En 1906 surgión en los Mantilla la idea de crear un  medio independiente y el buen éxito fue casi instantáneo, hasta que la noción de independencia cedió al poder de un autócrata.
En Estados Unidos el Diario The New York Times, fundado en 1851, ha sido reconocido como el adalid, pese a fallas como el silencio ante los genocidios de Stalin y Mao y ahora la campaña errónea anti Trump, que admite haber cometido. Inclusive The Wall Street Journal, algfo más “limpio”, ha incurrido en prejuicios iniciales sobre la candidato triunfador.

Con ánimo conciliador, Donald Trump ha reunido a dirigentes y periodistas clave de los medios y del NYT para dialogar en privado sobre la situación. Es de confiar que el “gran negociador” obtenga respuesta positiva para lograr de ellos lo que el público espera: mayor y honesto profesionalismo. Es decir, respeto a la Constitución, que es la meta de Trump y de los que votaron por él, pese a la cortina de humo de los medios.

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